Avanzaba lo más rápido que su capacidad física le permitía hacerlo. Corría sabiendo que aunque la velocidad no fuera en lo que más destacara, muchos enfermos necesitaban de él, de su velocidad, de su capacidad como ninja...
[...]
Temprano como de costumbre, luego de tomar un baño, desayunar y alistarse de la mejor manera posible, había acudido a la oficina del Kazekage, previamente anunciándose en el recibidor de la planta baja del edificio para así solicitar una misión para ese día. Su intención no había cambiado en lo más mínimo, tampoco sus deseos de crecer como shinobi de la arena. Al contrario, cada día que pasaba aumentaban más sus deseos por alcanzar un poder que rozara lo divino para así ayudar a todos, para proteger a todos, para garantizar que esta generación siguiente fuese lo suficientemente fuerte para servir a su pueblo de la mejor manera, siendo él parte de ello. Quizás con eso lograría obtener el perdón de sus decepcionados fallecidos. Tal vez incluso podría perdonarse a sí mismo por sus errores del pasado, sus fallas como hijo y como ninja.
Nuevamente una tarea le sería asignada. Un encargo que prácticamente le estaba esperando. Justo unos minutos antes de su llegada, un escarabajo volador de buen tamaño (aproximadamente el de una sandía) había llegado a la oficina de correos aledaña a la del Kazekage para entregar un mensaje de ayuda. Resultaba ser aquel insecto una invocación de un lastimado transportista ninja de medicina, quien de camino desde la capital del país rumbo a la aldea se descuidó y terminó torciéndose el tobillo izquierdo. Claramente no podría terminar su entrega en tal estado y las medicinas que se necesitaban con carácter de urgencia en el hospital principal de Sunagakure venían precisamente en la carga de ese hombre. ¿Casualidad? ¿Destino? ¿Suerte? Fuera lo que fuera, Tsunayoshi había llegado en el momento que se necesitaba que alguien fuera a recoger esa medicina, ya se enviaría luego un equipo de rescate para el incapacitado mensajero pero la prioridad era llevar las medicinas al hospital lo más rápido posible o probablemente las consecuencias de aquel día serían mortales para muchos pacientes.
Sin vacilar siquiera, decidió separarse momentáneamente de su fiel compañera, la calabaza de arena, dejándola en la oficina del Kazekage con previo permiso del mismo y con la petición de que la cuidasen mientras él volvía, aceptando claramente la tarea que se le pedía realizar, una nueva misión Rango D que no hubiera rechazado de ninguna forma. Necesitaría obviamente ir sin equipaje alguno para traer las medicinas que no sabía si vendrían en caja o algo así. Acto seguido, partiría entonces siguiendo a la Invocación del mensajero que le guiaría hasta la ubicación del mismo.
[...]
Ubicar al hombre con el cargamento de fármacos no sería realmente un problema muy grande para el ninja de bajo rango. Avanzaría rápidamente a través de los áridos parajes desérticos, cubriendo sus ojos de vez en cuando para evitar que la arena que era levantada por las momentáneas corrientes de aire no le entrasen a los ojos. Allí, ubicado a aproximadamente unos quinientos metros al norte de la aldea se hallaría echado en el suelo, apenas cubierto por una capa para evitar sufrir de insolación el mensajero. Su cara de alivio al ver al pelirrojo usuario del elemento viento no tendría precio. Se notaba con ello las buenas intenciones que tenía aquel hombre para con los enfermos de la aldea, seguramente amaba el trabajo que realizaba.
- Es una suerte que estés aquí. ¡Rápido, muchacho, toma esto y entrégalo cuanto antes en el hospital de tu aldea! - Sin rodeos, directo al punto y afirmando lo que ya creía el Sabaku, el buen hombre le haría entrega de un gran bidón de madera que con unas correas fácilmente podría cargarlo en su espalda. Tsunayoshi, ágil de mente y predispuesto a ayudar como bien se sabe, tomaría el cargamento sin mediar palabra excepto antes de partir de regreso.
- ¿Está usted seguro de que estará bien aquí solo? - Preocupación más que otra cosa por aquel buen intencionado mensajero sentiría el arenero. El mayor asintiría sonriendo. - No te preocupes, Rokuro te compañará a la aldea para guiar al grupo que vendrá por mí. Me disculpo por mi descuido. - El de ojos color turquesa, negaría con la cabeza para responder a lo que había dicho el transportista de medicinas. - No se preocupe. Hizo un buen trabajo. Ahora, debo retirarme. - Después de ello, retomaría su camino velozmente de vuelta a su hogar, con un rumbo trazado mentalmente directo hacia el hospital de la aldea, acompañado por el escarabajo del mensajero llamado "Rokuro".
[...]
Menos de cuarenta minutos le había llevado realizar el recorrido. El cansancio se hacía presente en su cuerpo. Ligeras gotas de sudor adornarían su frente en clara señal de sobrellevar un esfuerzo no acostumbrado, su respiración agitada y su rápida frecuencia cardíaca le harían saber al joven que no mucho tiempo iba poder continuar avanzando a esa velocidad pues siendo un ser humano, el cansancio tarde o temprano le pasaría factura y bien costosa. Aún así y contra todo lo que se le presentase en el camino, el pelirrojo no detendría su avance hasta llegar a su destino. La salud de otros estaba en juego y dependía de él que los médicos pudieran tener lo necesario para sanarles.
El hospital de la arena, en cuya entrada desde hacía más de una hora se hallaban algunas enfermeras esperando la carga de medicina que se suponía, debía recibirse ese mismo día a una hora acordada con anterioridad, se hacía presente en el rango de visión del apurado pelirrojo una vez que tan sólo faltasen unos cuantos metros a su recorrido para terminarlo, al cruzar por una de las esquinas de las arenosas calles de la aldea. El reclamo de parte de las servidoras de la salud sería recibido por el controlador de arena en el momento que el mismo les hacia entrega del cargamento de medicamentos, aún siendo inocente de la tardanza de la entrega y más bien un "héroe de momento oportuno" ese día. No tomándole importancia al regaño, regresaría al despacho del líder de Sunagakure para recuperar su calabaza de arena, notificar la realización de la misión satisfactoriamente y emprender un rumbo directo hacia su hogar para tomar un merecido y vital descanso por ese día, un día más para avanzar en su camino ninja, uno en el que había ayudado de gran manera a su aldea a pesar de su bajo rango e influencia en la misma.
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Temprano como de costumbre, luego de tomar un baño, desayunar y alistarse de la mejor manera posible, había acudido a la oficina del Kazekage, previamente anunciándose en el recibidor de la planta baja del edificio para así solicitar una misión para ese día. Su intención no había cambiado en lo más mínimo, tampoco sus deseos de crecer como shinobi de la arena. Al contrario, cada día que pasaba aumentaban más sus deseos por alcanzar un poder que rozara lo divino para así ayudar a todos, para proteger a todos, para garantizar que esta generación siguiente fuese lo suficientemente fuerte para servir a su pueblo de la mejor manera, siendo él parte de ello. Quizás con eso lograría obtener el perdón de sus decepcionados fallecidos. Tal vez incluso podría perdonarse a sí mismo por sus errores del pasado, sus fallas como hijo y como ninja.
Nuevamente una tarea le sería asignada. Un encargo que prácticamente le estaba esperando. Justo unos minutos antes de su llegada, un escarabajo volador de buen tamaño (aproximadamente el de una sandía) había llegado a la oficina de correos aledaña a la del Kazekage para entregar un mensaje de ayuda. Resultaba ser aquel insecto una invocación de un lastimado transportista ninja de medicina, quien de camino desde la capital del país rumbo a la aldea se descuidó y terminó torciéndose el tobillo izquierdo. Claramente no podría terminar su entrega en tal estado y las medicinas que se necesitaban con carácter de urgencia en el hospital principal de Sunagakure venían precisamente en la carga de ese hombre. ¿Casualidad? ¿Destino? ¿Suerte? Fuera lo que fuera, Tsunayoshi había llegado en el momento que se necesitaba que alguien fuera a recoger esa medicina, ya se enviaría luego un equipo de rescate para el incapacitado mensajero pero la prioridad era llevar las medicinas al hospital lo más rápido posible o probablemente las consecuencias de aquel día serían mortales para muchos pacientes.
Sin vacilar siquiera, decidió separarse momentáneamente de su fiel compañera, la calabaza de arena, dejándola en la oficina del Kazekage con previo permiso del mismo y con la petición de que la cuidasen mientras él volvía, aceptando claramente la tarea que se le pedía realizar, una nueva misión Rango D que no hubiera rechazado de ninguna forma. Necesitaría obviamente ir sin equipaje alguno para traer las medicinas que no sabía si vendrían en caja o algo así. Acto seguido, partiría entonces siguiendo a la Invocación del mensajero que le guiaría hasta la ubicación del mismo.
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Ubicar al hombre con el cargamento de fármacos no sería realmente un problema muy grande para el ninja de bajo rango. Avanzaría rápidamente a través de los áridos parajes desérticos, cubriendo sus ojos de vez en cuando para evitar que la arena que era levantada por las momentáneas corrientes de aire no le entrasen a los ojos. Allí, ubicado a aproximadamente unos quinientos metros al norte de la aldea se hallaría echado en el suelo, apenas cubierto por una capa para evitar sufrir de insolación el mensajero. Su cara de alivio al ver al pelirrojo usuario del elemento viento no tendría precio. Se notaba con ello las buenas intenciones que tenía aquel hombre para con los enfermos de la aldea, seguramente amaba el trabajo que realizaba.
- Es una suerte que estés aquí. ¡Rápido, muchacho, toma esto y entrégalo cuanto antes en el hospital de tu aldea! - Sin rodeos, directo al punto y afirmando lo que ya creía el Sabaku, el buen hombre le haría entrega de un gran bidón de madera que con unas correas fácilmente podría cargarlo en su espalda. Tsunayoshi, ágil de mente y predispuesto a ayudar como bien se sabe, tomaría el cargamento sin mediar palabra excepto antes de partir de regreso.
- ¿Está usted seguro de que estará bien aquí solo? - Preocupación más que otra cosa por aquel buen intencionado mensajero sentiría el arenero. El mayor asintiría sonriendo. - No te preocupes, Rokuro te compañará a la aldea para guiar al grupo que vendrá por mí. Me disculpo por mi descuido. - El de ojos color turquesa, negaría con la cabeza para responder a lo que había dicho el transportista de medicinas. - No se preocupe. Hizo un buen trabajo. Ahora, debo retirarme. - Después de ello, retomaría su camino velozmente de vuelta a su hogar, con un rumbo trazado mentalmente directo hacia el hospital de la aldea, acompañado por el escarabajo del mensajero llamado "Rokuro".
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Menos de cuarenta minutos le había llevado realizar el recorrido. El cansancio se hacía presente en su cuerpo. Ligeras gotas de sudor adornarían su frente en clara señal de sobrellevar un esfuerzo no acostumbrado, su respiración agitada y su rápida frecuencia cardíaca le harían saber al joven que no mucho tiempo iba poder continuar avanzando a esa velocidad pues siendo un ser humano, el cansancio tarde o temprano le pasaría factura y bien costosa. Aún así y contra todo lo que se le presentase en el camino, el pelirrojo no detendría su avance hasta llegar a su destino. La salud de otros estaba en juego y dependía de él que los médicos pudieran tener lo necesario para sanarles.
El hospital de la arena, en cuya entrada desde hacía más de una hora se hallaban algunas enfermeras esperando la carga de medicina que se suponía, debía recibirse ese mismo día a una hora acordada con anterioridad, se hacía presente en el rango de visión del apurado pelirrojo una vez que tan sólo faltasen unos cuantos metros a su recorrido para terminarlo, al cruzar por una de las esquinas de las arenosas calles de la aldea. El reclamo de parte de las servidoras de la salud sería recibido por el controlador de arena en el momento que el mismo les hacia entrega del cargamento de medicamentos, aún siendo inocente de la tardanza de la entrega y más bien un "héroe de momento oportuno" ese día. No tomándole importancia al regaño, regresaría al despacho del líder de Sunagakure para recuperar su calabaza de arena, notificar la realización de la misión satisfactoriamente y emprender un rumbo directo hacia su hogar para tomar un merecido y vital descanso por ese día, un día más para avanzar en su camino ninja, uno en el que había ayudado de gran manera a su aldea a pesar de su bajo rango e influencia en la misma.