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MADARA CHRONICLES

¡Bienvenido a Madara Chronicles! Foro de Naruto interpretativo donde buscamos que el usuario se encuentre con la mayor de las comodidades y disponga de opciones para crear y desarrollar su personaje dentro de una ambientación, permitiendo que cobre importancia con el paso del tiempo y de su propio desarrollo.

Actualmente estamos en fase Beta, pero trabajamos duramente para dar una experiencia nueva y única para el usuario, con multitud de ideas y proyectos que esperamos que pronto vean la luz.

¿Por qué no te animas a formar parte de este gran proyecto? ¡Te esperamos con los brazos abiertos!
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Madara Chronicles es un foro basado en la obra de Masashi Kishimoto "Naruto" y "Naruto Shippuden", utilizando tan solo su ambientación y personajes para crear una trama propia.

Todo el contenido producido en el foro es propiedad de sus creadores originales, así como el contenido administrativo es propiedad del Staff. La estética del foro proviene del usuario Akira Aoi, agradeciendo a Foroactivo, W3Schools y otras páginas webs por su tutoriales.

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Hermanos [2/6]

[Entrenamiento en solitario] Silkroad

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Tenma Uzumaki




U
na semana había transcurrido desde aquella batalla inconclusa, apenas dejada como un empate para la inconformidad del pequeño bermellón. Sucedía entonces que aquel día iniciaba con un lento ascenso diurno, en donde su extensa melena carmín se desplegaba sin control sobre el futón en el que dormía tan plácidamente.

Por fortuna, el joven pelirrojo pocas preocupaciones podía tener. Su madre veía los días pasar dentro de su herboristeria, entregada a su amor por la medicina y la flora. Su abuela vivía al cuidado de aquellos a punto de nacer en la aldea, como la matrona que era. Y su hermana, su pequeña hermana menor, sólo atendía a las clases que algún profesor de literatura, artes plásticas o matemáticas, solían dar a los jóvenes de forma gratuita y que cuyas familias poco podrían costear una educación con todas las comodidades.

Tenma había crecido en un sitio de sólo mujeres, siendo un hogar bastante modesto y carente de lujos. Pero, aún con ello, se sentía pleno. No necesitaba de algo más que sólo tenerlas a ellas, viviendo así una época que pocos en un mundo como aquel podría tener. Una familia, un hogar.

Sin embargo, no todo sería tan de rosas es día, pues el primer impacto vendría cuando, al despertar por los rayos de luz filtrarse a su habitación, encontraría su rostro deformado en una abominación sobre el espejo. Su grito fue poderoso, pero nadie se encontraba en casa en ese momento. Su abuela debía estar con los huérfanos de la aldea, y su madre en la herboristeria con, posiblemente, su hermana ayudándola.

Tal parecía que nadie había querido importunar su descanso luego de haber estado inmerso en varias misión en los días más recientes.





U
na semana había transcurrido desde aquella batalla inconclusa, apenas dejada como un empate para la inconformidad del pequeño bermellón. Sucedía entonces que aquel día iniciaba con un lento ascenso diurno, en donde su extensa melena carmín se desplegaba sin control sobre el futón en el que dormía tan plácidamente.

Por fortuna, el joven pelirrojo pocas preocupaciones podía tener. Su madre veía los días pasar dentro de su herboristeria, entregada a su amor por la medicina y la flora. Su abuela vivía al cuidado de aquellos a punto de nacer en la aldea, como la matrona que era. Y su hermana, su pequeña hermana menor, sólo atendía a las clases que algún profesor de literatura, artes plásticas o matemáticas, solían dar a los jóvenes de forma gratuita y que cuyas familias poco podrían costear una educación con todas las comodidades.

Tenma había crecido en un sitio de sólo mujeres, siendo un hogar bastante modesto y carente de lujos. Pero, aún con ello, se sentía pleno. No necesitaba de algo más que sólo tenerlas a ellas, viviendo así una época que pocos en un mundo como aquel podría tener. Una familia, un hogar.

Sin embargo, no todo sería tan de rosas es día, pues el primer impacto vendría cuando, al despertar por los rayos de luz filtrarse a su habitación, encontraría su rostro deformado en una abominación sobre el espejo. Su grito fue poderoso, pero nadie se encontraba en casa en ese momento. Su abuela debía estar con los huérfanos de la aldea, y su madre en la herboristeria con, posiblemente, su hermana ayudándola.

Tal parecía que nadie había querido importunar su descanso luego de haber estado inmerso en varias misión en los días más recientes.

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Tenma Uzumaki




E
ntrando en contexto, la vida tan tranquila del Uzumaki se desviaría de la monotonía que habría previsto para aquel día. Largos cuernos sobresalían de su cabeza enmarañada de cabellos rojizos, junto a una cara espeluznante que poco o nada podía identificar su verdadera expresión.

Se palpó aquel gesto entre confusión y tristeza con sus manos cuyos dedos exhibían garras, rozando los colmillos, grandes y pequeños, que poblaban su enorme y desencajada mandíbula, dándole un aspecto grotesco a su figura. Sin embargo, se dio cuenta de ligeros detalles tales como una voluminosa singularidad en su pecho. El espejo de aquel baño no mentía. Incluso sus partes bajas habían desaparecido. Un sutil mareo pareció florecer en su cabeza, pero pudo lidiar con el subidón de estrés por momentos.

En ese instante, las ideas de Tenma revolotearon entre su situación; lo que aquello desencadenaría si alguien le viera con ese aspecto, incluyendo su familia. Así mismo, pensó en qué pudo haberle ocurrido, siendo la noche anterior haber llegado a casa luego de un exhaustivo entrenamiento junto a su maestro y compañeros de equipo.

No recordaba nada extraño que pudiera haber ocasionado el estado en que se encontraba luego de aquella sesión. Lo pensaba y nada le llegaba.

Sólo terminó en el futón, tras bañarse, con los músculos fatigados. Esperaba que al siguiente día iría a despertar con sus fibras adoloridas, pero ni tan siquiera eso. Ahora era un monstruo, una criatura horrenda con rasgos femeninos que, tal vez en otra situación, hubiera aprovechado para explorar sobre ese mundo desconocido, o al menos dentro de su consideración, al saberse ignoto sobre las características de ese género tan opuesto.





E
ntrando en contexto, la vida tan tranquila del Uzumaki se desviaría de la monotonía que habría previsto para aquel día. Largos cuernos sobresalían de su cabeza enmarañada de cabellos rojizos, junto a una cara espeluznante que poco o nada podía identificar su verdadera expresión.

Se palpó aquel gesto entre confusión y tristeza con sus manos cuyos dedos exhibían garras, rozando los colmillos, grandes y pequeños, que poblaban su enorme y desencajada mandíbula, dándole un aspecto grotesco a su figura. Sin embargo, se dio cuenta de ligeros detalles tales como una voluminosa singularidad en su pecho. El espejo de aquel baño no mentía. Incluso sus partes bajas habían desaparecido. Un sutil mareo pareció florecer en su cabeza, pero pudo lidiar con el subidón de estrés por momentos.

En ese instante, las ideas de Tenma revolotearon entre su situación; lo que aquello desencadenaría si alguien le viera con ese aspecto, incluyendo su familia. Así mismo, pensó en qué pudo haberle ocurrido, siendo la noche anterior haber llegado a casa luego de un exhaustivo entrenamiento junto a su maestro y compañeros de equipo.

No recordaba nada extraño que pudiera haber ocasionado el estado en que se encontraba luego de aquella sesión. Lo pensaba y nada le llegaba.

Sólo terminó en el futón, tras bañarse, con los músculos fatigados. Esperaba que al siguiente día iría a despertar con sus fibras adoloridas, pero ni tan siquiera eso. Ahora era un monstruo, una criatura horrenda con rasgos femeninos que, tal vez en otra situación, hubiera aprovechado para explorar sobre ese mundo desconocido, o al menos dentro de su consideración, al saberse ignoto sobre las características de ese género tan opuesto.

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Tenma Uzumaki




F
inalmente, sus cavilaciones fueron borradas tras la interrupción de un sonido invasor. Su rostro se asomó ligeramente desde la puerta deslizante del baño, encontrando a su habitación, y dar con la ventana de la cual provenía aquel particular ruido.

Era un ave, un búho de nieve para ser exactos, en donde se revelaba pegado a una de sus patas un pequeño pergamino. Tenma reconoció ante esto un mensaje, pero se dio unos instantes para cubrirse el rostro y no espantar al ave. Sus manos tuvieron la posesión del papiro, y sus ojos ocultos entre un cúmulo de telas cubriendo su rostro, leyeron el comunicado que había inscrito en ese lienzo blanco.

Si de por sí la tela que le cubría era blanca, y su propia tez siendo clara, poco podía diferenciarse entre el color de las toallas y su piel. El bajón que le ocurrió le inyectó otro mareo, consciente de que aquel día, en que se suponía de descanso, tendría un pequeño trabajo.

Su cuerpo cayó sentado, ahora con aquella noticia y su situación en conjunto dentro de su cabeza. No podía dejarse ver por nadie, y emplear el jutsu de transformación para revertir ese horrible cambio sería lo más apropiado, aunque agotador por el constante drenaje. Quizás si utilizaba alguna indumentaria que le cubriera... ¡Oh! En ese momento se le prendió el bombillo.

Rápidamente buscó entre su armario, destrozando aquella organización que sólo su madre y su abuela podían ofrecer. Sus ropas salieron volando y su habitación se volvió rápidamente en un caos. Finalmente, encontró lo que había esperado.

Una capa con una amplia capucha, negra de principio a fin.





F
inalmente, sus cavilaciones fueron borradas tras la interrupción de un sonido invasor. Su rostro se asomó ligeramente desde la puerta deslizante del baño, encontrando a su habitación, y dar con la ventana de la cual provenía aquel particular ruido.

Era un ave, un búho de nieve para ser exactos, en donde se revelaba pegado a una de sus patas un pequeño pergamino. Tenma reconoció ante esto un mensaje, pero se dio unos instantes para cubrirse el rostro y no espantar al ave. Sus manos tuvieron la posesión del papiro, y sus ojos ocultos entre un cúmulo de telas cubriendo su rostro, leyeron el comunicado que había inscrito en ese lienzo blanco.

Si de por sí la tela que le cubría era blanca, y su propia tez siendo clara, poco podía diferenciarse entre el color de las toallas y su piel. El bajón que le ocurrió le inyectó otro mareo, consciente de que aquel día, en que se suponía de descanso, tendría un pequeño trabajo.

Su cuerpo cayó sentado, ahora con aquella noticia y su situación en conjunto dentro de su cabeza. No podía dejarse ver por nadie, y emplear el jutsu de transformación para revertir ese horrible cambio sería lo más apropiado, aunque agotador por el constante drenaje. Quizás si utilizaba alguna indumentaria que le cubriera... ¡Oh! En ese momento se le prendió el bombillo.

Rápidamente buscó entre su armario, destrozando aquella organización que sólo su madre y su abuela podían ofrecer. Sus ropas salieron volando y su habitación se volvió rápidamente en un caos. Finalmente, encontró lo que había esperado.

Una capa con una amplia capucha, negra de principio a fin.

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Tenma Uzumaki




S
atisfecho con esto, el pelirrojo tendría una forma menos ardua para cubrir su figura. El detalle quedaría en lo cuernos, pero de resto lo tenía hecho. Incluso una pequeña máscara de cuero cubriría su boca, dejando sus ojos ocultos a la sombra de la capucha.

Fue pues, que tras armar sus quehaceres, terminó por darse preparado. Su estómago estaba lleno tras el desayuno y sólo llevaría algún que otro tentempié para el camino hasta volver. La misión sería bastante fácil: rescatar unas mascotas de un probable robo, cuya dueña o dueño pertenecía a la industria del comercio de telas. Aquello le recordaba los tejidos de su abuela durante el invierno, que tanto para él cómo para su hermana eran momentos que quedarían eternamente en sus memorias.

Su viaje a través de la aldea fue lo más prudente y esquivo posible, tomando la ruta de los tejados mientras el viento soplaba en su contra. Su aspecto resaltaba por ese negro de su capa y capucha, siendo los cuernos sobresalir por encima de su cabeza y atravesando la prenda que le cubría.

Tenía localizado el lugar de destino. Una pequeña mansión al noreste de la aldea, en un modesto distrito donde solían residir pequeños y medianos comerciantes que podían costearse semejantes comodidades. Sin embargo, tal edificación no era una propiedad a nombre de su contratista, sino una residencia temporal de la cual vivía arrendada mientras concluyera los tratados comerciales que mantenía, desde el torneo, con ciertos personajes de la aldea.

Y así pues, tras los cortos minutos marcados por su trayecto, llegó a las puertas del lugar donde un lancero custodiaba el sitio. Al igual que todos, pese a sus facciones extranjeras, mantenía las vestimentas típicas que le protegían del helado clima.





S
atisfecho con esto, el pelirrojo tendría una forma menos ardua para cubrir su figura. El detalle quedaría en lo cuernos, pero de resto lo tenía hecho. Incluso una pequeña máscara de cuero cubriría su boca, dejando sus ojos ocultos a la sombra de la capucha.

Fue pues, que tras armar sus quehaceres, terminó por darse preparado. Su estómago estaba lleno tras el desayuno y sólo llevaría algún que otro tentempié para el camino hasta volver. La misión sería bastante fácil: rescatar unas mascotas de un probable robo, cuya dueña o dueño pertenecía a la industria del comercio de telas. Aquello le recordaba los tejidos de su abuela durante el invierno, que tanto para él cómo para su hermana eran momentos que quedarían eternamente en sus memorias.

Su viaje a través de la aldea fue lo más prudente y esquivo posible, tomando la ruta de los tejados mientras el viento soplaba en su contra. Su aspecto resaltaba por ese negro de su capa y capucha, siendo los cuernos sobresalir por encima de su cabeza y atravesando la prenda que le cubría.

Tenía localizado el lugar de destino. Una pequeña mansión al noreste de la aldea, en un modesto distrito donde solían residir pequeños y medianos comerciantes que podían costearse semejantes comodidades. Sin embargo, tal edificación no era una propiedad a nombre de su contratista, sino una residencia temporal de la cual vivía arrendada mientras concluyera los tratados comerciales que mantenía, desde el torneo, con ciertos personajes de la aldea.

Y así pues, tras los cortos minutos marcados por su trayecto, llegó a las puertas del lugar donde un lancero custodiaba el sitio. Al igual que todos, pese a sus facciones extranjeras, mantenía las vestimentas típicas que le protegían del helado clima.

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Tenma Uzumaki




T
enma se acercó a saludarlo, y contrario a verse frenado abruptamente por el guardia, se dio cuenta que el susodicho ya se había percatado de quién era por la banda ninja que colgaba alrededor de su cuello. Evidentemente, el pelirrojo había acomodado la insignia metálica de su aldea en aquella zona, dado que su capucha podría ocultarla.

Pese a su aspecto sombrío, misterioso y sospechoso, el lancero sólo arqueó una ceja por la vista de los cuernos del muchacho. Aún así, parecía estar consciente de su visita, después de todo, de su tono militar, aquel hombre sólo le inquirió si era el ninja que su señora le había contratado. La voz del Uzumaki, por otro lado, sólo se escuchó un poco más gruesa por la máscara que cubría su boca; la sombra de su capucha no dejaba ver sus ojos, por lo que prácticamente tenía escondido todo su rostro.

Tras el asentimiento de aquel pequeño encapuchado, mostrándole el pergamino anterior, el guardia le dejó pasar y atravesar aquel portón. La entrada sería guiada por un sendero enmarcado de piedras a los costados, cuyos límites eran adornados por un césped, arbustos y pequeños árboles cuidados pero cubiertos de nieve, así como algún que otra estructura de piedra que servían de faroles durante las noches.

Finalmente, tras morir el camino, sólo le esperaba un par de escalones hasta dar con un piso de madera, siempre bajo la protección de aquel techo de tejas, formando todo el diseño de la mansión tan oriental como podía ser, pero con paredes un poco más robustas si se comparase con la arquitectura del País del Fuego.

El resguardo de calor era lo que imperaba.





T
enma se acercó a saludarlo, y contrario a verse frenado abruptamente por el guardia, se dio cuenta que el susodicho ya se había percatado de quién era por la banda ninja que colgaba alrededor de su cuello. Evidentemente, el pelirrojo había acomodado la insignia metálica de su aldea en aquella zona, dado que su capucha podría ocultarla.

Pese a su aspecto sombrío, misterioso y sospechoso, el lancero sólo arqueó una ceja por la vista de los cuernos del muchacho. Aún así, parecía estar consciente de su visita, después de todo, de su tono militar, aquel hombre sólo le inquirió si era el ninja que su señora le había contratado. La voz del Uzumaki, por otro lado, sólo se escuchó un poco más gruesa por la máscara que cubría su boca; la sombra de su capucha no dejaba ver sus ojos, por lo que prácticamente tenía escondido todo su rostro.

Tras el asentimiento de aquel pequeño encapuchado, mostrándole el pergamino anterior, el guardia le dejó pasar y atravesar aquel portón. La entrada sería guiada por un sendero enmarcado de piedras a los costados, cuyos límites eran adornados por un césped, arbustos y pequeños árboles cuidados pero cubiertos de nieve, así como algún que otra estructura de piedra que servían de faroles durante las noches.

Finalmente, tras morir el camino, sólo le esperaba un par de escalones hasta dar con un piso de madera, siempre bajo la protección de aquel techo de tejas, formando todo el diseño de la mansión tan oriental como podía ser, pero con paredes un poco más robustas si se comparase con la arquitectura del País del Fuego.

El resguardo de calor era lo que imperaba.

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Tenma Uzumaki




N
o transcurrió demasiado tiempo cuando una figura apareció desde una esquina sobre el suelo de madera, casi como si hubieran previsto la llegada del Uzumaki en ese momento. Sin embargo, el chico no avanzó en ningún momento, quedándose fuera del suelo pulido hasta que se lo permitieran.

El iromuji que vestía la mujer resaltaba por su color rosa. Ya parecía ver la costumbres de su contratista a juzgar por las prendas y educación de su criada, la cual dispuso de las botas para colocarlas en sitio más apropiado. Así, Tenma avanzó tras aquella mujer que no superaba los veinticinco años, quien le guió por aquel pasillo exterior que bordeaba la pequeña mansión, dando así con su lateral derecho y detenerse a medio camino

Curioso, el joven ninja llevó su mirada a lo que parecía una pared conformada por una puerta corrediza, quedándose expectante. La fémina se apartó del lugar, abriendo aquella entrada mientras le invitaba, con una seña de su mano, a seguir.

La situación parecía un tanto ritualista para las costumbres del muchacho, pero accediendo a la misma, finalmente se encontró con una amplia habitación. No había necesidad de iluminación a tan tempranas horas de la mañana, mas una pequeña vela se mantenía encendida a un lateral del espacio entre flores y delante de un pequeño retrato. La puerta se cerró a su espalda una vez ingresó, dejándole la espera de sentarse sobre un zabutón con su zafu en medio de la habitación.

Allí había una mesita baja de madera, con un bonsái justo en el centro. Del otro lado se encontraba también otro cómodo cojín, y más allá lo que parecía ser otra puerta corrediza de la que ya sospechaba quién podía entrar.





N
o transcurrió demasiado tiempo cuando una figura apareció desde una esquina sobre el suelo de madera, casi como si hubieran previsto la llegada del Uzumaki en ese momento. Sin embargo, el chico no avanzó en ningún momento, quedándose fuera del suelo pulido hasta que se lo permitieran.

El iromuji que vestía la mujer resaltaba por su color rosa. Ya parecía ver la costumbres de su contratista a juzgar por las prendas y educación de su criada, la cual dispuso de las botas para colocarlas en sitio más apropiado. Así, Tenma avanzó tras aquella mujer que no superaba los veinticinco años, quien le guió por aquel pasillo exterior que bordeaba la pequeña mansión, dando así con su lateral derecho y detenerse a medio camino

Curioso, el joven ninja llevó su mirada a lo que parecía una pared conformada por una puerta corrediza, quedándose expectante. La fémina se apartó del lugar, abriendo aquella entrada mientras le invitaba, con una seña de su mano, a seguir.

La situación parecía un tanto ritualista para las costumbres del muchacho, pero accediendo a la misma, finalmente se encontró con una amplia habitación. No había necesidad de iluminación a tan tempranas horas de la mañana, mas una pequeña vela se mantenía encendida a un lateral del espacio entre flores y delante de un pequeño retrato. La puerta se cerró a su espalda una vez ingresó, dejándole la espera de sentarse sobre un zabutón con su zafu en medio de la habitación.

Allí había una mesita baja de madera, con un bonsái justo en el centro. Del otro lado se encontraba también otro cómodo cojín, y más allá lo que parecía ser otra puerta corrediza de la que ya sospechaba quién podía entrar.

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Tenma Uzumaki




E
l joven Uzumaki accedió tomar el asiento, colocándose en una postura apropiada y a la espera de su anfitriona. Quizás, para alguien más caprichoso, esperar unos dos minutos hubiera sido demasiado, pero no para él. Al final, su atención se desvió ante unos pasos que se acercaban a la puerta desde el otro lado.

El sonido del desliz de la madera sólo fue la antesala. Una mujer, de una edad nada similar a la anterior, se presentaba con un tsukesage en el que preponderaba el rojo claro con algunos diseños simples de flores. Su cabello negro contrastaba con la claridad de su piel, siendo lo más distintivo el color plateado de sus ojos. Era bastante joven, y podía calcular entre los dieciséis y diecisiete años.

Aspecto Orientativo:

No entendió cómo alguien tan joven podía ser una comerciante y tener a cargo a varios súbditos que le ayudaran. Sin duda, Tenma se encontró dubitativo, que de no ser por la máscara y la sombra de su capucha, sus gestos hubieran sido bastante evidentes.

Disculpa la demora. - Profirió ella, con una serenidad, sinceridad y seriedad que dejaba un poco curioso al ninja, quien no dejaba de ver la forma en que fue pincelada aquella chica, y no por nada en particular. Sólo le chocaba el hecho de que en el pergamino le tratasen de señora, y había pensado que seguramente iba a ser una mujer de al menos unos treinta o cuarenta años.

Sonrió bajo la máscara, un tanto pensativo de la formalidad de sus superiores. Aunque el término más apropiado hubiera sido señorita. Quién sabe. Se le notaba, pese a su aspecto aniñado, un comportamiento un tanto particular por sus modos suaves y elegantes.





E
l joven Uzumaki accedió tomar el asiento, colocándose en una postura apropiada y a la espera de su anfitriona. Quizás, para alguien más caprichoso, esperar unos dos minutos hubiera sido demasiado, pero no para él. Al final, su atención se desvió ante unos pasos que se acercaban a la puerta desde el otro lado.

El sonido del desliz de la madera sólo fue la antesala. Una mujer, de una edad nada similar a la anterior, se presentaba con un tsukesage en el que preponderaba el rojo claro con algunos diseños simples de flores. Su cabello negro contrastaba con la claridad de su piel, siendo lo más distintivo el color plateado de sus ojos. Era bastante joven, y podía calcular entre los dieciséis y diecisiete años.

Aspecto Orientativo:

No entendió cómo alguien tan joven podía ser una comerciante y tener a cargo a varios súbditos que le ayudaran. Sin duda, Tenma se encontró dubitativo, que de no ser por la máscara y la sombra de su capucha, sus gestos hubieran sido bastante evidentes.

Disculpa la demora. - Profirió ella, con una serenidad, sinceridad y seriedad que dejaba un poco curioso al ninja, quien no dejaba de ver la forma en que fue pincelada aquella chica, y no por nada en particular. Sólo le chocaba el hecho de que en el pergamino le tratasen de señora, y había pensado que seguramente iba a ser una mujer de al menos unos treinta o cuarenta años.

Sonrió bajo la máscara, un tanto pensativo de la formalidad de sus superiores. Aunque el término más apropiado hubiera sido señorita. Quién sabe. Se le notaba, pese a su aspecto aniñado, un comportamiento un tanto particular por sus modos suaves y elegantes.

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Tenma Uzumaki




T
ras desestimar brevemente la disculpa ofrecida, la joven asintió y prosiguió con lo que era referente a la presencia del pequeño y encapuchado bermellón. Explicó lo que era de conciencia común, acerca de sus mascotas, mientras de vez en cuando se le solía escapar una mirada singular pero muy discreta a la figura de Tenma.

Entendía su razón, pues no era para nada común aquellos cuernos y, posiblemente, aquel par de protuberancias que se mostraban en su pecho. Ni siquiera la capa negra lo podía disimular al completo. Y seguramente ella pensaría acerca de él, pues se suponía que era un chico y ese rasgo parecía dar a entender todo lo contrario. Sin embargo, haciendo gala de una profesionalidad y moderación refinada, no dio el sentimiento de querer saber otra cosa que no fuera el paradero de sus gatos.

La voz Tenma, un poco gruesa por la máscara, buscaba encontrar ciertos detalles que le pudieran dar alguna pista; tales cómo el comportamiento de sus criados los últimos días, así como algo sospechoso durante algún recorrido en las calles de la aldea.

Al final, recordando la inscripción en el pergamino, realmente parecía no haber ningún indicio a primera vista, más allá de haberse despertado y no encontrar a sus mininos.

En otro contexto, cualquiera hubiera pensado en una fuga por algún motivo desconocido, algo que resultaba improbable por las ventiscas de nieve que habían abrazado a la aldea también durante esos días. Los felinos no hubieran apostado a escapar con eso a cuestas, y aunque así fuera, hubieran dejado pistas de sus huellas aunque fueran de una manera vaga y casi extintas. No hubo nada. ¿Entonces que podría ser?

El ninja llevó su mirada hacia el techo, tratando de encontrar una solución. Quizás se había demorado, pero era normal al no percatarse de lo que trataba de ser esquivo.





T
ras desestimar brevemente la disculpa ofrecida, la joven asintió y prosiguió con lo que era referente a la presencia del pequeño y encapuchado bermellón. Explicó lo que era de conciencia común, acerca de sus mascotas, mientras de vez en cuando se le solía escapar una mirada singular pero muy discreta a la figura de Tenma.

Entendía su razón, pues no era para nada común aquellos cuernos y, posiblemente, aquel par de protuberancias que se mostraban en su pecho. Ni siquiera la capa negra lo podía disimular al completo. Y seguramente ella pensaría acerca de él, pues se suponía que era un chico y ese rasgo parecía dar a entender todo lo contrario. Sin embargo, haciendo gala de una profesionalidad y moderación refinada, no dio el sentimiento de querer saber otra cosa que no fuera el paradero de sus gatos.

La voz Tenma, un poco gruesa por la máscara, buscaba encontrar ciertos detalles que le pudieran dar alguna pista; tales cómo el comportamiento de sus criados los últimos días, así como algo sospechoso durante algún recorrido en las calles de la aldea.

Al final, recordando la inscripción en el pergamino, realmente parecía no haber ningún indicio a primera vista, más allá de haberse despertado y no encontrar a sus mininos.

En otro contexto, cualquiera hubiera pensado en una fuga por algún motivo desconocido, algo que resultaba improbable por las ventiscas de nieve que habían abrazado a la aldea también durante esos días. Los felinos no hubieran apostado a escapar con eso a cuestas, y aunque así fuera, hubieran dejado pistas de sus huellas aunque fueran de una manera vaga y casi extintas. No hubo nada. ¿Entonces que podría ser?

El ninja llevó su mirada hacia el techo, tratando de encontrar una solución. Quizás se había demorado, pero era normal al no percatarse de lo que trataba de ser esquivo.

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Tenma Uzumaki




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a vista del Uzumaki encontró aquello que todavía no era descubierto, pues allí en donde lo normal sería buscar a través del suelo, en el techo se pondrían encontrar cosas un tanto más disimuladas. Un pequeño detalle entre el falso cielo raso que separaba la habitación con el techo de tejas.

Su percepción había ubicado una pequeña abertura que fácilmente podía ser ignorada por la gente normal, pero que para alguien como él, que siempre debe ver más allá de lo que sus ojos son capaces de observar, no sería del todo ignorado. Aunque claro, había sido una fortuna; después de todo, no sería tan sencillo hallar detalles de ese tipo, y menos de una manera tan casual en un sitio tan amplio como en aquel hogar.

Fue pues, que Tenma preguntó cómo acceder a ese espacio bajo el tejado, y por el cual sólo una persona no muy grande podría estar.

Himeneko, la joven comerciante, le comentó que podía hacerlo a través de una ventana superior que estaba en su habitación, la cocina, el salón principal y uno secundario, situado en la parte posterior de la mansión. Dicha ventana formaba una abertura o tragaluz en el techo, el cual servía cómo una entrada o salida.

No obstante, Tenma comentó si se podía remover una parte del cielo raso, cosa que tuvo una afirmación. Y tras esto, solicitó inspeccionarlo y así fue hecho.

A través de la cocina, él podía quitar una parte del cielo raso para observar lo que había arriba, subiéndose a una escalera. Gracias a la luz del día, todo aquel espacio era iluminado pero manteniendo su penumbra, y el cual se encontraba completamente abierto y dejaba ver las vigas o soportes de madera de las que se apoyaba el techo. Podía ver, así mismo, aquellos soportes de forma horizontal y de los cuales podrían servir cómo caminos entre el cielo raso y el techo en sí mismo.





L
a vista del Uzumaki encontró aquello que todavía no era descubierto, pues allí en donde lo normal sería buscar a través del suelo, en el techo se pondrían encontrar cosas un tanto más disimuladas. Un pequeño detalle entre el falso cielo raso que separaba la habitación con el techo de tejas.

Su percepción había ubicado una pequeña abertura que fácilmente podía ser ignorada por la gente normal, pero que para alguien como él, que siempre debe ver más allá de lo que sus ojos son capaces de observar, no sería del todo ignorado. Aunque claro, había sido una fortuna; después de todo, no sería tan sencillo hallar detalles de ese tipo, y menos de una manera tan casual en un sitio tan amplio como en aquel hogar.

Fue pues, que Tenma preguntó cómo acceder a ese espacio bajo el tejado, y por el cual sólo una persona no muy grande podría estar.

Himeneko, la joven comerciante, le comentó que podía hacerlo a través de una ventana superior que estaba en su habitación, la cocina, el salón principal y uno secundario, situado en la parte posterior de la mansión. Dicha ventana formaba una abertura o tragaluz en el techo, el cual servía cómo una entrada o salida.

No obstante, Tenma comentó si se podía remover una parte del cielo raso, cosa que tuvo una afirmación. Y tras esto, solicitó inspeccionarlo y así fue hecho.

A través de la cocina, él podía quitar una parte del cielo raso para observar lo que había arriba, subiéndose a una escalera. Gracias a la luz del día, todo aquel espacio era iluminado pero manteniendo su penumbra, y el cual se encontraba completamente abierto y dejaba ver las vigas o soportes de madera de las que se apoyaba el techo. Podía ver, así mismo, aquellos soportes de forma horizontal y de los cuales podrían servir cómo caminos entre el cielo raso y el techo en sí mismo.

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Tenma Uzumaki




E
l pelirrojo hizo lo propio. Esa sutileza de buscar le llevó a subirse a una viga horizontal, teniéndola como un puente que se conectaba con las demás, y avanzar con cuidado sobre el cielo falso y bajo el tejado, de una manera lenta que evitaría perder su equilibrio. Sus ojos estaban atentos, así como su olfato intentaba seguirlo.

En ese momento un Inuzuka hubiera sido la mejor opción, incluso un miembro del clan Hyuga con su vista privilegiada. Él, sin embargo, tendría que basarse de sus sentidos ordinarios, percibiendo cualquier rastro que quisiera esconderse incluso allí entre las tenues sombras. Su vista saltaba, pero sus pasos pisaban seguro la madera, evitando hundirse fuera de ella. De pronto, un estornudo sucedió en aquel espacio.

Era él, por supuesto, reconociendo una ligera alergia ante la cercanía de pelos de gatos. Allí estaba su primer rastro.

Al bajar, Himeneko esperó para hacerle la pregunta normal. Tenma respondió que había conseguido varios pelos sueltos de sus mascotas, las cuales correspondían a los colores que ella le pudo haber descrito en la anterior conversación. No obstante, el Uzumaki fue más allá, y siguiendo la dirección de aquella pista, procedió a salir por la ventana del tejado y dar con el mismo.

Entre las elevaciones y bajadas, podía ver los límites y alrededores de la mansión. Nada destacable encontró entre la nieve, salvo un pequeño rastro que, en efecto, reafirmaba ser un robo: una teja rota. El Uzumaki intentó reconstruir la pieza, frente a la chica, mas su intención no era repararla sino dar con la inclinación de las fisuras. De tal modo, podría saber cómo fue pisada y, por tanto, de qué dirección vino o se fue el ladrón.





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l pelirrojo hizo lo propio. Esa sutileza de buscar le llevó a subirse a una viga horizontal, teniéndola como un puente que se conectaba con las demás, y avanzar con cuidado sobre el cielo falso y bajo el tejado, de una manera lenta que evitaría perder su equilibrio. Sus ojos estaban atentos, así como su olfato intentaba seguirlo.

En ese momento un Inuzuka hubiera sido la mejor opción, incluso un miembro del clan Hyuga con su vista privilegiada. Él, sin embargo, tendría que basarse de sus sentidos ordinarios, percibiendo cualquier rastro que quisiera esconderse incluso allí entre las tenues sombras. Su vista saltaba, pero sus pasos pisaban seguro la madera, evitando hundirse fuera de ella. De pronto, un estornudo sucedió en aquel espacio.

Era él, por supuesto, reconociendo una ligera alergia ante la cercanía de pelos de gatos. Allí estaba su primer rastro.

Al bajar, Himeneko esperó para hacerle la pregunta normal. Tenma respondió que había conseguido varios pelos sueltos de sus mascotas, las cuales correspondían a los colores que ella le pudo haber descrito en la anterior conversación. No obstante, el Uzumaki fue más allá, y siguiendo la dirección de aquella pista, procedió a salir por la ventana del tejado y dar con el mismo.

Entre las elevaciones y bajadas, podía ver los límites y alrededores de la mansión. Nada destacable encontró entre la nieve, salvo un pequeño rastro que, en efecto, reafirmaba ser un robo: una teja rota. El Uzumaki intentó reconstruir la pieza, frente a la chica, mas su intención no era repararla sino dar con la inclinación de las fisuras. De tal modo, podría saber cómo fue pisada y, por tanto, de qué dirección vino o se fue el ladrón.

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Tenma Uzumaki




L
a chica, aparentemente curiosa por su método para deducir la situación, todavía se hallaba sin conocimientos sobre la conclusión del joven bermellón. Tenma, por otro lado, intentaba encajar las piezas y lo que había visto allá arriba y afuera, teniendo en cuenta el perímetro de la mansión que, hasta entonces, era rodeada por una baja muralla.

Si alguien dentro de la casa hubiera querido robar los gatos, no se hubiera tomado tantas molestias para infiltrarse por arriba, e incluso alguien externo se le hubiera sido más sencillo por debajo. No obstante, el usar los tejados ya le indicaba al joven ninja las preferencias y características del criminal aún desconocido.

Y así, Tenma no tardó en darle algo de información a la chica, aunque aún no estuviera del todo seguro.

Tal era que el ladrón era un sujeto que, probablemente, tenía unas capacidades similares a un ninja. Himeneko quedó algo sorprendida. Y mientras le decía su conclusión, la guió hasta el jardín trasero justo donde la muralla daba con un árbol exterior.

El sujeto pudo haber escalado y saltado hasta el tejado, durante muy entrada la noche donde todos estarían en la fase más profunda del sueño. Cabía la posibilidad de que por ello nadie se hubiera percatado del sonido, que aquella teja, hubiera provocado al fracturase. De resto la cuestión fue más sencilla, entrando por el tragaluz y caminar por las vigas de madera.

Lo único que Tenma no entendía hasta entonces era cómo el ladrón se había llevado a los animales sin que estos hubieran hecho ruido, y Himeneko se despertara. No obstante, tenía una hipótesis. El ladrón era alguien fuera de la mansión, o con algún contacto dentro de la misma. Era posible.

Al entrar, prefirió caer lejos de la habitación de la muchacha, buscar su habitación, y atraer con algo a las mascotas.





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a chica, aparentemente curiosa por su método para deducir la situación, todavía se hallaba sin conocimientos sobre la conclusión del joven bermellón. Tenma, por otro lado, intentaba encajar las piezas y lo que había visto allá arriba y afuera, teniendo en cuenta el perímetro de la mansión que, hasta entonces, era rodeada por una baja muralla.

Si alguien dentro de la casa hubiera querido robar los gatos, no se hubiera tomado tantas molestias para infiltrarse por arriba, e incluso alguien externo se le hubiera sido más sencillo por debajo. No obstante, el usar los tejados ya le indicaba al joven ninja las preferencias y características del criminal aún desconocido.

Y así, Tenma no tardó en darle algo de información a la chica, aunque aún no estuviera del todo seguro.

Tal era que el ladrón era un sujeto que, probablemente, tenía unas capacidades similares a un ninja. Himeneko quedó algo sorprendida. Y mientras le decía su conclusión, la guió hasta el jardín trasero justo donde la muralla daba con un árbol exterior.

El sujeto pudo haber escalado y saltado hasta el tejado, durante muy entrada la noche donde todos estarían en la fase más profunda del sueño. Cabía la posibilidad de que por ello nadie se hubiera percatado del sonido, que aquella teja, hubiera provocado al fracturase. De resto la cuestión fue más sencilla, entrando por el tragaluz y caminar por las vigas de madera.

Lo único que Tenma no entendía hasta entonces era cómo el ladrón se había llevado a los animales sin que estos hubieran hecho ruido, y Himeneko se despertara. No obstante, tenía una hipótesis. El ladrón era alguien fuera de la mansión, o con algún contacto dentro de la misma. Era posible.

Al entrar, prefirió caer lejos de la habitación de la muchacha, buscar su habitación, y atraer con algo a las mascotas.

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Tenma Uzumaki




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quello hubiera sido algo riesgoso, pero por alguna razón nadie se había levantado en ese momento. El criminal se llevó a los gatos y salió por el mismo lugar en el que entró, evitando dejar huellas en la nieve del césped y los jardines. Así, el Uzumaki decidió dar un rodeo a la mansión buscando más detalles.

La nieve que había caído en los últimos días había dificultado el trabajo de rastreo, pero usando el árbol fuera de la muralla y los posibles lugares en derredor, encontró una pista tras un arbusto, a unos diez metros del tronco. El ninja exploró entre las ramas, y encontró de una manera muy mal escondida una bolsa, cuyo interior contenía unas carnadas para pescar, algo sólo posible en las costas heladas al norte y al este de la aldea.

Buscó en la nieve circundante, despejando unas cuantas capas del suelo, y halló rastros de pelaje y pequeñas gotas de sangre congelada. ¿Algún gato habrían atacado a su captor? Eso tal vez explicaba la situación de la bolsa en ese lugar. O tal vez el criminal habría lastimado a una mascota. Cualquiera de dos.

Fue pues que el joven emprendió aún más a fondo su investigación, rumbo a la plaza de la aldea donde, desafortunadamente, tendría que interactuar con algún pescador mientras sus cuernos serían vistos claramente. Tendría que evadirlo y escurrirse, preguntando a espaldas de los puestos y no de frente, cayendo desde los tejados. Y así lo hizo.

Tenía el tiempo a su favor a ser todavía tres horas antes del mediodía, por lo que los comerciantes aún seguían con su publicidad de productos frescos.

Sólo le bastó buscar en dos mercaderes, siendo ambos concordantes en que aquel cebo se solía utilizar en los peces del norte. Posiblemente, el ladrón estaría o residiría en el pueblo que había en aquella ubicación, y el pequeño bermellón emprendió rumbo hasta aquel lugar.





A
quello hubiera sido algo riesgoso, pero por alguna razón nadie se había levantado en ese momento. El criminal se llevó a los gatos y salió por el mismo lugar en el que entró, evitando dejar huellas en la nieve del césped y los jardines. Así, el Uzumaki decidió dar un rodeo a la mansión buscando más detalles.

La nieve que había caído en los últimos días había dificultado el trabajo de rastreo, pero usando el árbol fuera de la muralla y los posibles lugares en derredor, encontró una pista tras un arbusto, a unos diez metros del tronco. El ninja exploró entre las ramas, y encontró de una manera muy mal escondida una bolsa, cuyo interior contenía unas carnadas para pescar, algo sólo posible en las costas heladas al norte y al este de la aldea.

Buscó en la nieve circundante, despejando unas cuantas capas del suelo, y halló rastros de pelaje y pequeñas gotas de sangre congelada. ¿Algún gato habrían atacado a su captor? Eso tal vez explicaba la situación de la bolsa en ese lugar. O tal vez el criminal habría lastimado a una mascota. Cualquiera de dos.

Fue pues que el joven emprendió aún más a fondo su investigación, rumbo a la plaza de la aldea donde, desafortunadamente, tendría que interactuar con algún pescador mientras sus cuernos serían vistos claramente. Tendría que evadirlo y escurrirse, preguntando a espaldas de los puestos y no de frente, cayendo desde los tejados. Y así lo hizo.

Tenía el tiempo a su favor a ser todavía tres horas antes del mediodía, por lo que los comerciantes aún seguían con su publicidad de productos frescos.

Sólo le bastó buscar en dos mercaderes, siendo ambos concordantes en que aquel cebo se solía utilizar en los peces del norte. Posiblemente, el ladrón estaría o residiría en el pueblo que había en aquella ubicación, y el pequeño bermellón emprendió rumbo hasta aquel lugar.

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Buenas Tenma, por los 12 post (que no 11), recibiendo 2.25PD por cada uno, hace un total de 27 PD. Ademas, como este tema entra dentro del evento recibira 24 caramelos.

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