S
us ojos se dilataron. Algo, que hasta entonces había pasado desapercibido para los ninjas, cobraba una forma tenebrosa entre las ramas atraído por las presencias de quienes habrían invadido su territorio.Una gota de sudor helado cayó por la sien del pelirrojo, avistando la enorme serpiente a pocos metros de la ninja de la Niebla. Su mirada se aguzó, observando aquella lengua sisear buscando algo en el aire; partículas que sólo aquel órgano sensitivo podría detectar. Entonces, Tenma encontró una abertura en la comisura de la chica, bajando lentamente en un hilo rojo hasta su quijada. - ¡Yui, quédate quieta! ¡La atraerás hacia ti con tus movimientos! - Sin embargo, la kunoichi parecía haber perdido todo rastro de raciocinio.
Tsk. - Recordar lo que le habían dicho acerca de la joven no era imperativo en ese momento, sino desviar la atención de la serpiente antes que fuera hacia ella. El Uzumaki volvió su mirada hacia el kunai y luego a la bestia. No le daría tiempo de llegar hasta la chica sin alterar a la serpie, o cortar los hilos de alambre sin ser presas de un rápido ataque. La distancia cobraba enemistad en ese momento, pero también podía revertirlo si usaba su ingenio.
Fue allí cuando atendió al elemento que seducía al reptil, y fue ese mismo el que desvió su atención de la kunoichi hacia un foco mucho más tentador.
La sangre discurría por la piel, mezclándose con el suave sudor de la mano. Gota tras gota, dispersas sobre la tierra hasta formar un pequeño charco. El Uzumaki se había lacerado la palma diestra con la hoja de su arma, haciendo que aquel olor metálico fuera más sugerente ante su cantidad abundante. - ¡HEY! ¡AQUÍ ESTOY! - Su tono rompió los límites normales de su voz, alertando al animal con los brazos alzados y manos abiertas mientras realizaba movimientos laterales, opuestos entre sí. La palma herida se exhibía, y él, tenso, esperaba que su anzuelo funcionase. Su mirada denotaba incertidumbre hasta que la serpiente, sin embargo, decidió por decantarse en el aperitivo más cercano.
Joder. - Expresó, fuerte, en sus adentros, y sus piernas se flexionaron hasta propinar un salto de diez metros. La altura del árbol abarcaba los primeros siete, justo donde se encontraba la chica y la serpiente. El kunai salió adelantado, chirriando por el impacto hacia unas escamas que rechazaban el filoso metal. Tenma enmarcó una sucesión de sellos y, justo a los seis metros, desplegó la potencia de una onda de viento.
La energía de su salto, más el impulso del chakra, levantaría todo el peso de aquella bestia cuyo largo rondaba los trece metros, lanzándola fuera del árbol y lejos de la Yuki. Pero la situación apenas comenzaba.