Y
a lo decía. La mejor manera de cazar a un cazador es siendo la presa. - Una voz masculina emergió dentro de la nube, dejando paso a la figura varonil de un adolescente pelirrojo, delgado y ataviado de una larga capa roja con sus brazos cruzados a la altura del pecho, mirando al frente. El criminal se dio cuenta inmediatamente de la farsa, quedado pasmado y dando leves pasos hacia atrás, alejándose progresivamente por puro instinto. Aquel joven, antaño mujer, le inspiró una sensación de temor a pesar de su amenidad; quizás por su astucia o tal vez por algo más. ¿Quién pensaría sobre el Jutsu de Transformación? Algo tan simple entre sus pares pero con mucha utilidad ante los ignorantes.
Sin embargo, haberlo mantenido durante casi todo el día había sido una proeza sublime, lo que le ayudó incluso a controlar mejor su propio chakra. Evidentemente, de vez en vez, tenía que esconderse cuando llegaba a sus límites, cómo había sucedido antes.
Cómo verás, así evitaba el trabajo de vigilar y perseguirte, y sobre todo, el ponerte en alerta. Y que me hicieras más difícil el atraparte. Sólo debía esperar a que llegaras solo, comiendo de mi apariencia, y has caído cual un ratón en una ratonera. - Sonrió, a sabiendas que no hay nada más esquivo que lo evidente. Un ninja debe ver a través, y aquel hombre no lo era.
Pese a todo, el criminal no se quedaría a ver el desenlace de aquella trampa, puesto que ni bien terminaba el Uzumaki en dar toda una clase de espionaje, emprendió la huida al instante. Sin embargo, el desconocido apenas pudo girar cuando sintió una ráfaga sacudirle su indumentaria, llegando a encontrar en la salida la misma figura que le había engañado, bloqueando su ruta en un parpadeo. El Sunshin no Jutsu, le llamaban.