Reglas

MADARA CHRONICLES

¡Bienvenido a Madara Chronicles! Foro de Naruto interpretativo donde buscamos que el usuario se encuentre con la mayor de las comodidades y disponga de opciones para crear y desarrollar su personaje dentro de una ambientación, permitiendo que cobre importancia con el paso del tiempo y de su propio desarrollo.

Actualmente estamos en fase Beta, pero trabajamos duramente para dar una experiencia nueva y única para el usuario, con multitud de ideas y proyectos que esperamos que pronto vean la luz.

¿Por qué no te animas a formar parte de este gran proyecto? ¡Te esperamos con los brazos abiertos!
Últimos temas

MASTER

WEBMASTER

AKIRA

CO-WEBMASTER

KAZUKI

CO-WEMASTER

SHIORI

MOD. GENERAL

KAZAMA

REGISTROS

MIYAMOTO

REGISTROS

VACANTE

VACANTE

VACANTE

VACANTE

VACANTE

VACANTE

Staff
CENSO ABIERTO

¡Todas las aldeas abiertas! Excepto Konohagakure, que se encuentra cerrada.

OTOÑO — ¡HALLOWEEN!

“Cuando no haya más espacio en el infierno, los muertos caminarán sobre la tierra.”

Awards
Vacante
Vacante
Vacante
Vacante
Vacante
Vacante
¿Sabías que...
Madara Chronicles es un foro basado en la obra de Masashi Kishimoto "Naruto" y "Naruto Shippuden", utilizando tan solo su ambientación y personajes para crear una trama propia.

Todo el contenido producido en el foro es propiedad de sus creadores originales, así como el contenido administrativo es propiedad del Staff. La estética del foro proviene del usuario Akira Aoi, agradeciendo a Foroactivo, W3Schools y otras páginas webs por su tutoriales.

Las imágenes son propiedad de Deviantart, Google Imágenes, Wikis de Naruto, Pinterest y Zerochan, fueron modificadas y adaptadas al diseño del foro, por lo que igual se agradece a estos portales.
Últimos temas
» [EXPEDIENTE] Rei Yuki
por Rei Yuki Miér Ene 15, 2020 2:39 pm

» [Registro] Sangre
por Master MC Miér Ene 15, 2020 1:43 pm

» New to this.
por Rei Yuki Miér Ene 15, 2020 1:41 pm

» [MISIÓN] rango c::Una serpiente un guerrero de la arena y un desertor[PASADO]
por May sarutobi Lun Dic 16, 2019 2:35 am

» [Registro] Temas Cerrados
por Sabaku Tsunayoshi Sáb Dic 14, 2019 1:00 pm

» [MISIÓN] ONE PIECE REBIRTH/ÉLITE[PRESENTE]
por Invitado Sáb Dic 14, 2019 12:58 am

» Deseo... [Minijuego]
por Yūki Noaru Dom Dic 08, 2019 7:46 am

» [SOCIAL] Viviendo una plegaria | Orochimaru[PASADO]
por Yūki Noaru Dom Dic 08, 2019 7:38 am

» [MISIÓN] [RANGO D] CACERÍA POR LA SUPERVIVENCIA - EL NINJA RUBIO ENTRA EN ACCIÓN[PRESENTE]
por Registros MC Sáb Dic 07, 2019 9:08 am

» [Entrenamiento] El chakra. Un punto importante.
por Registros MC Sáb Dic 07, 2019 9:03 am

» Muerto el perro se acabó la rabia [Misión Rango C] [Sabaku Tsunayoshi y Yugen Nendo]
por Sabaku Tsunayoshi Dom Dic 01, 2019 2:43 am

» [ENTRENAMIENTO] Una notable diferencia[PASADO]
por Sabaku Tsunayoshi Dom Dic 01, 2019 12:03 am

» [Peticiones] Administrativo y extraordinario.
por Meliodas Mar Nov 26, 2019 9:39 pm

» [Registro] Solicitud de Misiones
por Registros MC Mar Nov 26, 2019 7:37 pm

» Ciudad Silenciosa { Afiliación Élite }
por Invitado Mar Nov 26, 2019 7:07 pm

» ¡Ilusiones en el Desierto! [Misión Rango D]
por Sabaku Tsunayoshi Lun Nov 25, 2019 2:51 am

» Fanfics Naruto [Élite]
por Invitado Dom Nov 24, 2019 9:18 am

» [REGALO] ¡Encuesta de bienvenida!
por Meliodas Sáb Nov 23, 2019 3:19 am

» [TRAMA]Cronología[PASADO]
por Master MC Vie Nov 22, 2019 2:52 am

» [Registro] Equipos Ninja
por Orochimaru Jue Nov 21, 2019 3:38 pm

Élite [25/102] Muerto el perro se acabó la rabia [Misión Rango C] [Sabaku Tsunayoshi y Yugen Nendo] 40 Muerto el perro se acabó la rabia [Misión Rango C] [Sabaku Tsunayoshi y Yugen Nendo] 3lf1VlO Time Of Heroes Muerto el perro se acabó la rabia [Misión Rango C] [Sabaku Tsunayoshi y Yugen Nendo] 40x40_zps8zack2u9
Hermanos [2/6]

Muerto el perro se acabó la rabia [Misión Rango C] [Sabaku Tsunayoshi y Yugen Nendo]

0

0

PD

0

SP
Sabaku Tsunayoshi
Recostó su espalda en uno de los grandes muros limitantes de los dominios de la aldea y el inicio del enorme mar desértico aledaño a esta. Suspiró mirando hacia las tímidas nubes que indecisas no se ponían de acuerdo en la tarea de interponerse entre los rayos ultravioletas del astro rey y todo aquello hacia donde estos llegasen. Suspiró luego de un momento al saber a qué tendría que atenerse aquel día...

Lo había leído ya un par de veces y sin embargo volvió a sacar el papiro enrollado de su abrigo color rojo para desplegarlo ante él y volver a leer los escritos plasmados en el pergamino. Una misión más para añadir a su historial de encargos shinobis realizados con éxito, o al menos eso deseaba. Claro estaba de que no se reservaría nada de sí y daría todo para lograr completar el objetivo que se le había asignado esa mañana al visitar el despacho del líder de Sunagakure en busca de volver a ponerse al servicio de la aldea como ninja de la misma, sin embargo, se le había encargado la tarea de realizar una misión de Rango C, aquella que dado su bajo rango shinobi no le permitía aventurarse a intentar completarla por sí solo, cosa de la cual se sentía completamente capaz sin considerarse alguien muy hábil. Debía de ser acompañado y el designado para formar equipo con el pelirrojo no era más que aquel temperamental muchacho albino de sorprendentes habilidades con el chakra explosivo, ese mismo con el que no mantenía una relación precisamente amistosa a pesar de formar parte del mismo grupo y tener al mismo shinobi de sensei.

Quizás aquella oportunidad le serviría para romper barreras entre aliados de la arena y así corregir la mala imagen que al parecer el Nendo poseía de él, pero no por ello desviaría su atención del principal e importante objetivo.

Un grupo de canes salvajes había estado causando graves estragos que a la larga provocarían un bajón en la economía del país y eso era algo que la principal aldea local no podía permitirse. Los negocios con el neutral país del Hierro habían empezado a ser comunes, así también la llegada de comerciantes del gélido lugar hacia las áridas tierras arenosas, pero los ataques de una manada de aproximadamente treinta Dingos (según la información del pergamino) habían provocado verdaderos problemas a la hora de concretarse tales negocios con tierras extranjeras. Por esa razón el problema debía ser erradicado cuanto antes y al no tratarse de un enemigo "complicado de vencer" no era necesaria la presencia de algún Chunnin ni mucho menos un Jounnin, fácilmente un par de Gennin podrían acabar con los perros hostiles y eso precisamente era lo que se les había encargado a los dos miembros del equipo 3.

Si estaba en sus manos, se les pedía también llevar los cuerpos de los animales para así usar sus pelajes cosa que ya el pelirrojo se estaba preguntando cómo haría tal cosa puesto que probablemente su compañero haría destrozos con los canes. Pero todo aquello ya sería cosa para pensar luego, por esos momentos sólo debía esperar un poco más ya que seguramente no tardaría mucho en llegar el artesano ninja médico...

— — — — — — — — — — — — — — —
Off Rol:
Recostó su espalda en uno de los grandes muros limitantes de los dominios de la aldea y el inicio del enorme mar desértico aledaño a esta. Suspiró mirando hacia las tímidas nubes que indecisas no se ponían de acuerdo en la tarea de interponerse entre los rayos ultravioletas del astro rey y todo aquello hacia donde estos llegasen. Suspiró luego de un momento al saber a qué tendría que atenerse aquel día...

Lo había leído ya un par de veces y sin embargo volvió a sacar el papiro enrollado de su abrigo color rojo para desplegarlo ante él y volver a leer los escritos plasmados en el pergamino. Una misión más para añadir a su historial de encargos shinobis realizados con éxito, o al menos eso deseaba. Claro estaba de que no se reservaría nada de sí y daría todo para lograr completar el objetivo que se le había asignado esa mañana al visitar el despacho del líder de Sunagakure en busca de volver a ponerse al servicio de la aldea como ninja de la misma, sin embargo, se le había encargado la tarea de realizar una misión de Rango C, aquella que dado su bajo rango shinobi no le permitía aventurarse a intentar completarla por sí solo, cosa de la cual se sentía completamente capaz sin considerarse alguien muy hábil. Debía de ser acompañado y el designado para formar equipo con el pelirrojo no era más que aquel temperamental muchacho albino de sorprendentes habilidades con el chakra explosivo, ese mismo con el que no mantenía una relación precisamente amistosa a pesar de formar parte del mismo grupo y tener al mismo shinobi de sensei.

Quizás aquella oportunidad le serviría para romper barreras entre aliados de la arena y así corregir la mala imagen que al parecer el Nendo poseía de él, pero no por ello desviaría su atención del principal e importante objetivo.

Un grupo de canes salvajes había estado causando graves estragos que a la larga provocarían un bajón en la economía del país y eso era algo que la principal aldea local no podía permitirse. Los negocios con el neutral país del Hierro habían empezado a ser comunes, así también la llegada de comerciantes del gélido lugar hacia las áridas tierras arenosas, pero los ataques de una manada de aproximadamente treinta Dingos (según la información del pergamino) habían provocado verdaderos problemas a la hora de concretarse tales negocios con tierras extranjeras. Por esa razón el problema debía ser erradicado cuanto antes y al no tratarse de un enemigo "complicado de vencer" no era necesaria la presencia de algún Chunnin ni mucho menos un Jounnin, fácilmente un par de Gennin podrían acabar con los perros hostiles y eso precisamente era lo que se les había encargado a los dos miembros del equipo 3.

Si estaba en sus manos, se les pedía también llevar los cuerpos de los animales para así usar sus pelajes cosa que ya el pelirrojo se estaba preguntando cómo haría tal cosa puesto que probablemente su compañero haría destrozos con los canes. Pero todo aquello ya sería cosa para pensar luego, por esos momentos sólo debía esperar un poco más ya que seguramente no tardaría mucho en llegar el artesano ninja médico...

— — — — — — — — — — — — — — —
Off Rol:

0

0

PD

0

SP
Yugen Nendo
Por quinta o quizas sexta vez me encontraba parado en la entrada del despacho, portando aquel cilindro el cual contenia toda la información necesaria sobre mi ultima misión la cual había sido otorgado hace unos pocos minutos. Realmente había perdido la cuenta de mis encargos, solo esperaba se me diera una buena recompensa por realizar una gran cantidad de ellos, aunque no era para tanto. Tampoco debia alardear sobre los encargos que había tomado pues dentro de la aldea de seguro habían Shinobis mucho mas aplicados que yo…
Y ese era el caso. Nuevamente emparejado con aquel chico capaz de manipular la arena. Sabaku Tsunayoshi aquel colega tanto de aldea como de Equipo, bajo el mando del mismo Shinobi de alto rango. La verdad no era que tuviéramos una relación sencilla por asi decirlo, pero tampoco era la peor…al menos no lo veía de esa forma, aunque sabia que tarde o temprano deberíamos trabajar en dicha relación no estaba dentro de mis planes aun. Habiendo leído la información del pergamino de color carmesí, guarde el mismo en uno de mis bolsillos interiore de mi chaqueta, el sol irradiaba como cualquier otro dia en la Aldea, aunque cabe destacar las corrientes de aire eran mas frecuentes que en otras ocasiones. “Sencilla” era la palabra mas adecuada para describir la misión, los tratados con el País del Hierro habían dado como fruto las practicas de comercio entre ambos Paises. El comercio mas que nada era una de las actividades mas frecuentes entre los países hoy en dia, tanto en las personas como en cualquier objeto u organización mas pequeña. Sin embargo, la cosa era mas complicada cuando una tercera parte hacia difícil lograr o mas bien concretar estas negociaciones, el País del Hierro había viajado de muy lejos para llegar a estas tierras llenas de arena. Con el único fin de potenciar el comercio entre ambos países, dicho comercio se había visto obstruido por la intervención de un grupo de Dingos Salvajes los cuales no cesaban en sus ataques a los extranjeros.
“Debiamos acabar con ellos cuanto antes” Pensé, aunque en el pergamino lo explicaba, teníamos permitido tomar sus pieles para ofrecer a los mercaderes, aunque tomando en cuenta el “Acercamiento” que tenia pensado darle a aquellos salvajes, no creo que sobre mucho de ellos, aunque mi contraparte o mas bien mi compañero, era la cara de la otra moneda…de seguro saldría con un plan pacifista el cual debería seguir al piel de la letra… 
No tomaría mas de dos minutos de espera a mi compañero de cabello rojizo, quien reposaba su cuerpo sobre los muros que separaban el interior de la aldea con la peligrosa interperie del Desierto que conformaba los limites de la misma. Ahí descansando bajo la sombra de aquellos grandes muros, aparecería yo. Portando una mascara de colores azules y blancos, sin ningún estilo o motivo en especifico. La misma tenia agujeros para los ojos recubiertos con una tela especial que permitia la visión sin tener que sufrir por llevar arena dentro de los ojos.


-Veo que eres rápido…A pesar de llevar esa cosa gigantesca en tu espalda…-
No era precisamente un “Hola” ni mucho menos un “¿Cómo estas?”. Era mi manera de presentarme e importaba poco si le agradaba o no. Me acerque entonces descendiendo de los grandes muros que se formaban como escalinatas sobre la cabeza del pelirrojo hasta llegar al suelo. Limpiaria mis manos una contra la otra, desprendiendo así cada grano de arena que se había posado sobre mis palmas.

-¿Empezamos ya?

Armamento:
Stats:
Acciones:
Por quinta o quizas sexta vez me encontraba parado en la entrada del despacho, portando aquel cilindro el cual contenia toda la información necesaria sobre mi ultima misión la cual había sido otorgado hace unos pocos minutos. Realmente había perdido la cuenta de mis encargos, solo esperaba se me diera una buena recompensa por realizar una gran cantidad de ellos, aunque no era para tanto. Tampoco debia alardear sobre los encargos que había tomado pues dentro de la aldea de seguro habían Shinobis mucho mas aplicados que yo…
Y ese era el caso. Nuevamente emparejado con aquel chico capaz de manipular la arena. Sabaku Tsunayoshi aquel colega tanto de aldea como de Equipo, bajo el mando del mismo Shinobi de alto rango. La verdad no era que tuviéramos una relación sencilla por asi decirlo, pero tampoco era la peor…al menos no lo veía de esa forma, aunque sabia que tarde o temprano deberíamos trabajar en dicha relación no estaba dentro de mis planes aun. Habiendo leído la información del pergamino de color carmesí, guarde el mismo en uno de mis bolsillos interiore de mi chaqueta, el sol irradiaba como cualquier otro dia en la Aldea, aunque cabe destacar las corrientes de aire eran mas frecuentes que en otras ocasiones. “Sencilla” era la palabra mas adecuada para describir la misión, los tratados con el País del Hierro habían dado como fruto las practicas de comercio entre ambos Paises. El comercio mas que nada era una de las actividades mas frecuentes entre los países hoy en dia, tanto en las personas como en cualquier objeto u organización mas pequeña. Sin embargo, la cosa era mas complicada cuando una tercera parte hacia difícil lograr o mas bien concretar estas negociaciones, el País del Hierro había viajado de muy lejos para llegar a estas tierras llenas de arena. Con el único fin de potenciar el comercio entre ambos países, dicho comercio se había visto obstruido por la intervención de un grupo de Dingos Salvajes los cuales no cesaban en sus ataques a los extranjeros.
“Debiamos acabar con ellos cuanto antes” Pensé, aunque en el pergamino lo explicaba, teníamos permitido tomar sus pieles para ofrecer a los mercaderes, aunque tomando en cuenta el “Acercamiento” que tenia pensado darle a aquellos salvajes, no creo que sobre mucho de ellos, aunque mi contraparte o mas bien mi compañero, era la cara de la otra moneda…de seguro saldría con un plan pacifista el cual debería seguir al piel de la letra… 
No tomaría mas de dos minutos de espera a mi compañero de cabello rojizo, quien reposaba su cuerpo sobre los muros que separaban el interior de la aldea con la peligrosa interperie del Desierto que conformaba los limites de la misma. Ahí descansando bajo la sombra de aquellos grandes muros, aparecería yo. Portando una mascara de colores azules y blancos, sin ningún estilo o motivo en especifico. La misma tenia agujeros para los ojos recubiertos con una tela especial que permitia la visión sin tener que sufrir por llevar arena dentro de los ojos.


-Veo que eres rápido…A pesar de llevar esa cosa gigantesca en tu espalda…-
No era precisamente un “Hola” ni mucho menos un “¿Cómo estas?”. Era mi manera de presentarme e importaba poco si le agradaba o no. Me acerque entonces descendiendo de los grandes muros que se formaban como escalinatas sobre la cabeza del pelirrojo hasta llegar al suelo. Limpiaria mis manos una contra la otra, desprendiendo así cada grano de arena que se había posado sobre mis palmas.

-¿Empezamos ya?

Armamento:
Stats:
Acciones:

0

0

PD

0

SP
Sabaku Tsunayoshi
Posiblemente su rostro no le delataría. Cualquiera que le mirase pensaría que el pelirrojo se hallaba serio, neutral, calmo, incluso hasta pensativo podría parecer, sin embargo la realidad era que ni él mismo podría negarse aquella ligera pero notable emoción que sentía de regresar al servicio de su aldea. Quizás su trabajo diario como shinobi de bajo rango no fuese algo tan importante y vital para toda la villa, pero aunque fuese en cantidades pequeñas, en verdad sentía que poco a poco, mediante trabajos no tan relevantes, colaboraba con su aldea para continuar disfrutando de una calidad de vida que hasta esos momentos habían sabido mantener los bien adaptados ciudadanos de la villa oculta entre la arena.

Temprano aún y ya se notaba lo caluroso que sería aquel día, nada raro pues la costumbre a dicha temperatura permitía a los habitantes del lugar continuar sus actividades diarias sin problema alguno. Miró su reloj de bolsillo, lo había obtenido hacía un par de días atrás cuando pasaba de regreso a casa de un entrenamiento por una pequeña tienda de variados objetos en venta, entre ellos, unos nuevos guantes de cuero para cubrir sus manos y protegerlas, solo por si acaso. Apenas serían las 7:13 am, recordaba haber llegado no hacía mas de cinco minutos por lo que no tenía razones para reclamar a su compañero por "tardarse demasiado". Oyó una voz conocida dirigirse a él con un tono algo, sarcástico...? Aquello lo paso por alto puesto que no venía al caso, lo que si no dejo pasar era el hecho de que aquel muchacho, de rostro oculto tras una máscara blanca con detalles variados en pinturas azules y rojas, parecía conocerle y llegar con la justa intención de dirigirse a él.

No le dio tiempo siquiera a preguntarse de quién se trataba cuando notó la cabellera blanca del Nendo y la intención del mismo sobre dar comienzo con lo que ambos ya tenían acordado; la misión.

- Yugen... - Asintió hacia el albino de azulados ojos en señal de saludo, manteniendo una seriedad en su rostro para nada ajena a la que normalmente poseía. Atendería a su pregunta afirmativamente después de eso, listo para partir, mirándole sacudirse las manos llenas de la arena que el viento juguetón solía levantar de vez en cuando.

- Andando... - Diría para así ponerse en marcha junto al ninja médico rumbo hacia el punto del camino donde más reportes de ataques habían informados los desafortunados comerciantes supervivientes de los mismos.

— — — — — — — — — — — — — — —
Off Rol:
Posiblemente su rostro no le delataría. Cualquiera que le mirase pensaría que el pelirrojo se hallaba serio, neutral, calmo, incluso hasta pensativo podría parecer, sin embargo la realidad era que ni él mismo podría negarse aquella ligera pero notable emoción que sentía de regresar al servicio de su aldea. Quizás su trabajo diario como shinobi de bajo rango no fuese algo tan importante y vital para toda la villa, pero aunque fuese en cantidades pequeñas, en verdad sentía que poco a poco, mediante trabajos no tan relevantes, colaboraba con su aldea para continuar disfrutando de una calidad de vida que hasta esos momentos habían sabido mantener los bien adaptados ciudadanos de la villa oculta entre la arena.

Temprano aún y ya se notaba lo caluroso que sería aquel día, nada raro pues la costumbre a dicha temperatura permitía a los habitantes del lugar continuar sus actividades diarias sin problema alguno. Miró su reloj de bolsillo, lo había obtenido hacía un par de días atrás cuando pasaba de regreso a casa de un entrenamiento por una pequeña tienda de variados objetos en venta, entre ellos, unos nuevos guantes de cuero para cubrir sus manos y protegerlas, solo por si acaso. Apenas serían las 7:13 am, recordaba haber llegado no hacía mas de cinco minutos por lo que no tenía razones para reclamar a su compañero por "tardarse demasiado". Oyó una voz conocida dirigirse a él con un tono algo, sarcástico...? Aquello lo paso por alto puesto que no venía al caso, lo que si no dejo pasar era el hecho de que aquel muchacho, de rostro oculto tras una máscara blanca con detalles variados en pinturas azules y rojas, parecía conocerle y llegar con la justa intención de dirigirse a él.

No le dio tiempo siquiera a preguntarse de quién se trataba cuando notó la cabellera blanca del Nendo y la intención del mismo sobre dar comienzo con lo que ambos ya tenían acordado; la misión.

- Yugen... - Asintió hacia el albino de azulados ojos en señal de saludo, manteniendo una seriedad en su rostro para nada ajena a la que normalmente poseía. Atendería a su pregunta afirmativamente después de eso, listo para partir, mirándole sacudirse las manos llenas de la arena que el viento juguetón solía levantar de vez en cuando.

- Andando... - Diría para así ponerse en marcha junto al ninja médico rumbo hacia el punto del camino donde más reportes de ataques habían informados los desafortunados comerciantes supervivientes de los mismos.

— — — — — — — — — — — — — — —
Off Rol:

0

0

PD

0

SP
Yugen Nendo
Ambas piezas del tablero se habían juntado para llevar acabo lo que ambos conocíamos ya; la misión. Una vez juntos era hora de ponernos en marcha, el albino de cabellos rojos enunciaría mi nombre, parecia no tener problema alguno con reconocerme, aun utilizando la mascara. Lo había notado quizás por mi cabello, no estaba seguro, pero tampoco le pondría mucho importancia, había que enfocarnos, su rostro demostraba la seriedad de siempre, aveces me pienso si su vida es asi las 24 horas del dia…

-¿Algun plan?-

Preguntaría con bastante atrevimiento, debia romper el hielo, no me gustaba andar por los alrededores de la aldea con una persona tan callada, era aburrido. No era algo que me molestara, pero tampoco me agradaba que digamos. Mientras esperaba la respuesta de mi compañero. Me puse en marcha, en dirección al punto donde se habían reportado la mayoría de los incidentes, lo extraño es que varios de los mercaderes que habían sido atacados por estos animales salvajes llevaban mercancía de todo tipo. Desde comida hasta artilugios que no desprendia ningún tipo de olor ni siquiera del metal que estaban hechos diría yo… ¿Acaso hay algo más detrás de estos incidentes? Pensé. Realmente era extraño que una bandada de animales salvajes se tirara sobre un grupo de mercaderes tal cual, parecían pensar y actuar mas como ladrones que como animales…Lleve mi mano hacia mi barbilla o mas bien hacia la parte inferior de esta ya que la mascara tapa la parte frontal de mi rostro. Desvie un poco la mirada hacia el suelo observando como la arena era movilizada por las corrientes de aire que acariciaban los terrenos que recorríamos yo y mi compañero…

-¿No te parece extraño…que ataquen a los mercaderes sin mas?-


Compartiria entonces mi duda con mi compañero, al fin y al cabo ese era el propósito de estar en conjunto, ayudarnos mutuamente, aunque no fuera lo primero que consideraría como mi primera opción, sin embargo no había de otra. Retiraría entonces mi mano sobre mi rostro y la dejaría a un costado para continuar caminando sin más, mientras observaba a mi alrededor, removería lentamente mi mascara hacia un costado permitiendo ver la mitad de mi rostro, queria intentar identificar cualquier tipo de rastro u olor que pudiera darnos alguna pista del paradero del grupo de animales.


Armamento:
Stats:
Acciones:
Ambas piezas del tablero se habían juntado para llevar acabo lo que ambos conocíamos ya; la misión. Una vez juntos era hora de ponernos en marcha, el albino de cabellos rojos enunciaría mi nombre, parecia no tener problema alguno con reconocerme, aun utilizando la mascara. Lo había notado quizás por mi cabello, no estaba seguro, pero tampoco le pondría mucho importancia, había que enfocarnos, su rostro demostraba la seriedad de siempre, aveces me pienso si su vida es asi las 24 horas del dia…

-¿Algun plan?-

Preguntaría con bastante atrevimiento, debia romper el hielo, no me gustaba andar por los alrededores de la aldea con una persona tan callada, era aburrido. No era algo que me molestara, pero tampoco me agradaba que digamos. Mientras esperaba la respuesta de mi compañero. Me puse en marcha, en dirección al punto donde se habían reportado la mayoría de los incidentes, lo extraño es que varios de los mercaderes que habían sido atacados por estos animales salvajes llevaban mercancía de todo tipo. Desde comida hasta artilugios que no desprendia ningún tipo de olor ni siquiera del metal que estaban hechos diría yo… ¿Acaso hay algo más detrás de estos incidentes? Pensé. Realmente era extraño que una bandada de animales salvajes se tirara sobre un grupo de mercaderes tal cual, parecían pensar y actuar mas como ladrones que como animales…Lleve mi mano hacia mi barbilla o mas bien hacia la parte inferior de esta ya que la mascara tapa la parte frontal de mi rostro. Desvie un poco la mirada hacia el suelo observando como la arena era movilizada por las corrientes de aire que acariciaban los terrenos que recorríamos yo y mi compañero…

-¿No te parece extraño…que ataquen a los mercaderes sin mas?-


Compartiria entonces mi duda con mi compañero, al fin y al cabo ese era el propósito de estar en conjunto, ayudarnos mutuamente, aunque no fuera lo primero que consideraría como mi primera opción, sin embargo no había de otra. Retiraría entonces mi mano sobre mi rostro y la dejaría a un costado para continuar caminando sin más, mientras observaba a mi alrededor, removería lentamente mi mascara hacia un costado permitiendo ver la mitad de mi rostro, queria intentar identificar cualquier tipo de rastro u olor que pudiera darnos alguna pista del paradero del grupo de animales.


Armamento:
Stats:
Acciones:

0

0

PD

0

SP
Sabaku Tsunayoshi
Habían iniciado entonces el camino rumbo al punto en donde, se les había indicado en el pergamino, se habían reportado la mayoría de los ataques sufridos por aquellos desafortunados comerciantes. A un paso rápido pero sin llegar a ir a mucha prisa, ambos shinobis de la Arena se movilizarían, alejándose cada vez más de los protectores muros de la gran aldea principal del País del Viento, adentrándose en aquel mar de arena repleto de grandes y extensas dunas formadas por el mismo material mencionado quien, al ser acariciado y a veces golpeado por las continuas corrientes de viento de intensidad cambiante, no dejaría de invadir el espacio personal de ambos chicos al alojar variados granos de los minerales áridos locales en sus ropajes.

- Por ahora nada... ¿Qué hay de tí? - Respondería a la primera pregunta del usuario del Bakuton.

La inexpresiva mirada del Sabaku, seguramente, haría entender a quien le mirase que se hallaba totalmente cerrado a entablar conversación alguna y que no había nada más importante para él en dichos momentos que regresar con una misión exitosa más para su expediente ninja. No todo sería así puesto que no estaba realmente cerrado a conversar y menos si se trataba de su compañero, pero, sí era verdad que se hallaría totalmente centrado en el encargo ya que, mientras avanzaban, el pelirrojo sólo pensaría, analizaría cada detalle de la información suministrada tanto a él como a su compañero en aquel pergamino por sus superiores lo mejor posible, intentando hallar alguna pista sobre el misterioso caso de los perros salvajes quienes sin razón aparente atacaban sólo a comerciantes.

La pregunta de Yugen no sólo le hizo salir brevemente de sus pensamientos sino que le permitió respirar tranquilo; él no era el único que sospechaba sobre aquel extraño acontecimiento, el Nendo lo había pillado también.

- Sin dudas no es normal el comportamiento de estos perros, sobretodo porque "casualmente" sus ataques a los mercaderes no sólo entorpecen levemente la economía del país sino que podrían desatar enemistad con el país con quien se esté tratando. Quizás las pérdidas sean por ahora leves pero a la larga se convertirán en un verdadero problema - Haría una breve pausa después de decir eso. Sólo un par de minutos y habrían llegado al lugar indicado y señalado como el más peligroso que un vendedor podría cruzar al viajar, sea de partida o de regreso a la aldea. Acompañaría lo que habría expresado con lo que sospechaba...

- Quizás esté equivocado y espero estarlo ya que de acertar significaría tratar no sólo con bandidos sino con traidores al país, saboteadores de una posible alianza con un país neutral, algo que sería verdaderamente lamentable, pero de ser así, yo mismo me encargaré de silenciarlos de manera permanente... - Aquellas tierras por las cuales sus progenitores habían dado sus vidas sin dudarlo, ahora habían sido dejadas en sus manos tras la partida de estos a una mejor vida, así lo sentía él y aunque sabía que todavía no era ni una cuarta parte de poderoso que su padre o su madre, había aceptado mental y sentimentalmente tal responsabilidad sin dudarlo, debía de proteger al País del Viento, al desierto que de punta a punta cubría toda la extensión del mismo y a los habitantes de aquellas áridas tierras.

- ... Pero sospecho de que alguien manipula a los perros... - Diría finalmente, volteando a ver con el mismo rostro neutral de siempre al semienmascarado Nendo, sólo que habría algo diferente esta vez, el deseo por proteger a su país reflejado en su mirada turquesa...

Seguía teniendo dudas, obviamente no se consideraba un shinobi poderoso en demasía, tampoco estaba seguro sobre qué significaba tener amigos, pero si de algo no dudaba era del camino ninja que había decidido seguir y no iba a detenerse hasta conseguir llegar al final. Debía de seguir los pasos de sus caídos y convertirse en un pilar de gran importancia, capaz de sostener y garantizar la paz de su villa...

— — — — — — — — — — — — — — —
Off Rol:
Habían iniciado entonces el camino rumbo al punto en donde, se les había indicado en el pergamino, se habían reportado la mayoría de los ataques sufridos por aquellos desafortunados comerciantes. A un paso rápido pero sin llegar a ir a mucha prisa, ambos shinobis de la Arena se movilizarían, alejándose cada vez más de los protectores muros de la gran aldea principal del País del Viento, adentrándose en aquel mar de arena repleto de grandes y extensas dunas formadas por el mismo material mencionado quien, al ser acariciado y a veces golpeado por las continuas corrientes de viento de intensidad cambiante, no dejaría de invadir el espacio personal de ambos chicos al alojar variados granos de los minerales áridos locales en sus ropajes.

- Por ahora nada... ¿Qué hay de tí? - Respondería a la primera pregunta del usuario del Bakuton.

La inexpresiva mirada del Sabaku, seguramente, haría entender a quien le mirase que se hallaba totalmente cerrado a entablar conversación alguna y que no había nada más importante para él en dichos momentos que regresar con una misión exitosa más para su expediente ninja. No todo sería así puesto que no estaba realmente cerrado a conversar y menos si se trataba de su compañero, pero, sí era verdad que se hallaría totalmente centrado en el encargo ya que, mientras avanzaban, el pelirrojo sólo pensaría, analizaría cada detalle de la información suministrada tanto a él como a su compañero en aquel pergamino por sus superiores lo mejor posible, intentando hallar alguna pista sobre el misterioso caso de los perros salvajes quienes sin razón aparente atacaban sólo a comerciantes.

La pregunta de Yugen no sólo le hizo salir brevemente de sus pensamientos sino que le permitió respirar tranquilo; él no era el único que sospechaba sobre aquel extraño acontecimiento, el Nendo lo había pillado también.

- Sin dudas no es normal el comportamiento de estos perros, sobretodo porque "casualmente" sus ataques a los mercaderes no sólo entorpecen levemente la economía del país sino que podrían desatar enemistad con el país con quien se esté tratando. Quizás las pérdidas sean por ahora leves pero a la larga se convertirán en un verdadero problema - Haría una breve pausa después de decir eso. Sólo un par de minutos y habrían llegado al lugar indicado y señalado como el más peligroso que un vendedor podría cruzar al viajar, sea de partida o de regreso a la aldea. Acompañaría lo que habría expresado con lo que sospechaba...

- Quizás esté equivocado y espero estarlo ya que de acertar significaría tratar no sólo con bandidos sino con traidores al país, saboteadores de una posible alianza con un país neutral, algo que sería verdaderamente lamentable, pero de ser así, yo mismo me encargaré de silenciarlos de manera permanente... - Aquellas tierras por las cuales sus progenitores habían dado sus vidas sin dudarlo, ahora habían sido dejadas en sus manos tras la partida de estos a una mejor vida, así lo sentía él y aunque sabía que todavía no era ni una cuarta parte de poderoso que su padre o su madre, había aceptado mental y sentimentalmente tal responsabilidad sin dudarlo, debía de proteger al País del Viento, al desierto que de punta a punta cubría toda la extensión del mismo y a los habitantes de aquellas áridas tierras.

- ... Pero sospecho de que alguien manipula a los perros... - Diría finalmente, volteando a ver con el mismo rostro neutral de siempre al semienmascarado Nendo, sólo que habría algo diferente esta vez, el deseo por proteger a su país reflejado en su mirada turquesa...

Seguía teniendo dudas, obviamente no se consideraba un shinobi poderoso en demasía, tampoco estaba seguro sobre qué significaba tener amigos, pero si de algo no dudaba era del camino ninja que había decidido seguir y no iba a detenerse hasta conseguir llegar al final. Debía de seguir los pasos de sus caídos y convertirse en un pilar de gran importancia, capaz de sostener y garantizar la paz de su villa...

— — — — — — — — — — — — — — —
Off Rol:

0

0

PD

0

SP
Yugen Nendo
El sabaku y yo habiamos concordado. Era algo sorprendente realmente no eramos muy cercanos que digamos trabajábamos juntos porque era nuestro deber hacerlo, sin embargo creo que fuera de eso no teníamos mas razones como para realizar estos encargos, aunque ahora que lo pienso…¿La habilidad de poder controlar a estas bestias seria parte de un clan? No había escuchado nada similar ciertamente, se decía que en otros Países alrededor del mundo existían clanes con dichas habilidades, otros solo eran leyendas de clanes de guerra de antaño…Clanes con poderes inimaginables. ¿Acaso era un portador de alguna habilidad similar?



-No lo se…no creo que las personas se atrevan a traicionar al País y mucho menos por algo tan insignificante como los mercaderes extranjeros, si bien lo has dicho son importantes para la economía, pero representan un porcentaje muy bajo…demasiado…son la base de la pirámide económica…-



Dije mientras colocaba nuevamente la mascara en su lugar, entre preguntas y respuestas me había perdido en la conversación a pesar de no ser muy abierta y amena se estaba dando y era algo que me hacia sentir un poco extraño, sin darme cuenta habíamos llegado al lugar de los hechos. Las manchas de sangre alrededor de la arena de aquel punto se extendía varios metros, era como si fuera una jauria de depredadores los cuales llevaban meses sin alimentarse…



“Es demasiada sangre…” Pensé había visto las heridas de los mercaderes, pues había puesto mis habilidades al servicio del Hospital de la Aldea, ninguno había sufrido heridas tan profundas como para desprender dicha cantidad de sangre…Rasguños, moretones y como mucho algunas mordidas. La escena que tenia ante mis ojos era sin duda una masacre como si hubieran tomado un cuerpo humano y fuera desguezado sin remordimiento alguno…



-Chico de la Arena…algo anda mal. Vi las héridas que tenían lso extranjeros, no eran tan brutales como la cantidad de sangre que hay aquí…-



Sin siquiera pensarlo lleve ambas manos hacia las bolsas que tenia en los costados de mi cintura para extraer arcilla, a pesar de no moldear una creación mis boquillas empezaron a masticarla, cuestión de que si las necesitaba solo fuera moldear y liberar mis creaciones… Voltee entonces en 180° para revisar a los alrededores no había una sola vista de nada…¿Estabamos en el lugar correcto? Los reportes indicaban que muchos de estos mercaderes eran “Emboscados” dependiendo de su ruta, sin embargo dentro del papiro que nos entregaron decía claramente que esta era la ruta la cual la mayoría utlizaba, de seguro dicha jauría se movilizaba según el movimiento de extranjeros en las entradas de la aldea…


Armamento:
Stats:
Acciones:
El sabaku y yo habiamos concordado. Era algo sorprendente realmente no eramos muy cercanos que digamos trabajábamos juntos porque era nuestro deber hacerlo, sin embargo creo que fuera de eso no teníamos mas razones como para realizar estos encargos, aunque ahora que lo pienso…¿La habilidad de poder controlar a estas bestias seria parte de un clan? No había escuchado nada similar ciertamente, se decía que en otros Países alrededor del mundo existían clanes con dichas habilidades, otros solo eran leyendas de clanes de guerra de antaño…Clanes con poderes inimaginables. ¿Acaso era un portador de alguna habilidad similar?



-No lo se…no creo que las personas se atrevan a traicionar al País y mucho menos por algo tan insignificante como los mercaderes extranjeros, si bien lo has dicho son importantes para la economía, pero representan un porcentaje muy bajo…demasiado…son la base de la pirámide económica…-



Dije mientras colocaba nuevamente la mascara en su lugar, entre preguntas y respuestas me había perdido en la conversación a pesar de no ser muy abierta y amena se estaba dando y era algo que me hacia sentir un poco extraño, sin darme cuenta habíamos llegado al lugar de los hechos. Las manchas de sangre alrededor de la arena de aquel punto se extendía varios metros, era como si fuera una jauria de depredadores los cuales llevaban meses sin alimentarse…



“Es demasiada sangre…” Pensé había visto las heridas de los mercaderes, pues había puesto mis habilidades al servicio del Hospital de la Aldea, ninguno había sufrido heridas tan profundas como para desprender dicha cantidad de sangre…Rasguños, moretones y como mucho algunas mordidas. La escena que tenia ante mis ojos era sin duda una masacre como si hubieran tomado un cuerpo humano y fuera desguezado sin remordimiento alguno…



-Chico de la Arena…algo anda mal. Vi las héridas que tenían lso extranjeros, no eran tan brutales como la cantidad de sangre que hay aquí…-



Sin siquiera pensarlo lleve ambas manos hacia las bolsas que tenia en los costados de mi cintura para extraer arcilla, a pesar de no moldear una creación mis boquillas empezaron a masticarla, cuestión de que si las necesitaba solo fuera moldear y liberar mis creaciones… Voltee entonces en 180° para revisar a los alrededores no había una sola vista de nada…¿Estabamos en el lugar correcto? Los reportes indicaban que muchos de estos mercaderes eran “Emboscados” dependiendo de su ruta, sin embargo dentro del papiro que nos entregaron decía claramente que esta era la ruta la cual la mayoría utlizaba, de seguro dicha jauría se movilizaba según el movimiento de extranjeros en las entradas de la aldea…


Armamento:
Stats:
Acciones:

0

0

PD

0

SP
Sabaku Tsunayoshi
Tsunayoshi se lo replanteó de nuevo en su mente. Era cierto, no muchos se atreverían a traicionar al país y mucho menos en tales épocas, donde la neutralidad con otras naciones no impedía la agresión de las mismas para los inmigrantes. Sin embargo los posibles enemigos no necesariamente debían de traicionar a la nación del Viento, o si?

- Quizás tengas razón, puede que no se trate de traidores del país, sino de algo menos genérico y más central... - Diría al Nendo quien se notaría igual de pensativo que él. El camino en el desierto no les presentaría muchos cambios de los que ya podrían observarse a simple vista mientras ambos se movilizaban entre aquel enorme mar arenoso de enormes dunas y ligeras corrientes de viento que de vez en cuando levantaban un poco de aquellos minerales áridos y les llevaban a terminar en los ropajes de aquel par de shinobis locales.

Su recorrido les llevaría hasta la zona señalada en el pergamino como "el lugar en el que más coincidían los reportes de ataques sufridos por los comerciantes heridos". Eso sí, habría algo peculiar que diferenciaría dicha zona en el camino de las demás...

("Sangre... ¿Por qué tanta, si aún no se ha reportado masacre alguna?") - Pensaría.

- Esto no significa nada bueno. O estos perros están verdaderamente hambrientos y rabiosos, o la mente detrás de todo esto está completamente trastornada... - Diría frunciendo su entrecejo y llevando su mano hasta el tapón de su calabaza, quitando el mismo y guardándolo en su chaleco para permitir la libre salida a su arena puesto que probablemente la usaría, más pronto de lo que le gustaría.

Miraría de un lado a otro buscando presencia alguna ajena a la del Nendo y a la suya propia, obviamente. Nada se vería mas que arena y más arena. Las dunas cercanas y lejanas junto con las ondas de calor observadas hacia varios metros a la distancia tampoco ayudarían mucho al encontrarse en cada punto en que mirase.

Un aullido se emitiría en las lejanías, pero sería lo suficientemente alto como para que el par de Gennins pudiera detectarlo con sus capacidades auditivas.

- Debe ser la manada de Dingos, si son tantos como indican en el pergamino, no nos conviene que nos encuentren en tierra... - Seguido a dichas palabras, el Sabaku realizaría una cadena de sellos manuales, juntando sus manos en reiteradas ocasiones para acabar liberando una porción de arena de su calabaza que se posicionaría frente suyo, siendo una base de un metro cuadrado a la cual no dudaría en subir.

- Sube, en el aire será muy fácil acabarlos... - Diría al albino artesano de habilidades médicas, sin dejar de pensar en que probablemente los perros salvajes no serían de lo que deberían preocuparse en verdad. De aceptar y subir el Nendo a la base de arena del Sabaku, esta empezaría a elevarse rápidamente hasta alcanzar los diez metros de altitud, manteniéndose allí por los momentos...

— — — — — — — — — — — — — — —
Off Rol:
Tsunayoshi se lo replanteó de nuevo en su mente. Era cierto, no muchos se atreverían a traicionar al país y mucho menos en tales épocas, donde la neutralidad con otras naciones no impedía la agresión de las mismas para los inmigrantes. Sin embargo los posibles enemigos no necesariamente debían de traicionar a la nación del Viento, o si?

- Quizás tengas razón, puede que no se trate de traidores del país, sino de algo menos genérico y más central... - Diría al Nendo quien se notaría igual de pensativo que él. El camino en el desierto no les presentaría muchos cambios de los que ya podrían observarse a simple vista mientras ambos se movilizaban entre aquel enorme mar arenoso de enormes dunas y ligeras corrientes de viento que de vez en cuando levantaban un poco de aquellos minerales áridos y les llevaban a terminar en los ropajes de aquel par de shinobis locales.

Su recorrido les llevaría hasta la zona señalada en el pergamino como "el lugar en el que más coincidían los reportes de ataques sufridos por los comerciantes heridos". Eso sí, habría algo peculiar que diferenciaría dicha zona en el camino de las demás...

("Sangre... ¿Por qué tanta, si aún no se ha reportado masacre alguna?") - Pensaría.

- Esto no significa nada bueno. O estos perros están verdaderamente hambrientos y rabiosos, o la mente detrás de todo esto está completamente trastornada... - Diría frunciendo su entrecejo y llevando su mano hasta el tapón de su calabaza, quitando el mismo y guardándolo en su chaleco para permitir la libre salida a su arena puesto que probablemente la usaría, más pronto de lo que le gustaría.

Miraría de un lado a otro buscando presencia alguna ajena a la del Nendo y a la suya propia, obviamente. Nada se vería mas que arena y más arena. Las dunas cercanas y lejanas junto con las ondas de calor observadas hacia varios metros a la distancia tampoco ayudarían mucho al encontrarse en cada punto en que mirase.

Un aullido se emitiría en las lejanías, pero sería lo suficientemente alto como para que el par de Gennins pudiera detectarlo con sus capacidades auditivas.

- Debe ser la manada de Dingos, si son tantos como indican en el pergamino, no nos conviene que nos encuentren en tierra... - Seguido a dichas palabras, el Sabaku realizaría una cadena de sellos manuales, juntando sus manos en reiteradas ocasiones para acabar liberando una porción de arena de su calabaza que se posicionaría frente suyo, siendo una base de un metro cuadrado a la cual no dudaría en subir.

- Sube, en el aire será muy fácil acabarlos... - Diría al albino artesano de habilidades médicas, sin dejar de pensar en que probablemente los perros salvajes no serían de lo que deberían preocuparse en verdad. De aceptar y subir el Nendo a la base de arena del Sabaku, esta empezaría a elevarse rápidamente hasta alcanzar los diez metros de altitud, manteniéndose allí por los momentos...

— — — — — — — — — — — — — — —
Off Rol:

0

0

PD

0

SP
Yugen Nendo
-Claro que no significa algo bueno…aunque me parece algo exagerado para los reportes…¿Crees que se hayan equivocados las personas que hicieron el pergamino?-
 
Ya empezaba a dudar…¿Acaso las personas que hicieron el pergamino con la información habían brindado información errónea? No, no era posible. Eran Shinobis dotados con habilidades increíbles y entrenamiento riguroso, eran Shinobis de alta calidad los que se encargaban de esta tarea o al menos asi me lo imaginaba…¿Estaba equivocado?


No creo que estos Dingos hicieran una masacre tan inmensa a unos mercaderes, mas que nada por lo que había pensado minutos antes, no habían heridas tan profundos o tan graves en los reportes dados en el Hospital de la Aldea, eran simple rasguños y moretones provocados por los propios mercaderes en su desespero por huir. Los dingos no habían clavado sus dientes aun en ninguno de los mercaderes o al menos eso parecía ser…A pesar de estar cerca de los resultados de dicha emboscada por parte de los salvajes, no conocía toda la información al respecto, espero que este en lo correcto y no me este equivocando al respecto con los reportes.


-¿Ahora que, arenas? –


Preguntaría justo antes de escuchar aquellos aullidos a la lejanía, eran los Dingos. Habia introducido algo de arcilla en mis boquillas minutos antes, la arcilla estaba totalmente masticada y bajo mi completo merced para crear lo que estuviera en mi mente. Mantendría la arcilla dentro de las boquillas no planeaba usarla aun. Me limite a observar la zona antes de subir a la nube de arena que mi compañero había realizado durante mi observación a los alrededores.


“Solo espero tengas razón…Tsunayoshi…” Pensé, mientras con mucha desconfianza observaba al usuario de aquella extravagante calabaza, me acerque lentamente a la plataforma de arena que se había solidificado frente a mi y a mi colega, subiría entonces con pie derecho mientras volteaba rápidamente para cubrir nuestras espaldas, la nube se elevaría varios metros, 10 para ser exactos, podía observar como la arena de la plataforma se desprendía y a su vez se unia nuevamente a la estructura plana para mantener su forma…Era interesante…


-¡Ahí!-


Señale con mi mano izquierda al grupo de Dingos que se encontraba atacando a un grupo de mercaderes que al parecer habían tomado la ruta errónea, según los reportes se les había brindado información a las aldeas exteriores de un camino seguro para los comerciantes, mas que nada para evitar estos ataques y disminuir el riesgo, pero parece que estos comerciantes no estaban al tanto de ello, El grupo de Dingos danzaba mostrando sus colmillos alrededor de aquel grupo,  varios metros mas atrás un hombre de cabellera azul se alzaba sobre la arena…


El mismo mantenía marcas muy extrañas en sus brazos, marcas similares a cicatrices estas parecían estar infundidas en algun tipo de energía extraña…No parecía ser chakra, sino mas bien sangre, misma sangre que rodeaba el cuerpo de los Dingos con extrañas marcas. La nube empezó a descender a medida que nos acercábamos permitiéndome ver estos detalles, sin embargo se detuvo a los 5 metros de altura y 10 de distancia.


-¿Qué demonios haces? Detente cuanto antes…es hora de que hables o será peor cuando los Jounnin de la Aldea te intente hacer hablar…-


Frente a frente con el grupo de Dingos y su manipulador…mi tesis era cierta, al parecer había alguien detrás de estos ataques y tenia una habilidad muy extraña a decir verdad…



Armamento:
Stats:
Acciones:
-Claro que no significa algo bueno…aunque me parece algo exagerado para los reportes…¿Crees que se hayan equivocados las personas que hicieron el pergamino?-
 
Ya empezaba a dudar…¿Acaso las personas que hicieron el pergamino con la información habían brindado información errónea? No, no era posible. Eran Shinobis dotados con habilidades increíbles y entrenamiento riguroso, eran Shinobis de alta calidad los que se encargaban de esta tarea o al menos asi me lo imaginaba…¿Estaba equivocado?


No creo que estos Dingos hicieran una masacre tan inmensa a unos mercaderes, mas que nada por lo que había pensado minutos antes, no habían heridas tan profundos o tan graves en los reportes dados en el Hospital de la Aldea, eran simple rasguños y moretones provocados por los propios mercaderes en su desespero por huir. Los dingos no habían clavado sus dientes aun en ninguno de los mercaderes o al menos eso parecía ser…A pesar de estar cerca de los resultados de dicha emboscada por parte de los salvajes, no conocía toda la información al respecto, espero que este en lo correcto y no me este equivocando al respecto con los reportes.


-¿Ahora que, arenas? –


Preguntaría justo antes de escuchar aquellos aullidos a la lejanía, eran los Dingos. Habia introducido algo de arcilla en mis boquillas minutos antes, la arcilla estaba totalmente masticada y bajo mi completo merced para crear lo que estuviera en mi mente. Mantendría la arcilla dentro de las boquillas no planeaba usarla aun. Me limite a observar la zona antes de subir a la nube de arena que mi compañero había realizado durante mi observación a los alrededores.


“Solo espero tengas razón…Tsunayoshi…” Pensé, mientras con mucha desconfianza observaba al usuario de aquella extravagante calabaza, me acerque lentamente a la plataforma de arena que se había solidificado frente a mi y a mi colega, subiría entonces con pie derecho mientras volteaba rápidamente para cubrir nuestras espaldas, la nube se elevaría varios metros, 10 para ser exactos, podía observar como la arena de la plataforma se desprendía y a su vez se unia nuevamente a la estructura plana para mantener su forma…Era interesante…


-¡Ahí!-


Señale con mi mano izquierda al grupo de Dingos que se encontraba atacando a un grupo de mercaderes que al parecer habían tomado la ruta errónea, según los reportes se les había brindado información a las aldeas exteriores de un camino seguro para los comerciantes, mas que nada para evitar estos ataques y disminuir el riesgo, pero parece que estos comerciantes no estaban al tanto de ello, El grupo de Dingos danzaba mostrando sus colmillos alrededor de aquel grupo,  varios metros mas atrás un hombre de cabellera azul se alzaba sobre la arena…


El mismo mantenía marcas muy extrañas en sus brazos, marcas similares a cicatrices estas parecían estar infundidas en algun tipo de energía extraña…No parecía ser chakra, sino mas bien sangre, misma sangre que rodeaba el cuerpo de los Dingos con extrañas marcas. La nube empezó a descender a medida que nos acercábamos permitiéndome ver estos detalles, sin embargo se detuvo a los 5 metros de altura y 10 de distancia.


-¿Qué demonios haces? Detente cuanto antes…es hora de que hables o será peor cuando los Jounnin de la Aldea te intente hacer hablar…-


Frente a frente con el grupo de Dingos y su manipulador…mi tesis era cierta, al parecer había alguien detrás de estos ataques y tenia una habilidad muy extraña a decir verdad…



Armamento:
Stats:
Acciones:

0

0

PD

0

SP
Sabaku Tsunayoshi
Una vez ambos shinobis se hallaron encima de aquella base de arena flotante y la misma había alcanzado una altura aproximada de diez metros, aquellos minerales suspendidos en el aire gracias al chakra del arenero rápidamente emprendieron el rumbo directo hacia donde se había logrado escuchar aquel aullido. No se dirigían al peligro precisamente, peligro había en todas partes.

Por cada centímetro que aquella base de arena avanzaba por los aires, Tsunayoshi se preguntaba con mayor intriga ¿qué iba a encontrarse allí adelante? Quizás no hallaría la respuesta al misterio de aquella sangre esparcida por los principales caminos que recorrían las caravanas de mercadeo rumbo a la aldea, quizás sólo terminaría por encontrarse con un misterio aún más grande que ese...

Cuando la distancia rozaba los treinta metros respecto al paradero de, efectivamente, una gran manada de dingos, su compañero le alertó. Aquel grupo de canes salvajes rodeaban constantemente a un atemorizado trío de hombres, uno de ellos de notable avanzada edad, uno en la obvia adultez y otro seguramente empezando dicha etapa, puesto que en apariencia parecía ser contemporáneo con los shinobis que recién llegaban al campo de tensión.

Mostrando sus colmillos y amenazando con gruñidos a sus próximas víctimas, los perros no traspasaban la barrera de los cinco metros alrededor de los asustados hombres. Ojos rojos y marcas del mismo color se podían apreciar a lo largo de todo el pelaje de cada uno de los animales allí presentes. ¿Qué les ocurría? Claramente no tenían la apariencia de un dingo normal, aunque Tsunayoshi no fuera experto en el tema de la fauna del desierto, sabía reconocer el aspecto de un can, y jamás escuchó o leyó algo sobre perros con marcas rojas brillantes en el cuerpo y ojos tan rojos como la sangre.

Sangre...

El arenero parpadeó. Seguía confundido. Miró alrededor y pudo notar a un cuarto hombre en la escena, alejado por más de diez metros de las futuras víctimas de aquellos animales y portando las mismas marcas rojizas características de aquellos perros, sin embargo, mirándole con el mayor detalle posible una vez que la nube de arena se detuvo al descender ligeramente y quedar a cinco metros del suelo y diez metros respecto a los perros más cercanos, fue que notó que aquel extraño joven de cabello azulado portaba cascabeles en sus muñecas, atados a unas cintas que rodeaban las mismas como pulseras y mediante el uso de constantes sellos las mantenía en sinfonía contínua.

El Nendo confrontaba al desconocido posible enemigo mientras el Sabaku se mantenía en silencio, necesitaba idear alguna estrategia puesto que atacar de frente y sin un plan de acción no sería una idea del todo "brillante".

Treinta canes rodeando a tres inocentes, un posible enemigo ante ellos y ambos shinobis de la arena hallados peligrosamente cerca del suelo. Primero lo primero...

Llevaría discretamente su mano al tapón de su calabaza para quitar el mismo y así dejar vía libre a la cómoda salida de su contenido arenoso completamente bajo control suyo. Guardaría el tapón de goma en su chaleco y procedería a liberar una parte de su arena que lentamente empezaría a caer al suelo, simulando ser desprendimiento de la base arenosa que les mantenía a flote, antes de que aquella situación tomara un posible rumbo negativo, enviaría a aquella arena a rodear a los tres comerciantes en una cúpula de dos metros de altura y un diámetro de dos metros, tratando de asegurar con ello la seguridad de los civiles presentes, enviando un poco más de arena de ser necesario también desde su calabaza al igual que la primera porción árida obviamente.

El desconocido peliazul respondería notablemente molesto al comentario del moldeador de chakra explosivo, mirando cómo sus presas serían rodeadas por aquella circunferencia de arena. Eso sí, los gritos de confusión y miedo de los hombres encerrados por su seguridad no se harían esperar, provocando que parte de aquellos dingos perdieran la paciencia e intentaran acceder al interior de la cúpula, embistiendo y mordiendo la misma con una notable furia.

- ¿Que qué demonios hago? Quizás tengas razón, yo hago demonios... ¡Pero mis demonios necesitan alimentarse y ustedes me distraen! - Cinco sellos manuales notablemente veloces serían ejecutados por aquel joven de cabellos azules y ojos color escarlata. Al momento las marcas de aproximadamente diez de aquellos perros empezarían a brillar. Los músculos de aquellos animales empezarían a crecer, igual sus dientes y garras, terminando por adquirir la apariencia de unas especies de "perros mutantes". Aquel cambio de físico provocaría que los diez canes aullaran, quizás por un dolor desconocido por los shinobis de la Arena, o tal vez por la excitante sensación de un combate próximo. Rápidamente los diez dignos mutantes comenzarían a dirigirse rumbo al paradero de aquella nube de arena flotante, base de apoyo de los Gennin.

- Debe estar loco si piensa que puede... - El enemigo silenciaría al Sabaku sin hacer mucho más que continuar manteniendo la sinfonía de sus cascabeles. Aquellos perros hostiles abrirían sus hocicos para así "escupir" a una considerablemente rápida velocidad, un kunai cada uno directo hacia ambos muchachos. Cinco en dirección al Sabaku, los otros cinco en dirección a un próximo y deseado choque en el cuerpo del Nendo. No alcanzaría a poder siquiera intentar descifrar la trayectoria de aquellos proyectiles cuando su arena especial, hallada dentro de su calabaza, ya se estaría movilizando y juntando ante el par de shinobis, formando un manto protector de dos metros de altura y tres de largo, cubriendo el frente de ambos ninjas, que sin muchos problemas lograría repeler aquellos cuchillos  y evitar el daño a sus protegidos.

- Bien, deben morir, sobretodo ese sujeto - Diría al Nendo, intentando hacerle entender que tenía la completa libertad para hacerlos pedazos a todos. La arena defensora de ambos caería al suelo bajo el arenero después de cumplir su labor, lista para acatar las futuras órdenes de su controlador. Tsunayoshi no tenía razones para dejar vivir a semejantes aberraciones. Aquellos animales ya no serían normales, habrían sido maldecidos por la mano de aquel extraño sujeto. En resumen, debían acabar con los perros y con el amo, después de todo, "muerto el perro, se acabó la rabia", ¿no?.

— — — — — — — — — — — — — — —
Off Rol:
Una vez ambos shinobis se hallaron encima de aquella base de arena flotante y la misma había alcanzado una altura aproximada de diez metros, aquellos minerales suspendidos en el aire gracias al chakra del arenero rápidamente emprendieron el rumbo directo hacia donde se había logrado escuchar aquel aullido. No se dirigían al peligro precisamente, peligro había en todas partes.

Por cada centímetro que aquella base de arena avanzaba por los aires, Tsunayoshi se preguntaba con mayor intriga ¿qué iba a encontrarse allí adelante? Quizás no hallaría la respuesta al misterio de aquella sangre esparcida por los principales caminos que recorrían las caravanas de mercadeo rumbo a la aldea, quizás sólo terminaría por encontrarse con un misterio aún más grande que ese...

Cuando la distancia rozaba los treinta metros respecto al paradero de, efectivamente, una gran manada de dingos, su compañero le alertó. Aquel grupo de canes salvajes rodeaban constantemente a un atemorizado trío de hombres, uno de ellos de notable avanzada edad, uno en la obvia adultez y otro seguramente empezando dicha etapa, puesto que en apariencia parecía ser contemporáneo con los shinobis que recién llegaban al campo de tensión.

Mostrando sus colmillos y amenazando con gruñidos a sus próximas víctimas, los perros no traspasaban la barrera de los cinco metros alrededor de los asustados hombres. Ojos rojos y marcas del mismo color se podían apreciar a lo largo de todo el pelaje de cada uno de los animales allí presentes. ¿Qué les ocurría? Claramente no tenían la apariencia de un dingo normal, aunque Tsunayoshi no fuera experto en el tema de la fauna del desierto, sabía reconocer el aspecto de un can, y jamás escuchó o leyó algo sobre perros con marcas rojas brillantes en el cuerpo y ojos tan rojos como la sangre.

Sangre...

El arenero parpadeó. Seguía confundido. Miró alrededor y pudo notar a un cuarto hombre en la escena, alejado por más de diez metros de las futuras víctimas de aquellos animales y portando las mismas marcas rojizas características de aquellos perros, sin embargo, mirándole con el mayor detalle posible una vez que la nube de arena se detuvo al descender ligeramente y quedar a cinco metros del suelo y diez metros respecto a los perros más cercanos, fue que notó que aquel extraño joven de cabello azulado portaba cascabeles en sus muñecas, atados a unas cintas que rodeaban las mismas como pulseras y mediante el uso de constantes sellos las mantenía en sinfonía contínua.

El Nendo confrontaba al desconocido posible enemigo mientras el Sabaku se mantenía en silencio, necesitaba idear alguna estrategia puesto que atacar de frente y sin un plan de acción no sería una idea del todo "brillante".

Treinta canes rodeando a tres inocentes, un posible enemigo ante ellos y ambos shinobis de la arena hallados peligrosamente cerca del suelo. Primero lo primero...

Llevaría discretamente su mano al tapón de su calabaza para quitar el mismo y así dejar vía libre a la cómoda salida de su contenido arenoso completamente bajo control suyo. Guardaría el tapón de goma en su chaleco y procedería a liberar una parte de su arena que lentamente empezaría a caer al suelo, simulando ser desprendimiento de la base arenosa que les mantenía a flote, antes de que aquella situación tomara un posible rumbo negativo, enviaría a aquella arena a rodear a los tres comerciantes en una cúpula de dos metros de altura y un diámetro de dos metros, tratando de asegurar con ello la seguridad de los civiles presentes, enviando un poco más de arena de ser necesario también desde su calabaza al igual que la primera porción árida obviamente.

El desconocido peliazul respondería notablemente molesto al comentario del moldeador de chakra explosivo, mirando cómo sus presas serían rodeadas por aquella circunferencia de arena. Eso sí, los gritos de confusión y miedo de los hombres encerrados por su seguridad no se harían esperar, provocando que parte de aquellos dingos perdieran la paciencia e intentaran acceder al interior de la cúpula, embistiendo y mordiendo la misma con una notable furia.

- ¿Que qué demonios hago? Quizás tengas razón, yo hago demonios... ¡Pero mis demonios necesitan alimentarse y ustedes me distraen! - Cinco sellos manuales notablemente veloces serían ejecutados por aquel joven de cabellos azules y ojos color escarlata. Al momento las marcas de aproximadamente diez de aquellos perros empezarían a brillar. Los músculos de aquellos animales empezarían a crecer, igual sus dientes y garras, terminando por adquirir la apariencia de unas especies de "perros mutantes". Aquel cambio de físico provocaría que los diez canes aullaran, quizás por un dolor desconocido por los shinobis de la Arena, o tal vez por la excitante sensación de un combate próximo. Rápidamente los diez dignos mutantes comenzarían a dirigirse rumbo al paradero de aquella nube de arena flotante, base de apoyo de los Gennin.

- Debe estar loco si piensa que puede... - El enemigo silenciaría al Sabaku sin hacer mucho más que continuar manteniendo la sinfonía de sus cascabeles. Aquellos perros hostiles abrirían sus hocicos para así "escupir" a una considerablemente rápida velocidad, un kunai cada uno directo hacia ambos muchachos. Cinco en dirección al Sabaku, los otros cinco en dirección a un próximo y deseado choque en el cuerpo del Nendo. No alcanzaría a poder siquiera intentar descifrar la trayectoria de aquellos proyectiles cuando su arena especial, hallada dentro de su calabaza, ya se estaría movilizando y juntando ante el par de shinobis, formando un manto protector de dos metros de altura y tres de largo, cubriendo el frente de ambos ninjas, que sin muchos problemas lograría repeler aquellos cuchillos  y evitar el daño a sus protegidos.

- Bien, deben morir, sobretodo ese sujeto - Diría al Nendo, intentando hacerle entender que tenía la completa libertad para hacerlos pedazos a todos. La arena defensora de ambos caería al suelo bajo el arenero después de cumplir su labor, lista para acatar las futuras órdenes de su controlador. Tsunayoshi no tenía razones para dejar vivir a semejantes aberraciones. Aquellos animales ya no serían normales, habrían sido maldecidos por la mano de aquel extraño sujeto. En resumen, debían acabar con los perros y con el amo, después de todo, "muerto el perro, se acabó la rabia", ¿no?.

— — — — — — — — — — — — — — —
Off Rol:

0

0

PD

0

SP
Yugen Nendo
Habiendo recorrido una distancia considerable llegaríamos a lo que sería el panorama que se encargaría de albergar el intercambio bélico de ideales que estaba por darse, una manada de 30 Dingos acechaba cual cazador a su presa a grupo de tres hombres de edad avanzada a una edad un tanto menor. Los tres de ellos heridos, se encontraban totalmente rodeados, las fauces de los Dingos evidentemente estaban vacías, sus colmillos exigían cada centímetro de piel de aquellos comerciantes.

El Sabaku en un movimiento inteligente, desprendería el tapón de su calabaza, para poder liberar discretamente la arena, dicha arena rodearía entonces a los rehenes, dándome rienda suelta a derribar a los enemigos. Aquellos Dingos portaban marcas extrañas sin duda, no conocía una habilidad como tal…
El encargado de manipular a aquellos Dingos se alzaba sobre una colina de arena a varios metros de distancia, utilizando una extraña melodía emitida por sus cascabeles los cuales parecían solo surtir efecto en los salvajes canes que continuaban reduciendo distancias entre lo que ahora era una esfera de arena y su interior.

- ¿Qué demonios está haciendo…? -

Pregunté inmediatamente al ver como las marcas de sangre dibujadas en los canes brillaban con gran intensidad, causando que sus cuerpos cambiaran drásticamente, tamaño, forma y extensión. Los canes ahora pasaron de ser Dingos a bestias abominables, varios de sus músculos estaban desgarrados y desprendían algo de sangre mientras 10 de ellos se movilizaban hacia nuestra posición. Una ráfaga de Kunais sería expulsada del hocico de estos animales, por suerte contábamos con la defensa del Sabaku, quien con mucha facilidad se hizo cargo de los proyectiles metálicos. La arena repelería así los Kunais dejándolos caer bajo nuestra posición actual, el pelirrojo estaba consciente de que deseaba desplegar mis creaciones, con una frase algo descolocada para el concepto que tenia de mi colega…

-No me des ordenes, ocúpate de salvar a los mercaderes, yo me encargo de estos malditos animales…-

Un paso al frente y caería rápidamente hacia la arena, la distancia había disminuido con el pasar de los minutos, coloque ambas manos en la suave arena, rompiendo la caída con un giro sobre la misma para evitar lesionarme, un movimiento sencillo sin duda. Una vez en tierra firme, abriría ambas manos en dirección al desconocido y sus 10 Dingos, expulsando un grupo de 10 aves de arcillas, las cuales habían sido creadas mucho antes de llegar al campo de batalla, el grupo de aves se desplegaría velozmente hacia sus contrincantes, los 10 Dingos.

Quienes con acciones absurdas basándose en su poco razonamiento, intentarían mordisquear a las aves, las cuales al entrar en contacto con el cuerpo de los Dingos estallarían, tomando en cuenta la poca distancia que había entre cada Dingo, la explosión fue bastante fuerte, levantando consigo la arena, los Dingos atravesarían dicha nube, muy malheridos aun siendo impulsados por la técnica que suprimía el poco razonamiento o mas bien los sentidos de estos animales, era como si pudieran sentir el dolor más sus cuerpos podían seguir adelante. 5 dingos saldrían de la nube, los otros 5 caerían abatidos, al parecer el daño que causaba la técnica sumando el daño de las explosiones había sido suficiente para aquel grupo de Dingos. Una capa fina, aunque muy visible de chakra se desprendería de mi cuerpo para canalizarse en mi mano derecha. Los Dingos egoístas y sedientos, chocarían entre sí; siendo solo uno de ellos el ganador al salto contra su presa, yo.

Un Dingo que atravesó rápidamente con aquel salto la distancia que nos separaba sería recibido por un puñetazo perfectamente conectado, sentí un poco de dolor pues aquel animal traía consigo algo de velocidad que resintió un poco mi hombro, sin embargo no fue suficiente como para detenerme, la fina capa de chakra que en ese momento rodeaba mi hombro, se desprendió, un sonido muy similar al de una explosión recorrió los alrededores, el cuerpo del Dingo fue despedazado parcialmente mientras el cuerpo volaba a una velocidad increíble de regreso al grupo de Dingos ya muertos…

- ¡Malditos perros! ¿Quieren más? Pues vengan por más…-

Mi mascara manchada por la sangre de los Dingos, cubría una faceta nunca vista, un rostro sádico con una sed de sangre incontrolable, se escondía detrás de aquella escultura hecha para cubrir el rostro…
Habiendo recorrido una distancia considerable llegaríamos a lo que sería el panorama que se encargaría de albergar el intercambio bélico de ideales que estaba por darse, una manada de 30 Dingos acechaba cual cazador a su presa a grupo de tres hombres de edad avanzada a una edad un tanto menor. Los tres de ellos heridos, se encontraban totalmente rodeados, las fauces de los Dingos evidentemente estaban vacías, sus colmillos exigían cada centímetro de piel de aquellos comerciantes.

El Sabaku en un movimiento inteligente, desprendería el tapón de su calabaza, para poder liberar discretamente la arena, dicha arena rodearía entonces a los rehenes, dándome rienda suelta a derribar a los enemigos. Aquellos Dingos portaban marcas extrañas sin duda, no conocía una habilidad como tal…
El encargado de manipular a aquellos Dingos se alzaba sobre una colina de arena a varios metros de distancia, utilizando una extraña melodía emitida por sus cascabeles los cuales parecían solo surtir efecto en los salvajes canes que continuaban reduciendo distancias entre lo que ahora era una esfera de arena y su interior.

- ¿Qué demonios está haciendo…? -

Pregunté inmediatamente al ver como las marcas de sangre dibujadas en los canes brillaban con gran intensidad, causando que sus cuerpos cambiaran drásticamente, tamaño, forma y extensión. Los canes ahora pasaron de ser Dingos a bestias abominables, varios de sus músculos estaban desgarrados y desprendían algo de sangre mientras 10 de ellos se movilizaban hacia nuestra posición. Una ráfaga de Kunais sería expulsada del hocico de estos animales, por suerte contábamos con la defensa del Sabaku, quien con mucha facilidad se hizo cargo de los proyectiles metálicos. La arena repelería así los Kunais dejándolos caer bajo nuestra posición actual, el pelirrojo estaba consciente de que deseaba desplegar mis creaciones, con una frase algo descolocada para el concepto que tenia de mi colega…

-No me des ordenes, ocúpate de salvar a los mercaderes, yo me encargo de estos malditos animales…-

Un paso al frente y caería rápidamente hacia la arena, la distancia había disminuido con el pasar de los minutos, coloque ambas manos en la suave arena, rompiendo la caída con un giro sobre la misma para evitar lesionarme, un movimiento sencillo sin duda. Una vez en tierra firme, abriría ambas manos en dirección al desconocido y sus 10 Dingos, expulsando un grupo de 10 aves de arcillas, las cuales habían sido creadas mucho antes de llegar al campo de batalla, el grupo de aves se desplegaría velozmente hacia sus contrincantes, los 10 Dingos.

Quienes con acciones absurdas basándose en su poco razonamiento, intentarían mordisquear a las aves, las cuales al entrar en contacto con el cuerpo de los Dingos estallarían, tomando en cuenta la poca distancia que había entre cada Dingo, la explosión fue bastante fuerte, levantando consigo la arena, los Dingos atravesarían dicha nube, muy malheridos aun siendo impulsados por la técnica que suprimía el poco razonamiento o mas bien los sentidos de estos animales, era como si pudieran sentir el dolor más sus cuerpos podían seguir adelante. 5 dingos saldrían de la nube, los otros 5 caerían abatidos, al parecer el daño que causaba la técnica sumando el daño de las explosiones había sido suficiente para aquel grupo de Dingos. Una capa fina, aunque muy visible de chakra se desprendería de mi cuerpo para canalizarse en mi mano derecha. Los Dingos egoístas y sedientos, chocarían entre sí; siendo solo uno de ellos el ganador al salto contra su presa, yo.

Un Dingo que atravesó rápidamente con aquel salto la distancia que nos separaba sería recibido por un puñetazo perfectamente conectado, sentí un poco de dolor pues aquel animal traía consigo algo de velocidad que resintió un poco mi hombro, sin embargo no fue suficiente como para detenerme, la fina capa de chakra que en ese momento rodeaba mi hombro, se desprendió, un sonido muy similar al de una explosión recorrió los alrededores, el cuerpo del Dingo fue despedazado parcialmente mientras el cuerpo volaba a una velocidad increíble de regreso al grupo de Dingos ya muertos…

- ¡Malditos perros! ¿Quieren más? Pues vengan por más…-

Mi mascara manchada por la sangre de los Dingos, cubría una faceta nunca vista, un rostro sádico con una sed de sangre incontrolable, se escondía detrás de aquella escultura hecha para cubrir el rostro…

0

0

PD

0

SP
Sabaku Tsunayoshi
Su expresión mantuvo la serenidad acostumbrada aún después de escuchar la respuesta del impulsivo muchacho, definitivamente aquel joven necesitaba relajarse más, o al menos eso creía el arenero pelirrojo.

Le miró igual de inexpresivo mientras se lanzaba literalmente a la boca del lobo, o en este caso, Dingos. Increíble para quien no le conociera, normal para su compañero de equipo quien ya le había visto en acción, aquel joven albino de curativas y explosivas habilidades lograba acabar con los diez fenómenos bestiales enviados por quien aparentemente no poseía razonamiento diferente a los mismos. Claro que Tsunayoshi no se quedaría a observar simplemente...

- ¡Ustedes son mis presas ahora! ¡Muchachos, a ellos! - Gritaría aquello a todo pulmón quien controlaba hasta cierto punto las acciones de los canes, haciendo lo mismo que a los diez primeros con los veinte restantes, tocando la frecuencia de melodía con sus cascabeles y provocando que las marcas rojas en sus cuerpos brillasen e iniciaran las transformaciones de los perros, o mejor dicho las deformaciones en el cuerpo de los mismos.

Todos los dingos, incluidos los que sin éxito intentaban acceder a la cúpula arenosa que contenía a los mercaderes inocentes, luego de sufrir la misma metamorfosis que los que se enfrentaban al artesano peliblanco, se arrojarían directo al mismo con mortíferas intenciones, apuntando sus hocicos hacia el flotante arenero y disparando cada uno un respectivo kunai hacia el mencionado, posiblemente intentando que volviera a defenderse para que se distrajera y dejase indefenso al verdadero objetivo; el que en instantes asesinaría a sus hermanos.

Rápida, ágil, endurecida y resistente, la arena hallada en su calabaza haría acto de presencia al dirigirse frente al Sabaku, mejor dicho, una parte del material desértico que llevaba consigo en su recipiente arenoso saldría del mismo para posicionarse frente a su controlador, formando una cortina similar a la creada anteriormente con los minerales hallados bajo la posición del inexpresivo joven. Detendría con ello el ataque de armas de los canes mutantes pero aquello no sería lo único que haría. Mientras el ataque de Kenjutsu de los perros se llevaba a cabo y su arena hallada en la calabaza le defendía, el pelirrojo haría uso de su control básico (pero no por ello menos poderoso) sobre su arena, movilizando sin necesidad de sellos la arena que anteriormente había caído al suelo y que desde un principio había formado parte de la que le protegería, es decir, de la que inicialmente cargaba en su calabaza. Dicha arena se dirigiría al frente en el instante que los primeros diez Dingos fueran abatidos por el peliblanco y formarían una cúpula alrededor del Nendo, endureciéndose al momento para impedir o al menos intentar, que el ataque frontal de aquellos veinte demonios restantes no le afectase al menor de edad.

- ¡Yugen! ¡Te daré un poco de tiempo! - Alzaría la voz estando suspendido aun por su arena varios metros sobre el suelo y tres metros tras el Nendo para que dicho muchacho le oyese en caso de hallarse de manera efectiva dentro de aquella arenosa cúpula. Quizás no pudiera ocultarlo mucho, pero realmente le disgustaba la manera en la que aquel hombre de cabellos azulados trataba a esos pobres animales, les había convertido en aberraciones de la naturaleza y simplemente, debían ser erradicados de inmediato.

— — — — — — — — — — — — — — —
Off Rol:
Su expresión mantuvo la serenidad acostumbrada aún después de escuchar la respuesta del impulsivo muchacho, definitivamente aquel joven necesitaba relajarse más, o al menos eso creía el arenero pelirrojo.

Le miró igual de inexpresivo mientras se lanzaba literalmente a la boca del lobo, o en este caso, Dingos. Increíble para quien no le conociera, normal para su compañero de equipo quien ya le había visto en acción, aquel joven albino de curativas y explosivas habilidades lograba acabar con los diez fenómenos bestiales enviados por quien aparentemente no poseía razonamiento diferente a los mismos. Claro que Tsunayoshi no se quedaría a observar simplemente...

- ¡Ustedes son mis presas ahora! ¡Muchachos, a ellos! - Gritaría aquello a todo pulmón quien controlaba hasta cierto punto las acciones de los canes, haciendo lo mismo que a los diez primeros con los veinte restantes, tocando la frecuencia de melodía con sus cascabeles y provocando que las marcas rojas en sus cuerpos brillasen e iniciaran las transformaciones de los perros, o mejor dicho las deformaciones en el cuerpo de los mismos.

Todos los dingos, incluidos los que sin éxito intentaban acceder a la cúpula arenosa que contenía a los mercaderes inocentes, luego de sufrir la misma metamorfosis que los que se enfrentaban al artesano peliblanco, se arrojarían directo al mismo con mortíferas intenciones, apuntando sus hocicos hacia el flotante arenero y disparando cada uno un respectivo kunai hacia el mencionado, posiblemente intentando que volviera a defenderse para que se distrajera y dejase indefenso al verdadero objetivo; el que en instantes asesinaría a sus hermanos.

Rápida, ágil, endurecida y resistente, la arena hallada en su calabaza haría acto de presencia al dirigirse frente al Sabaku, mejor dicho, una parte del material desértico que llevaba consigo en su recipiente arenoso saldría del mismo para posicionarse frente a su controlador, formando una cortina similar a la creada anteriormente con los minerales hallados bajo la posición del inexpresivo joven. Detendría con ello el ataque de armas de los canes mutantes pero aquello no sería lo único que haría. Mientras el ataque de Kenjutsu de los perros se llevaba a cabo y su arena hallada en la calabaza le defendía, el pelirrojo haría uso de su control básico (pero no por ello menos poderoso) sobre su arena, movilizando sin necesidad de sellos la arena que anteriormente había caído al suelo y que desde un principio había formado parte de la que le protegería, es decir, de la que inicialmente cargaba en su calabaza. Dicha arena se dirigiría al frente en el instante que los primeros diez Dingos fueran abatidos por el peliblanco y formarían una cúpula alrededor del Nendo, endureciéndose al momento para impedir o al menos intentar, que el ataque frontal de aquellos veinte demonios restantes no le afectase al menor de edad.

- ¡Yugen! ¡Te daré un poco de tiempo! - Alzaría la voz estando suspendido aun por su arena varios metros sobre el suelo y tres metros tras el Nendo para que dicho muchacho le oyese en caso de hallarse de manera efectiva dentro de aquella arenosa cúpula. Quizás no pudiera ocultarlo mucho, pero realmente le disgustaba la manera en la que aquel hombre de cabellos azulados trataba a esos pobres animales, les había convertido en aberraciones de la naturaleza y simplemente, debían ser erradicados de inmediato.

— — — — — — — — — — — — — — —
Off Rol:

0

0

PD

0

SP
Yugen Nendo
El combate había iniciado…


En cuestión de segundo se había formado un conflicto bélico que ya había tenido como victima a un grupo de Dingos destrozados físicamente no solo por mis golpes si no por el efecto de aquella melodía en sus cuerpos, esas marcas que había sido colocadas ante su propia voluntad.
 
- ¿Pero qué demonios dices…? -
 
No tenía planeada ser la presa de nadie y mucho menos de un degenerado que utilizaba animales indefensos para sus planes malvados, aunque no era algo que me importase mucho no podía permitirlo… Continúe batallando con los Dingos restantes de aquella primera oleada, algunos golpes a sus zonas abdominales y cabeza fueron suficientes para acabar con su vida, a penas presentaba rasguños ocasionados por mis golpes así que no me preocuparía mucho por las repercusiones…
 
Aquel hombre luego de aquel grito cambiaria nuevamente la frecuencia de su melodía, causando atrocidades físicas en el grupo de Dingos que aun se mantenía en pie. Concentrado chakra de manera precisa en mis extremidades utilice la fuerza proporcionada para saltar y esquivar los hocicos y proyectiles de aquellos Dingos, mas veloces y agiles, recortaron la distancia en cuestión de segundos, dejándome totalmente desprotegido ante sus hocicos…
- ¡Demonios! -
Gritaría cruzando ambos brazos en modo de defensa contra lo que se venia encima, cerraría levemente mis ojos ante la imagen de aquellos salvajes Dingos, quienes estuvieron a centímetros de desgarrar mi cuerpo, al abrir mis ojos luego de un par de segundos pude notar como mi cuerpo continuaba entero, aquella arena que hacia tan peculiar a mi compañero de batalla me había salvado el pellejo.
-Maldita…sea… ¡No te pedí tu ayuda, Tsunayoshi! -
Resople bastante enojado, aunque muy agradecido ante la acción del Sabaku. La cúpula de arena se movería varios metros por el impacto de los Dingos segundos después de que la cúpula terminara de formarse, perdí el balance cayendo sobre mis rodillas. Me recupere lo más rápido que pude, llevando mi mano hacia una de las bolsas que reposaba debajo de mi abrigo justo en la cintura, de ahí tomaría una gran cantidad de Arcilla, la cual empezaría a ser masticada de inmediato por mis boquillas.
-Bien…es hora de darles algo de comer…-
Las boquillas mascarían aquel material blanquecino lo más rápido que podían, ingerirían la arcilla y escupirían un hilo el cual empezaría a extenderse a menos de un metro de mi posición…
-Debo ser rápido si no quiero ser alcanzado por la Explosión…! ¡Sácame de aquí ahora! -
Gritaría alertando a mi compañero, realmente no sabia si era capaz de escucharme…Después de todo ni siquiera advirtió sobre esta defensa que hizo en cuestión de segundos, el hilo de arcilla formo un muñeco con algunas deformidades, el mismo se tambaleaba dentro de la cúpula a la espera de alguna orden, la cual fácilmente podía ser manipulada por gestos de mis manos.
A penas pudiera escapar de aquella maldita esfera de arena, saltaría hacia atrás intentando que los Dingos devoren a mi señuelo de arcilla…
Lo demás no hace falta ni escribirlo…

Armamento:

Stats:

Acciones:
El combate había iniciado…


En cuestión de segundo se había formado un conflicto bélico que ya había tenido como victima a un grupo de Dingos destrozados físicamente no solo por mis golpes si no por el efecto de aquella melodía en sus cuerpos, esas marcas que había sido colocadas ante su propia voluntad.
 
- ¿Pero qué demonios dices…? -
 
No tenía planeada ser la presa de nadie y mucho menos de un degenerado que utilizaba animales indefensos para sus planes malvados, aunque no era algo que me importase mucho no podía permitirlo… Continúe batallando con los Dingos restantes de aquella primera oleada, algunos golpes a sus zonas abdominales y cabeza fueron suficientes para acabar con su vida, a penas presentaba rasguños ocasionados por mis golpes así que no me preocuparía mucho por las repercusiones…
 
Aquel hombre luego de aquel grito cambiaria nuevamente la frecuencia de su melodía, causando atrocidades físicas en el grupo de Dingos que aun se mantenía en pie. Concentrado chakra de manera precisa en mis extremidades utilice la fuerza proporcionada para saltar y esquivar los hocicos y proyectiles de aquellos Dingos, mas veloces y agiles, recortaron la distancia en cuestión de segundos, dejándome totalmente desprotegido ante sus hocicos…
- ¡Demonios! -
Gritaría cruzando ambos brazos en modo de defensa contra lo que se venia encima, cerraría levemente mis ojos ante la imagen de aquellos salvajes Dingos, quienes estuvieron a centímetros de desgarrar mi cuerpo, al abrir mis ojos luego de un par de segundos pude notar como mi cuerpo continuaba entero, aquella arena que hacia tan peculiar a mi compañero de batalla me había salvado el pellejo.
-Maldita…sea… ¡No te pedí tu ayuda, Tsunayoshi! -
Resople bastante enojado, aunque muy agradecido ante la acción del Sabaku. La cúpula de arena se movería varios metros por el impacto de los Dingos segundos después de que la cúpula terminara de formarse, perdí el balance cayendo sobre mis rodillas. Me recupere lo más rápido que pude, llevando mi mano hacia una de las bolsas que reposaba debajo de mi abrigo justo en la cintura, de ahí tomaría una gran cantidad de Arcilla, la cual empezaría a ser masticada de inmediato por mis boquillas.
-Bien…es hora de darles algo de comer…-
Las boquillas mascarían aquel material blanquecino lo más rápido que podían, ingerirían la arcilla y escupirían un hilo el cual empezaría a extenderse a menos de un metro de mi posición…
-Debo ser rápido si no quiero ser alcanzado por la Explosión…! ¡Sácame de aquí ahora! -
Gritaría alertando a mi compañero, realmente no sabia si era capaz de escucharme…Después de todo ni siquiera advirtió sobre esta defensa que hizo en cuestión de segundos, el hilo de arcilla formo un muñeco con algunas deformidades, el mismo se tambaleaba dentro de la cúpula a la espera de alguna orden, la cual fácilmente podía ser manipulada por gestos de mis manos.
A penas pudiera escapar de aquella maldita esfera de arena, saltaría hacia atrás intentando que los Dingos devoren a mi señuelo de arcilla…
Lo demás no hace falta ni escribirlo…

Armamento:

Stats:

Acciones:

0

0

PD

0

SP
Sabaku Tsunayoshi
Efectivamente lograría cubrir a su compañero de equipo justo a tiempo para evitar que aquel gran grupo de salvajes, enloquecidos y malformados canes le causaran daños considerables. No le subestimaba, de hecho le consideraba lo suficientemente capaz de realizar con éxito aquel encargo por sí sólo, pero un poco de ayuda no le caería mal, ¿no?

Lo tenía bien en claro: Mientras él estuviera consciente, haría todo a su alcance para mantener a salvo a sus camaradas. Ningún error de su parte se podría perdonar en caso de permitir que sus aliados resultasen heridos pudiendo hacer algo para evitarlo, por ello, había decidido intervenir sin avisar antes a un, probablemente, confundido ninja médico artesano de explosivas técnicas. Su cúpula de arena formada por aquellos minerales desérticos originalmente salidos del interior de su calabaza, algunos minutos atrás, en la espalda, sería lo suficientemente poderosa como para lograr repeler el desesperado y fúrico intento por ingresar al interior de la misma por parte de los rabiosos animales monstruosos.

Apenas y lograría escuchar las quejas del expresivo muchacho bajo su protección. Ya se esperaría algo así después de todo...

Fijaría su atención en dos cosas entonces: El tiempo y sus objetivos. Necesitaba calcular un tiempo estimado para que el Nendo entendiera lo que pretendía que hiciera, llevara a cabo dicho plan y liberarlo. Por otro lado, necesitaba asegurar que aquellos perros deformes se mantuvieran a raya y no lograran herirlo, ni a él, ni mucho menos al albino joven portador de aquel peculiar brazo rojo azulado. Obviamente aquello no sería del todo fácil. Contaría unos diez segundos en su mente. Llevaría ambas manos a sus bolsas de herramientas halladas a nivel de sus muslos para quitar sus respectivos seguros y poder acceder a las mismas, tomar con cada mano diez makibishis y hacer que su transporte de arena flotante avanzara unos cuantos metros adelante para así esparcir aquellas puntiagudas figuras metálicas corta caminos en la zona frontal cercana a la cúpula que seguiría manteniendo dentro al Nendo aliado. La intención del Sabaku sería causar dificultades en la movilidad de los canes enemigos al añadir obstáculos punzantes en el terreno que pisaban. Los quejidos de los perros furiosos no se harían esperar una vez que comenzaran a pisar y, por ende, herirse con aquellas figuras filosas.

Aquel quien manipulaba a los Dingos seguirían manteniendo la constante melodía con sus cascabeles, intentando que el no desistir en su tarea como titiritero de aquellos animales le brindase positivos resultados en sus retorcidos y sangrientos deseos, aunque sus acciones no estuvieran ejecutándose con un buen plan de por medio.

- Maldita sea, ¡¿qué pasa?! Mátenlo! - Señalaría así al Sabaku flotante, dando a entender a sus "mascotas" que el principal problema sería aquel manipulador de arena de cabellos rojizos y mirada inexpresiva.

Varios de aquellos animales intentarían subir a la cúpula con la intención de saltar rumbo al encuentro bélico con el arenero, mas sin embargo éste último no lo permitiría. Quizás habría sido una increíble casualidad, o quizás así debían de ser las cosas, pero lo cierto sería que lograría oír el aviso de su aliado para que le dejara salir. Aquello no podría ser mejor. La sincronía de acciones parecería sacada de un cuento fantasioso que un anciano contaba a su ingenuo nieto pequeño. Rápidamente liberaría la zona sur de aquel domo improvisado de arena para así formar una especie de "pared" de cinco metros de altitud y ocho de longitud, formada con aquellos mismos minerales frente al Nendo, quien surgiría de aquel encierro acompañado por un nuevo aliado en el campo, un viscoso muñeco formado por un material blanquecino, probablemente de su arcilla especial. Tsunayoshi reconocería aquella técnica como la misma que le había visto usar en su combate de entrenamiento contra su otro compañero de equipo, Namikaze Edras, varias semanas atrás.

("Bien pensado") - Diría para su propia consciencia dentro de su cabeza puesto que sus labios no permitirían que emitiera sonido alguno. No sería momento para hablar sino para actuar. Ni tiempo a reaccionar daría a aquellas bestias cuando ya estaría haciendo que aquella pared avanzara algunos metros frente a ellos, arrastrando al grupo de perros hacia atrás junto con las puntiagudas figuras en el suelo que seguirían molestando a dichos animales. En total les habría alejado unos cinco metros del Nendo, aun impidiendo el acceso al mismo gracias a la mencionada pared que se mantendría entre los agresivos animales y su compañero.

- Acábalos... - Susurraría aquello sabiendo que el albino ojiazul no podría escucharle pero que seguramente no dudaría en volar en pedazos a los hostiles canes deformes. Llamaría de regreso a sus minerales rumbo a permanecer flotantes a su alrededor, deshaciendo su muro de arena y dejando así el campo abierto para que su compañero terminase con aquel peligro que tantos inocentes mercaderes habrían tenido que sufrir en sus viajes sólo con la intención de llevar el pan a sus hogares. Los perros salvajes, una vez con el camino "despejado" (no del todo debido a los makibishis cercanos) no tardarían en avanzar con la intención de devorar vivo al Nendo, o mejor aún, a aquel extraño ser viscoso quien parecía ser un buen aperitivo antes del platillo principal...

— — — — — — — — — — — — — — —
Off Rol:
Efectivamente lograría cubrir a su compañero de equipo justo a tiempo para evitar que aquel gran grupo de salvajes, enloquecidos y malformados canes le causaran daños considerables. No le subestimaba, de hecho le consideraba lo suficientemente capaz de realizar con éxito aquel encargo por sí sólo, pero un poco de ayuda no le caería mal, ¿no?

Lo tenía bien en claro: Mientras él estuviera consciente, haría todo a su alcance para mantener a salvo a sus camaradas. Ningún error de su parte se podría perdonar en caso de permitir que sus aliados resultasen heridos pudiendo hacer algo para evitarlo, por ello, había decidido intervenir sin avisar antes a un, probablemente, confundido ninja médico artesano de explosivas técnicas. Su cúpula de arena formada por aquellos minerales desérticos originalmente salidos del interior de su calabaza, algunos minutos atrás, en la espalda, sería lo suficientemente poderosa como para lograr repeler el desesperado y fúrico intento por ingresar al interior de la misma por parte de los rabiosos animales monstruosos.

Apenas y lograría escuchar las quejas del expresivo muchacho bajo su protección. Ya se esperaría algo así después de todo...

Fijaría su atención en dos cosas entonces: El tiempo y sus objetivos. Necesitaba calcular un tiempo estimado para que el Nendo entendiera lo que pretendía que hiciera, llevara a cabo dicho plan y liberarlo. Por otro lado, necesitaba asegurar que aquellos perros deformes se mantuvieran a raya y no lograran herirlo, ni a él, ni mucho menos al albino joven portador de aquel peculiar brazo rojo azulado. Obviamente aquello no sería del todo fácil. Contaría unos diez segundos en su mente. Llevaría ambas manos a sus bolsas de herramientas halladas a nivel de sus muslos para quitar sus respectivos seguros y poder acceder a las mismas, tomar con cada mano diez makibishis y hacer que su transporte de arena flotante avanzara unos cuantos metros adelante para así esparcir aquellas puntiagudas figuras metálicas corta caminos en la zona frontal cercana a la cúpula que seguiría manteniendo dentro al Nendo aliado. La intención del Sabaku sería causar dificultades en la movilidad de los canes enemigos al añadir obstáculos punzantes en el terreno que pisaban. Los quejidos de los perros furiosos no se harían esperar una vez que comenzaran a pisar y, por ende, herirse con aquellas figuras filosas.

Aquel quien manipulaba a los Dingos seguirían manteniendo la constante melodía con sus cascabeles, intentando que el no desistir en su tarea como titiritero de aquellos animales le brindase positivos resultados en sus retorcidos y sangrientos deseos, aunque sus acciones no estuvieran ejecutándose con un buen plan de por medio.

- Maldita sea, ¡¿qué pasa?! Mátenlo! - Señalaría así al Sabaku flotante, dando a entender a sus "mascotas" que el principal problema sería aquel manipulador de arena de cabellos rojizos y mirada inexpresiva.

Varios de aquellos animales intentarían subir a la cúpula con la intención de saltar rumbo al encuentro bélico con el arenero, mas sin embargo éste último no lo permitiría. Quizás habría sido una increíble casualidad, o quizás así debían de ser las cosas, pero lo cierto sería que lograría oír el aviso de su aliado para que le dejara salir. Aquello no podría ser mejor. La sincronía de acciones parecería sacada de un cuento fantasioso que un anciano contaba a su ingenuo nieto pequeño. Rápidamente liberaría la zona sur de aquel domo improvisado de arena para así formar una especie de "pared" de cinco metros de altitud y ocho de longitud, formada con aquellos mismos minerales frente al Nendo, quien surgiría de aquel encierro acompañado por un nuevo aliado en el campo, un viscoso muñeco formado por un material blanquecino, probablemente de su arcilla especial. Tsunayoshi reconocería aquella técnica como la misma que le había visto usar en su combate de entrenamiento contra su otro compañero de equipo, Namikaze Edras, varias semanas atrás.

("Bien pensado") - Diría para su propia consciencia dentro de su cabeza puesto que sus labios no permitirían que emitiera sonido alguno. No sería momento para hablar sino para actuar. Ni tiempo a reaccionar daría a aquellas bestias cuando ya estaría haciendo que aquella pared avanzara algunos metros frente a ellos, arrastrando al grupo de perros hacia atrás junto con las puntiagudas figuras en el suelo que seguirían molestando a dichos animales. En total les habría alejado unos cinco metros del Nendo, aun impidiendo el acceso al mismo gracias a la mencionada pared que se mantendría entre los agresivos animales y su compañero.

- Acábalos... - Susurraría aquello sabiendo que el albino ojiazul no podría escucharle pero que seguramente no dudaría en volar en pedazos a los hostiles canes deformes. Llamaría de regreso a sus minerales rumbo a permanecer flotantes a su alrededor, deshaciendo su muro de arena y dejando así el campo abierto para que su compañero terminase con aquel peligro que tantos inocentes mercaderes habrían tenido que sufrir en sus viajes sólo con la intención de llevar el pan a sus hogares. Los perros salvajes, una vez con el camino "despejado" (no del todo debido a los makibishis cercanos) no tardarían en avanzar con la intención de devorar vivo al Nendo, o mejor aún, a aquel extraño ser viscoso quien parecía ser un buen aperitivo antes del platillo principal...

— — — — — — — — — — — — — — —
Off Rol:

0

0

PD

0

SP
Yugen Nendo
La cúpula sería abierta justo detrás de mí, aquel salto que casi por acto de reflejo había realizado me alejaría varios metros de la cúpula dejando a mi muñeco de arcillo dentro de la misma o eso pensé, pues la cúpula tardaría pocos segundos hasta ser deformada y transformada en un muro de arena que contenía ahora a las bestias, podía escucharse fácilmente a su manipulador caer en la desesperación su sed de sangre empezaba a hacerle perder el control y la calma…


Alejado a 5 metros de mi muñeco de arcilla, quien estaba a menos de un metro del muro de arena, sería quien recibiría por completo el daño de aquellos animales, que sin dudarlo atravesaron con sus garras y colmillo a aquel muñeco el cual fue separado en varias piezas que continuaban conectadas por hilos de arcilla mas pequeños que los originales. Movería un poco la máscara que recubría mi rostro para observar el espectáculo que estaba por suceder.

La arcilla que mi mano izquierda había masticado fue expulsada en forma de ciempiés, el mismo de un tamaño menor al original escarbaría a través de la arena fácilmente abriéndose paso hasta el controlador…Claro, esto le tomaría algo de tiempo, por lo cual debía ganar ese tiempo con una pequeña explosión…


- ¡Katsu! -

El muñeco se inflo varios centímetros, antes de poder estallar una luz blanca muy fuerte recubrió el área emanando desde el cuerpo blanquecino, los Dingos restantes tampoco eran visibles desde ningún punto de vista, rápidamente aquel destello blanco pasaría hacer una cortina de humo y explosiones que inundarían el silencioso a los alrededores acabando con el mismo y además tomando la vida de Aquellos Dingos…

Destrozados, en pedazos, una masacre total, había trozos de Dingos por todas partes, el ingerir aquella masa la cual aun conectaba con el cuerpo original causo que se diera una explosión mas mortífera, además explotar desde la parte ligera del cuerpo de los Dingos, su estomago hacia su dura corteza la cual era su piel…Realmente una táctica letal…

Había cubierto parte de mi rostro para evitar la arena pasado algunos segundos de la explosión, los Dingos ahora reposaban sobre la caliente arena dando su ultimo respiro, sus ojos se voltearon hacia arriba y su vida se esfumaba en cuestión de segundos…
Caminando como todo un soberano moví algunos restos con mis pies mientras me habría paso hacia aquel hombre…Aquel controlador que ya no tenia más remedio que dar la cara…


- ¿Qué te pasa…? ¿No tienes mas títeres a quien controlar…? -

A medida que me acercaba al controlador, quien había detenido su melodía súbitamente al observar el resultado de su “Plan” histérico y desesperado tomaría un Kunai de su porta armas, temblando, sudando y bastante inseguro se acercaría rápidamente hacia mi con aquella hoja de acero negro para intentar cortar mi cuello, sin siquiera inmutarme en bloquear dicho ataque sería interceptado por el ciempiés de Arcilla, mismo que se enrollaría en su cuerpo aplicando fuerza para restringir sus movimientos, cara a cara retiraría la máscara…


-No es que sea un amante de los animales…pero no debería controlar a animales tan poco inteligentes para tus planes…Deberías mejor un poco antes de intentar este tipo de cosas…Ahora es mi turno…-


Tomaría el Kunai de su mano con mucha facilidad colocando la hoja de este sobre el cuello del desconocido hombre manipulador de aquellos Dingos fallecidos. Aplicaría algo de fuerza ocasionando un pequeño corte sobre el cuello, ocasionando que una gota de sangre se mostrara y cayeron por todo su torso…


-Músculos desgarrados…Te haré sentir lo que esos animales de seguro debieron sentir…-

Clave el Kunai en su bíceps y gracias a la fuerza amplificada desgarre su brazo hasta la muñeca, la sangre corría sobre la caliente arena mientras que sus músculos y el hueso del brazo eran visibles.

- ¿Qué tal si pasamos a la segunda etapa de esa maldita transformación…-


Apunte el Kunai hacia el pecho de cascabelero y aplique muy poca fuerza para herir mínimamente. Había perdido la cabeza de seguro pensaría cualquiera, pero estos animales no merecían sufrir lo que sufrieron…Los humanos somos una basura…


Armamento:

Stats:

Acciones:
La cúpula sería abierta justo detrás de mí, aquel salto que casi por acto de reflejo había realizado me alejaría varios metros de la cúpula dejando a mi muñeco de arcillo dentro de la misma o eso pensé, pues la cúpula tardaría pocos segundos hasta ser deformada y transformada en un muro de arena que contenía ahora a las bestias, podía escucharse fácilmente a su manipulador caer en la desesperación su sed de sangre empezaba a hacerle perder el control y la calma…


Alejado a 5 metros de mi muñeco de arcilla, quien estaba a menos de un metro del muro de arena, sería quien recibiría por completo el daño de aquellos animales, que sin dudarlo atravesaron con sus garras y colmillo a aquel muñeco el cual fue separado en varias piezas que continuaban conectadas por hilos de arcilla mas pequeños que los originales. Movería un poco la máscara que recubría mi rostro para observar el espectáculo que estaba por suceder.

La arcilla que mi mano izquierda había masticado fue expulsada en forma de ciempiés, el mismo de un tamaño menor al original escarbaría a través de la arena fácilmente abriéndose paso hasta el controlador…Claro, esto le tomaría algo de tiempo, por lo cual debía ganar ese tiempo con una pequeña explosión…


- ¡Katsu! -

El muñeco se inflo varios centímetros, antes de poder estallar una luz blanca muy fuerte recubrió el área emanando desde el cuerpo blanquecino, los Dingos restantes tampoco eran visibles desde ningún punto de vista, rápidamente aquel destello blanco pasaría hacer una cortina de humo y explosiones que inundarían el silencioso a los alrededores acabando con el mismo y además tomando la vida de Aquellos Dingos…

Destrozados, en pedazos, una masacre total, había trozos de Dingos por todas partes, el ingerir aquella masa la cual aun conectaba con el cuerpo original causo que se diera una explosión mas mortífera, además explotar desde la parte ligera del cuerpo de los Dingos, su estomago hacia su dura corteza la cual era su piel…Realmente una táctica letal…

Había cubierto parte de mi rostro para evitar la arena pasado algunos segundos de la explosión, los Dingos ahora reposaban sobre la caliente arena dando su ultimo respiro, sus ojos se voltearon hacia arriba y su vida se esfumaba en cuestión de segundos…
Caminando como todo un soberano moví algunos restos con mis pies mientras me habría paso hacia aquel hombre…Aquel controlador que ya no tenia más remedio que dar la cara…


- ¿Qué te pasa…? ¿No tienes mas títeres a quien controlar…? -

A medida que me acercaba al controlador, quien había detenido su melodía súbitamente al observar el resultado de su “Plan” histérico y desesperado tomaría un Kunai de su porta armas, temblando, sudando y bastante inseguro se acercaría rápidamente hacia mi con aquella hoja de acero negro para intentar cortar mi cuello, sin siquiera inmutarme en bloquear dicho ataque sería interceptado por el ciempiés de Arcilla, mismo que se enrollaría en su cuerpo aplicando fuerza para restringir sus movimientos, cara a cara retiraría la máscara…


-No es que sea un amante de los animales…pero no debería controlar a animales tan poco inteligentes para tus planes…Deberías mejor un poco antes de intentar este tipo de cosas…Ahora es mi turno…-


Tomaría el Kunai de su mano con mucha facilidad colocando la hoja de este sobre el cuello del desconocido hombre manipulador de aquellos Dingos fallecidos. Aplicaría algo de fuerza ocasionando un pequeño corte sobre el cuello, ocasionando que una gota de sangre se mostrara y cayeron por todo su torso…


-Músculos desgarrados…Te haré sentir lo que esos animales de seguro debieron sentir…-

Clave el Kunai en su bíceps y gracias a la fuerza amplificada desgarre su brazo hasta la muñeca, la sangre corría sobre la caliente arena mientras que sus músculos y el hueso del brazo eran visibles.

- ¿Qué tal si pasamos a la segunda etapa de esa maldita transformación…-


Apunte el Kunai hacia el pecho de cascabelero y aplique muy poca fuerza para herir mínimamente. Había perdido la cabeza de seguro pensaría cualquiera, pero estos animales no merecían sufrir lo que sufrieron…Los humanos somos una basura…


Armamento:

Stats:

Acciones:

0

0

PD

0

SP
Sabaku Tsunayoshi
Nada más liberar a su compañero de aquel defensivo encierro y alejar brevemente el peligro que le asechaba, rápidamente el artesano de explosivas habilidades se pondría en acción ofensiva y terminaría con aquella lucha sin sentido y completamente injusta para aquellos animales que, menos que cualquiera, no tenían absolutamente nada de culpa por las acciones cometidas por quien les manipulaba probablemente en contra de sus voluntades. La primera explosión seguida de muchas otras levantaría una buena cortina de humo que despediría arena, sangre y carne, proyectiles de los cuales el arenero se cubriría formando una cortina frente a él con sus minerales infundidos en su chakra.

La técnica del cien pies gigante de arcilla del Nendo que el Sabaku miraría curioso luego de deshacer su protección, resultaría lo suficientemente efectivo como para detener por completo a aquel despreciable sujeto de cabellos azulados y acciones desagradables que después de ver a sus "esclavos" despedazados intentaría agredir al albino, en vano, para variar. El castigo recibido por manos del médico estaría bien merecido, Tsunayoshi simplemente ordenaría a sus minerales flotantes sobre él infundidos en su chakra que regresaran al interior del contenedor en su espalda, lugar de donde provenían desde un principio. Haría lo mismo con los áridos granos de arena que conformaban la plataforma flotante que le mantenía en el aire, no sin antes claro, hacer que la misma descendiera hasta llegar al suelo sin problemas, haciendo que su calabaza de arena comprimida volviera a estar llena de su más poderosa arma de su arsenal.

Tsunayoshi ni siquiera se molestaría en pedir un poco de moderación al peliblanco al conocer un poco sobre sus drásticos castigos para los criminales, no era un partidario de ejecutar a los enemigos debido a que prefería sacarles provecho a los conocimientos que los mismos poseían, pero aquel sujeto, ese hombre no merecía ni siquiera la consideración para interrogarlo, merecía un sufrimiento peor que morir, aunque librar al mundo de tal escoria nunca sería suficiente castigo, al menos serviría un poco para dar descanso a aquellos pobres animales inocentes después de recibir tal maltrato en vida por parte de ese miserable despojo de ser humano. Nunca sintió más vergüenza de ser un humano como aquella vez...

Fijaría su vista en la mirada de terror que poseía aquel sujeto, estaba acabado, de eso no habría duda, pero ni siquiera la piedad podría asomarse por la mente del calmado pelirrojo de técnicas desérticas para con aquel maldito. - Ni siquiera me mires, escoria... - Diría aquello hallándose a unos pocos metros de distancia al enemigo escupiendo un poco de su rabia contenida. Seguro estaba de que si el Nendo no acababa con ese miserable, él mismo lo haría sin pestañear. Sería una de las pocas veces en que la paciencia parecería escapársele de vez en cuando.

— — — — — — — — — — — — — — —
Off Rol:
Nada más liberar a su compañero de aquel defensivo encierro y alejar brevemente el peligro que le asechaba, rápidamente el artesano de explosivas habilidades se pondría en acción ofensiva y terminaría con aquella lucha sin sentido y completamente injusta para aquellos animales que, menos que cualquiera, no tenían absolutamente nada de culpa por las acciones cometidas por quien les manipulaba probablemente en contra de sus voluntades. La primera explosión seguida de muchas otras levantaría una buena cortina de humo que despediría arena, sangre y carne, proyectiles de los cuales el arenero se cubriría formando una cortina frente a él con sus minerales infundidos en su chakra.

La técnica del cien pies gigante de arcilla del Nendo que el Sabaku miraría curioso luego de deshacer su protección, resultaría lo suficientemente efectivo como para detener por completo a aquel despreciable sujeto de cabellos azulados y acciones desagradables que después de ver a sus "esclavos" despedazados intentaría agredir al albino, en vano, para variar. El castigo recibido por manos del médico estaría bien merecido, Tsunayoshi simplemente ordenaría a sus minerales flotantes sobre él infundidos en su chakra que regresaran al interior del contenedor en su espalda, lugar de donde provenían desde un principio. Haría lo mismo con los áridos granos de arena que conformaban la plataforma flotante que le mantenía en el aire, no sin antes claro, hacer que la misma descendiera hasta llegar al suelo sin problemas, haciendo que su calabaza de arena comprimida volviera a estar llena de su más poderosa arma de su arsenal.

Tsunayoshi ni siquiera se molestaría en pedir un poco de moderación al peliblanco al conocer un poco sobre sus drásticos castigos para los criminales, no era un partidario de ejecutar a los enemigos debido a que prefería sacarles provecho a los conocimientos que los mismos poseían, pero aquel sujeto, ese hombre no merecía ni siquiera la consideración para interrogarlo, merecía un sufrimiento peor que morir, aunque librar al mundo de tal escoria nunca sería suficiente castigo, al menos serviría un poco para dar descanso a aquellos pobres animales inocentes después de recibir tal maltrato en vida por parte de ese miserable despojo de ser humano. Nunca sintió más vergüenza de ser un humano como aquella vez...

Fijaría su vista en la mirada de terror que poseía aquel sujeto, estaba acabado, de eso no habría duda, pero ni siquiera la piedad podría asomarse por la mente del calmado pelirrojo de técnicas desérticas para con aquel maldito. - Ni siquiera me mires, escoria... - Diría aquello hallándose a unos pocos metros de distancia al enemigo escupiendo un poco de su rabia contenida. Seguro estaba de que si el Nendo no acababa con ese miserable, él mismo lo haría sin pestañear. Sería una de las pocas veces en que la paciencia parecería escapársele de vez en cuando.

— — — — — — — — — — — — — — —
Off Rol:

0

0

PD

0

SP
 Temas similares

 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
/* LOADING FIREBASE */