Historia narrada por Sabaku Tsunayoshi —Sáb Nov 30, 2019 3:12 am
El manto cálido pero no sofocante del sol del atardecer acariciaba suavemente la piel de aquel joven adulto de ojos color turquesa y cabello de tono rojo ladrillo. Era una sensación completamente diferente al sofocante calor del mediodía ya que a diferencia de éste, aquel suave y cálido manto tímido y reservado brindaba calor, sí, pero también conformidad. Una conformidad agradecida por aquel muchacho serio y callado, completamente apegado al árido terreno arenoso del país del Viento, recibiendo aquella sensación con una sonrisa interna, mirando de reojo al astro rey que lentamente decía adiós a aquella parte del mundo en las lejanías y se unía a la línea que fusionaba el azulado, actualmente naranja y púrpura, cielo con el mar de arena que conformaba el suelo de toda aquella nación.
Llevando su fiel calabaza llena de arena en la espalda y alguna que otra herramienta ninja, hallándose a unos quince metros de distancia de su adversario, levantaría su mano derecha evidenciando el sello del tigre al levantar el dedo índice y medio de dicha extremidad pero manteniendo flexionados al anular, meñique y pulgar. Con ello daba a entender que aceptaba combatir con aquel shinobi hallado frente a él, lucharían como iguales, o esa era la idea...
- Listo, Sensei... -
Diría hacia el mayor, quien no tardaría seguramente en repetir aquella acción ejecutada por el Sabaku, realizando también el sello del tigre con una sola mano para dar comienzo aquel combate de entrenamiento.
[...]
El atardecer lentamente llegaba a su fin. En menos de una hora aproximadamente la oscuridad de la fría noche invadiría aquel terreno en donde tanto ambos pelirrojos como el resto de habitantes del grande y mortal país residían. Ambos, Gennin de la arena y Jounnin de élite, alumno y maestro, se hallarían a quince metros de distancia el uno del otro, estando en la profundidad de un gran "bosque de pilares rocosos" en el campo de entrenamiento de la aldea. Desde que había amanecido, ambos shinobis se habrían mantenido en aquel lugar con la obvia intención de conseguir una satisfactoria mejora en cuanto a habilidades se refería. Principalmente el interés del mayor, era que su aprendiz lograse superarse cada vez más. Ya le había dado ánimos varias semanas atrás para que regresara definitivamente al servicio de la aldea al notarle indeciso. Ya le había prestado un poco de apoyo en una misión anterior de bajo rango pero de notable dificultad incluso para un Gennin experimentado. Ahora le ayudaría con sus prácticas diarias ya que aunque no habían sido muy variadas la veces en las que habían coincidido, el Senju sentía que la historia del arenero y la suya no sólo se parecían, sino que de no brindarle su guía al joven ninja manipulador de minerales, probablemente terminaría yendo por un sendero incorrecto. No se confundiría. No le estaba juzgando ni mucho menos perdiendo la fe que hasta ahora ni siquiera le había entregado a su alumno, pero ante la menor posibilidad de error alguno, el sensor ilusionista creador de vida vegetal prefería tomar las medidas necesarias para evitar los resultados negativos.
Alzaría entonces su mano derecha en respuesta a la acción del menor frente a él. El sello "Tora" (tigre), sería realizado entonces por aquella mano dando a entender que aceptaba su reto y a la vez que lucharían de igual a igual, a pesar del conocimiento que ambos tenían de la diferencia entre sus rangos.
- Puedes empezar si lo deseas... - Diría sonriente.
[...]
Aquellas palabras le dieron luz verde para demostrar que no jugaba, que se tomaba aquel combate con la misma seriedad con la que afrontaba todo tipo de lucha, fuese amistosa o de vida o muerte. Llevaría su mano izquierda entonces a la boquilla de su recipiente arenoso de su espalda para así retirar el tapón de la calabaza y dejar libre salida a su material desértico mezclado con su chakra, listo para dar inicio con la primera ofensiva.
En el momento en que guardaba el tapón de la calabaza entre su chaleco y su abrigo, como había hecho costumbre hacer últimamente, respondería a lo dicho por su superior y maestro.
- Está bien -
A una increíble velocidad, para lo que la habilidad de un Gennin suponía, la arena hallada en el interior de su calabaza saldría en forma de una especie de tentáculo teniendo un grosor similar al de una pierna de un humano adulto promedio. Los minerales bajo el control del Sabaku se extenderían directo al encuentro del creador de árboles mientras el manipulador de los mismos emprendía una carrera frontal contra el mencionado shinobi, recortando los cinco metros que significarían un obstáculo en su alcance en menos de un segundo. La punta de aquella extremidad desértica tomaría la forma de una mano, aunque unas dos o tres veces más grande que una común. Con su "tercer brazo" emergido desde su recipiente arenoso y aún unido a todo el material de donde provenía, llevaría a cabo su primer movimiento de ataque, lanzando un golpe con aquel brazo de arena directo al pecho del Senju a toda velocidad, la máxima que su capacidad en el manejo del ninjutsu le permitía. Seguido a aquel primer ataque de largo alcance, llevaría sus manos a las respectivas bolsas de herramientas que llevaba en cada muslo, izquierda y derecha, retirando los seguros que impedían la salida de sus contenidos y tomando tres senbons con cada mano las cuales lanzaría con una decente habilidad a un metro de distancia tanto a la derecha como a la izquierda del Senju, intentando impedir alguna huida por los laterales.
("Qué harás, sensei...?") - Pensaría en el momento que sus dos ofensivas no estarían a muchos metros de distancia de su objetivo, deseando saber cómo respondería el Jounnin encargado de guiarle en parte de su camino ninja...
El manto cálido pero no sofocante del sol del atardecer acariciaba suavemente la piel de aquel joven adulto de ojos color turquesa y cabello de tono rojo ladrillo. Era una sensación completamente diferente al sofocante calor del mediodía ya que a diferencia de éste, aquel suave y cálido manto tímido y reservado brindaba calor, sí, pero también conformidad. Una conformidad agradecida por aquel muchacho serio y callado, completamente apegado al árido terreno arenoso del país del Viento, recibiendo aquella sensación con una sonrisa interna, mirando de reojo al astro rey que lentamente decía adiós a aquella parte del mundo en las lejanías y se unía a la línea que fusionaba el azulado, actualmente naranja y púrpura, cielo con el mar de arena que conformaba el suelo de toda aquella nación.
Llevando su fiel calabaza llena de arena en la espalda y alguna que otra herramienta ninja, hallándose a unos quince metros de distancia de su adversario, levantaría su mano derecha evidenciando el sello del tigre al levantar el dedo índice y medio de dicha extremidad pero manteniendo flexionados al anular, meñique y pulgar. Con ello daba a entender que aceptaba combatir con aquel shinobi hallado frente a él, lucharían como iguales, o esa era la idea...
- Listo, Sensei... -
Diría hacia el mayor, quien no tardaría seguramente en repetir aquella acción ejecutada por el Sabaku, realizando también el sello del tigre con una sola mano para dar comienzo aquel combate de entrenamiento.
[...]
El atardecer lentamente llegaba a su fin. En menos de una hora aproximadamente la oscuridad de la fría noche invadiría aquel terreno en donde tanto ambos pelirrojos como el resto de habitantes del grande y mortal país residían. Ambos, Gennin de la arena y Jounnin de élite, alumno y maestro, se hallarían a quince metros de distancia el uno del otro, estando en la profundidad de un gran "bosque de pilares rocosos" en el campo de entrenamiento de la aldea. Desde que había amanecido, ambos shinobis se habrían mantenido en aquel lugar con la obvia intención de conseguir una satisfactoria mejora en cuanto a habilidades se refería. Principalmente el interés del mayor, era que su aprendiz lograse superarse cada vez más. Ya le había dado ánimos varias semanas atrás para que regresara definitivamente al servicio de la aldea al notarle indeciso. Ya le había prestado un poco de apoyo en una misión anterior de bajo rango pero de notable dificultad incluso para un Gennin experimentado. Ahora le ayudaría con sus prácticas diarias ya que aunque no habían sido muy variadas la veces en las que habían coincidido, el Senju sentía que la historia del arenero y la suya no sólo se parecían, sino que de no brindarle su guía al joven ninja manipulador de minerales, probablemente terminaría yendo por un sendero incorrecto. No se confundiría. No le estaba juzgando ni mucho menos perdiendo la fe que hasta ahora ni siquiera le había entregado a su alumno, pero ante la menor posibilidad de error alguno, el sensor ilusionista creador de vida vegetal prefería tomar las medidas necesarias para evitar los resultados negativos.
Alzaría entonces su mano derecha en respuesta a la acción del menor frente a él. El sello "Tora" (tigre), sería realizado entonces por aquella mano dando a entender que aceptaba su reto y a la vez que lucharían de igual a igual, a pesar del conocimiento que ambos tenían de la diferencia entre sus rangos.
- Puedes empezar si lo deseas... - Diría sonriente.
[...]
Aquellas palabras le dieron luz verde para demostrar que no jugaba, que se tomaba aquel combate con la misma seriedad con la que afrontaba todo tipo de lucha, fuese amistosa o de vida o muerte. Llevaría su mano izquierda entonces a la boquilla de su recipiente arenoso de su espalda para así retirar el tapón de la calabaza y dejar libre salida a su material desértico mezclado con su chakra, listo para dar inicio con la primera ofensiva.
En el momento en que guardaba el tapón de la calabaza entre su chaleco y su abrigo, como había hecho costumbre hacer últimamente, respondería a lo dicho por su superior y maestro.
- Está bien -
A una increíble velocidad, para lo que la habilidad de un Gennin suponía, la arena hallada en el interior de su calabaza saldría en forma de una especie de tentáculo teniendo un grosor similar al de una pierna de un humano adulto promedio. Los minerales bajo el control del Sabaku se extenderían directo al encuentro del creador de árboles mientras el manipulador de los mismos emprendía una carrera frontal contra el mencionado shinobi, recortando los cinco metros que significarían un obstáculo en su alcance en menos de un segundo. La punta de aquella extremidad desértica tomaría la forma de una mano, aunque unas dos o tres veces más grande que una común. Con su "tercer brazo" emergido desde su recipiente arenoso y aún unido a todo el material de donde provenía, llevaría a cabo su primer movimiento de ataque, lanzando un golpe con aquel brazo de arena directo al pecho del Senju a toda velocidad, la máxima que su capacidad en el manejo del ninjutsu le permitía. Seguido a aquel primer ataque de largo alcance, llevaría sus manos a las respectivas bolsas de herramientas que llevaba en cada muslo, izquierda y derecha, retirando los seguros que impedían la salida de sus contenidos y tomando tres senbons con cada mano las cuales lanzaría con una decente habilidad a un metro de distancia tanto a la derecha como a la izquierda del Senju, intentando impedir alguna huida por los laterales.
("Qué harás, sensei...?") - Pensaría en el momento que sus dos ofensivas no estarían a muchos metros de distancia de su objetivo, deseando saber cómo respondería el Jounnin encargado de guiarle en parte de su camino ninja...