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MADARA CHRONICLES

¡Bienvenido a Madara Chronicles! Foro de Naruto interpretativo donde buscamos que el usuario se encuentre con la mayor de las comodidades y disponga de opciones para crear y desarrollar su personaje dentro de una ambientación, permitiendo que cobre importancia con el paso del tiempo y de su propio desarrollo.

Actualmente estamos en fase Beta, pero trabajamos duramente para dar una experiencia nueva y única para el usuario, con multitud de ideas y proyectos que esperamos que pronto vean la luz.

¿Por qué no te animas a formar parte de este gran proyecto? ¡Te esperamos con los brazos abiertos!
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Madara Chronicles es un foro basado en la obra de Masashi Kishimoto "Naruto" y "Naruto Shippuden", utilizando tan solo su ambientación y personajes para crear una trama propia.

Todo el contenido producido en el foro es propiedad de sus creadores originales, así como el contenido administrativo es propiedad del Staff. La estética del foro proviene del usuario Akira Aoi, agradeciendo a Foroactivo, W3Schools y otras páginas webs por su tutoriales.

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Fábula del escorpión y el gorrión (Pasado con Katori)

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Nozomu
El chico se movía por las calles de aquel lugar, tranquilo como si la cosa no fuera con él, tener esos ropajes se hacia raro aunque, usualmente solía llevarlo siempre, iba vestido y tapado, aunque el clima en la aldea que se encontraba no acompañara la escusa de las tormentas de arena le venia como anillo al dedo para no destacar demasiado entre la muchedumbre, caminaba fijándose en todo lo que tenía alrededor, había pagado un precio modesto en una posada cochambrosa para estar tres días, una aventura nueva que le ayudaría a conocer todo aquello, no es que fuera alguien que le gustara viajar pero, teniendo la posibilidad que se había abierto ante él ¿Cómo no aprovecharlo?, tenia su cuaderno de notas, un diario que usaba para escribir y dibujar lo que se le ocurría o le parecía medianamente valioso, miraba con cierto disimulo todo, como si fuera un turista más, seguramente pasaría como un comerciante, era astuto cuanto menos, tenia sus Ryos escondidos en diferentes partes buscando no ser víctima de rateros y ladrones, un punto mas que fuerte en los lugares como esos, “¿Mercancía robada?, ¿bandidos?”, era como un rastro, un mercado o bazar con varias calles donde se ofertaba productos de todo tipo, comida, souvenirs, animales vivos, especies, un sinfín de productos que buscaba cautivar a los visitantes, ¿lo conseguirían con aquel chico?

La temperatura del sitio era optima, incluso parecía rondar una ligera brisa que mecía con calma los tejidos y ropajes de los allí presentes, el joven se acerco a un puesto especifico con suma calma, despacio sin acercarse demasiado a las personas que allí estaban, tenia que claro por su “condición” aquellas personas pudieran verse incomodadas, -Cuanto por eso, preguntó con descaro, de forma seca, casi como si el contenido que ofrecía fuera lo de menos, era un bote, una especie de recipiente de crista con unos agujeros en su parte superior para que el animal que se encontraba dentro pudiera respirar, era raro, “Un escorpión negro”, había leído sobre esos animales y la potente toxina que tenían en su cola, la cual usaba como arma frente a otros depredadores, imaginaba que semejante animal había sido capturado y puesto hay para su comercio pero, si se decantaba por mostrarse muy enérgico o interesado el precio subiría, al menos eso pensaba, no era la primera vez que esa clase de comerciantes buscarían seguro sacar una mejor tajada económica.

El hombre sorprendido miró al chico que quedaba mas que tapado con su ropaje, dejando solo ver parte de su pelo rubio, el fleco de la parte superior de su cabello y uno de sus luceros, un iris verde con pequeñas tonalidades azules que parecían imitar los colores de ciertos insectos, como podían ser mariposas o quizás algún que otro escarabajo, esperaba un desenlace, una respuesta por la pregunta lanzada al tendero, si tenia la suficiente suerte podría comprar aquel suvenir para estudiarlo, un sujeto de pruebas para saber también como de fuerte era su la toxina del animal y sus capacidades físicas, datos que seguramente le parecía la mar de interesante.

“No bajes la guardia, no te confíes, esto no es Iwa..”
El chico se movía por las calles de aquel lugar, tranquilo como si la cosa no fuera con él, tener esos ropajes se hacia raro aunque, usualmente solía llevarlo siempre, iba vestido y tapado, aunque el clima en la aldea que se encontraba no acompañara la escusa de las tormentas de arena le venia como anillo al dedo para no destacar demasiado entre la muchedumbre, caminaba fijándose en todo lo que tenía alrededor, había pagado un precio modesto en una posada cochambrosa para estar tres días, una aventura nueva que le ayudaría a conocer todo aquello, no es que fuera alguien que le gustara viajar pero, teniendo la posibilidad que se había abierto ante él ¿Cómo no aprovecharlo?, tenia su cuaderno de notas, un diario que usaba para escribir y dibujar lo que se le ocurría o le parecía medianamente valioso, miraba con cierto disimulo todo, como si fuera un turista más, seguramente pasaría como un comerciante, era astuto cuanto menos, tenia sus Ryos escondidos en diferentes partes buscando no ser víctima de rateros y ladrones, un punto mas que fuerte en los lugares como esos, “¿Mercancía robada?, ¿bandidos?”, era como un rastro, un mercado o bazar con varias calles donde se ofertaba productos de todo tipo, comida, souvenirs, animales vivos, especies, un sinfín de productos que buscaba cautivar a los visitantes, ¿lo conseguirían con aquel chico?

La temperatura del sitio era optima, incluso parecía rondar una ligera brisa que mecía con calma los tejidos y ropajes de los allí presentes, el joven se acerco a un puesto especifico con suma calma, despacio sin acercarse demasiado a las personas que allí estaban, tenia que claro por su “condición” aquellas personas pudieran verse incomodadas, -Cuanto por eso, preguntó con descaro, de forma seca, casi como si el contenido que ofrecía fuera lo de menos, era un bote, una especie de recipiente de crista con unos agujeros en su parte superior para que el animal que se encontraba dentro pudiera respirar, era raro, “Un escorpión negro”, había leído sobre esos animales y la potente toxina que tenían en su cola, la cual usaba como arma frente a otros depredadores, imaginaba que semejante animal había sido capturado y puesto hay para su comercio pero, si se decantaba por mostrarse muy enérgico o interesado el precio subiría, al menos eso pensaba, no era la primera vez que esa clase de comerciantes buscarían seguro sacar una mejor tajada económica.

El hombre sorprendido miró al chico que quedaba mas que tapado con su ropaje, dejando solo ver parte de su pelo rubio, el fleco de la parte superior de su cabello y uno de sus luceros, un iris verde con pequeñas tonalidades azules que parecían imitar los colores de ciertos insectos, como podían ser mariposas o quizás algún que otro escarabajo, esperaba un desenlace, una respuesta por la pregunta lanzada al tendero, si tenia la suficiente suerte podría comprar aquel suvenir para estudiarlo, un sujeto de pruebas para saber también como de fuerte era su la toxina del animal y sus capacidades físicas, datos que seguramente le parecía la mar de interesante.

“No bajes la guardia, no te confíes, esto no es Iwa..”

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Katori
Era común encontrar a Katori fuera de su hogar, al fin y al cabo, no soportaba pasar mucho tiempo en el mismo. Ella era como ave, que a pesar de poder volar por toda la ciudad, se seguía sintiendo enjaulada. Los muros de la aldea conformaban su rejas, y sentía que era incapaz de atravesarlos, cuando sencillamente podría cruzar el desierto con solo sus pies, sin embargo, cuando está a punto de atravesar esas gigantescas puertas; algo la detiene. No sabe qué, ni cómo, pero hay algo ahí que la arrastra hacia dentro. ¿Miedo? Quizá, pero eso jamás la ha detenido hasta ahora. ¿Entonces, vínculos? No, tampoco. La fémina solo tiene un amigo, y ese mismo es un mono. ¿Misterio? Pero vamos, que siempre anda metida en líos gracias a su curiosidad. ¿Entonces? ¿Qué es?

Es precisamente esa duda, que no le permite continuar.

Por otra parte, está su madre, a quien adora más que cualquier collar de oro en el mundo, pero a su vez, no la soporta debido a sus ideales conservadores con los que cría a la muchacha. Su proyecto con ella es casarla con un hombre que sepa hacerle sentar cabeza, darle nietos, y someterla a todos los ideales y estereotipos que debe cumplir una mujer en esta tierra. Pero ella anhela más que eso, al punto de que no puede siquiera hablar sobre ello, puesto que no solo le teme a las represalias, sino al rechazo de toda la comunidad en la que es parte.

En uno de sus muchos intentos de escapar de su realidad, aquel día deambulaba en los bazares de Sunagakure sin nada que cubra su rostro, había venido en son de paz, al fin y al cabo no tenía ni fuerza ni interés en delinquir hoy ¿Pero quién sabe? Quizá algo la motive. Llevaba una pequeña bolsa de tela que contenía algunas pertenencias adquiridas de manera poco legal la semana pasada, las cuales no acumulaba, sino que utilizaba para otras deudas. — Quédate quieto, Momo. No hagas travesuras hoy —. Le murmuró  a la criatura a lo que se iban acercando a uno de los puestos, allí trabajaba un hombre de peso formidable, su nombre era Ozuko, — Kato, Kato, kato... Ansiaba verte por aqui, tú madre me sigue debiendo dinero ¿Vas a pagármelo tú, o deberé cortarte las manos? —. Mientras le hablaba, se rascaba la enorme barriga que traía para cargar sus tripas.

— Vine precisamente por eso, no es que hubiera amanecido con el interés de venir a saludar —. Contestó, al mismo tiempo que se encogía de hombros, para luego, retirar de esa misma bolsa cuatro brazaletes de oro. A su lado, se encontraba un muchacho varios centímetros más alto que ella, de apariencia intimidante y un color de cabello poco común en esta parte del continente. — No serán robados ¿O si? No quiero tener problemas con otros ninjas —. El hombre, observaba los brazaletes con algo de sospecha, como si ya supiera de antemano lo que la chica se traía entre manos. — Bueno vale, no tengo todo el día, así que si no aceptas mi paga, me iré —. En respuesta, negó con la cabeza reiteradas veces, para acabar arrebatando la oferta de entre sus dedos en menos de un parpadeo... Qué fascinante era el interés de los ciudadanos en comer, que siempre resultaba estar encima de su moral.

Fue entonces, que su atención se giró en el frasco que el desconocido traía consigo de manera analítica. — Si quieres matar a alguien, mejor consigue un escorpión amarillo, es como tomarte un cóctel de neurotoxinas en menos de cinco segundos, además, son fáciles de confundir entre la arena —. Sentenció. Su madre, mayormente conocida dentro del barrio como La Escorpión, era una experta en venenos, por lo que es muy común que dichos conocimientos hayan sido heredados en la fémina. — Nada. Eso. Un dato —. Estaba a punto de marcharse, cuando notó como su primate no contuvo el deseo de librarse de su hombro, para luego, acabar recorriendo de pies a cabeza las extremidades del desconocido por encima de su ropa. — ¡Momo! —. Al parecer, algo de él captó su atención.
Era común encontrar a Katori fuera de su hogar, al fin y al cabo, no soportaba pasar mucho tiempo en el mismo. Ella era como ave, que a pesar de poder volar por toda la ciudad, se seguía sintiendo enjaulada. Los muros de la aldea conformaban su rejas, y sentía que era incapaz de atravesarlos, cuando sencillamente podría cruzar el desierto con solo sus pies, sin embargo, cuando está a punto de atravesar esas gigantescas puertas; algo la detiene. No sabe qué, ni cómo, pero hay algo ahí que la arrastra hacia dentro. ¿Miedo? Quizá, pero eso jamás la ha detenido hasta ahora. ¿Entonces, vínculos? No, tampoco. La fémina solo tiene un amigo, y ese mismo es un mono. ¿Misterio? Pero vamos, que siempre anda metida en líos gracias a su curiosidad. ¿Entonces? ¿Qué es?

Es precisamente esa duda, que no le permite continuar.

Por otra parte, está su madre, a quien adora más que cualquier collar de oro en el mundo, pero a su vez, no la soporta debido a sus ideales conservadores con los que cría a la muchacha. Su proyecto con ella es casarla con un hombre que sepa hacerle sentar cabeza, darle nietos, y someterla a todos los ideales y estereotipos que debe cumplir una mujer en esta tierra. Pero ella anhela más que eso, al punto de que no puede siquiera hablar sobre ello, puesto que no solo le teme a las represalias, sino al rechazo de toda la comunidad en la que es parte.

En uno de sus muchos intentos de escapar de su realidad, aquel día deambulaba en los bazares de Sunagakure sin nada que cubra su rostro, había venido en son de paz, al fin y al cabo no tenía ni fuerza ni interés en delinquir hoy ¿Pero quién sabe? Quizá algo la motive. Llevaba una pequeña bolsa de tela que contenía algunas pertenencias adquiridas de manera poco legal la semana pasada, las cuales no acumulaba, sino que utilizaba para otras deudas. — Quédate quieto, Momo. No hagas travesuras hoy —. Le murmuró  a la criatura a lo que se iban acercando a uno de los puestos, allí trabajaba un hombre de peso formidable, su nombre era Ozuko, — Kato, Kato, kato... Ansiaba verte por aqui, tú madre me sigue debiendo dinero ¿Vas a pagármelo tú, o deberé cortarte las manos? —. Mientras le hablaba, se rascaba la enorme barriga que traía para cargar sus tripas.

— Vine precisamente por eso, no es que hubiera amanecido con el interés de venir a saludar —. Contestó, al mismo tiempo que se encogía de hombros, para luego, retirar de esa misma bolsa cuatro brazaletes de oro. A su lado, se encontraba un muchacho varios centímetros más alto que ella, de apariencia intimidante y un color de cabello poco común en esta parte del continente. — No serán robados ¿O si? No quiero tener problemas con otros ninjas —. El hombre, observaba los brazaletes con algo de sospecha, como si ya supiera de antemano lo que la chica se traía entre manos. — Bueno vale, no tengo todo el día, así que si no aceptas mi paga, me iré —. En respuesta, negó con la cabeza reiteradas veces, para acabar arrebatando la oferta de entre sus dedos en menos de un parpadeo... Qué fascinante era el interés de los ciudadanos en comer, que siempre resultaba estar encima de su moral.

Fue entonces, que su atención se giró en el frasco que el desconocido traía consigo de manera analítica. — Si quieres matar a alguien, mejor consigue un escorpión amarillo, es como tomarte un cóctel de neurotoxinas en menos de cinco segundos, además, son fáciles de confundir entre la arena —. Sentenció. Su madre, mayormente conocida dentro del barrio como La Escorpión, era una experta en venenos, por lo que es muy común que dichos conocimientos hayan sido heredados en la fémina. — Nada. Eso. Un dato —. Estaba a punto de marcharse, cuando notó como su primate no contuvo el deseo de librarse de su hombro, para luego, acabar recorriendo de pies a cabeza las extremidades del desconocido por encima de su ropa. — ¡Momo! —. Al parecer, algo de él captó su atención.

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Nozomu
El muchacho quedo tranquilo observando a situación mientras que, una mujer, una chica entraba en acción pues, parecía hablar con el tendero que estaba con él, “Uhm, falta de modales”, pensó mirando mas al hombre que a la mujer, quizás por que este tenia mucha mas culpa de lo que podía tener la mujer, estaba mas que claro que no era bien visto por el tendero, ¿Qué podría decir?, era un extranjero, si no podían engatusarlo o estafarlo lo dejarían de lado como un vulgar apestado o eso pensó el chico. El Aburame permaneció quieto, observando el desenlace de los actos, disimulando para no ser demasiado descarado en fijarse en la mujer y la relación que podía tener con el vendedor, era algo tenso como si buscaran llegar a un acuerdo, Nozomu ni siquiera hablo o mostró un interés más allá del común en aquella sórdida situación, dejo la cuantía aclarada por el hombre por mera honradez y guardo su bote en lo que parecía una bolsa de equipaje, colgada sobre su cadera en el lado derecho, más próxima a su diestra, atento a todo mientras que analizaba la situación con cuidado, la mujer que tenía parecía una nativa del sitio, las palabras tanto de ella como de comerciante dieron paso a mas dudas, aunque no las reflejaban estas se dibujaban en la mente del chico como un enorme lienzo todavía por completar, un mero boceto que ni había empezado, ¿Quién era ella? ¿Qué trato tenía con ese hombre? ¿sería una ladrona o quizás una comerciante de dudosa reputación?, quizás fuera otra cosa, una vagabunda o una mendiga del sitio, eran muchas las teorías creadas en la persona que allí estaba, ¿tendría esta alguna posible respuesta?, aun era demasiado pronto para esto, adelantarse a los acontecimientos por lo general solo traía problemas.

Solo basto algo, un gesto, un movimiento raudo observado por el chico como si fuera un reflejo, eran sus dedos, sus manos, ese movimiento era de alguien que sabia y comprendía su talento, mostrado como un tigre muestra sus zarpas o sus colmillos, ese movimiento dio tantas pistas al chico como si parte de los secretos que pudiera esconder fueran puestos delante del Aburame golpeándole en la cara como una verdad incierta, chasqueo su lengua como si fuera una clara nota de aprobación, un movimiento involuntario que emergió del mismo para irse del sitio con su bote, era como si nada de lo que pudiera ver allí ya le interesara, aunque claro, el encuentro estaba muy lejos de acabar aun, esto el joven no lo sabia pues, al intentar marcha fue detenido por las palabras perpetradas hacia él, era la chica, este la miro clavando sus ojos en ella, de manera seca, recta como si fuera a atacarla, nada mas lejos de la inquietante realidad, solo le prestaba la mayor de las atenciones.

Las palabras de la fémina pudiera confundir al chico, parecían certeras, correctas y sin titubeos, “¿Es algo memorizado?, uh no, es algo que sabe o que ha aprendido”, pensó sin cambiar su semblante para mirarla un poco más, analizaba todo, desde la vestimenta hasta su porte, la higiene de la chica o si tenia alguna especie de marca o cicatriz que pudiera denotar que perteneciera a alguna banda de bandidos o malhechores, si, era un chico joven con manías de viejo, no podía evitarlo, despacio metió su mano en su bolsillo para sacar del mismo un pequeño cuaderno de cuero, antiguo separo sus ojos donde se escondía un pequeño grafito para escribir  dibujar anotando ahí “Escorpión amarillo”, “cóctel neurotoxinas”, “apariencia de arena, confusión”, era cosas conectadas a eso mientras la miraba.

-Gracias por el dato, puntuó de forma rotunda cuando noto como el simio, aquel animal propiedad de la mujer se subía por el Aburame, haciendo que sus insectos vibraran dentro del ninja, el sonido era inquietante y seguramente, al pisar el animal sobre el muchacho pudiera sentir como los insectos se movían bajo la piel, un gesto inequívoco que, de haber algún problemas el hombre colmena no dudaría en liberar aquella especie de enjambre furioso, atentando de ese modo contra quien tenía cerca y se había dignado a acercarse, -Eres una facilitadora, una buscavidas.., fue claro, tácito y en parte oscuro, seco como si fuera alguien sin apego a los demás, sincero hasta el punto de ser hiriente,-La distracción…¿eres tú o es el animal?, preguntó, era una especie de constancia clara, la había visto usar sus manos con esa rapidez y luego el animal, pensaba que podría ser una burda técnica o equipo para conseguir dinero de los turista, usando el animal o ella como distracción podría hacerse con una buena suma de Ryos valiéndose de una distracción clara y unos dedos agiles, fue “educado” pues nunca uso una palabra que fuera ofensiva pero ahora, necesitaba saber que hacia ese mono encima suyo y que pasaría a continuación, todo estaba por ver.
El muchacho quedo tranquilo observando a situación mientras que, una mujer, una chica entraba en acción pues, parecía hablar con el tendero que estaba con él, “Uhm, falta de modales”, pensó mirando mas al hombre que a la mujer, quizás por que este tenia mucha mas culpa de lo que podía tener la mujer, estaba mas que claro que no era bien visto por el tendero, ¿Qué podría decir?, era un extranjero, si no podían engatusarlo o estafarlo lo dejarían de lado como un vulgar apestado o eso pensó el chico. El Aburame permaneció quieto, observando el desenlace de los actos, disimulando para no ser demasiado descarado en fijarse en la mujer y la relación que podía tener con el vendedor, era algo tenso como si buscaran llegar a un acuerdo, Nozomu ni siquiera hablo o mostró un interés más allá del común en aquella sórdida situación, dejo la cuantía aclarada por el hombre por mera honradez y guardo su bote en lo que parecía una bolsa de equipaje, colgada sobre su cadera en el lado derecho, más próxima a su diestra, atento a todo mientras que analizaba la situación con cuidado, la mujer que tenía parecía una nativa del sitio, las palabras tanto de ella como de comerciante dieron paso a mas dudas, aunque no las reflejaban estas se dibujaban en la mente del chico como un enorme lienzo todavía por completar, un mero boceto que ni había empezado, ¿Quién era ella? ¿Qué trato tenía con ese hombre? ¿sería una ladrona o quizás una comerciante de dudosa reputación?, quizás fuera otra cosa, una vagabunda o una mendiga del sitio, eran muchas las teorías creadas en la persona que allí estaba, ¿tendría esta alguna posible respuesta?, aun era demasiado pronto para esto, adelantarse a los acontecimientos por lo general solo traía problemas.

Solo basto algo, un gesto, un movimiento raudo observado por el chico como si fuera un reflejo, eran sus dedos, sus manos, ese movimiento era de alguien que sabia y comprendía su talento, mostrado como un tigre muestra sus zarpas o sus colmillos, ese movimiento dio tantas pistas al chico como si parte de los secretos que pudiera esconder fueran puestos delante del Aburame golpeándole en la cara como una verdad incierta, chasqueo su lengua como si fuera una clara nota de aprobación, un movimiento involuntario que emergió del mismo para irse del sitio con su bote, era como si nada de lo que pudiera ver allí ya le interesara, aunque claro, el encuentro estaba muy lejos de acabar aun, esto el joven no lo sabia pues, al intentar marcha fue detenido por las palabras perpetradas hacia él, era la chica, este la miro clavando sus ojos en ella, de manera seca, recta como si fuera a atacarla, nada mas lejos de la inquietante realidad, solo le prestaba la mayor de las atenciones.

Las palabras de la fémina pudiera confundir al chico, parecían certeras, correctas y sin titubeos, “¿Es algo memorizado?, uh no, es algo que sabe o que ha aprendido”, pensó sin cambiar su semblante para mirarla un poco más, analizaba todo, desde la vestimenta hasta su porte, la higiene de la chica o si tenia alguna especie de marca o cicatriz que pudiera denotar que perteneciera a alguna banda de bandidos o malhechores, si, era un chico joven con manías de viejo, no podía evitarlo, despacio metió su mano en su bolsillo para sacar del mismo un pequeño cuaderno de cuero, antiguo separo sus ojos donde se escondía un pequeño grafito para escribir  dibujar anotando ahí “Escorpión amarillo”, “cóctel neurotoxinas”, “apariencia de arena, confusión”, era cosas conectadas a eso mientras la miraba.

-Gracias por el dato, puntuó de forma rotunda cuando noto como el simio, aquel animal propiedad de la mujer se subía por el Aburame, haciendo que sus insectos vibraran dentro del ninja, el sonido era inquietante y seguramente, al pisar el animal sobre el muchacho pudiera sentir como los insectos se movían bajo la piel, un gesto inequívoco que, de haber algún problemas el hombre colmena no dudaría en liberar aquella especie de enjambre furioso, atentando de ese modo contra quien tenía cerca y se había dignado a acercarse, -Eres una facilitadora, una buscavidas.., fue claro, tácito y en parte oscuro, seco como si fuera alguien sin apego a los demás, sincero hasta el punto de ser hiriente,-La distracción…¿eres tú o es el animal?, preguntó, era una especie de constancia clara, la había visto usar sus manos con esa rapidez y luego el animal, pensaba que podría ser una burda técnica o equipo para conseguir dinero de los turista, usando el animal o ella como distracción podría hacerse con una buena suma de Ryos valiéndose de una distracción clara y unos dedos agiles, fue “educado” pues nunca uso una palabra que fuera ofensiva pero ahora, necesitaba saber que hacia ese mono encima suyo y que pasaría a continuación, todo estaba por ver.

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Katori
Volvió al mismo punto de encuentro para intentar quitarle el primate de encima, pero este corría de arriba abajo de manera desesperada, pero no agresiva, como si quisiera hundirse bajo las ropas del muchacho en busca de algo lo suficientemente interesante para captar su atención. — Momo, deja al sujeto en paz —. Entonces, se unió al manoseo, pero no para escabullir sus manos por debajo de sus ropas, sino porque intentaba capturar al mono. A simple vista, no parecía alguien que llevase consigo algún tipo de joya, por lo que desconocía el por qué de su comportamiento tan fuera de etiqueta. — ¡Tocar extraños esta mal! —. Tras varios chillidos alborotados consiguió aprisionarlo entre sus brazos, momento en el cual lo observó a los ojos, para luego, sacudirlo de lado a lado en busca de que retomara la cordura. — ¿Qué te pasa? ¿Te has vuelto loco? Que no lo conoces, te pudiste haber llevado una buena hostia de su parte... ¡Pidele disculpas! —. Si, le estaba hablando a un animal, incluso lo obligó a girar su cabeza para que este se dignara a disculparse, pero solo consiguió que le enseñe sus colmillos de forma amenazante.

Fue cuando el rubio le dirigió la palabra. — ¿Qué? — ¿Acaso la había llamado ratera? Sin lugar a dudas, y su percepción no estaba tan del tanto errada, pero incluso así consiguió ofender a la fémina, al fin y al cabo, ella había venido en son de paz, e incluso fue amable con él, pero no pudo evitar ser acusada de tramposa. ¿Cómo podría? Si su apariencia grita a los cuatro vientos sus raíces gitanas, grupo con una muy mala reputación creada gracias a sus conocimientos sobre venenos, sus actividades delictivas, y engaños con brujeria. — ¿A quién le dices ladrona? —. Volvió a interrogar, esta vez con un tono de voz más ofensivo. — Ten cuidado a quién insultar, y en dónde —. Lo señaló con el dedo, momento en el cual notó la presencia de su insignia shinobi. — Recuerda que no estás en tu aldea, en Sunagakure, y sobretodo, en esta zona; le cortamos la lengua a quienes se atreven a meterse con nosotros —. Hizo un gesto con las manos para dar a entender que iba a degollarlo si seguía hablando de más.

— Momo se alteró, y yo solo intentaba detenerlo, nada más —. Aclaro al poco rato. — Si tan poca fe me tienes... Revisa tus cosas, verás que no te falta nada —. Chasqueó la lengua, se había mosqueado.
Volvió al mismo punto de encuentro para intentar quitarle el primate de encima, pero este corría de arriba abajo de manera desesperada, pero no agresiva, como si quisiera hundirse bajo las ropas del muchacho en busca de algo lo suficientemente interesante para captar su atención. — Momo, deja al sujeto en paz —. Entonces, se unió al manoseo, pero no para escabullir sus manos por debajo de sus ropas, sino porque intentaba capturar al mono. A simple vista, no parecía alguien que llevase consigo algún tipo de joya, por lo que desconocía el por qué de su comportamiento tan fuera de etiqueta. — ¡Tocar extraños esta mal! —. Tras varios chillidos alborotados consiguió aprisionarlo entre sus brazos, momento en el cual lo observó a los ojos, para luego, sacudirlo de lado a lado en busca de que retomara la cordura. — ¿Qué te pasa? ¿Te has vuelto loco? Que no lo conoces, te pudiste haber llevado una buena hostia de su parte... ¡Pidele disculpas! —. Si, le estaba hablando a un animal, incluso lo obligó a girar su cabeza para que este se dignara a disculparse, pero solo consiguió que le enseñe sus colmillos de forma amenazante.

Fue cuando el rubio le dirigió la palabra. — ¿Qué? — ¿Acaso la había llamado ratera? Sin lugar a dudas, y su percepción no estaba tan del tanto errada, pero incluso así consiguió ofender a la fémina, al fin y al cabo, ella había venido en son de paz, e incluso fue amable con él, pero no pudo evitar ser acusada de tramposa. ¿Cómo podría? Si su apariencia grita a los cuatro vientos sus raíces gitanas, grupo con una muy mala reputación creada gracias a sus conocimientos sobre venenos, sus actividades delictivas, y engaños con brujeria. — ¿A quién le dices ladrona? —. Volvió a interrogar, esta vez con un tono de voz más ofensivo. — Ten cuidado a quién insultar, y en dónde —. Lo señaló con el dedo, momento en el cual notó la presencia de su insignia shinobi. — Recuerda que no estás en tu aldea, en Sunagakure, y sobretodo, en esta zona; le cortamos la lengua a quienes se atreven a meterse con nosotros —. Hizo un gesto con las manos para dar a entender que iba a degollarlo si seguía hablando de más.

— Momo se alteró, y yo solo intentaba detenerlo, nada más —. Aclaro al poco rato. — Si tan poca fe me tienes... Revisa tus cosas, verás que no te falta nada —. Chasqueó la lengua, se había mosqueado.

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Nozomu
La dama sin duda había tomado muy a la ligera las palabras del ninja, dudaba muy mucho si el intelecto de la mujer le daba para entender la ofensa lanzada por el Aburame pero, sorprendentemente si había sido captada, no solo eso sino que parecía molesta por los actos realizados, en primera instancia las palabras del chico habían sido un cumplido lanzado hacia la misma aunque claro, era un dardo envenenado pues, realmente solo se digno a ofenderla, el chico muy a su pesar posó su mano sobre su cabeza para disculparse, sonriendo ante semejante problema, esa especie de desenlace no estaba en sus planes, un factor no determinado que había hecho que las normas cambiaran de forma radical, en cierta medida odiaba cuando las cosas escapaban de su control o de su ratio de acción pero ¿así era la vida ¿no?, eso debido pensar para hacer una especie de reverencia hacia el frente, agachando la cabeza mientras que su cuerpo se doblaba como un muelle hacia adelante dejando claro su intención, -Te pido mis mas sentidas disculpas no pretendía molestarla de ese modo, debí confundirla, puntuó esperando una respuesta por parte de la mujer cuando algo paso, era como un cosquilleo que llegaba hasta el mismo, no lo contaba era como un hormigueo que llevaba desde la punta de sus pies hasta su fosa nasal, ascendiendo despacio como si fuera un escalofrío pero algo más raro, “Que diablos es esto”, casi parecido como si su juicio se nublara, poco después y sin quererlo un estornudo llego hasta el chico, haciendo un ligero sonido que lo cubrió de humo, como si de ese modo tan extraño y anabólico hubiera realizado un jutsu, ¿a qué diablos estaba jugando?, aquello se había tornado cuanto menos bizarro, no entendía absolutamente nada.

-¿Has hecho tu esto?, pregunto notándose cierto trato de agobio o de duda en sus palabras, reviso sus manos, la sorpresa llego al chico de modo y manera que no entendía nada, su físico había cambiado, aunque todavía no comprendía a que se debía, era como un saco de huesos, un esqueleto sin sentir dolor, “Debe ser una puta broma”, pensó con serias dudas, pellizcándose en la palma de su mano hasta hacer emerger un ápice de dolor, buscando salir de lo que posiblemente fuera una técnica ilusoria, error, nada de eso había servido fuera lo que fuese no era algo que el chico entendía, sus cuencas vacías y cadavéricas se posaron en la mujer girando su cuerpo con un ligero rechinar, -¿Has sido tu?, volvió a preguntar con cierto halo de duda, ¿Por qué diablos haría eso la mujer que tenía enfrente?, desconocía que clase de técnica o jutsu causaba tal fatalidad, no sentía miedo pero podía notar sus insectos aunque estos flotaban entre los huesos, podría escaparse como si la piel que antes tenia sirviera como medida de retención, todo era demasiado raro, incluso para Nozomu, ¿Qué haría ahora? ¿Cómo solucionaría aquella casualidad tan rara que le había ocurrido?, eran demasiadas preguntas, estaba totalmente desconcertado eso estaba mas que claro, pero debía pensar algo, algo que fuera útil para deshacerlo lo que diablos fuera esa mierda.

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La dama sin duda había tomado muy a la ligera las palabras del ninja, dudaba muy mucho si el intelecto de la mujer le daba para entender la ofensa lanzada por el Aburame pero, sorprendentemente si había sido captada, no solo eso sino que parecía molesta por los actos realizados, en primera instancia las palabras del chico habían sido un cumplido lanzado hacia la misma aunque claro, era un dardo envenenado pues, realmente solo se digno a ofenderla, el chico muy a su pesar posó su mano sobre su cabeza para disculparse, sonriendo ante semejante problema, esa especie de desenlace no estaba en sus planes, un factor no determinado que había hecho que las normas cambiaran de forma radical, en cierta medida odiaba cuando las cosas escapaban de su control o de su ratio de acción pero ¿así era la vida ¿no?, eso debido pensar para hacer una especie de reverencia hacia el frente, agachando la cabeza mientras que su cuerpo se doblaba como un muelle hacia adelante dejando claro su intención, -Te pido mis mas sentidas disculpas no pretendía molestarla de ese modo, debí confundirla, puntuó esperando una respuesta por parte de la mujer cuando algo paso, era como un cosquilleo que llegaba hasta el mismo, no lo contaba era como un hormigueo que llevaba desde la punta de sus pies hasta su fosa nasal, ascendiendo despacio como si fuera un escalofrío pero algo más raro, “Que diablos es esto”, casi parecido como si su juicio se nublara, poco después y sin quererlo un estornudo llego hasta el chico, haciendo un ligero sonido que lo cubrió de humo, como si de ese modo tan extraño y anabólico hubiera realizado un jutsu, ¿a qué diablos estaba jugando?, aquello se había tornado cuanto menos bizarro, no entendía absolutamente nada.

-¿Has hecho tu esto?, pregunto notándose cierto trato de agobio o de duda en sus palabras, reviso sus manos, la sorpresa llego al chico de modo y manera que no entendía nada, su físico había cambiado, aunque todavía no comprendía a que se debía, era como un saco de huesos, un esqueleto sin sentir dolor, “Debe ser una puta broma”, pensó con serias dudas, pellizcándose en la palma de su mano hasta hacer emerger un ápice de dolor, buscando salir de lo que posiblemente fuera una técnica ilusoria, error, nada de eso había servido fuera lo que fuese no era algo que el chico entendía, sus cuencas vacías y cadavéricas se posaron en la mujer girando su cuerpo con un ligero rechinar, -¿Has sido tu?, volvió a preguntar con cierto halo de duda, ¿Por qué diablos haría eso la mujer que tenía enfrente?, desconocía que clase de técnica o jutsu causaba tal fatalidad, no sentía miedo pero podía notar sus insectos aunque estos flotaban entre los huesos, podría escaparse como si la piel que antes tenia sirviera como medida de retención, todo era demasiado raro, incluso para Nozomu, ¿Qué haría ahora? ¿Cómo solucionaría aquella casualidad tan rara que le había ocurrido?, eran demasiadas preguntas, estaba totalmente desconcertado eso estaba mas que claro, pero debía pensar algo, algo que fuera útil para deshacerlo lo que diablos fuera esa mierda.

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Katori
Como era de esperarse, el muchacho pidió disculpas. Mientras tanto, el hombre del bazar observaba la escena un tanto entretenido, al parecer estaba disfrutando del show. — ¿Te parece? Pues mira, te voy a decir una cosita —. Volvió a señalarlo con el dedo, pero cuando estuvo a punto de continuar con su oración; se vio interrumpida por una reacción alérgica por parte de la persona que tenía en frente. Pero eso fue lo de menos, puesto que, casi al instante el muchacho se vio envuelto en una especie de humo, momento en el cual la mente de Katori plasmó toda su atención en cualquier movimiento que el chico pudiese llegar a realizar, al fin y al cabo, a nadie le gusta ser atacado por la espalda.


Fue entonces, que vio a una criatura que casi la hacen caer de nalgas al suelo. Aquello ya no era humano, sino más bien un esqueleto viviente, pero incluso podía verla, y tener motricidad. ¿Cómo demonios era posible algo así? Ni siquiera todos los pergaminos paganos que ha leído hasta ahora consiguen explicar que tipo de conjuro tiene de frente ¿Qué acaso es un genjutsu? Al parecer, el chico se ve igual de sorprendido que ella, incluso consiguió acusarla de haber provocado su padecimiento. — N-N-No... — Contestó, con un hilo de voz un tanto tartamudo, no sabía muy bien que hacer, o que decir. — ¡Qué no! —. Reafirmó minutos más tarde, para luego, rascarse los párpados en espera de poder confirmar que aquello no era una pésima broma surgida de su imaginación delirante. — Por la santa diosa... —. Caminó alrededor de él, analizando cada punto de perspectiva, cada hueso expuesto, notando así los pequeños insectos que circulaban por encima de él. Por otro lado, el hombre del bazar salió espantado en dirección contraria, como si hubiese visto a su suegra fuera de los días festivos.

— ¡Lo que tienes es mal de ojo! —. Comentó de repente, basándose en sus creencias gitanas. — Alguien te ha lanzado un maleficio ¡Otra explicación no hay! No me preguntes cómo lo sé, que esto es cosa de gitanos, simplemente lo llevamos en la sangre —. El mono asintió con la cabeza, dando veracidad a las palabras de su dueña. — Puedo ayudar a quitártelo, pero por un precio... —. Si, gitana hasta la tumba.
Como era de esperarse, el muchacho pidió disculpas. Mientras tanto, el hombre del bazar observaba la escena un tanto entretenido, al parecer estaba disfrutando del show. — ¿Te parece? Pues mira, te voy a decir una cosita —. Volvió a señalarlo con el dedo, pero cuando estuvo a punto de continuar con su oración; se vio interrumpida por una reacción alérgica por parte de la persona que tenía en frente. Pero eso fue lo de menos, puesto que, casi al instante el muchacho se vio envuelto en una especie de humo, momento en el cual la mente de Katori plasmó toda su atención en cualquier movimiento que el chico pudiese llegar a realizar, al fin y al cabo, a nadie le gusta ser atacado por la espalda.


Fue entonces, que vio a una criatura que casi la hacen caer de nalgas al suelo. Aquello ya no era humano, sino más bien un esqueleto viviente, pero incluso podía verla, y tener motricidad. ¿Cómo demonios era posible algo así? Ni siquiera todos los pergaminos paganos que ha leído hasta ahora consiguen explicar que tipo de conjuro tiene de frente ¿Qué acaso es un genjutsu? Al parecer, el chico se ve igual de sorprendido que ella, incluso consiguió acusarla de haber provocado su padecimiento. — N-N-No... — Contestó, con un hilo de voz un tanto tartamudo, no sabía muy bien que hacer, o que decir. — ¡Qué no! —. Reafirmó minutos más tarde, para luego, rascarse los párpados en espera de poder confirmar que aquello no era una pésima broma surgida de su imaginación delirante. — Por la santa diosa... —. Caminó alrededor de él, analizando cada punto de perspectiva, cada hueso expuesto, notando así los pequeños insectos que circulaban por encima de él. Por otro lado, el hombre del bazar salió espantado en dirección contraria, como si hubiese visto a su suegra fuera de los días festivos.

— ¡Lo que tienes es mal de ojo! —. Comentó de repente, basándose en sus creencias gitanas. — Alguien te ha lanzado un maleficio ¡Otra explicación no hay! No me preguntes cómo lo sé, que esto es cosa de gitanos, simplemente lo llevamos en la sangre —. El mono asintió con la cabeza, dando veracidad a las palabras de su dueña. — Puedo ayudar a quitártelo, pero por un precio... —. Si, gitana hasta la tumba.

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