Respiración agitada y pulso acelerado eran sencillamente notables por el de rojiza cabellera. Acababa de terminar su rutina de entrenamiento de la tarde. Una fina capa de sudor surcaba la frente del poseedor de cejas inexistentes y un característico tatuaje en tinta roja con el kanji "amor" en un costado de su cabeza. Había hecho uso de su técnica de clan que le permitía hacer levitar su arena usada de base para así elevarse hasta la altura de uno de los tantos pilares rocosos hallados en el campo de entrenamiento de la villa con la intención de parar a descansar allí. Dejó su calabaza aún llena con su material especial, esa parte del terreno arenoso del país infundida con su chakra lista para apoyarlo en cualquier dificultad que se le presentase para así sentarse a su lado, sostener el recipiente de arena sólida con su mano derecha sobre el mismo y fijar su inexpresiva mirada turquesa en aquel lejano y brillante astro que ya empezaba a despedirse de los habitantes del país del Viento, a decirle un "hasta luego" a aquella parte del planeta e ir con ello a iluminar la otra parte del globo terráqueo, no sin antes brindarle un hermoso espectáculo visual a los que momentáneamente dejaría al cuidado del satélite natural plateado que tímida en ocasiones y atrevida en otras, tenía la capacidad de reflejar la luz solar hacia la oscura noche y así garantizar la presencia de la imponente estrella del sistema planetario en ambas partes del mundo.

Tsunayoshi suspiró. Hacía un tiempo que no tenía actividad alguna como shinobi. Necesitaba de un tiempo para asimilar todos los eventos que en los últimos meses había vivido sirviendo a la aldea. La falta de compañerismo demostrada por muchos compatriotas no le ayudaba, sin embargo las escasas pero agradables relaciones mantenidas con algunos nuevos aliados le hacían entender que no todo era blanco o negro, sino gris. Sólo debía de aprender a diferencia el gris oscuro del gris claro y podría dejar de romperse la cabeza con tantas dudas y problemas. Su duelo aún no terminaba, aún lamentaba la muerte de sus padres en el peor momento posible. Quería demostrarles que podía cambiar, que podían sentirse orgullosos de él, sin embargo ya no podría escucharles decirle lo felices que estaban por su lento pero firme progreso... Y los fracasos vividos hasta ahora tampoco ayudaban.

*[...]*

Su cuerpo yacía flotando en ese pequeño lago creado por la técnica de la muchacha de cabellera borgoña y mirada violácea. Nunca la olvidaría puesto que gracias a la misma había aprendido que no estaba listo todavía, necesitaba seguir exigiéndose más y más, quizás con ello lograría avanzar en aquel largo y difícil camino ninja que se había trazado y propuesto mentalmente a completar. No sentía rencor, miraba el frío cielo del país del hierro con unos melancólicos y apagados ojos color turquesa. Su defensa absoluta había bloqueado la extraña y poderosa técnica arbórea de una de las dos Senju de iguales físicos frente a él que recientemente habían sorteado su ataque elemental de viento, sin embargo no pudo detener el acierto del potente torrente de agua escupido por la de su izquierda y había terminado siendo impactado y arrastrado por el gran chorro de agua. Tenía fuerzas aún para levantarse, sin embargo no lo deseaba, había perdido las ganas de luchar por una simple razón...

Él mismo se había respondido a la pregunta que le había hecho a su líder sobre si alguna vez podría igualar las habilidades de sus progenitores, claramente imposible de responder por el Kazekage debido a la lejanía entre ambos...

("La respuesta es no ¿verdad? ¿Kazekage-sama?") - Pensó aquella vez aún echado boca arriba, siendo víctima de las endemoniadas bajas temperaturas del lugar mientras escuchaba el anuncio del narrador sobre la victoria de su oponente en aquel torneo ante él. No se iba a negar a ello, realmente había perdido antes de empezar...

*[...]*

Volvió a suspirar.

- Ya no duele tanto como antes pero aún siento que no soy lo suficientemente fuerte como para que se sientan orgullosos... - Miró a su calabaza de arena. Su única acompañante seguía allí, su fiel amiga nunca le abandonaría. - Sólo quisiera saber qué más me hace falta... - Susurró aquello mirando hacia el horizonte, lugar que mostraba al brillante sol ocultarse tras aquella línea inexistente que unificaba el cielo con la tierra. Las nubes se pintaban de un púrpura con tonalidades naranja al igual que el azulado cielo, quien tímidamente empezaba a mostrar lo que la luz diurna impedía ver al ojo humano; las estrellas, o bueno, a algunas de ellas ya que otras seguramente ya no se encontrarían allí realmente sino que simplemente su luz aún no terminaba de viajar hacia la tierra...

- Si sigues hablando sólo van a pensar que estas loco, Tsuna, y no deseo locos en mi equipo - Una voz familiar le hizo voltear para no encontrar a nadie tras de él. Miró a su izquierda y luego derecha... Nada aún. Se levantó de su lugar de reposo, notando que su estado se había apaciguado lo suficiente como para que sus palpitaciones fueran a un ritmo más normalizado. Miró hacia abajo suyo justo en el borde del pilar y pudo identificar luego de un momento de analizarlo bien debido a la falta de iluminación a aquel Jounnin que laboraba como shinobi activo de Sunagakure y a la vez como mentor del equipo 3 "Suna no Doragon", grupo de 3 Gennin del cual el arenero formaba parte.

- Sesshomaru-Sensei... -

- Yo te entiendo, sueles pensar que no importa cuánto te esfuerces, nunca notas un avance. También pasé por eso, sabes? - La escarlata mirada del castaño pelirrojo se mantenía fija en el hermoso atardecer que seguía brindando aquel momento del día a ambos. No faltó mucho para que el Sabaku recordase la habilidad de su maestro y con ello no se preguntase cómo había podido encontrarle encima del pilar.

- No es lo que cree, yo sólo... -

- Descuida, ya trabajaremos en ese estado de ánimo, compañero, por ahora, necesito que vayas a casa a descansar ya que mañana volveré a reunir al equipo para salir a otra misión, espero un resultado exitoso mucho más rápido que la anterior, ¿eh? -

El Sabaku miró al Senju sin palabras. Había algo en esa actitud que el usuario del mokuton mostraba cuando no estaban en misiones que le llamaba la atención en gran medida al manipulador de los minerales del desierto. Quizás por simple sospecha, pero algo dentro del de grandes ojeras bien marcadas le indicaba que aquella actitud relajada y alegre del Senju no era más que una máscara, una mucho mejor que la que los Anbu usaban, una que ocultaba perfectamente un pasado desconocido por el Gennin pero que no dejaba de pensar en que no había sido precisamente color de rosa. Quizás, tan sólo quizas, aquellas palabras, "yo te entiendo", fuesen mucho más literal de lo que podrían parecer, ya que el arenero no las sintió como algo que una persona dice para hacer sentir bien a otra, sino como si él mismo se lo dijese, viéndose reflejado en el ninja de élite...

- Si, sensei. Buenas noches... -

- Descansa, Tsuna -

No era momento de hablar, sino de descansar. La tarde acababa dando paso a la fría noche. El pelirrojo llevaba su calabaza arenosa a su espalda y emprendía su camino de regreso a casa, bajando de aquel pilar de roca con un salto y empezando a correr sin detenerse hasta llegar a su morada con un simple pensamiento en mente...

("Aún queda mucho camino por recorrer y todavía tengo energías para seguir adelante. Gracias, sensei")