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abían transcurrido un par de horas desde que había sonado la campanilla del restaurante, y la inquietud de la tormenta apaciguada. Las calles de la aldea se habían hundido entre la nieve, provocando que algunos habitantes salieran de sus casas para liberar las entradas y las mismas calles con alguna escoba.Un frondoso cabello dorado bajo un gorro de lana apareció en escena entre la poca gente que había. Parecía ir más suelta que de costumbre, con un vaivén de caderas que se tornaba un poco llamativo. Las botas apartaban la poca nieve bajo sus calzados, atrayendo la atención a más de uno con esa seguridad tan distintiva, pues, sencillamente, aquella joven era la nieta de un conocido comerciante de telas. Se rumoreaba acerca del problema que no sólo a ella le afectaba, sino también a otra jóvenes contemporáneas a su edad.
Ella era la quinta víctima de las noticias de acoso que había estado pululando por la aldea, siendo las demás apenas mujeres de la comunidad. Sin embargo, debido al estatus social de Karín, se aludía que su problema era debidamente por ello. Tal vez su familia tuviera algún conflicto con alguna competencia o prestamista, el cual estaba usando a la mujer cómo un método de intimidación.
Era un tema extraño, después de todo su familia había sido cuidadosa en evitar confrontaciones innecesarias, y que las rivalidades fueran sólo eso, rivalidades, en el ámbito positivo que les impulsara a buscar métodos para ser los mejores en el mercado. Aún así, suponía que la envidia no podía faltar, y el hecho de estar siendo perseguida podría ser una jugarreta de alguien para persuadir las tareas relevantes del negocio. Todo era una conjetura y chismes del común. Pero, de no ser así, sólo quedaba la vía más ordinaria de pensamiento.
El delincuente era un sociópata.