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MADARA CHRONICLES

¡Bienvenido a Madara Chronicles! Foro de Naruto interpretativo donde buscamos que el usuario se encuentre con la mayor de las comodidades y disponga de opciones para crear y desarrollar su personaje dentro de una ambientación, permitiendo que cobre importancia con el paso del tiempo y de su propio desarrollo.

Actualmente estamos en fase Beta, pero trabajamos duramente para dar una experiencia nueva y única para el usuario, con multitud de ideas y proyectos que esperamos que pronto vean la luz.

¿Por qué no te animas a formar parte de este gran proyecto? ¡Te esperamos con los brazos abiertos!
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“Cuando no haya más espacio en el infierno, los muertos caminarán sobre la tierra.”

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¿Sabías que...
Madara Chronicles es un foro basado en la obra de Masashi Kishimoto "Naruto" y "Naruto Shippuden", utilizando tan solo su ambientación y personajes para crear una trama propia.

Todo el contenido producido en el foro es propiedad de sus creadores originales, así como el contenido administrativo es propiedad del Staff. La estética del foro proviene del usuario Akira Aoi, agradeciendo a Foroactivo, W3Schools y otras páginas webs por su tutoriales.

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Sabaku Tsunayoshi
Tenía apenas un par de días para prepararse lo mejor posible para asistir al torneo ceremonial en el cual iba a representar a su aldea como uno de sus ninja que mayor espectativa provocaba en cuanto al rendimiento futuro. Dicho evento, que hasta ese momento el lugar donde se llevaría a cabo era completamente desconocido para el pelirrojo, estaría lleno no sólo de un público sediento de una increible exhibición de talento y poder, sino que también de poderosos y bien capacitados shinobis que, estaba seguro, más de uno le superarían en varios aspectos por cómo se encontraba su estado de forma en ese momento.

No se consideraba un hábil shinobi. De hecho sentía que estaba lejos de ser siquiera considerado como un ninja en camino hacia la élite de su aldea. Sin embargo, una basta alegría había invadido todo su ser al darse cuenta que no sólo había sido evaluado por el mismísimo líder de su villa desde hacía tiempo sino que el mismo tenía gran confianza en él como para pedirle asistir a tan importante y antigua ceremonia tradicional entre aldeas ninja. Por eso no podía permitirse fallar. No debía quedar en ridículo como siempre solía hacer cuando entrenaba en conjunto con niños de diez años, pues sí, un adulto joven no cuadraba muy bien en un "jardín de infantes" pero así habían sido las cosas desde que su mentalidad cambiante, ahora con la madurez que la mayoría de edad brindaba, le había hecho entender que se había descuidado y por ello quedado al mismo nivel que los niños ninja de su villa. Era por eso mismo que él, Sabaku Tsunayoshi, tenía que ser cada segundo que pasaba más fuerte y capaz que el anterior, de lo contrario podía irse despidiendo de la posibilidad de siquiera pisar las tierras de la aldea anfitriona del ansiado evento de batallas teniendo al menos una pequeña oportunidad de no ser derrotado de manera humillante. Debía superarse cada vez más. Él mismo, era su único objetivo a vencer.

[...]

Los miró un momento. Lucía bastante serio e inexpresivo como de costumbre, pero, algo en él era distinto esa mañana pues no sólo su progreso estaba en proceso evolutivo esa vez sino que también el de esos muchachos que amablemente habían pedido al arenero entrenar juntos. "Ey, inútil vejestorio, ¿por qué en lugar de jugar a hacer castillos de arena como niñita, no intentas detenernos de patearte el trasero?", recordaba las palabras de quien parecía ser el líder de aquel grupo de cinco niños que en esos momentos le rodeaban en el campo de entrenamiento de Sunagakure. El "líder" frente a él, a su noroeste y noreste dos más, a su sureste y suroeste los dos restantes. Diez metros aproximadamente les separaban de cada uno de ellos. Nadie se movía, o bueno, no de manera voluntaria. Las hebras rojizas de tonos similares al ladrillo que portaba sin peinar el de grandes ojeras en la cabeza eran llevabas a bailar por la osadía de la galante brisa que sin tapujos se paseaba por el terreno presumiendo la libertad que tenía de hacerlo al encontrarse en el país cuyo nombre delataba qué elemento reinaba incluso por encima de los secos minerales del extenso y caliente suelo del mismo. Las leves corrientes de viento también movían parte de la vestimenta del arenero así como la de los infantes alrededor de él.

Uno de ellos, quien se hallaba a espaldas de Tsuna en dirección a la izquierda del mismo (suroeste), llevó rápidamente su mano a su bolsa de herramientas ninja, ubicada a la derecha de su cintura para así tomar la cuchilla ninja más común y conocida de todo el mundo inmerso en la milenaria arte del shinobijutsu; el kunai. - ¡Toma esto, viejito! - Dijo al lanzar con todas sus fuerzas el protectil en dirección a la espalda del usuario de Fuuton. Los diez metros que le separaban al niño del joven adulto iban siendo devorados por la rápida movilidad del cuchillo de doble filo color negro, arrojado con buena habilidad, una que superaba la del agredido pelirrojo quien inmóvil tan sólo suspiró sin muchas ganas de moverse. Parte de él quería ser herido por dicha cuchilla. Quizás con eso el dolor de su alma sería opacado por el de su cuerpo y así su pobre mente lograría descansar un poco. Pero, no sería así. No lo permitía su otra parte, aquella que siguiendo la voluntad de sus amados fallecidos le llevaba a ser cada día mejor con tal de honrar la memoria de los mismos. Su dominio sobre la arena era muy superior por encima de sus demás habilidades. El tapón faltante en su querida compañera de aventuras facilitó que el contenido de la misma emergiera sin restricción ni obstáculos en su camino. Al notar la cercanía del protectil corto-punzante, su "defensa absoluta" haría aparición para resguardarle de cualquier daño que pudiera causarle la agresión del enemigo y que obviamente sería así de no interponerse. Una pared de arena cuya altura sería de un metro ochenta se alzaba a espaldas del arenero impidiendo que el pelirrojo fuese herido por el kunai agresor. La cuchilla se adentró entonces en aquellos granos secos y resistentes para decirle adiós a su dueño y tratar de pedir perdón por su fallido cometido. Después de absorber el impacto y también a la herramienta ninja, la arena del Sabaku cayó al piso cual costal de papas, dejando ver al cuchillo de doble filo que se había perdido en sus adentros hacia tan sólo segundos atrás.

- Suerte de cobarde, ¡vamos muchachos! - Diría el que se hallaba frente al inmóvil adulto para repetir la acción de su compañero a espaldas del Sabaku, aunque a diferencia de el primero, éste tomaba con sus dos manos un par de Shurikens para así arrojarlas hacia la humanidad del pasivo Gennin mayor de edad.

("¿Por qué hacen esto cada semana?") - Se preguntaba al momento en que su arena empezara a defenderle de todo ataque realizado por los infantes ante él. Una simple práctica, una que no había pedido realmente. Más proyectiles ninja se perdían entre las cortinas que los minerales endurecidos y cubiertos de chakra formaban para proteger a su controlador una y otra vez, herramientas que luego de fallar en su acción ofensiva, eran liberadas por la holgazán arena que caía tras cumplir su proyectora función. Golpes, patadas, más armas. Nada podía sobrepasar el escudo de arena del, valga la redundancia, arenero de Sunagakure. ("Mejor desistir y simplemente seguir la corriente...") - Quedó aquello en su mente al momento en que alzaba su árido material desértico para iniciar la ofensiva, o al menos planear eso, pues tan pronto la arena se elevó con intenciones bélicas, los cinco críos salieron huyendo despavoridos. "La próxima vez no podrás defenderte de nosotros, tonto de arena" les había logrado oír mientras huían. Nunca entendió por qué hacían eso si claramente no podían dañarlo, pero tampoco impidió que siguiera pasando semana tras semana. Parecía ser que él no sólo era el objetivo a vencer de sí mismo, sino también el de esos niños... Sonrió alterando su, hasta ahora, inexpresiva mirada ya que, por lo menos, su estancia en ese lugar inspiraba a esa nueva generación a ser cada día más fuerte. Directa o indirectamente, estaba ayudando a más aldeanos en Suna y eso era algo que llenaba de felicidad al desgraciado muchachos de pronunciadas ojeras.
Tenía apenas un par de días para prepararse lo mejor posible para asistir al torneo ceremonial en el cual iba a representar a su aldea como uno de sus ninja que mayor espectativa provocaba en cuanto al rendimiento futuro. Dicho evento, que hasta ese momento el lugar donde se llevaría a cabo era completamente desconocido para el pelirrojo, estaría lleno no sólo de un público sediento de una increible exhibición de talento y poder, sino que también de poderosos y bien capacitados shinobis que, estaba seguro, más de uno le superarían en varios aspectos por cómo se encontraba su estado de forma en ese momento.

No se consideraba un hábil shinobi. De hecho sentía que estaba lejos de ser siquiera considerado como un ninja en camino hacia la élite de su aldea. Sin embargo, una basta alegría había invadido todo su ser al darse cuenta que no sólo había sido evaluado por el mismísimo líder de su villa desde hacía tiempo sino que el mismo tenía gran confianza en él como para pedirle asistir a tan importante y antigua ceremonia tradicional entre aldeas ninja. Por eso no podía permitirse fallar. No debía quedar en ridículo como siempre solía hacer cuando entrenaba en conjunto con niños de diez años, pues sí, un adulto joven no cuadraba muy bien en un "jardín de infantes" pero así habían sido las cosas desde que su mentalidad cambiante, ahora con la madurez que la mayoría de edad brindaba, le había hecho entender que se había descuidado y por ello quedado al mismo nivel que los niños ninja de su villa. Era por eso mismo que él, Sabaku Tsunayoshi, tenía que ser cada segundo que pasaba más fuerte y capaz que el anterior, de lo contrario podía irse despidiendo de la posibilidad de siquiera pisar las tierras de la aldea anfitriona del ansiado evento de batallas teniendo al menos una pequeña oportunidad de no ser derrotado de manera humillante. Debía superarse cada vez más. Él mismo, era su único objetivo a vencer.

[...]

Los miró un momento. Lucía bastante serio e inexpresivo como de costumbre, pero, algo en él era distinto esa mañana pues no sólo su progreso estaba en proceso evolutivo esa vez sino que también el de esos muchachos que amablemente habían pedido al arenero entrenar juntos. "Ey, inútil vejestorio, ¿por qué en lugar de jugar a hacer castillos de arena como niñita, no intentas detenernos de patearte el trasero?", recordaba las palabras de quien parecía ser el líder de aquel grupo de cinco niños que en esos momentos le rodeaban en el campo de entrenamiento de Sunagakure. El "líder" frente a él, a su noroeste y noreste dos más, a su sureste y suroeste los dos restantes. Diez metros aproximadamente les separaban de cada uno de ellos. Nadie se movía, o bueno, no de manera voluntaria. Las hebras rojizas de tonos similares al ladrillo que portaba sin peinar el de grandes ojeras en la cabeza eran llevabas a bailar por la osadía de la galante brisa que sin tapujos se paseaba por el terreno presumiendo la libertad que tenía de hacerlo al encontrarse en el país cuyo nombre delataba qué elemento reinaba incluso por encima de los secos minerales del extenso y caliente suelo del mismo. Las leves corrientes de viento también movían parte de la vestimenta del arenero así como la de los infantes alrededor de él.

Uno de ellos, quien se hallaba a espaldas de Tsuna en dirección a la izquierda del mismo (suroeste), llevó rápidamente su mano a su bolsa de herramientas ninja, ubicada a la derecha de su cintura para así tomar la cuchilla ninja más común y conocida de todo el mundo inmerso en la milenaria arte del shinobijutsu; el kunai. - ¡Toma esto, viejito! - Dijo al lanzar con todas sus fuerzas el protectil en dirección a la espalda del usuario de Fuuton. Los diez metros que le separaban al niño del joven adulto iban siendo devorados por la rápida movilidad del cuchillo de doble filo color negro, arrojado con buena habilidad, una que superaba la del agredido pelirrojo quien inmóvil tan sólo suspiró sin muchas ganas de moverse. Parte de él quería ser herido por dicha cuchilla. Quizás con eso el dolor de su alma sería opacado por el de su cuerpo y así su pobre mente lograría descansar un poco. Pero, no sería así. No lo permitía su otra parte, aquella que siguiendo la voluntad de sus amados fallecidos le llevaba a ser cada día mejor con tal de honrar la memoria de los mismos. Su dominio sobre la arena era muy superior por encima de sus demás habilidades. El tapón faltante en su querida compañera de aventuras facilitó que el contenido de la misma emergiera sin restricción ni obstáculos en su camino. Al notar la cercanía del protectil corto-punzante, su "defensa absoluta" haría aparición para resguardarle de cualquier daño que pudiera causarle la agresión del enemigo y que obviamente sería así de no interponerse. Una pared de arena cuya altura sería de un metro ochenta se alzaba a espaldas del arenero impidiendo que el pelirrojo fuese herido por el kunai agresor. La cuchilla se adentró entonces en aquellos granos secos y resistentes para decirle adiós a su dueño y tratar de pedir perdón por su fallido cometido. Después de absorber el impacto y también a la herramienta ninja, la arena del Sabaku cayó al piso cual costal de papas, dejando ver al cuchillo de doble filo que se había perdido en sus adentros hacia tan sólo segundos atrás.

- Suerte de cobarde, ¡vamos muchachos! - Diría el que se hallaba frente al inmóvil adulto para repetir la acción de su compañero a espaldas del Sabaku, aunque a diferencia de el primero, éste tomaba con sus dos manos un par de Shurikens para así arrojarlas hacia la humanidad del pasivo Gennin mayor de edad.

("¿Por qué hacen esto cada semana?") - Se preguntaba al momento en que su arena empezara a defenderle de todo ataque realizado por los infantes ante él. Una simple práctica, una que no había pedido realmente. Más proyectiles ninja se perdían entre las cortinas que los minerales endurecidos y cubiertos de chakra formaban para proteger a su controlador una y otra vez, herramientas que luego de fallar en su acción ofensiva, eran liberadas por la holgazán arena que caía tras cumplir su proyectora función. Golpes, patadas, más armas. Nada podía sobrepasar el escudo de arena del, valga la redundancia, arenero de Sunagakure. ("Mejor desistir y simplemente seguir la corriente...") - Quedó aquello en su mente al momento en que alzaba su árido material desértico para iniciar la ofensiva, o al menos planear eso, pues tan pronto la arena se elevó con intenciones bélicas, los cinco críos salieron huyendo despavoridos. "La próxima vez no podrás defenderte de nosotros, tonto de arena" les había logrado oír mientras huían. Nunca entendió por qué hacían eso si claramente no podían dañarlo, pero tampoco impidió que siguiera pasando semana tras semana. Parecía ser que él no sólo era el objetivo a vencer de sí mismo, sino también el de esos niños... Sonrió alterando su, hasta ahora, inexpresiva mirada ya que, por lo menos, su estancia en ese lugar inspiraba a esa nueva generación a ser cada día más fuerte. Directa o indirectamente, estaba ayudando a más aldeanos en Suna y eso era algo que llenaba de felicidad al desgraciado muchachos de pronunciadas ojeras.

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