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MADARA CHRONICLES

¡Bienvenido a Madara Chronicles! Foro de Naruto interpretativo donde buscamos que el usuario se encuentre con la mayor de las comodidades y disponga de opciones para crear y desarrollar su personaje dentro de una ambientación, permitiendo que cobre importancia con el paso del tiempo y de su propio desarrollo.

Actualmente estamos en fase Beta, pero trabajamos duramente para dar una experiencia nueva y única para el usuario, con multitud de ideas y proyectos que esperamos que pronto vean la luz.

¿Por qué no te animas a formar parte de este gran proyecto? ¡Te esperamos con los brazos abiertos!
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Madara Chronicles es un foro basado en la obra de Masashi Kishimoto "Naruto" y "Naruto Shippuden", utilizando tan solo su ambientación y personajes para crear una trama propia.

Todo el contenido producido en el foro es propiedad de sus creadores originales, así como el contenido administrativo es propiedad del Staff. La estética del foro proviene del usuario Akira Aoi, agradeciendo a Foroactivo, W3Schools y otras páginas webs por su tutoriales.

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Sabaku Tsunayoshi
Había algo en la Aldea oculta entre la Arena que la diferenciaba de las demás. No, no era lo obvio. No tenía nada que ver con su estadía en medio de un desierto en donde más de uno había terminado tragado por la furia de las tormentas arenosas, asesinado por deshidratación causada por el abrasador astro rey y su presencia imponente, o devorado por las alimañas que casi rozan la mitología de su existencia misma. No. Lo que singularizaba a aquella aldea, no sólo de las demás locales sino de todo el mundo en general, eran sus habitantes... Aguerridos aldeanos que en más de una ocasión anteponían sus problemas para unificarse y lograr obtener un bien mayor. Fortalecidos habitantes de una de las cinco grandes aldeas que, menos que tener una fácil vida en el territorio árido e infértil como lo era el País del Viento, sin importar las condiciones en las que se hallasen frente a uno o más problemas, siempre había salido airosos de toda complicación. Aquella unión era de admirar, le interesaba mucho sobretodo a un joven Gennin que recientemente había alcanzado la mayoría de edad, uno cuya cabellera alborotada y rojiza, ojos color turquesa y pronunciadas ojeras, luchaba constantemente contra un dolor que no podía aliviarse con nada. Día tras día mantenía un duelo interno que menos que menguar su potencia sólo aumentaba con el pasar del tiempo y la constancia en sus errores. Le agradaba la idea de encontrar un apoyo en el compañerismo que facilitase un poco el recorrido por el camino que él mismo se había trazado con la inteción de honrar a sus caídos y aliviar una consciencia y un alma destruidas que sencillamente no podían sanar aún. Ya había experimetado la experiencia del trabajo en equipo y la unión para lograr una fuerza mayor frente a las adversidades presentes y futuras, pero, no obstante, sabía que únicamente no podría basarse en ello para sentir que finalmente podría perdonarse cuando la hora y momento llegasen. Su camino ninja no tenía atajos, pero podía ser acompañado...

Ese día se le había encargado la misión de detener a un grupo de vándalos que en su día habían sido como él, jóvenes que deseaban ser shinobis pudientes, útiles para su pueblo, protectores de la paz y la armonía de una nación ninja que nunca había tenido facilidades y que todo se lo habían ganado a base de esfuerzo, sudor y unión. Inquietar la tranquilidad de una y varias zonas de la aldea era algo que los altos mandos no podían permitir, por supuesto. Sin embargo, dadas las limitadas capacidades de los rufianes para ser considerados verdaderamente peligrosos, no podían enviar a ninjas experimentados a detenerlos pues se requerían para tareas de vital importancia para la nación en general. ¿Quién haría entonces el trabajo? Pues se le podría dar la oportunidad a los jóvenes cuyo camino ninja recién estuviera empezando pero que demostrasen las capacidades suficientes como para que el voto de confianza se les pudiera dar. El Sabaku al parecer cumplía con ello, sin embargo sería acompañado ese día por una joven que también cumplía con las condiciones.

[...]

Se había mantenido esperando a la chica en el despacho del Kazekage leyendo detenidamente el contenido del documento en el cual se le indicaba todo sobre el encargo de ese día, luego de que Kaoru, la recepcionista del piso inferior, le indicase que ese día sería enviado a dicha misión en conjunto con una compañera. Su mente estaba centrada en el encargo indicado, sin embargo parte de ella se preguntaba cuánto más tardaría la joven en llegar, pues cuanto antes partieran, antes culminarían la misión y apresarían a los sin vergüenzas.

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Había algo en la Aldea oculta entre la Arena que la diferenciaba de las demás. No, no era lo obvio. No tenía nada que ver con su estadía en medio de un desierto en donde más de uno había terminado tragado por la furia de las tormentas arenosas, asesinado por deshidratación causada por el abrasador astro rey y su presencia imponente, o devorado por las alimañas que casi rozan la mitología de su existencia misma. No. Lo que singularizaba a aquella aldea, no sólo de las demás locales sino de todo el mundo en general, eran sus habitantes... Aguerridos aldeanos que en más de una ocasión anteponían sus problemas para unificarse y lograr obtener un bien mayor. Fortalecidos habitantes de una de las cinco grandes aldeas que, menos que tener una fácil vida en el territorio árido e infértil como lo era el País del Viento, sin importar las condiciones en las que se hallasen frente a uno o más problemas, siempre había salido airosos de toda complicación. Aquella unión era de admirar, le interesaba mucho sobretodo a un joven Gennin que recientemente había alcanzado la mayoría de edad, uno cuya cabellera alborotada y rojiza, ojos color turquesa y pronunciadas ojeras, luchaba constantemente contra un dolor que no podía aliviarse con nada. Día tras día mantenía un duelo interno que menos que menguar su potencia sólo aumentaba con el pasar del tiempo y la constancia en sus errores. Le agradaba la idea de encontrar un apoyo en el compañerismo que facilitase un poco el recorrido por el camino que él mismo se había trazado con la inteción de honrar a sus caídos y aliviar una consciencia y un alma destruidas que sencillamente no podían sanar aún. Ya había experimetado la experiencia del trabajo en equipo y la unión para lograr una fuerza mayor frente a las adversidades presentes y futuras, pero, no obstante, sabía que únicamente no podría basarse en ello para sentir que finalmente podría perdonarse cuando la hora y momento llegasen. Su camino ninja no tenía atajos, pero podía ser acompañado...

Ese día se le había encargado la misión de detener a un grupo de vándalos que en su día habían sido como él, jóvenes que deseaban ser shinobis pudientes, útiles para su pueblo, protectores de la paz y la armonía de una nación ninja que nunca había tenido facilidades y que todo se lo habían ganado a base de esfuerzo, sudor y unión. Inquietar la tranquilidad de una y varias zonas de la aldea era algo que los altos mandos no podían permitir, por supuesto. Sin embargo, dadas las limitadas capacidades de los rufianes para ser considerados verdaderamente peligrosos, no podían enviar a ninjas experimentados a detenerlos pues se requerían para tareas de vital importancia para la nación en general. ¿Quién haría entonces el trabajo? Pues se le podría dar la oportunidad a los jóvenes cuyo camino ninja recién estuviera empezando pero que demostrasen las capacidades suficientes como para que el voto de confianza se les pudiera dar. El Sabaku al parecer cumplía con ello, sin embargo sería acompañado ese día por una joven que también cumplía con las condiciones.

[...]

Se había mantenido esperando a la chica en el despacho del Kazekage leyendo detenidamente el contenido del documento en el cual se le indicaba todo sobre el encargo de ese día, luego de que Kaoru, la recepcionista del piso inferior, le indicase que ese día sería enviado a dicha misión en conjunto con una compañera. Su mente estaba centrada en el encargo indicado, sin embargo parte de ella se preguntaba cuánto más tardaría la joven en llegar, pues cuanto antes partieran, antes culminarían la misión y apresarían a los sin vergüenzas.

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Edras


Las calles se sucedían ante mi en una interminable y laberíntica consecución de callejones y curiosas edificaciones. Para un muchacho de la periferia la capital resultaba imponente y extraña. Ovalados edificios construidos con arena, arcos de roca adaptados por una buena arquitectura para sus uso como pilares de algunas viviendas y un sin fin de formas y ocurrencias que denotaba el gran ingenio y adaptabilidad de las gentes de Sunagakura para con los medios de que disponían.

Mi camino me llevaba en dirección a la central, donde el mismísimo Kazekage tenía su despacho y desde donde controlaba todo lo que sucedía dentro y fuera del país.
Aquella mañana un oficial del gobierno me había instado a presentarme en las oficinas del Kazekage para hacer oficial mi presencia en la capital tras haber viajado desde mi aldea original. Como Gennin debía presentar mis respetos y hacer acto de presencia para ser registrado como un shinobi activo en la capital. Sentía ciertos nerviosismo. Nunca había conocido a un Kage y era mi primera vez en la ciudad. Mi semblante, neutro como siempre, ocultaba toda una serie de dudas y preocupaciones.

Llegué temprano y vi una cola dirigida hacia un funcionario encima del cual había un cartel que recaba “peticiones locales”. Toda aquella gente debía estar allí para pedir mediación en diferentes problemas de índole local. El gobierno había dispuesto una oficina que librase al Kazekage de los problemas menores de la aldea, derivando estos en rangos menores y funcionarios.
En la esquina opuesta una mujer trabajaba en su escritorio bajo otro cartel con la palabra “Kage” en él.
Me acerqué y, tras presentarme, le expuse la razón de mi presencia allí. Kaoru, pues así indicaba una placa metálica en su uniforme, me indicó, sin muchas palabras, lo que debía hacer,mientras ponía sellos a informes con aspecto de elevada importancia.

Por aquella puerta, hallarás unas escaleras tras ella; sube hasta el último piso, verás una sola puerta; si está entornada o abierta, pasa; allí estará esperando el Kazekage o en su defecto un oficial de alto rango que lo sustituye en funciones— dijo con un automatismo que ya empezaba a reconocer en los trabajadores del gobierno.—Gracias.

Tras darle mis agradecimientos me dirigí siguiendo sus ordenes hasta el último piso mientras reflexionaba sobre el aspecto y funcionamiento de aquella institución.

Cuando llegué arriba pude ver como la puerta se encontraba abierta. Tal vez esperaban a alguien, aunque no creía que fuese a mi en concreto.
Puse mi pie en el interior del amplio despacho y de inmediato vi ante mi a un shinobi de rojizo cabello e imponente mirada. Parecía absorto en la lectura de algún informe.

Disculpa, venía a presentar ante el Kazekage mis respetos y entera disposición— dije formalmente, mientras adoptaba una postura firme pero relajada.

Mis nervios habían pasado. Normalmente un requerimiento así generaría en mi una gran desgana, pero en esta ocasión se trataba de un asunto que me llevaba directamente al despacho del dirigente de Sunagakure y como de costumbre, a mayor relevancia de la tarea, mayor predisposición mostraba ante ella.



Las calles se sucedían ante mi en una interminable y laberíntica consecución de callejones y curiosas edificaciones. Para un muchacho de la periferia la capital resultaba imponente y extraña. Ovalados edificios construidos con arena, arcos de roca adaptados por una buena arquitectura para sus uso como pilares de algunas viviendas y un sin fin de formas y ocurrencias que denotaba el gran ingenio y adaptabilidad de las gentes de Sunagakura para con los medios de que disponían.

Mi camino me llevaba en dirección a la central, donde el mismísimo Kazekage tenía su despacho y desde donde controlaba todo lo que sucedía dentro y fuera del país.
Aquella mañana un oficial del gobierno me había instado a presentarme en las oficinas del Kazekage para hacer oficial mi presencia en la capital tras haber viajado desde mi aldea original. Como Gennin debía presentar mis respetos y hacer acto de presencia para ser registrado como un shinobi activo en la capital. Sentía ciertos nerviosismo. Nunca había conocido a un Kage y era mi primera vez en la ciudad. Mi semblante, neutro como siempre, ocultaba toda una serie de dudas y preocupaciones.

Llegué temprano y vi una cola dirigida hacia un funcionario encima del cual había un cartel que recaba “peticiones locales”. Toda aquella gente debía estar allí para pedir mediación en diferentes problemas de índole local. El gobierno había dispuesto una oficina que librase al Kazekage de los problemas menores de la aldea, derivando estos en rangos menores y funcionarios.
En la esquina opuesta una mujer trabajaba en su escritorio bajo otro cartel con la palabra “Kage” en él.
Me acerqué y, tras presentarme, le expuse la razón de mi presencia allí. Kaoru, pues así indicaba una placa metálica en su uniforme, me indicó, sin muchas palabras, lo que debía hacer,mientras ponía sellos a informes con aspecto de elevada importancia.

Por aquella puerta, hallarás unas escaleras tras ella; sube hasta el último piso, verás una sola puerta; si está entornada o abierta, pasa; allí estará esperando el Kazekage o en su defecto un oficial de alto rango que lo sustituye en funciones— dijo con un automatismo que ya empezaba a reconocer en los trabajadores del gobierno.—Gracias.

Tras darle mis agradecimientos me dirigí siguiendo sus ordenes hasta el último piso mientras reflexionaba sobre el aspecto y funcionamiento de aquella institución.

Cuando llegué arriba pude ver como la puerta se encontraba abierta. Tal vez esperaban a alguien, aunque no creía que fuese a mi en concreto.
Puse mi pie en el interior del amplio despacho y de inmediato vi ante mi a un shinobi de rojizo cabello e imponente mirada. Parecía absorto en la lectura de algún informe.

Disculpa, venía a presentar ante el Kazekage mis respetos y entera disposición— dije formalmente, mientras adoptaba una postura firme pero relajada.

Mis nervios habían pasado. Normalmente un requerimiento así generaría en mi una gran desgana, pero en esta ocasión se trataba de un asunto que me llevaba directamente al despacho del dirigente de Sunagakure y como de costumbre, a mayor relevancia de la tarea, mayor predisposición mostraba ante ella.

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Sabaku Tsunayoshi
Se había pasado varios minutos repasando una y otra vez el contenido del documento en que se le solicita la tarea de erradicar al grupo de rufianes menores de la aldea. Realmente quería saber cuánto más tendría que esperar a la compañera que le habían dicho, iría con él a cumplir dicha misión, aunque sinceramente esperaba que no llegase, prefería hacer los encargos por su cuenta ya que en el anterior encargo en conjunto que había llevado con otro Gennin de la aldea no había apreciado realmente el trabajo en equipo, pues prácticamente todo lo había hecho él. Apartó un momento su mirada del contenido del papiro y la posó en el atareado hombre que tenía enfrente. El Kazekage de la aldea Oculta entre la Arena obviamente estaría ocupado con sus quehaceres diarios, leyendo documentos, firmando permisos, analizando los reportes de los Jounnin, entre otras cosas. ¿Acaso iba a molestarle si le pedía la autorización para cumplir la tarea por sí solo?

Ante la duda, volvió a fijar su mirada en lo que el Pergamino tenía inscrito para memorizar aún más las indicaciones que se le daban allí, cosa innecesaria pues ya lo había hecho con la segunda lectura. No tardó nada para que la puerta del lugar se abriese, dejando ver a un joven de cabello rubio tan claro que parecía blanco a simple vista, poseedor de unos brillantes y azulados ojos. Tsunayoshi observó un breve instante al semi-enmascarado para escuchar lo que el desconocido decía y responder con cortesía pues se trataba de un compañero de la arena.

- Buenos días. Kazekage-sama se encuentra allí - Miraría entonces hacia donde el líder de la aldea se hallaría para indicar con ello al recién llegado rubio la ubicación de quien buscaba. - Si me disculpas - Realizaría una breve reverencia hacia el Namikaze y luego una hacia el poderoso Kage de la gran aldea del país del Viento. - Kazekage-sama, me retiraré a esperar abajo, con su permiso - Acto seguido, saldría del despacho directo a la entrada del lugar, quizás tendría suerte y su compañera llegaría justo cuando él bajara y con ello podrían empezar a ponerse a trabajar...


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Se había pasado varios minutos repasando una y otra vez el contenido del documento en que se le solicita la tarea de erradicar al grupo de rufianes menores de la aldea. Realmente quería saber cuánto más tendría que esperar a la compañera que le habían dicho, iría con él a cumplir dicha misión, aunque sinceramente esperaba que no llegase, prefería hacer los encargos por su cuenta ya que en el anterior encargo en conjunto que había llevado con otro Gennin de la aldea no había apreciado realmente el trabajo en equipo, pues prácticamente todo lo había hecho él. Apartó un momento su mirada del contenido del papiro y la posó en el atareado hombre que tenía enfrente. El Kazekage de la aldea Oculta entre la Arena obviamente estaría ocupado con sus quehaceres diarios, leyendo documentos, firmando permisos, analizando los reportes de los Jounnin, entre otras cosas. ¿Acaso iba a molestarle si le pedía la autorización para cumplir la tarea por sí solo?

Ante la duda, volvió a fijar su mirada en lo que el Pergamino tenía inscrito para memorizar aún más las indicaciones que se le daban allí, cosa innecesaria pues ya lo había hecho con la segunda lectura. No tardó nada para que la puerta del lugar se abriese, dejando ver a un joven de cabello rubio tan claro que parecía blanco a simple vista, poseedor de unos brillantes y azulados ojos. Tsunayoshi observó un breve instante al semi-enmascarado para escuchar lo que el desconocido decía y responder con cortesía pues se trataba de un compañero de la arena.

- Buenos días. Kazekage-sama se encuentra allí - Miraría entonces hacia donde el líder de la aldea se hallaría para indicar con ello al recién llegado rubio la ubicación de quien buscaba. - Si me disculpas - Realizaría una breve reverencia hacia el Namikaze y luego una hacia el poderoso Kage de la gran aldea del país del Viento. - Kazekage-sama, me retiraré a esperar abajo, con su permiso - Acto seguido, saldría del despacho directo a la entrada del lugar, quizás tendría suerte y su compañera llegaría justo cuando él bajara y con ello podrían empezar a ponerse a trabajar...


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Edras

Mi sorpresa fue mayúscula. Al entrar había visto a aquel shinobi portando una gran calabaza y había asumido, por su seriedad y rectitud, que se trataba del ayudante del Kazekage. Sin embargo, éste, me indicó el lugar donde se hallaba el máximo dirigente del país. Un hombre con una excepcional e imponente aura se encontraba justo detrás del pelirrojo, oculto a mi visión por éste, sentado en su escritorio, visiblemente atareado.

Fue aquel el día en el que conocí al Kazekage en persona. Alzó su mirada, analizándome fríamente, me dijo algunas palabras (que guardaré para mi) y a continuación le comunicó algo a un oficial de peculiares cicatrices y destacada altura.
Tras despedirme respetuosamente salí acompañado de esbelto hombre.

No ha ido mal—me dijo el oficial en un tono amigable, tratando de diluir la tensión evidente—El Kage es una persona tremendamente ocupada. Y se ha tomado unos minutos para confiarte. Eso es bueno.

Mi mente volvió pronto a un estado normal. Los pensamientos se sucedían en un segundo plano mientras mi rostro se mantenía en su impasibilidad y neutralidad. Miré al shinobi, de rango Jounin, alzando la cabeza para alcanzar a ver la altura a la que se ubicaba su rostro y le lancé una sonrisa sutil, entrecerrando mis párpados. El hombre parecía algo incómodo con mi silencio.

Bueno— dijo aclarándose la garganta— Me ha dado algo para ti. Al parecer el chico que abandonó el despacho anteriormente, estaba a la espera de una compañera para la realización de una misión, sin embargo, ésta no se ha presentado. Deberás acompañarle. Aquí tienes los informes pertinentes. El joven se llama Sabaku Tsunayoshi.

La visión de aquellos solemnes ojos me sobrevino como un parpadeo. "El chico de la calabaza" -pensé. Me transmitía una frialdad y tensa calma que me recordaba al desierto. Podía conjugar bien con aquello, sin duda.

Mientras leía el informe de misión, bajé hasta la recepción, dónde el alto shinobi de las cicatrices se despidió y marchó. Allí en un rincón se encontraba mi nuevo compañero, en una recta postura, paciente e impasible.
Me acerqué hasta él e incliné mi cabeza respetuosamente para, tras lo cual, presentarme.

Soy Namikaze Edras. Seré tu nuevo compañero en la misión que se te asignó.


Mi sorpresa fue mayúscula. Al entrar había visto a aquel shinobi portando una gran calabaza y había asumido, por su seriedad y rectitud, que se trataba del ayudante del Kazekage. Sin embargo, éste, me indicó el lugar donde se hallaba el máximo dirigente del país. Un hombre con una excepcional e imponente aura se encontraba justo detrás del pelirrojo, oculto a mi visión por éste, sentado en su escritorio, visiblemente atareado.

Fue aquel el día en el que conocí al Kazekage en persona. Alzó su mirada, analizándome fríamente, me dijo algunas palabras (que guardaré para mi) y a continuación le comunicó algo a un oficial de peculiares cicatrices y destacada altura.
Tras despedirme respetuosamente salí acompañado de esbelto hombre.

No ha ido mal—me dijo el oficial en un tono amigable, tratando de diluir la tensión evidente—El Kage es una persona tremendamente ocupada. Y se ha tomado unos minutos para confiarte. Eso es bueno.

Mi mente volvió pronto a un estado normal. Los pensamientos se sucedían en un segundo plano mientras mi rostro se mantenía en su impasibilidad y neutralidad. Miré al shinobi, de rango Jounin, alzando la cabeza para alcanzar a ver la altura a la que se ubicaba su rostro y le lancé una sonrisa sutil, entrecerrando mis párpados. El hombre parecía algo incómodo con mi silencio.

Bueno— dijo aclarándose la garganta— Me ha dado algo para ti. Al parecer el chico que abandonó el despacho anteriormente, estaba a la espera de una compañera para la realización de una misión, sin embargo, ésta no se ha presentado. Deberás acompañarle. Aquí tienes los informes pertinentes. El joven se llama Sabaku Tsunayoshi.

La visión de aquellos solemnes ojos me sobrevino como un parpadeo. "El chico de la calabaza" -pensé. Me transmitía una frialdad y tensa calma que me recordaba al desierto. Podía conjugar bien con aquello, sin duda.

Mientras leía el informe de misión, bajé hasta la recepción, dónde el alto shinobi de las cicatrices se despidió y marchó. Allí en un rincón se encontraba mi nuevo compañero, en una recta postura, paciente e impasible.
Me acerqué hasta él e incliné mi cabeza respetuosamente para, tras lo cual, presentarme.

Soy Namikaze Edras. Seré tu nuevo compañero en la misión que se te asignó.



Última edición por Edras el Dom Sep 15, 2019 3:07 am, editado 1 vez

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Sabaku Tsunayoshi
Una vez había llegado a la recepción del edificio, pasó sin intenciones de llamar la atención con una calma en su andar bastante característica en su personalidad, directo hasta un rincón de aquel lugar, sitio donde posó su espalda en la pared para después cruzar sus brazos frente a su pecho y continuar esperando la llegada de una desconocida joven que parecía, no iba a llegar ese día.

Kaoru, la recepcionista del lugar, automatizada en su labor pero siendo conocedora de la triste historia del arenero, mostraba siempre una actitud diferente con el Sabaku, se le notaba más sociable y amable con él. No era desconocido para ningún alto rango la pérdida de aquel par de shinobis del clan que controlaba la arena, tan poderosos y valiosos para la aldea, en batalla ni mucho menos el legado que habían dejado, pesado y hasta cierto punto insuperable, en los hombros del recién llegado a la mayoría de edad, pelirrojo shinobi de rango bajo, su único descendiente. Era por eso que la chica quiso decirle algo, darle ánimos, hacer algo que cambiase la actitud que el arenero siempre mostraba para que quizás la paz, o una parte de ella, empezara a mermar el dolor que el muchacho seguía sin superar. Creía que su neutralidad se debía a un duelo personal contínuo, pero la realidad era que la misma pérdida había potenciado una actitud fría y distante ya desarrollada de manera natural. Abrió su boca para decirle algo que le "animara" pero la llegada del nuevo shinobi a la sala la hizo detenerse y observarle. Era el mismo que momentos antes había solicitado ver al Kazekage, ¿qué había pasado?

Lo siguiente le mostraría la respuesta...

Tsunayoshi seguía sumido en sus pensamientos, unos que habían iniciado desde que había salido del despacho del Kazekage. Nuevamente otro compañero de la arena le dejaba de lado. El primero, aquel inexpresivo Uchiha que le había observado sin dirigirle más que un par de palabras al presentarse semanas atrás, y ahora la segunda, una desconocida joven que ni siquiera se había presentado. ¿Acaso era aquello una señal para insistirle a sus superiores y obtener el permiso para cumplir encargos difíciles por su cuenta? El trabajo en equipo le había llamado un poco la atención al saber que era el mismo que había hecho prosperar a su villa, pero saberse incapaz de ser parte de uno, le hacía pensar que no era parte de esa gran nación, que no era digno de ello... ¿Valía la pena entonces asistir al evento que días antes le habían solicitado en representación de la aldea? No se sentía capaz de cargar con tanta responsabilidad y mucho menos al creer que uno de los principios de su nación no era capaz de llevarlo a cabo por su cuenta.

Levantó la vista del rincón sin importancia en la cual la tenía puesta al escuchar a alguien presentarse ante él. Miró bien al recién llegado. Era la misma persona que momentos atrás había entrado al despacho del líder de Suna y por el cual había decidido salir de allí, para darle privacidad a su primer contacto con el Kage de la aldea. Pero el rubio no sólo se presentó sino que también dijo algo que llamó la atención del arenero inmediatamente... ¿Compañeros?

Entonces no vendría la chica que se le había dicho sería su acompañante. Por un lado sintió un vacío en su ya maltratada alma. Otro compatriota que le abandonaba. Un vacío que rápidamente quedaría en "veremos" al tener una tercera y última oportunidad de ser llenado por la unión y el compañerismo que se le presentaba en ese joven de rostro semicubierto por una tela.

Quitó los brazos del cruce en su pecho y procedió a realizar entonces una reverencia para corresponder su gesto en señal de saludo y presentarse también, aunque sin cambiar su expresión. - Es un gusto. Mi nombre es Sabaku Tsunayoshi. - Regresó a su posición inicial para así notificar a al muchacho sobre la pérdida de tiempo. - Tenemos varios minutos de atraso debido a un contratiempo que ya no es importante. Será mejor que vayamos de inmediato o se nos complicará más la misión - Empezaría a caminar rumbo a la salida a una velocidad lo suficientemente moderada como para hacerle entender al Namikaze que le siguiera para así ponerse a trabajar en lo que se les había pedido esa mañana.

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Off Rol:
Una vez había llegado a la recepción del edificio, pasó sin intenciones de llamar la atención con una calma en su andar bastante característica en su personalidad, directo hasta un rincón de aquel lugar, sitio donde posó su espalda en la pared para después cruzar sus brazos frente a su pecho y continuar esperando la llegada de una desconocida joven que parecía, no iba a llegar ese día.

Kaoru, la recepcionista del lugar, automatizada en su labor pero siendo conocedora de la triste historia del arenero, mostraba siempre una actitud diferente con el Sabaku, se le notaba más sociable y amable con él. No era desconocido para ningún alto rango la pérdida de aquel par de shinobis del clan que controlaba la arena, tan poderosos y valiosos para la aldea, en batalla ni mucho menos el legado que habían dejado, pesado y hasta cierto punto insuperable, en los hombros del recién llegado a la mayoría de edad, pelirrojo shinobi de rango bajo, su único descendiente. Era por eso que la chica quiso decirle algo, darle ánimos, hacer algo que cambiase la actitud que el arenero siempre mostraba para que quizás la paz, o una parte de ella, empezara a mermar el dolor que el muchacho seguía sin superar. Creía que su neutralidad se debía a un duelo personal contínuo, pero la realidad era que la misma pérdida había potenciado una actitud fría y distante ya desarrollada de manera natural. Abrió su boca para decirle algo que le "animara" pero la llegada del nuevo shinobi a la sala la hizo detenerse y observarle. Era el mismo que momentos antes había solicitado ver al Kazekage, ¿qué había pasado?

Lo siguiente le mostraría la respuesta...

Tsunayoshi seguía sumido en sus pensamientos, unos que habían iniciado desde que había salido del despacho del Kazekage. Nuevamente otro compañero de la arena le dejaba de lado. El primero, aquel inexpresivo Uchiha que le había observado sin dirigirle más que un par de palabras al presentarse semanas atrás, y ahora la segunda, una desconocida joven que ni siquiera se había presentado. ¿Acaso era aquello una señal para insistirle a sus superiores y obtener el permiso para cumplir encargos difíciles por su cuenta? El trabajo en equipo le había llamado un poco la atención al saber que era el mismo que había hecho prosperar a su villa, pero saberse incapaz de ser parte de uno, le hacía pensar que no era parte de esa gran nación, que no era digno de ello... ¿Valía la pena entonces asistir al evento que días antes le habían solicitado en representación de la aldea? No se sentía capaz de cargar con tanta responsabilidad y mucho menos al creer que uno de los principios de su nación no era capaz de llevarlo a cabo por su cuenta.

Levantó la vista del rincón sin importancia en la cual la tenía puesta al escuchar a alguien presentarse ante él. Miró bien al recién llegado. Era la misma persona que momentos atrás había entrado al despacho del líder de Suna y por el cual había decidido salir de allí, para darle privacidad a su primer contacto con el Kage de la aldea. Pero el rubio no sólo se presentó sino que también dijo algo que llamó la atención del arenero inmediatamente... ¿Compañeros?

Entonces no vendría la chica que se le había dicho sería su acompañante. Por un lado sintió un vacío en su ya maltratada alma. Otro compatriota que le abandonaba. Un vacío que rápidamente quedaría en "veremos" al tener una tercera y última oportunidad de ser llenado por la unión y el compañerismo que se le presentaba en ese joven de rostro semicubierto por una tela.

Quitó los brazos del cruce en su pecho y procedió a realizar entonces una reverencia para corresponder su gesto en señal de saludo y presentarse también, aunque sin cambiar su expresión. - Es un gusto. Mi nombre es Sabaku Tsunayoshi. - Regresó a su posición inicial para así notificar a al muchacho sobre la pérdida de tiempo. - Tenemos varios minutos de atraso debido a un contratiempo que ya no es importante. Será mejor que vayamos de inmediato o se nos complicará más la misión - Empezaría a caminar rumbo a la salida a una velocidad lo suficientemente moderada como para hacerle entender al Namikaze que le siguiera para así ponerse a trabajar en lo que se les había pedido esa mañana.

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Edras



El joven Tsunayoshi me informó acerca del retraso que existía respecto a la misión que nos concernía. Tal y cómo el oficial me había revelado, la que debía ser su compañera en esta misión no se había presentado. Me preguntaba cual sería la consecuencia de abandonar así a un compañero de la aldea. Me parecía algo inadmisible. La insolencia de faltar a tu deber con otro shinobi sin dar aviso alguno me resultaba de una insolencia inaceptable. Solo esperaba que no se debiese a una razón de gravedad y que todo fuese resultado de la incompetencia de una Gennin.

A pesar de que mostraba una apatía sin igual frente a las tareas mundanas e irrelevantes que podían asignar a un shinobi de nuestro rango, no toleraba la falta al deber ante misiones grupales y menos de clase C.

[Pasado: Antes del torneo ceremonial] ¡Atrapa a los Gamberros! [Misión Rango C] [Hotaru Tokisada y Sabaku Tsunayoshi]  1e516436aa

Apreté mis guantes mientras salía tras el Sabaku, quien parecía tan molesto como yo por la situación. Pronto nos encontramos fuera bajo la ardiente mirada del omnipresente sol de Sunagakure.

Así que un caso de vandalismo ¿Existe alguna zona especialmente conflictiva?—dije colocándome a la par con el pelirrojo.

Mis conocimientos sobre la capital eran pobres. Imaginaba que, como en toda gran ciudad, existía un porcentaje de población con una vida desventurada. La vida era complicada por si misma, pero en el desierto resultaba especialmente desafiante. Algunas gentes, incapaces de lidiar con los problemas que el destino les iba presentando, se relegaban a la vida fugaz y transgresora.
Me preguntaba si el chico de la calabaza se habría percatado, tras mi pregunta, de que no era de la ciudad. No mucha gente sabía a cerca de mi etnia y mucho menos del poblado en los límites del Desierto Infernal en el que había nacido y crecido.

Fuese como fuere, caminábamos con bastante decisión pues los casos de vandalismo se localizaban a buena distancia de la Central, probablemente por pura precaución de los ejecutores.

Aquella misión escarbaba en mi interior hasta llegar levemente a una pequeña preocupación que había crecido desde que me encontraba en la Capital de la Arena. Mi padre. Sabía que se encontraba allí. Y, aunque nunca lo supe a ciencia cierta, siempre intuí que su profesión quedaba lejos de la legalidad. Por ello lo veía tan poco cuando madre aún vivía y probablemente por ello acabó por dejarme con su hermano en aquel remoto poblado. Y ahora que nuestra misión tal vez nos lleve a las calles más oscuras de Suna, la posibilidad de encontrarlo aumentaba. Y si no era hoy, si no era en esta misión, sería en cualquier otro día y en cualquier otra ocupación.

Volví de mi reflexión por un momento. Parecía que Tsunayoshi se disponía a decir algo. Solo esperaba que no se hubiera percatado de mi inquietud momentánea.



DATOS:



El joven Tsunayoshi me informó acerca del retraso que existía respecto a la misión que nos concernía. Tal y cómo el oficial me había revelado, la que debía ser su compañera en esta misión no se había presentado. Me preguntaba cual sería la consecuencia de abandonar así a un compañero de la aldea. Me parecía algo inadmisible. La insolencia de faltar a tu deber con otro shinobi sin dar aviso alguno me resultaba de una insolencia inaceptable. Solo esperaba que no se debiese a una razón de gravedad y que todo fuese resultado de la incompetencia de una Gennin.

A pesar de que mostraba una apatía sin igual frente a las tareas mundanas e irrelevantes que podían asignar a un shinobi de nuestro rango, no toleraba la falta al deber ante misiones grupales y menos de clase C.

[Pasado: Antes del torneo ceremonial] ¡Atrapa a los Gamberros! [Misión Rango C] [Hotaru Tokisada y Sabaku Tsunayoshi]  1e516436aa

Apreté mis guantes mientras salía tras el Sabaku, quien parecía tan molesto como yo por la situación. Pronto nos encontramos fuera bajo la ardiente mirada del omnipresente sol de Sunagakure.

Así que un caso de vandalismo ¿Existe alguna zona especialmente conflictiva?—dije colocándome a la par con el pelirrojo.

Mis conocimientos sobre la capital eran pobres. Imaginaba que, como en toda gran ciudad, existía un porcentaje de población con una vida desventurada. La vida era complicada por si misma, pero en el desierto resultaba especialmente desafiante. Algunas gentes, incapaces de lidiar con los problemas que el destino les iba presentando, se relegaban a la vida fugaz y transgresora.
Me preguntaba si el chico de la calabaza se habría percatado, tras mi pregunta, de que no era de la ciudad. No mucha gente sabía a cerca de mi etnia y mucho menos del poblado en los límites del Desierto Infernal en el que había nacido y crecido.

Fuese como fuere, caminábamos con bastante decisión pues los casos de vandalismo se localizaban a buena distancia de la Central, probablemente por pura precaución de los ejecutores.

Aquella misión escarbaba en mi interior hasta llegar levemente a una pequeña preocupación que había crecido desde que me encontraba en la Capital de la Arena. Mi padre. Sabía que se encontraba allí. Y, aunque nunca lo supe a ciencia cierta, siempre intuí que su profesión quedaba lejos de la legalidad. Por ello lo veía tan poco cuando madre aún vivía y probablemente por ello acabó por dejarme con su hermano en aquel remoto poblado. Y ahora que nuestra misión tal vez nos lleve a las calles más oscuras de Suna, la posibilidad de encontrarlo aumentaba. Y si no era hoy, si no era en esta misión, sería en cualquier otro día y en cualquier otra ocupación.

Volví de mi reflexión por un momento. Parecía que Tsunayoshi se disponía a decir algo. Solo esperaba que no se hubiera percatado de mi inquietud momentánea.



DATOS:

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Sabaku Tsunayoshi
Una vez fuera del recinto, si de por sí la llegada de su compañero le había hecho salir momentáneamente de sus pensamientos, la imponente presencia del astro rey le devolvería a la realidad total. Entrecerró sus ojos por un par de segundos hasta volver a acostumbrar su vista debido al rato que llevaba bajo la sombra del edificio a su espalda. Vivía en medio de un desierto, se sentía parte de este mismo y por ende, parte de todo lo que estuviera en el. Las personas, los animales, las estructuras que los que en su momento no se rindieron ante la adversidad de un terreno inhabitable levantaron para establecerse... La aldea era parte de él y quien perturbase su tranquilidad molestaba al desierto. Quien molestaba al desierto lo molestaba a él.

Apretó su puño al verse incapaz de concentrarse realmente. Aunque trató en ese momento, una parte de él en verdad quería saber ¿cuál había sido la razón que había llevado a su compañera original a no presentarse? ¿Quizás el hecho de ir con él? Si así fuera el caso, no sería de extrañar. A no muchos le agradaba, más que todo a los jóvenes y si aquella desconocida acompañante era menor que él no había que pensar mucho. Nada nuevo en realidad.

Cerró sus ojos fuertemente para seguidamente levantar sus párpados y que sus perlas turquesa suave fijasen su visión en un punto sin importancia de la calle aledaña al despacho del cual recientemente había salido. El joven quien respondía al nombre de "Edras" ya había llegado junto a él y le hacía una interrogante bastante simple pero con una respuesta de amplia gama de posibilidades, o al menos sería así si a quienes debían de detener fuesen adultos analíticos y bien organizados. En aquella ocasión, se trataban de simples jóvenes rebeldes quienes por desconocidas razones habían preferido dejar la academia y usar lo que habían aprendido para hacer lo que les viniera en gana. Difícilmente pensarían bien sus movimientos. ("Qué generación tan estúpida, arruinar sus vidas así...") - Pensó al asentir en respuesta afirmativa a lo que preguntaba el Namikaze.

Recordó fugazmente aquella época en la que él mismo creía que asistir a la academia era una pérdida de tiempo y que ser un ninja no valía absolutamente nada para nadie. Recordó todas las preocupaciones que causó a aquella pareja de shinobis que día tras días velaban por su bienestar. Sus padres quizás no habían podido mostrarle la verdadera belleza tras aquella profesión tan safricicada, pero si había algo que jamás olvidaría, sería que tuvo como padres a dos ejemplos de lo que un verdadero shinobi debía de ser. No se dio cuenta aquella vez y no lo hizo sino hasta que empezó su vida como ninja de la arena. El trabajo de sus padres nunca fue sencillo, ver cómo los Chunnin y los Jounnin eran enviados a misiones desconocidas para él, imaginaba, serían de un grado de dificultad mínimo tres veces mayor a las misiones de rango C que solía realizar él. Con todo eso, si le sumaba todas sus cuestionables acciones de joven rebelde, llegaba a la conclusión de que la muerte no había sido sino el descanso que tanto merecían sus progenitores. Sintió un nudo en la garganta al volver a sentirse culpable de lo que ese día de graduación había sucedido. De haberse graduado antes, de haberse esforzado antes, quizás pudo haberles acompañado o al menos darles la alegría que merecían.

Miró brevemente al rubio casi peliblanco a su lado quien se mostraba tanto o más pensativo que él y entendió que no era momento de volver a caer en la depresión de un desgraciado pasado cercano, sino de centrarse en el objetivo de ese día.

Notó que aún mantenía su puño cerrado, casi rompiendo su piel con sus uñas. Aflojó el apretón e inhaló un poco de oxígeno para después exhalar el dióxido de carbono que no necesitaba su cuerpo. Levantó la mirada al frente y la devolvió a su enmascarado acompañante.

- Estos muchachos son simples estudiantes que decidieron dejar la academia y dedicarse a los malos pasos en las calles - Se había decidido al fin. Claro que se identificaba con esos jóvenes, pero él no era igual, él había tomado el camino correcto, tarde, sí, pero correcto al fin. Y no había nadie mejor que él para encargarse de detenerlos. - Yo diría que empecemos la búsqueda en el mismo sitio que decidieron abandonar al tomar esa vida... - Era obvio a dónde debían de dirigirse entonces, claro que todo habitante de la gran aldea conocería la academia ninja, ¿por qué Edras no? Sus pasos que hasta ese momento no se habían detenido, dirigirían su rumbo hacia aquella institución ninja donde creyó nunca más regresaría.

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Una vez fuera del recinto, si de por sí la llegada de su compañero le había hecho salir momentáneamente de sus pensamientos, la imponente presencia del astro rey le devolvería a la realidad total. Entrecerró sus ojos por un par de segundos hasta volver a acostumbrar su vista debido al rato que llevaba bajo la sombra del edificio a su espalda. Vivía en medio de un desierto, se sentía parte de este mismo y por ende, parte de todo lo que estuviera en el. Las personas, los animales, las estructuras que los que en su momento no se rindieron ante la adversidad de un terreno inhabitable levantaron para establecerse... La aldea era parte de él y quien perturbase su tranquilidad molestaba al desierto. Quien molestaba al desierto lo molestaba a él.

Apretó su puño al verse incapaz de concentrarse realmente. Aunque trató en ese momento, una parte de él en verdad quería saber ¿cuál había sido la razón que había llevado a su compañera original a no presentarse? ¿Quizás el hecho de ir con él? Si así fuera el caso, no sería de extrañar. A no muchos le agradaba, más que todo a los jóvenes y si aquella desconocida acompañante era menor que él no había que pensar mucho. Nada nuevo en realidad.

Cerró sus ojos fuertemente para seguidamente levantar sus párpados y que sus perlas turquesa suave fijasen su visión en un punto sin importancia de la calle aledaña al despacho del cual recientemente había salido. El joven quien respondía al nombre de "Edras" ya había llegado junto a él y le hacía una interrogante bastante simple pero con una respuesta de amplia gama de posibilidades, o al menos sería así si a quienes debían de detener fuesen adultos analíticos y bien organizados. En aquella ocasión, se trataban de simples jóvenes rebeldes quienes por desconocidas razones habían preferido dejar la academia y usar lo que habían aprendido para hacer lo que les viniera en gana. Difícilmente pensarían bien sus movimientos. ("Qué generación tan estúpida, arruinar sus vidas así...") - Pensó al asentir en respuesta afirmativa a lo que preguntaba el Namikaze.

Recordó fugazmente aquella época en la que él mismo creía que asistir a la academia era una pérdida de tiempo y que ser un ninja no valía absolutamente nada para nadie. Recordó todas las preocupaciones que causó a aquella pareja de shinobis que día tras días velaban por su bienestar. Sus padres quizás no habían podido mostrarle la verdadera belleza tras aquella profesión tan safricicada, pero si había algo que jamás olvidaría, sería que tuvo como padres a dos ejemplos de lo que un verdadero shinobi debía de ser. No se dio cuenta aquella vez y no lo hizo sino hasta que empezó su vida como ninja de la arena. El trabajo de sus padres nunca fue sencillo, ver cómo los Chunnin y los Jounnin eran enviados a misiones desconocidas para él, imaginaba, serían de un grado de dificultad mínimo tres veces mayor a las misiones de rango C que solía realizar él. Con todo eso, si le sumaba todas sus cuestionables acciones de joven rebelde, llegaba a la conclusión de que la muerte no había sido sino el descanso que tanto merecían sus progenitores. Sintió un nudo en la garganta al volver a sentirse culpable de lo que ese día de graduación había sucedido. De haberse graduado antes, de haberse esforzado antes, quizás pudo haberles acompañado o al menos darles la alegría que merecían.

Miró brevemente al rubio casi peliblanco a su lado quien se mostraba tanto o más pensativo que él y entendió que no era momento de volver a caer en la depresión de un desgraciado pasado cercano, sino de centrarse en el objetivo de ese día.

Notó que aún mantenía su puño cerrado, casi rompiendo su piel con sus uñas. Aflojó el apretón e inhaló un poco de oxígeno para después exhalar el dióxido de carbono que no necesitaba su cuerpo. Levantó la mirada al frente y la devolvió a su enmascarado acompañante.

- Estos muchachos son simples estudiantes que decidieron dejar la academia y dedicarse a los malos pasos en las calles - Se había decidido al fin. Claro que se identificaba con esos jóvenes, pero él no era igual, él había tomado el camino correcto, tarde, sí, pero correcto al fin. Y no había nadie mejor que él para encargarse de detenerlos. - Yo diría que empecemos la búsqueda en el mismo sitio que decidieron abandonar al tomar esa vida... - Era obvio a dónde debían de dirigirse entonces, claro que todo habitante de la gran aldea conocería la academia ninja, ¿por qué Edras no? Sus pasos que hasta ese momento no se habían detenido, dirigirían su rumbo hacia aquella institución ninja donde creyó nunca más regresaría.

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Edras


Caminábamos al unísono con los ojos bien abiertos. El murmullo constante nos arropaba a nuestro paso, mientras la gente nos observaba con curiosidad. Los Gennin debían ser comunes en la Capital pero nuestros rasgos físicos no lo eran. Un joven de pelo rojizo y claros ojos portador de una enorme calabaza y un esbelto muchacho de blanquecino cabello e azulados iris excesivamente luminosos, que además poseía medio rostro oculto tras una ceñida tela.
Pese a todo, la curiosidad no era excesiva. En la capital de Sunagakure se concentraba una diversidad destacable, principalmente proveniente de los pequeños países que separaban al País del Viento del de la Tierra y el Fuego.

Nos dirigiríamos hacia la academia shinobi por lo que había dicho el Sabaku. Aquellos jóvenes vándalos habían salido de aquella escuela sin graduarse y aquel podría ser un buen lugar para empezar a buscarlos. Probablemente provenían de familias desestructuradas o habían tomado un mal camino a causa de la inestabilidad que las no tan lejanas guerras habían dejado en el continente.
Tras caminar unos minutos vislumbramos el peculiar edificio de la academia. Solo había estado allí en una ocasión. Mis estudios y preparación corrieron a cargo de mi tío en el alejado poblado, por lo que nunca tuve la suerte de compartir mi aprendizaje con otros shinobis de mi edad. Cuando estuve preparado acudí a realizar el examen Gennin a la capital y tras mi graduación no volví a saber más sobre aquella institución. Ahora que la veía el niño que llevaba en mi interior sentía cierta tristeza por los años que pudo haber vivido entre aquellos muros; las experiencias, los compañeros.
Nunca llegaría a ser totalmente un Gennin de la Arena. Un pequeño reducto insurrecto aferrado a  mi identidad étnica me alejaba sutil pero incesantemente de cualquier orgullo patriótico.

Despejando aquellos pensamientos de mi mente aceleré el paso para interceptar a un Jounin que entraba en la academia cargado con dos cilindros de papel y una cartera escolar, probablemente para impartir alguna clase.

Disculpa. Puedes dedicarnos un momento—dije mientras me colocaba el protector metálico con el símbolo de Suna en la frente.


Sí, claro ¿Os encontráis en misión, Gennins?—dijo sonriente.


En efecto. Estudiamos ciertos casos de vandalismo. Al parecer los causantes podrían ser ex alumnos frustrados de la academia.


Ah, sé de qué me hablas—afirmó mientras dejaba los cilindros apoyados en un muro y extraía una libreta de su cartera—... veamos. Este es un listado de los alumnos matriculados.—abrió la gruesa y dura libreta— En el último año no hubo ningún cese por lo que sé, así que deben estar en los anteriores. Pero...—hizo una pausa mientra ojeaba en busca de algo—No. El listado de alumnos cesados de los últimos tres años debe tenerlo Sukome, él se encargaba de las suspensiones.


¿Sabe dónde podemos encontrarlo?—pregunté respetuosamente pero algo incómodo por prolongar más la conversación. Cosa que no soportaba.


Verás, joven, Sukome interrumpió sus labores como profesor hace 1 año ¿No lo sabes? Por tu edad, probablemente estabas aún en la academia cuando se marchó.— dijo extrañado.


No soy de la capital. Soy un Gendo—mencioné mientras me giraba hacia Tsunayoshi para evitar el contacto visual y eludir ese tema de conversación—¿Sabes algo de Sukome?


Parecía que mi origen foráneo supondría una temática constante durante mi vida en la capital. Tardaría en acostumbrarme a aquello. A lo largo de mi infancia y adolescencia, aquello nunca había sido una cuestión de ningún tipo. Evidentemente, el vivir entre otros bajo mi mismo contexto hacia de aquello una normalidad. Poco me habló mi tío sobre las peculiaridades de los Gendo ni su historia. Aquello era algo que debería averiguar por mi cuenta en algún momento.



DATOS:


Caminábamos al unísono con los ojos bien abiertos. El murmullo constante nos arropaba a nuestro paso, mientras la gente nos observaba con curiosidad. Los Gennin debían ser comunes en la Capital pero nuestros rasgos físicos no lo eran. Un joven de pelo rojizo y claros ojos portador de una enorme calabaza y un esbelto muchacho de blanquecino cabello e azulados iris excesivamente luminosos, que además poseía medio rostro oculto tras una ceñida tela.
Pese a todo, la curiosidad no era excesiva. En la capital de Sunagakure se concentraba una diversidad destacable, principalmente proveniente de los pequeños países que separaban al País del Viento del de la Tierra y el Fuego.

Nos dirigiríamos hacia la academia shinobi por lo que había dicho el Sabaku. Aquellos jóvenes vándalos habían salido de aquella escuela sin graduarse y aquel podría ser un buen lugar para empezar a buscarlos. Probablemente provenían de familias desestructuradas o habían tomado un mal camino a causa de la inestabilidad que las no tan lejanas guerras habían dejado en el continente.
Tras caminar unos minutos vislumbramos el peculiar edificio de la academia. Solo había estado allí en una ocasión. Mis estudios y preparación corrieron a cargo de mi tío en el alejado poblado, por lo que nunca tuve la suerte de compartir mi aprendizaje con otros shinobis de mi edad. Cuando estuve preparado acudí a realizar el examen Gennin a la capital y tras mi graduación no volví a saber más sobre aquella institución. Ahora que la veía el niño que llevaba en mi interior sentía cierta tristeza por los años que pudo haber vivido entre aquellos muros; las experiencias, los compañeros.
Nunca llegaría a ser totalmente un Gennin de la Arena. Un pequeño reducto insurrecto aferrado a  mi identidad étnica me alejaba sutil pero incesantemente de cualquier orgullo patriótico.

Despejando aquellos pensamientos de mi mente aceleré el paso para interceptar a un Jounin que entraba en la academia cargado con dos cilindros de papel y una cartera escolar, probablemente para impartir alguna clase.

Disculpa. Puedes dedicarnos un momento—dije mientras me colocaba el protector metálico con el símbolo de Suna en la frente.


Sí, claro ¿Os encontráis en misión, Gennins?—dijo sonriente.


En efecto. Estudiamos ciertos casos de vandalismo. Al parecer los causantes podrían ser ex alumnos frustrados de la academia.


Ah, sé de qué me hablas—afirmó mientras dejaba los cilindros apoyados en un muro y extraía una libreta de su cartera—... veamos. Este es un listado de los alumnos matriculados.—abrió la gruesa y dura libreta— En el último año no hubo ningún cese por lo que sé, así que deben estar en los anteriores. Pero...—hizo una pausa mientra ojeaba en busca de algo—No. El listado de alumnos cesados de los últimos tres años debe tenerlo Sukome, él se encargaba de las suspensiones.


¿Sabe dónde podemos encontrarlo?—pregunté respetuosamente pero algo incómodo por prolongar más la conversación. Cosa que no soportaba.


Verás, joven, Sukome interrumpió sus labores como profesor hace 1 año ¿No lo sabes? Por tu edad, probablemente estabas aún en la academia cuando se marchó.— dijo extrañado.


No soy de la capital. Soy un Gendo—mencioné mientras me giraba hacia Tsunayoshi para evitar el contacto visual y eludir ese tema de conversación—¿Sabes algo de Sukome?


Parecía que mi origen foráneo supondría una temática constante durante mi vida en la capital. Tardaría en acostumbrarme a aquello. A lo largo de mi infancia y adolescencia, aquello nunca había sido una cuestión de ningún tipo. Evidentemente, el vivir entre otros bajo mi mismo contexto hacia de aquello una normalidad. Poco me habló mi tío sobre las peculiaridades de los Gendo ni su historia. Aquello era algo que debería averiguar por mi cuenta en algún momento.



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Sabaku Tsunayoshi
Nuevamente regresaría a ese lugar. Otra vez sus pasos le llevarían a aquella institución a la cual tantas veces se había rehusado a asistir, aquella que le vio escapar de sus dominios una y otra vez sólo para perseguir un pasatiempo como admirador de la belleza natural de un desierto reinante en el árido país. Aquella misma institución que le permitió surgir como ninja y dejar de ser un escapista, alguien que huía de su propio deber como descendiente de shinobis, aquel mismo lugar que presenció tanto su satisfacción por finalmente convertirse en ninja como su lamento por su repentina y dolorosa pérdida; la más grande de todas hasta ahora para el arenero. Esa misma academia, sería nuevamente pisada por los pies del Sabaku y realmente no sabía cómo iba a reaccionar ante ello.

Miles de pensamientos invadían su mente. Un sin fin de sensaciones negativas y contraproducentes inquietaban su ser. Podía notar cómo la gente de alrededores les observaban tanto a él como a su acompañante con una curiosidad propia de un forastero o incluso un extranjero, puesto que en la mayoría de los casos era así. Visitantes de las pequeñas aldeas y poblados del país venían a la gran aldea oculta por diferentes razones, así como también habitantes de los países vecinos, fuera por comercio, turismo, un nuevo comienzo para sus vidas, entre otras cosas, claro que, para ello debían de tener algún contacto o mantener alguna relación con el lugar, de lo contrario, nunca habrían encontrado el camino a dicha gran aldea. Aún así el pelirrojo portador de la gran calabaza formada con los resistentes minerales del suelo desértico les ignoró por completo. Acostumbrado estaba ya de recibir miradas de todo tipo, fueran buenas o malas y fue allí, en esa academia ninja donde pudo desarrollar esa costumbre...

[...]

Al llegar a la gran edificación se dio cuenta de que aún no superaba ese día. Sinceramente esperaba que fuese así ya que su dolor aún no disminuía del todo. Aún y con ello en mente y alma, lo intentó, lo forzó y al menos logró tomar ese devastador recuerdo, esa dolorosa noticia, esa terrible herida, y ocultarla, al menos por esos momentos puesto que necesitaba estar concentrado en la misión o de lo contrario las posibilidades de fallar serían grandes. No subestimaba a su acompañante, pero dejarlo solo era algo que no iba a permitirse, no después de vivir esa experiencia pasada con el inmóvil Gennin de la arena y casi repetirla ese día por el abandono de la desconocida compañera inasistente.

Avanzaron a paso firme pero indeciso a la vez sobre a dónde empezar a buscar. El instituto shinobi era amplio, con muchas habitaciones, salones, espacios abiertos, entre otras cosas. Obviamente necesitaban pedir alguna guía o terminarían paseando de un lado al otro todo el día. Tsunayoshi conocía perfectamente el lugar, mas no sabía siquiera si los vándalos a quienes buscaban atacarían el sitio o en qué parte sería su ataque. Quiso sugerir pasar hacia la oficina del director, aquel hombre que tantas veces le había insistido en no dejar de lado sus estudios shinobis al igual que sus padres pero que al final había ignorado casi todo el tiempo como a los primeros, para pedir orientación sobre el caso que seguían, pero la oportunidad presentada frente a ellos rápidamente fue aprovechada por el ágil peliblanco enmascarado...

Un hombre, aparentemente un profesor, quizás un Chunnin o incluso Jounnin, avanzaba frente a ellos portando dos cilindros de papel y una cartera escolar rumbo a, seguramente, el salón de la clase que le tocaría dar. El Namikaze sin pensarlo mucho avanzó hasta el hombre seguido del Sabaku y pidió un momento para interrogarlo. El profesor sonrió y aceptó preguntando algo casi obvio. Tsunayoshi asintió a la pregunta mientras que Edras prosiguió, afirmando la pregunta con palabras y procediendo a realizar su propia interrogante pero a manera informativa. El instructor de jóvenes ninja al parecer sabía algo, puesto que no sólo afirmó su posible conocimiento del caso sino que procedió a buscar algo en los documentos de su cartera luego de dejar a un lado los rollos de papel. Luego de buscar, el profesor indicó algo, mencionando el nombre del Subdirector de la academia que tantas veces había delatado las fugas de clase del Sabaku a los padres del mismo. ¿Entonces él tenía la información? ¿Era verídico? Debían de buscarlo, pero hasta donde el arenero tenía entendido, ese profesor había dejado su cargo por frustración durante el año en que el pelirrojo finalmente había decidido graduarse. Lo siguiente que vino se lo afirmó; el maestro se había retirado de sus labores.

Eso sí, la revelación del de azulados ojos brillantes le dejó un poco intrigado... ¿Qué era un Gendo? - Si, Sukome-Sensei era el Subdirector de la academia hace un tiempo... - Diría al enmascarado de esquiva mirada para luego mirar al Sensei ante él. - Muchas gracias por la información... - Hizo una pausa al desconocer el nombre del profesor quien se había quedado mirando entre curioso e impresionado al peliblanco. Claramente era un instructor de nuevo ingreso ya que no lo recordaba de su tiempo como estudiante.

- Oh, soy Miyamoto Hayate, dudo que me conozcas ya que empecé apenas hace un par de meses, eres Tsunayoshi ¿no? Es un placer - Respondería el mayor al salir de su momentánea intriga. El arenero asintió. Era obvio que casi todos los instructores de la academia le conocerían. El caso del joven repitiente que rompió el "récord" de más años fallidos aún estaba vigente, perteneciendo al pelirrojo.

- Gracias, Yukimura-Sensei - Dijo para así mirar al Namikaze y asentirle con la intención de que le siguiera ya que seguidamente empezó a avanzar hacia la salida de la academia. Sintió un poco de alivio al saber que saldría de la institución, como tantas veces había hecho en el pasado aunque esta vez, usaría la puerta. Conocía el lugar de residencia del hombre a quien debían de buscar. Sólo esperaba que siguiera viviendo allí...

- Por nada, muchachos. Éxito en la misión! - Diría el profesor desde lejos para así acomodar sus cosas y apresurarse a su destino próximo de esa mañana.

[...]

El camino a la casa del profesor buscado sería rápido debido a la cercana ubicación de la propiedad. No le habría dicho nada a su acompañante por no ser imprudente, pero en verdad le había quedado un poco de curiosidad sobre esa procedencia del Namikaze... ¿Entonces no provenía de allí en Sunagakure? ¿Significaba algo esa denominación como forastero para los locales? Nunca había escuchado eso de "Gendo" hasta ahora, sólo esperaba que no significase algo malo.

Tras un par de minutos caminando, ambos se hallarían frente a la morada del jubilado Sensei. El pelirrojo se apresuraría esta vez para tocar la puerta y esperar a ser recibidos, o en caso de mala fortuna, ser informados sobre la mudanza del profesor. No pasaría mucho para que la puerta se abriera mostrando al hombre que tanto había reprendido al Sabaku en las variadas ocasiones que el pelirrojo se había fugado de clases en su época como estudiante.

- ¿Qué quieren, ustedes? - Preguntaría ligeramente irritado para luego mirar al arenero. - Tsunayoshi el repitiente. No vienes a cumplir las suspensiones pendientes, ¿o si? - Diría burlista hacia el usuario del elemento viento quien simplemente le miraría inexpresivo, para variar, un momento hasta decidirse a responder.

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Off Rol:
Nuevamente regresaría a ese lugar. Otra vez sus pasos le llevarían a aquella institución a la cual tantas veces se había rehusado a asistir, aquella que le vio escapar de sus dominios una y otra vez sólo para perseguir un pasatiempo como admirador de la belleza natural de un desierto reinante en el árido país. Aquella misma institución que le permitió surgir como ninja y dejar de ser un escapista, alguien que huía de su propio deber como descendiente de shinobis, aquel mismo lugar que presenció tanto su satisfacción por finalmente convertirse en ninja como su lamento por su repentina y dolorosa pérdida; la más grande de todas hasta ahora para el arenero. Esa misma academia, sería nuevamente pisada por los pies del Sabaku y realmente no sabía cómo iba a reaccionar ante ello.

Miles de pensamientos invadían su mente. Un sin fin de sensaciones negativas y contraproducentes inquietaban su ser. Podía notar cómo la gente de alrededores les observaban tanto a él como a su acompañante con una curiosidad propia de un forastero o incluso un extranjero, puesto que en la mayoría de los casos era así. Visitantes de las pequeñas aldeas y poblados del país venían a la gran aldea oculta por diferentes razones, así como también habitantes de los países vecinos, fuera por comercio, turismo, un nuevo comienzo para sus vidas, entre otras cosas, claro que, para ello debían de tener algún contacto o mantener alguna relación con el lugar, de lo contrario, nunca habrían encontrado el camino a dicha gran aldea. Aún así el pelirrojo portador de la gran calabaza formada con los resistentes minerales del suelo desértico les ignoró por completo. Acostumbrado estaba ya de recibir miradas de todo tipo, fueran buenas o malas y fue allí, en esa academia ninja donde pudo desarrollar esa costumbre...

[...]

Al llegar a la gran edificación se dio cuenta de que aún no superaba ese día. Sinceramente esperaba que fuese así ya que su dolor aún no disminuía del todo. Aún y con ello en mente y alma, lo intentó, lo forzó y al menos logró tomar ese devastador recuerdo, esa dolorosa noticia, esa terrible herida, y ocultarla, al menos por esos momentos puesto que necesitaba estar concentrado en la misión o de lo contrario las posibilidades de fallar serían grandes. No subestimaba a su acompañante, pero dejarlo solo era algo que no iba a permitirse, no después de vivir esa experiencia pasada con el inmóvil Gennin de la arena y casi repetirla ese día por el abandono de la desconocida compañera inasistente.

Avanzaron a paso firme pero indeciso a la vez sobre a dónde empezar a buscar. El instituto shinobi era amplio, con muchas habitaciones, salones, espacios abiertos, entre otras cosas. Obviamente necesitaban pedir alguna guía o terminarían paseando de un lado al otro todo el día. Tsunayoshi conocía perfectamente el lugar, mas no sabía siquiera si los vándalos a quienes buscaban atacarían el sitio o en qué parte sería su ataque. Quiso sugerir pasar hacia la oficina del director, aquel hombre que tantas veces le había insistido en no dejar de lado sus estudios shinobis al igual que sus padres pero que al final había ignorado casi todo el tiempo como a los primeros, para pedir orientación sobre el caso que seguían, pero la oportunidad presentada frente a ellos rápidamente fue aprovechada por el ágil peliblanco enmascarado...

Un hombre, aparentemente un profesor, quizás un Chunnin o incluso Jounnin, avanzaba frente a ellos portando dos cilindros de papel y una cartera escolar rumbo a, seguramente, el salón de la clase que le tocaría dar. El Namikaze sin pensarlo mucho avanzó hasta el hombre seguido del Sabaku y pidió un momento para interrogarlo. El profesor sonrió y aceptó preguntando algo casi obvio. Tsunayoshi asintió a la pregunta mientras que Edras prosiguió, afirmando la pregunta con palabras y procediendo a realizar su propia interrogante pero a manera informativa. El instructor de jóvenes ninja al parecer sabía algo, puesto que no sólo afirmó su posible conocimiento del caso sino que procedió a buscar algo en los documentos de su cartera luego de dejar a un lado los rollos de papel. Luego de buscar, el profesor indicó algo, mencionando el nombre del Subdirector de la academia que tantas veces había delatado las fugas de clase del Sabaku a los padres del mismo. ¿Entonces él tenía la información? ¿Era verídico? Debían de buscarlo, pero hasta donde el arenero tenía entendido, ese profesor había dejado su cargo por frustración durante el año en que el pelirrojo finalmente había decidido graduarse. Lo siguiente que vino se lo afirmó; el maestro se había retirado de sus labores.

Eso sí, la revelación del de azulados ojos brillantes le dejó un poco intrigado... ¿Qué era un Gendo? - Si, Sukome-Sensei era el Subdirector de la academia hace un tiempo... - Diría al enmascarado de esquiva mirada para luego mirar al Sensei ante él. - Muchas gracias por la información... - Hizo una pausa al desconocer el nombre del profesor quien se había quedado mirando entre curioso e impresionado al peliblanco. Claramente era un instructor de nuevo ingreso ya que no lo recordaba de su tiempo como estudiante.

- Oh, soy Miyamoto Hayate, dudo que me conozcas ya que empecé apenas hace un par de meses, eres Tsunayoshi ¿no? Es un placer - Respondería el mayor al salir de su momentánea intriga. El arenero asintió. Era obvio que casi todos los instructores de la academia le conocerían. El caso del joven repitiente que rompió el "récord" de más años fallidos aún estaba vigente, perteneciendo al pelirrojo.

- Gracias, Yukimura-Sensei - Dijo para así mirar al Namikaze y asentirle con la intención de que le siguiera ya que seguidamente empezó a avanzar hacia la salida de la academia. Sintió un poco de alivio al saber que saldría de la institución, como tantas veces había hecho en el pasado aunque esta vez, usaría la puerta. Conocía el lugar de residencia del hombre a quien debían de buscar. Sólo esperaba que siguiera viviendo allí...

- Por nada, muchachos. Éxito en la misión! - Diría el profesor desde lejos para así acomodar sus cosas y apresurarse a su destino próximo de esa mañana.

[...]

El camino a la casa del profesor buscado sería rápido debido a la cercana ubicación de la propiedad. No le habría dicho nada a su acompañante por no ser imprudente, pero en verdad le había quedado un poco de curiosidad sobre esa procedencia del Namikaze... ¿Entonces no provenía de allí en Sunagakure? ¿Significaba algo esa denominación como forastero para los locales? Nunca había escuchado eso de "Gendo" hasta ahora, sólo esperaba que no significase algo malo.

Tras un par de minutos caminando, ambos se hallarían frente a la morada del jubilado Sensei. El pelirrojo se apresuraría esta vez para tocar la puerta y esperar a ser recibidos, o en caso de mala fortuna, ser informados sobre la mudanza del profesor. No pasaría mucho para que la puerta se abriera mostrando al hombre que tanto había reprendido al Sabaku en las variadas ocasiones que el pelirrojo se había fugado de clases en su época como estudiante.

- ¿Qué quieren, ustedes? - Preguntaría ligeramente irritado para luego mirar al arenero. - Tsunayoshi el repitiente. No vienes a cumplir las suspensiones pendientes, ¿o si? - Diría burlista hacia el usuario del elemento viento quien simplemente le miraría inexpresivo, para variar, un momento hasta decidirse a responder.

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