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MADARA CHRONICLES

¡Bienvenido a Madara Chronicles! Foro de Naruto interpretativo donde buscamos que el usuario se encuentre con la mayor de las comodidades y disponga de opciones para crear y desarrollar su personaje dentro de una ambientación, permitiendo que cobre importancia con el paso del tiempo y de su propio desarrollo.

Actualmente estamos en fase Beta, pero trabajamos duramente para dar una experiencia nueva y única para el usuario, con multitud de ideas y proyectos que esperamos que pronto vean la luz.

¿Por qué no te animas a formar parte de este gran proyecto? ¡Te esperamos con los brazos abiertos!
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¿Sabías que...
Madara Chronicles es un foro basado en la obra de Masashi Kishimoto "Naruto" y "Naruto Shippuden", utilizando tan solo su ambientación y personajes para crear una trama propia.

Todo el contenido producido en el foro es propiedad de sus creadores originales, así como el contenido administrativo es propiedad del Staff. La estética del foro proviene del usuario Akira Aoi, agradeciendo a Foroactivo, W3Schools y otras páginas webs por su tutoriales.

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Hermanos [2/6]

Práctica tardía [Entrenamiento en solitario]

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Sabaku Tsunayoshi
Los días pasaban a una velocidad impresionante, casi como si se tratasen de simples instantes en la vida de aquel quien había perdido todo y hasta ahora no había ganado nada. No veía salida más que aquel tenue destello que, esperaba, fuese la luz al final del túnel que se había trazado a caminar... Su camino ninja. Ese en el que debía de convertirse en un shinobi lo suficientemente importante y vital para su pueblo, como para que volviera a sentir la paz que tanto necesitaba. Muchas veces lo pidieron, en todas los ignoró. Esos quienes le dieron el ser, sólo querían lo mejor para el futuro de su hijo y realmente creían que el ser un valioso ninja para su aldea era lo que necesitaba. ¿Qué quería él? Usualmente pasa que los jóvenes no deciden exactamente qué desean ser en un futuro. Quizás podía seguir el consejo de sus padres y luchar por su nación ninja, pero siempre ignoró sus orientaciones. Ellos confiaron en él, en el poder que corría por sus venas, en su capacidad latente. Pero ¿y él? Sólo hizo oídos sordos y prefirió quedarse como un mero espectador. Un admirador de la belleza que la naturaleza de un casi infinito mar de arena y un potente astro rey le brindaban, aquel desierto que por las noches proveía la vista de su fiel amante con una impactante y deslumbrante hermosura sin igual, pero que tristemente no pasaba de ello. ¿Qué iba a sacar de eso? La paz que alguna vez sintió al hacer lo que su corazón le indicaba, en un abrir y cerrar de ojos, se fué. Tan rápido como un parpadeo desapareció su felicidad, junto con la vida de aquellos seres, esos que tanto amó, esos que tanto ignoró, esos que por más que intentara cambiar, nunca volverían para verle progresar.

Sabaku Tsunayoshi, aquel impertinente joven que no supo el verdadero valor de lo que alguna vez tuvo, hasta que nunca más lo pudo tener, era quien día a día vivía sin poder borrar la culpa que lentamente le absorbía el alma. No encontró mejor salida para su abismo sin fin que seguir el deseo de sus fallecidos y tratar de redimirse alcanzando la gloria que alguna vez, sus progenitores y mejores amigos a la vez, desearon para él.

¿Necesitaba algo para iniciar su camino ninja?

Sí necesitaba algo y eso era ser lo más fuerte posible. Cada día superarse, ser mejor, más apto para servir a su pueblo de la manera más correcta y eficaz. Quizás con ello su paz arrebatada por la cruel vida que le había tocado vivir fuese devuelta, aunque fuera sólo un poco...

[...]

Era diario su paso por aquel arenoso y caluroso campo de entrenamiento. Si se tratara de algún negocio, seguramente ya tendría su membrecía de "cliente frecuente" pues estaba allí sin falta cada mañana, a excepción de los días en los cuales el deber del shinobi le hacía dirigirse a la oficina del líder de Sunagakure para recibir su encargo y con ello abandonaba momentáneamente su "segundo hogar". Así consideraba aquel amplio, y en ocasiones solitario, campo de entrenamiento. Su pasatiempo había pasado de ser observar el desierto a actuar en aquel campo de práctica con la finalidad de obtener mejorías físicas que quizás, tan sólo quizás, podrían ayudarle a obtener también mejorías mentales y espirituales. Por eso estaba allí, por eso seguía yendo allí, por eso dejaba toda su capacidad en el árido terreno después de cada sesión, por eso daba cada gota de sudor, cada porción de fuerza, cada pizca de habilidad. Quizás con eso algún día, podría ser merecedor de recibir el perdón de sus caídos, y también de sí mismo, algo de lo cual en la actualidad, se veía incapaz de recibir.

Aunque el suelo estuviera cubierto de aquel característico material desértico del país, su inexperiencia en el manejo del mismo le hacía necesario el uso de aquella parte del desierto que llevaba consigo en el interior de su fiel contenedor hecho, curiosamente, de la misma arena. Granos de resistentes y poderosos minerales del País del Viento reforzados con el chakra de quien constantemente sufría su, por los momentos, inextinguible duelo. Su arena siempre había sido su mejor arma, su quinta extremidad, siempre había sido parte de él y él, también formaba parte de ella. Así lo sentía. Los diminutos granos áridos y secos se juntaban rápidamente a la orden de los deseos de su maestro para formar las estructuras que éste necesitase, o bueno, más bien lo que su actual límite en poder y habilidad le permitiese, para así poner a prueba aquellas mismas capacidades e intentar sobrepasarlas cada día un metro más, un centímetro más, o aunque fuera un milímetro.

La arena, parte de él como se mencionó previamente, quizás le limitaba un poco, pero también le permitía hacer muchas cosas, entre ellas, rodear su brazo derecho con ella y extender desde el mismo al usarlo como base de guía para su creación, cuatro tentáculos desérticos que tan rápido como su buen manejo en el arte del ninjutsu le permitía se extendieron directo hacia su primer objetivo: Un muñeco de prueba hecho completamente de madera a unos ocho metros frente al Sabaku. Las cuatro puntas de sus arenosas armas unidas a su brazo derecho atravesaron el torso de aquel arbóreo enemigo sin muchos problemas aparentemente, regresando así a su posición original y liberando la diestra del arenero para posarse en la zurda del pelirrojo en el momento en que elevaba la misma y bajaba la extremidad anterior. Nuevamente surgían los cuatro tentáculos de filosas puntas pero desde el otro brazo directo hacia otro muñeco lignario frente al de ojos color turquesa. Su inexpresiva mirada siempre hallada en su rostro, hacía pensar que aquel acto no significaba nada para él, sin embargo, era todo lo contrario. Cada acción estaba planeada, cada logro alegraba un poco su ser, cada día que pasaba entrenando le hacía sentir un poco mejor de lo que había estado antes, ya que sabía que con eso avanzaba unos cuantos centímetros en su camino ninja...

Miró entonces a su alrededor, más de diez muñecos de práctica se hallaban rodeando al arenero en un área de unos veinte metros redondos. Normalmente se tomaba el tiempo para practicar mucho más tiempo con muchos más "enemigos" pero ese día necesitaba acabar temprano para así dirigirse al despacho del Kazekage a recibir y, posteriormente a ello, cumplir con la misión que se le iba a ser encargada. Era un día más como shinobi de Suna.

- Debo darme prisa... - Susurró para sí mismo al elevar su más poderosa arma a su alrededor y disponerse a atacar sin restricciones. Un ligero entrenamiento previo para un día de trabajo.

...

- Así te queríamos agarrar, cobarde de arena. ¡Vamos muchachos! - Nuevamente los chicos que normalmente le atacaban intentando dañarle en vano cada que podían.

Quizás, el entrenamiento sería un poco más extenso ese día...
Los días pasaban a una velocidad impresionante, casi como si se tratasen de simples instantes en la vida de aquel quien había perdido todo y hasta ahora no había ganado nada. No veía salida más que aquel tenue destello que, esperaba, fuese la luz al final del túnel que se había trazado a caminar... Su camino ninja. Ese en el que debía de convertirse en un shinobi lo suficientemente importante y vital para su pueblo, como para que volviera a sentir la paz que tanto necesitaba. Muchas veces lo pidieron, en todas los ignoró. Esos quienes le dieron el ser, sólo querían lo mejor para el futuro de su hijo y realmente creían que el ser un valioso ninja para su aldea era lo que necesitaba. ¿Qué quería él? Usualmente pasa que los jóvenes no deciden exactamente qué desean ser en un futuro. Quizás podía seguir el consejo de sus padres y luchar por su nación ninja, pero siempre ignoró sus orientaciones. Ellos confiaron en él, en el poder que corría por sus venas, en su capacidad latente. Pero ¿y él? Sólo hizo oídos sordos y prefirió quedarse como un mero espectador. Un admirador de la belleza que la naturaleza de un casi infinito mar de arena y un potente astro rey le brindaban, aquel desierto que por las noches proveía la vista de su fiel amante con una impactante y deslumbrante hermosura sin igual, pero que tristemente no pasaba de ello. ¿Qué iba a sacar de eso? La paz que alguna vez sintió al hacer lo que su corazón le indicaba, en un abrir y cerrar de ojos, se fué. Tan rápido como un parpadeo desapareció su felicidad, junto con la vida de aquellos seres, esos que tanto amó, esos que tanto ignoró, esos que por más que intentara cambiar, nunca volverían para verle progresar.

Sabaku Tsunayoshi, aquel impertinente joven que no supo el verdadero valor de lo que alguna vez tuvo, hasta que nunca más lo pudo tener, era quien día a día vivía sin poder borrar la culpa que lentamente le absorbía el alma. No encontró mejor salida para su abismo sin fin que seguir el deseo de sus fallecidos y tratar de redimirse alcanzando la gloria que alguna vez, sus progenitores y mejores amigos a la vez, desearon para él.

¿Necesitaba algo para iniciar su camino ninja?

Sí necesitaba algo y eso era ser lo más fuerte posible. Cada día superarse, ser mejor, más apto para servir a su pueblo de la manera más correcta y eficaz. Quizás con ello su paz arrebatada por la cruel vida que le había tocado vivir fuese devuelta, aunque fuera sólo un poco...

[...]

Era diario su paso por aquel arenoso y caluroso campo de entrenamiento. Si se tratara de algún negocio, seguramente ya tendría su membrecía de "cliente frecuente" pues estaba allí sin falta cada mañana, a excepción de los días en los cuales el deber del shinobi le hacía dirigirse a la oficina del líder de Sunagakure para recibir su encargo y con ello abandonaba momentáneamente su "segundo hogar". Así consideraba aquel amplio, y en ocasiones solitario, campo de entrenamiento. Su pasatiempo había pasado de ser observar el desierto a actuar en aquel campo de práctica con la finalidad de obtener mejorías físicas que quizás, tan sólo quizás, podrían ayudarle a obtener también mejorías mentales y espirituales. Por eso estaba allí, por eso seguía yendo allí, por eso dejaba toda su capacidad en el árido terreno después de cada sesión, por eso daba cada gota de sudor, cada porción de fuerza, cada pizca de habilidad. Quizás con eso algún día, podría ser merecedor de recibir el perdón de sus caídos, y también de sí mismo, algo de lo cual en la actualidad, se veía incapaz de recibir.

Aunque el suelo estuviera cubierto de aquel característico material desértico del país, su inexperiencia en el manejo del mismo le hacía necesario el uso de aquella parte del desierto que llevaba consigo en el interior de su fiel contenedor hecho, curiosamente, de la misma arena. Granos de resistentes y poderosos minerales del País del Viento reforzados con el chakra de quien constantemente sufría su, por los momentos, inextinguible duelo. Su arena siempre había sido su mejor arma, su quinta extremidad, siempre había sido parte de él y él, también formaba parte de ella. Así lo sentía. Los diminutos granos áridos y secos se juntaban rápidamente a la orden de los deseos de su maestro para formar las estructuras que éste necesitase, o bueno, más bien lo que su actual límite en poder y habilidad le permitiese, para así poner a prueba aquellas mismas capacidades e intentar sobrepasarlas cada día un metro más, un centímetro más, o aunque fuera un milímetro.

La arena, parte de él como se mencionó previamente, quizás le limitaba un poco, pero también le permitía hacer muchas cosas, entre ellas, rodear su brazo derecho con ella y extender desde el mismo al usarlo como base de guía para su creación, cuatro tentáculos desérticos que tan rápido como su buen manejo en el arte del ninjutsu le permitía se extendieron directo hacia su primer objetivo: Un muñeco de prueba hecho completamente de madera a unos ocho metros frente al Sabaku. Las cuatro puntas de sus arenosas armas unidas a su brazo derecho atravesaron el torso de aquel arbóreo enemigo sin muchos problemas aparentemente, regresando así a su posición original y liberando la diestra del arenero para posarse en la zurda del pelirrojo en el momento en que elevaba la misma y bajaba la extremidad anterior. Nuevamente surgían los cuatro tentáculos de filosas puntas pero desde el otro brazo directo hacia otro muñeco lignario frente al de ojos color turquesa. Su inexpresiva mirada siempre hallada en su rostro, hacía pensar que aquel acto no significaba nada para él, sin embargo, era todo lo contrario. Cada acción estaba planeada, cada logro alegraba un poco su ser, cada día que pasaba entrenando le hacía sentir un poco mejor de lo que había estado antes, ya que sabía que con eso avanzaba unos cuantos centímetros en su camino ninja...

Miró entonces a su alrededor, más de diez muñecos de práctica se hallaban rodeando al arenero en un área de unos veinte metros redondos. Normalmente se tomaba el tiempo para practicar mucho más tiempo con muchos más "enemigos" pero ese día necesitaba acabar temprano para así dirigirse al despacho del Kazekage a recibir y, posteriormente a ello, cumplir con la misión que se le iba a ser encargada. Era un día más como shinobi de Suna.

- Debo darme prisa... - Susurró para sí mismo al elevar su más poderosa arma a su alrededor y disponerse a atacar sin restricciones. Un ligero entrenamiento previo para un día de trabajo.

...

- Así te queríamos agarrar, cobarde de arena. ¡Vamos muchachos! - Nuevamente los chicos que normalmente le atacaban intentando dañarle en vano cada que podían.

Quizás, el entrenamiento sería un poco más extenso ese día...

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Senju Kaede
¡Entrenamieto Aceptado!

Sabaku Tsunayoshi Se te han otorgado 4 PD.
¡Entrenamieto Aceptado!

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