El sol se asomaba tímido por las laderas que delimitaban mi vista. Se alzaba majestuoso dejando caer su luz sobre parte del llano, pues la noche aún no había terminado y si observaba hacia el cielo podía ver tanto el sol como la luna.

Me dirigí al sitio acordado. No conocía a mi compañero, pues solo me habían dado su nombre, nunca había hecho ninguna misión con él, pero de seguro que no tendríamos ningún problema en trabajar juntos. Yo trabajaba bien en equipo y no tenía ningún tipo de prejuicio así que encontrara el compañero que me encontrará me valdría.

La misión parecía sencilla, al menos a priori. Ir a las afueras, a una taberna que estaba a unas tres o cuatro horas de camino si llevábamos buena marcha. Una vez allí nos haríamos pasar por clientes hasta que apareciesen los vándalos que estaban aterrorizando al dueño del local. O esa era mi idea, faltaría consultarla con mi compañero. Ambos dos podíamos tratar de esbozar una estrategia mejor. Al fin y al cabo dos cabezas piensan mejor que una.

Llegué al sitio acordado diez minutos antes de la hora. Como solía decir ”Si quedas a en punto y llegas a en punto. Llegas tarde”. La puntualidad era una de mis virtudes y una de las cosas que más me gustaba en los demás.

Esperaría allí hasta que llegará él o ella. Luego me presentaría y podríamos empezar a movernos y a planear una estrategia dependiendo de sus habilidades y de las mías. Quizá nuestras habilidades se combinaran y sería mucho más fácil poder acabar con los gamberros locales.
Sea como fuere estaba ansioso por empezar la misión, por ver que nos deparaba el camino y por ver como era mi compañero y que habilidades tenía. Por suerte no quedaba mucho para empezar.

Observé cómo alguien se acercaba al lugar. Era la única alma en la calle así que supuse que sería él.

-Buenos días, ¿Jace?-.