El día era muy tranquilo en Kirigakure. A pesar de las muy bajas temperaturas que podrían haber por la época, la aldea seguía siendo un buen lugar para pasar unas muy buenas vacaciones, pero la verdad es que el joven Fukuzawa no estaba para andar de vacaciones en lo absoluto, porque la vida se gana laburando viejo, hay que la-bu-rar viejo.
Incluso sabiendo que el tiempo era medianamente tranquilo y no se presentaban problemas desde un inicio, Yukichi tenía siempre en claro que el día deja desafíos constantes a los que enfrentarse, y laburar era uno de ellos. Él andaba muy corto de plata últimamente, tanto era así que el día de ayer había estado comiendo sobras de unos ravioles que estaban más duros que viejo metiéndose a los baños termales "equivocados". Por esa razón y muchas otras se había decidido a salir por la aldea en busca de alguien que necesitase de su ayuda, pues a pesar de sus nulas habilidades en tareas como la agricultura y ganadería, quizás podía utilizar sus conocimientos en el buen uso de la espada para el bien; utilizando su katana, no otra cosa, obviamente.
Fue así como se emprendió en un viaje por la aldea en busca de algún gordo con pinta de tener plata que le pudiese otorgar un trabajo, y por suerte no tardó mucho en encontrar a un tipo vestido muy formal comiendo sopa de guanaco en un restaurante de tres estrellas. Claramente el hombre se veía muy molesto, pero Fukuzawa sabía que eso no podía ser por la sopa de guanaco porque él conocía ese lugar, y sabía bien que ahí consiguen una de las mejores carnes de guanaco de todo el continente. No dudó en acercarse, sentarse a su lado y empezar a hablar esperando enganchar alguna chamba ahí nomás.
-¿Qué onda papá? ¿No te gusta el guanaco?- Preguntó Yukichi, esperando obtener como respuesta el motivo de la mala actitud.
-No, nene. El guanaco está sarpadaso en bueno. Pasa que yo estoy mal porque tengo un guanaco en casa...- El viejo no tardó en contar su problema el cual parecía ser grave.
-¿¡Tenés un guanaco en casa!? Pero está buenísimo eso, ¡Sacas crías y a la larga te haces unos asados buenísimos!- Se mostró muy sorprendido, pero al parecer había malentendido todo el pelotudo.
-¡NO, GUANACO! ¡Qué guanaco que sos, te estoy diciendo que tengo un guanaco como vos en casa!- Se había calentado tanto que de la bronca casi tira el plato, pero intentó tranquilizarse porque veía que el chico era bastante inútil. Aún así vio eso como una oportunidad, quizás podía pedirle a él encargarse de su problema. -Mira, nene. Hagamos una cosa...Este cara de caucho se quiere agarrar a mi hija, pero yo no puedo hacer nada porque si me descubren pegándole a alguien mi imagen como buen hombre de negocios se va al carajo, y es por eso que te propongo lo siguiente.-
-Aah..¿Qué cosa me proponés?- El cara de nabo interrumpió sin siquiera escuchar todo por completo, pero su impaciencia era entendible. Le hacía falta plata y bastante.
-¡Pero dejame terminar!...Bueno, no importa. La cosa es que este tipo siempre acosa a mi nena cuando sale por el centro a comprar, siempre a la noche. Quiero que en más o menos unas tres horas lo vayas a buscar y lo rre cagues a piñas, después me traes a mi hija a casa, ella te va a guiar.- El hombre confió mucho en el joven Yukichi sin siquiera saber su nombre, pero no tenía otra. Era pagarle medio sueldo a un agente cualquiera o agarrar a un gitano de la calle y hacerlo laburar por dos mangos. La mejor opción era la segunda, porque de lo contrario todo podría salir a la luz, y eso no era para nada bueno.
-Bien, lo haré. Por último, ¿Cómo sé quién es ese acosador? Al menos dígame cómo se llama.- Había entendido todo y estaba dispuesto a cumplir su misión, pero le faltaba saber ciertos detalles para así dar con el acosador y no confundirse de persona. Por otro lado, de la hija no le preguntaba nada porque sino el viejo podría pensar algo que nada que ver y le cancelaría el trabajo. Además, si daba con el acosador seguro daba con la hija.
-Lo vas a notar cuando lo veas...Y en cuanto a su nombre...Se hace llamar...Yao Cabrera.- Lo dijo con un tono muy oscuro, como si fuese alguien muy peligroso. Tanto así que el mismo Kaguya sintió miedo y casi arrepentimiento de haber aceptado tal misión, pero debía mantenerse valiente y afrontar todo desafío que le venga de frente.
-No, nene. El guanaco está sarpadaso en bueno. Pasa que yo estoy mal porque tengo un guanaco en casa...- El viejo no tardó en contar su problema el cual parecía ser grave.
-¿¡Tenés un guanaco en casa!? Pero está buenísimo eso, ¡Sacas crías y a la larga te haces unos asados buenísimos!- Se mostró muy sorprendido, pero al parecer había malentendido todo el pelotudo.
-¡NO, GUANACO! ¡Qué guanaco que sos, te estoy diciendo que tengo un guanaco como vos en casa!- Se había calentado tanto que de la bronca casi tira el plato, pero intentó tranquilizarse porque veía que el chico era bastante inútil. Aún así vio eso como una oportunidad, quizás podía pedirle a él encargarse de su problema. -Mira, nene. Hagamos una cosa...Este cara de caucho se quiere agarrar a mi hija, pero yo no puedo hacer nada porque si me descubren pegándole a alguien mi imagen como buen hombre de negocios se va al carajo, y es por eso que te propongo lo siguiente.-
-Aah..¿Qué cosa me proponés?- El cara de nabo interrumpió sin siquiera escuchar todo por completo, pero su impaciencia era entendible. Le hacía falta plata y bastante.
-¡Pero dejame terminar!...Bueno, no importa. La cosa es que este tipo siempre acosa a mi nena cuando sale por el centro a comprar, siempre a la noche. Quiero que en más o menos unas tres horas lo vayas a buscar y lo rre cagues a piñas, después me traes a mi hija a casa, ella te va a guiar.- El hombre confió mucho en el joven Yukichi sin siquiera saber su nombre, pero no tenía otra. Era pagarle medio sueldo a un agente cualquiera o agarrar a un gitano de la calle y hacerlo laburar por dos mangos. La mejor opción era la segunda, porque de lo contrario todo podría salir a la luz, y eso no era para nada bueno.
-Bien, lo haré. Por último, ¿Cómo sé quién es ese acosador? Al menos dígame cómo se llama.- Había entendido todo y estaba dispuesto a cumplir su misión, pero le faltaba saber ciertos detalles para así dar con el acosador y no confundirse de persona. Por otro lado, de la hija no le preguntaba nada porque sino el viejo podría pensar algo que nada que ver y le cancelaría el trabajo. Además, si daba con el acosador seguro daba con la hija.
-Lo vas a notar cuando lo veas...Y en cuanto a su nombre...Se hace llamar...Yao Cabrera.- Lo dijo con un tono muy oscuro, como si fuese alguien muy peligroso. Tanto así que el mismo Kaguya sintió miedo y casi arrepentimiento de haber aceptado tal misión, pero debía mantenerse valiente y afrontar todo desafío que le venga de frente.
Las horas pasaban, el viejo había terminado su sopa de guanaco y se había ido ya a casa. Mientras tanto, Yukichi se estaba preparando mentalmente para lo que se avecinaba. Era obvio que podría haber una pelea, pero él tenía dentro de todo unas buenas habilidades en Kenjutsu que combinadas con su velocidad y fuerza podrían llegar a ser suficientes como para deshacerse de un acosador cualquiera.
La noche también ya se acercaba, y mientras el joven Fukuzawa observaba desde el lugar más recóndito de la aldea, bien escondido pero con vista a gran parte del centro. Allí se había quedado esperando hasta que al fin pudo ver a lo lejos a un pibe medio enfermo con cara de pedófilo, y del otro lado vio a una joven chica comprando en una carnicería medio un kilo y medio de tripa gorda...Golosa la tipa, pero la verdad que era todo muy raro porque apenas cruzó mirada con quien parecía ser el gordo Cabrera, ambos fueron corriendo hasta encontrarse y darse un abrazo de esos que te hacen decir "Es como ver tres kilos de chorizos chocar entre sí". Pero eso no era importante, porque a pesar de que el amor sea muy fuerte, el asado de Fukuzawa no se pagaría solo y de algo había que laburar. Inmediatamente salió de su lugar y se presentó en medio del centro a unos pocos metros de ellos, y luego, desenfundando su espada y apuntándola hacia el frente vio cómo la pareja quedó sorprendida.
-Mira genio, master, capo di mafia, lamborgini de primera, restaurante de pizza, forro sin precedentes, choto volador. Acá vos no sos buena gente, vos sos mal pibe y yo vengo a evitar que le toques la jalea a esa nena. -
La aparición de el Kenjutsista fue sorprendente, tanto que la pequeña pareja se quedó mirándolo sin saber qué hacer. La nena quedó asustada porque ella sabía que lo que hacía está mal, y que en cuanto su viejo se entere de eso la iba a rre cagar a palos, pero aún había tiempo a arrepentirse. Por otro lado, el guanaco de Yao Cabrera puso una mano sobre su frente y mirándolo a Yukichi dijo:
-¡No, amigo! ¡Vos te estás equivocando! ¡Eso se llama publicidad engañosa!-
RECREACIÓN DEL MOMENTO
Dicho eso, el miedoso salió corriendo esperando no ser atrapado. Estaba más nervioso que monja con atraso, y gracias a eso pudo sacar una velocidad impresionante que se metió a el hotel más alto de toda Kirigakure, y apenas entró por las puertas cerró todo con llave y puso muebles para que el gil de la espada no lo siguiera. Yukichi con toda la bronca golpeó la puerta pero no pudo tirarla abajo, y de la bronca le empezó a gritar a Yao cuando vio como se reía desde la ventana de la escalera.
-Mira pedazo de gato, la concha de tu madre estoy acá en la puerta del establecimiento privado para otorgarle hospedaje a extranjeros, bajá guacho, ¡BAJÁ CAGÓN!, ¡BAJÁ CAGÓN!, ¡BAJÁ!-
RECREACIÓN DEL MOMENTO 2
Mientras el gordo pedófilo de Yao se reía, Yukichi de la tremenda bronca que tenía le lanzó una gallina que iba cruzando por la calle, y se la lanzó con tanta fuerza que rompió la ventana y casi le golpeó en todo el culo al guanaco Cabrera, haciendo que se caiga por las escaleras y quede justo a los pies de Fukuzawa.
Una vez había terminado todo eso, él procedió a cagarlo a piñas un poco más en el piso y advertirle de que no vuelva a cruzarse nunca más por la aldea. Luego se llevó a la nena a la casa donde fue recibido por quien le había encargado tal misión, de ahí recibió su paga y al fin podía empezar a planificar su asado para el próximo Domingo. La misión había sido un completo éxito