Un nuevo encargo le era asignado y como no había otra forma en la que el pelirrojo reaccionase, claramente lo había aceptado como una tarea de prioridad total. Sabía que, al igual las misiones anteriores a esta, dicho encargo no significaba algo de urgencia y vital importancia para su aldea, sin embargo y al tratarse de conseguir una fuente subterránea de agua, aquel líquido que la naturaleza proveía a los seres vivos siendo de primera necesidad para la salud de los mismos, a la larga el problema sería mayor y su pequeña ayuda se volvería más grande de lo que cualquiera pensaría.
Fuera pequeño o grande su aporte a su villa, no iba a retroceder anter nada, ni siquiera por el hecho de no tener ni la mas mínima idea de dónde poder conseguir algo de agua y mucho menos un pozo. Si había algo de lo que el pelirrojo seguía sin darse cuenta era que desde que había salido de su hogar aquella mañana su apariencia física había sufrido un cambio bastante peculiar, adquiriendo con ello una habilidad afín al agua que desconocía completamente.
Ya se había dado cuenta de sus constantes transformaciones, esas en las que se volvía una especie de reptil con rasgos felinos y forma humanoide. De más estaba indicar que aquello le desagradaba por completo, pero al parecer a muchos de los gennins de la aldea también les había empezado a ocurrir casos similares, sabiendo eso por parte de los médicos (a quienes había acudido en primer lugar cuando creyó que su piel escamosa se debía a algun problema dermatológico, eso sin notar su rostro), no se había metido de lleno en dicho asunto puesto que para él, primero estaba la aldea y el deber con la misma, y como su labor como ninja no se la habían negado para ejercer sus superiores aun con la apariencia actual, mejor no podría ser.
Se hallaría entonces fuera de la aldea después de haber cruzado aquellas murallas limitantes de los dominios de los locales y haberse adentrado en los primeros metros que el mar de arena ante él le entregaba para ponerse al tanto de lo que le esperaba más adelante; arena y más arena.
No deseaba alejarse mucho de la aldea, principalmente porque quería creer que podía haber algún pozo cercano a la misma y con ello alivianar el trabajo de los que tendrían que ir a cavarlo y construir la estructura adecuada para su completo uso.
Rodeó lentamente la aldea, de punta a punta, usando el sentido de su olfato, pensando que podría encontrar el agua con ello... Mejor primer intento fracasado no podría tener, más que hallar el agua sólo se había provocado cansancio. Había regresado de caminar alrededor de la aldea después de algunas horas. Se sentía agotado y sobretodo sediento. Maldijo el hecho de no haber traido consigo algún envase con agua.
Prefirió ignorar su estado físico y continuar buscando ya que no aceptaría un fallo en tal misión, no en esa. Varias horas había perdido ya al rodear la aldea como para regresar sin nada, no volvería hasta encontrar el agua.
El caluroso mediodía no ayudaba tampoco. Sentía su garganta seca y unas incontenibles ganas por nadar en un enorme lago. Dejó de pensar entonces y decidió correr rumbo a ningún lugar, aparentemente. Todo se veía igual hacia donde mirase, perderse en el desierto era cosa fácil, no tanto para él quien acostumbrado al mismo sabía ubicarse bien, por lo menos hasta unos cuantos cientos de metros fuera de Sunagakure.
Detuvo su andar en súbito y miro hacia abajo luego a algunos minutos en carrera hacia un lugar sin importancia, supuestamente. No comprendía cómo, ni por qué, sólo sentía unas fuertes ganas de rasgar el suelo y empezar a cavar sin detenerse hasta obtener lo que se hallaba allí debajo. ¿Cómo sabía que bajo aquellas capas de abundante arena se hallaría algo? No lo sabía con certeza, pero algo le indica a que aquello era verídico y que de no hacerlo se quedaría inconsciente pronto debido a la deshidratación y a la continua exposición de su cabeza al sol. Otra mala idea había sido salir de la aldea sin un sombrero para cubrirse de los rayos de luz ultravioletas que el astro rey arrojaba sobre aquellos terrenos sin descanso hasta el anochecer.
Llevó sus escamosas manos portadores de extrañas membranas entre los dedos hacia el suelo luego de tumbarse de rodillas al mismo para así, usando sus sobresalientes garras y aquel extraño instinto por encontrar agua, empezar a remover la arena del sitio poco a poco con cada rasgada.
- No puede ser... No de nuevo - Susurró aquello para sí mismo al detener un momento sus movimientos y entrar en cuenta de que otra vez había cambiado su apariencia, de manera involuntaria, por la de aquel monstruo reptil humanoide con cabeza de tigre. Miró sus manos y negó con la cabeza al regresar su concentración a lo que era importante, su cambio de apariencia misterioso podría esperar para después. - Maldición... - Volvió a susurrar para sí mismo al momento en que regresaba sus manos al suelo y con ello retomaba la labor detenida segundos antes...
Movía sus manos con la suficiente velocidad como para que aquella tarea que fácilmente podría considerarse insólita no lo pareciera tanto. Parecía que en verdad podría llegar a encontrar la supuesta agua hallada bajo toda esa capa de minerales hermanos de los que solía llevar en su calabaza de arena. Poco a poco, hacía crecer aquel pequeño agujero, avanzando centímetro a centímetro a través de aquella capa de arena.
- ¿Pero qué me pasa? -Se preguntó luego de un rato, deteniéndose de cavar y reincorporándose para así ponerse de pie y alzar sus manos. Quizás habría sido presa de los instintos de aquella forma monstruosa pero no olvidaría para siempre que no era una bestia, sino un ninja, uno que podía controlar la arena...
El tapón de su calabaza salió disparado hacia un lado, permitiendo que el contenido de su calabaza saliera para así elevarse sobre el arenero y terminar formando dos montones de arena que se posicionaron a los lados de aquel pequeño agujero que su controlador había estado cavando momentos antes. El par de montones de minerales áridos enviados por el Sabaku tomarían la forma de dos grandes brazos de aproximadamente cinco metros de altura y un metro de grosor, cuyas manos, extrañamente parecidas a la de una bestia que sólo se conocía en mitos y leyendas contadas por los más viejos de la aldea y que hasta los momentos el pelirrojo desconocía completamente, empezarían entonces a cavar en grandes porciones obviamente, aquel sitio marcado por el reptil felino de marcadas ojeras. Cada mano gigante de arena comprimida lograba sacar grandes montones de arena ajena al chakra de su controlador, acercándose al parecer al agua estancada bajo el terreno. Dos, tres, diez, veinte minutos... Las cantidades de arena removidas eran considerables y aún nada, o al menos eso parecía. Grande sería la sorpresa del Sabaku, alivio sintió después de que pasados varios minutos (media hora aproximadamente), el ligero sonido de aquel líquido trasparentoso, claramente afectado por el arenoso terreno pero aún así bastante aprovechable, salía a la luz desde aquel agujero de grandes proporciones.
Sonrió, satisfecho de que por fin podría saciar su sed. Sonrió porque su misión había terminado. Sonrió porque lo único que restaba era avisar en la aldea, cosa sencilla ya que desde donde se hallaba parado podían observarse las murallas de la misma en las lejanías.
("Está hecho") - Pensaría para acercarse al enorme agujero directo al agua hallada al final del mismo con intenciones de beber un poco de su contenido, anulando su control sobre su arena especial, provocando que esta cayera al suelo sin más...