Se le había encargado la tarea de investigar el extraño suceso que había causado el extravío de aquellos viajeros comerciantes que había logrado traer apenas unos días atrás de regreso a la aldea. Definitivamente el relato que contaban resultaba fascinante para los amantes de las historias fantasiosas pero a su vez aquella historia no había hecho mas que preocupar tanto al líder de Sunagakure como a los altos mandos. No era una emergencia ni una tarea de clasificación S, de prioridad absoluta para el bienestar del país o de la aldea, pero sí que podría llegar a convertirse en algo similar de tratarse de un ataque enemigo o una advertencia del mismo. Por eso se enviaba a un Gennin relativamente experimentado, quien ya había completado con éxito variadas misiones y que a su vez había hecho frente a diferentes peligros, como lo era el combate directo contra criminales de bajo rango. Se le confiaba aquella tarea por su buen desempeño en el campo como shinobi y eso el Sabaku no lo dejaría pasar por alto...

Se le había hecho entrega de una misión de baja relevancia pero de una potencial importacia. Aquello le demostraba, así como en su momento lo hizo su participación en el Torneo Ceremonial, que efectivamente iba por buen rumbo en su camino de convertirse en el shinobi que deseaba ser para su aldea. Sentía que sus fallecidos le miraban, desde donde fuera que le observasen, con una sonrisa en el rostro.

Sonrió ligeramente mientras se ajustaba la calabaza de arena en su espalda. Fiel compañera contenedora de su más poderosa arma. Estaba listo. No preguntaría más, nadie en la aldea había sabido responderle sus dudas sobre el fenómeno del "Falso Oasis" (como había decidido llamarle. Tampoco seguiría intentando encontrar algún escrito sobre el mismo debido a que no había nada, ni una nota, ni una carta y mucho menos un libro en las tantas bibliotecas que visitó buscando lo dicho. Sólo habían dudas y más dudas. Si deseaba salir de tanta incertidumbre debía de adentrarse de lleno en el desierto y esperar a que con suerte, aquel fenómeno ilusorio se presentase ante él, ya fuera para descubrir algún enemigo hasta ahora desconocido o para entender que simplemente no se podía entender al desierto, y que aquella ilusión no era más que otras de sus tantas maravillas.

Partió muy temprano de su casa aquella mañana, pasados tres días desde que se le había encomendado aquella tarea. Había logrado obtener un largo plazo de tiempo para completarla debido a la falta de información en la misma, a parte de que por tratarse de una misión de investigación la misma requería de mucha paciencia hasta lograr dar con la causa de aquel problema en potencia.

Cruzó aquella gran puerta que separaba los dominios de Sunagakure con aquel gran mar de arena que era el desierto infernal del País del Viento. Caminó a paso lento pero seguro, no tenía prisa alguna, no iba a algún lugar en específico. Llevaba su armamento bien preparado, obviamente su calabaza cargada con su arena especial también y algún que otro objeto que pudiera llegar a necesitar, entre ellos, un reloj, una brújula y varios recipientes con agua. Por si acaso...