- Hoy será un gran dia.
Pensaba recostado aún en la cama haciendo tiempo luego de apagar mi reloj despertador, mí antebrazo izquierdo reposaba en la frente de mí cabeza aquello servía de escudo ante la claridad que entraba por la ventana señalando el inicio de un nuevo día. Había llegado al límite de vagancia para estar en la cama, además el sueño estaba empezando a apoderarse una vez más de mis párpados, hacia que mis ojos se sintieran grande para y que me costará parpadear, más bien mantener los ojos abiertos.
Con mi brazo derecho que aún se mantenía debajo de las sábanas, hice un movimiento fugaz para quedar al descubierto de aquella madrugada fresca. De un salto me incorporé y me encontraba parado a los pies de mí tálamo, ahí en semicuclillas y con un estirón me erguí todo a lo largo de mi estatura.
- Mmmh!!
Un sonido característico al momento de los estiramientos de cualquier personas, acompañado seguido de un gran bostezo, luego de haber cambiado mi pijama por mi ropa habitual del ahora ninja Karasu. La bandana de mí aldea tomó protagonismo colocándose en mí cintura como si de un cinturón se tratase. Un desayuno exprés algunas tostadas y un zumo de naranja exprimida fresco. Cepille mis dientes y me apresure rumbo al despacho de las solicitudes de misiles , me había llevado unos días poder animarme a terminar los registros luego de haber finalizado la academia para comenzar a solicitar misiones. Los nervios se apoderaban de mis manos y hacían que temblará pero mantenía la compostura recordando los dichos de mis padres.
- Adiós madre, déjale saludos a mi padre.
Saludé, mientras detrás cerraba la puerta, comencé a desplazarme lo más rápido que podía entre tejados y tejados, poco a poco la distancia iba disminuyendo e inevitablemente, ante de que pudiera disiparse por completo los nervios de mi cuerpo ya me encontraba despachando el pedido de mi primera misión.
Los Chunins encargados no se tomaron mucho tiempo, ojearon velozmente mí expediente y casi sin verme a la cara extendieron una hoja indicando que esa era la misión, tarde unos milisegundos en mandar la orden a mí cuerpo para que mi brazo se extendiera y tomará aquel papel. Para mí entender este era el verdadero fin de mi vida como estudiante y el comienzo de un ninja hecho y derecho. El encargo era sencillo y como de esperarse extremadamente aburrido, pero acorde a mi inexperiencia y habilidades por ahora algo brutas, se suponía que debía ayudar todo un día las tareas de una señora llamada Menma Satoichi, muy conocida aparentemente, que mi mente juvenil no podía registrar, las únicas personas en mi base de datos mayores eran mi abuela y la señora de la esquina.
El rumbo indicaba que estaba cerca y el horario de llegada eran las 1000 horas, para mí suerte aún había tiempo, según mi reloj aún eran las 0900, emprendí mi viaje a paso normal. Un vez en el lugar con quince minutos a favor, golpee tres veces la puerta de aquella lujosa casa. Ventanas enormes y dos pisos sin duda era alguien bien acomodado.
- Señora Satoichi, soy Karasu ninja de Kumogakure y encargado de su pedido de hoy.
Unos minutos pasaron hasta que pude oír unos pasos que se hacían más claros indicando el acercamiento a la puerta, una señora bien vestida y peinada con una sonrisa en su rostro se mostraba debajo del umbral de aquella puerta labrada.
- Oh, tu eres el encargado de mis plantas, pero esos brazos no van a poder con la tarea , jujuju.
Parecía ser una señora con un curioso humor para alguien de su posición.
Déjeme intentarlo señora Satoichi, haré lo mejor que pueda para cumplir los objetivos que me imponga. - Mm!
Un pequeño sonido salía de la boca cerrada de la señora Satoichi, se hizo a un lado y me indico con su mano que pasara, una vez dentro era indescriptible el lujo y la pulcritud del lugar, esperaba no tener que limpiar porque me llevaría una eternidad y será esclavitud para un solo Gennin.
- Mis adoradas rosas son tu primer tarea, en el depósito tenés una regadera y para llenarla hay un grifo donde las rosas, procura que la tierra quede húmeda pero no mojada, si haces barro mis hermosas rosas se ahogaran y puede que te ahogue a ti luego. ¡Jujuju!.
Mis ojos se abrieron a su máximo en un pequeño instante al escuchar ese último consejo, pero aquella risa ablandada la palabra más terrorífica, estaba seguro que así sería.
La puerta corrediza daba lugar al enorme patio, una hilera de rosas que recorría paralelamente a la pared que delimita el terreno con su vecino quien también parecía tener la manía de las rosas. Las había de todos los colores , roja, amarillas, naranjas, blancas, lilas, rosas y algunos otras tenían una mezcla en sus pétalos que podía asegurar ninguna se iba a repetir, la brisa soplaba de cuando en cuando logrando llenar de una fragancia tan agradable que podía hacer disminuir mí ritmo cardíaco, que se veía trastocado por los nerviosismos, sin contar los ruidos raros de mí estómago.
El depósito por suerte era bien visible, para cualquiera incluso hasta para alguien con poca visión. Tomé la regadera y en un grifo a unos pasos del depósito lo llenaba hasta el tope. De a poco iba regando solo lo necesario la base de cada rosal, cuidando humedecer bien la tierra sin hacer barro o puede que me ahoguen en un charco de lodo. El tiempo corría y la monotonía de la tarea hizo que una de mis manos encontrará hogar en un bolsillo de mi pantalón, después de todo la regadera media vacía era más fácil de llevar con una sola mano. Y así continúe por unos minutos más hasta que poco a poco la lluvia que creaba la regadera iba desapareciendo hasta que sólo unas pequeñas gotas iban mojando algunos pequeños puntos de tierra de aquella última rosa. Satoichi San observó todo el proceso desde la ventana que daba al patio y al ver que la última rosa estaba debidamente hidratada, se dispuso a salir con un vaso de limonada. Unas galletas completaron el hueco de aquella bandeja ocupada en primera instancia por la limonada. Con un gesto de asombro y secando con mi mano, una pequeña gota de sudor que viajaba a gusto por el lateral de mí mejilla derecha. Casi de un sorbo termine aquel vaso de limonada que estaba deliciosa con una pequeña porción de azúcar.
- Fue un gran trabajo, Karasu-kun. No suelo confiarle mi rosedal a nadie, pero después de verte supe que eras un ninja responsable. Comete una galleta que iré por mi bolso y me acompañaras a hacer una pequeña compra de alimentos, no suelo salir mucho mis rodillas no son las de antes, así que cuando lo hago suelo comprar mucho. Jujuju!
.
Aquella risa característica, ya inconfundible de la señora Satoichi se hizo presente una vez más. Dejó la bandeja en una pequeña mesa se encontraba en la galería que daba al patio y volvió a ingresar a su casa. Sacudiendo un poco mis manos en mis ropajes y usando algo de agua del grifo. Higienice las mismas, pudiendo así tomar una de las tres galletas y saborear debidamente. No era de mi agrado las cosas dulces, se podría decir que llevaba una dieta estricta en comida saludable, pero hacía una excepción para no convertirme en un desagradecido y mal educado muchacho, eso enojaría a la señora y a un peor a mí madre.
Tomé la bandeja e ingresé a la casa, anunciando mí intromisión legítimamente. Satoichi San me daba el permiso asintiendo con su cabeza y mostrando una leve mueca en su rostro. Deje aquella pequeña merienda justo en la cocina y rápidamente caminando sin correr me puse detrás de Menma.
Salimos y encaramos el camino rumbo al lugar de abastecimiento, sin que me lo pidiera me ofrecí a llevar aquel bolso vacío insistiendo casi tomando el mismo, claro que Satoichi me lo cedió sin mayor preocupación sabía que para eso estaba. Tras caminar unos minutos y al observar como el tiempo había avanzado, llegamos al lugar indicado. Todos parecían conocer a Satoichi Sama, muchos le brindaban su cordial saludo con un leve gesto y otras personas algo más mayores se atrevían a cursar unas palabras sin detenernos.
El almacén era enorme y una vez allí Menma Sama no vaciló ni un segundo, se dirigió rápidamente y comenzó a llenar el bolso con distintos productos, casi llenamos el bolso cuando la voz de la señora anunció el fin del recorrido. Pago debidamente todos los productos y el dueño del lugar no debajo de agradecerle por su compra, parecía ser que alguien como ella esté ahí era un gran honor.
- Satoichi Sama, parece ser que todo mundo la aprecia.
- Mh. Pero podría decirse que no es gracias a mí, sin duda alguna yo hice lo mío pero gran parte de que la gente me quiera tanto es gracias a mi difunto esposo. El señor Satoichi. Yo solo mantengo su legado el tiempo que me quedé.
Aquello último me sorprendió
- El… tiempo que le quede
. Pero sus nietos podrían continuar con ese legado o sus hijos. Satoichi Sama.
- Mjum. Estás en lo correcto. Pero mi hijo murió en combate junto a su padre. Nunca tuve nietos y el legado de Satoichi llegó a su fin luego de que ambos murieran en el campo de batalla
.
Aún más sorprendido , rogue por sus disculpas colocándome frente a ella e inclinando mi cuerpo para mostrar perdón.
- No tienes de qué preocuparte, eres un joven muy educado y curioso. Sigamos, necesito descansar.
- ¡Sí!.
Me hice a un lado y reanudamos la marcha, el camino de vuelta pareció mucho más largo que el de ida, tal vez se debía a que Menma se encontraba algo cansada, después de todo había mencionado que no podía cuidar su rosedal como antes debido a que sus rodillas al parecer le causaban dolor. Inevitablemente llegamos a destino, ingresamos al hogar y con un poco de esfuerzo subí aquel pesado bolso a su mesa. Satoichi Sama seguido su rumbo, tomó un sobre que estaba apostado en uno de sus tantos muebles y me lo entrego con una sonrisa.
- Bien hecho Karasu Kun, te recomendare con mis amigas, sigue así de fuerte. A mí amado esposo le gustaría haberte conocido, aunque tal vez te moleste diciendo que eres un debilucho y yo me reiría. ¡Jujuju!
.
Asentí con una sonrisa más esbozada en mí rostro y tomé aquel sobre, me despedí alegremente de aquella señora y guarde el sobre en uno de mis bolsillos. Menma me acompañó hasta el umbral de la puerta y con unos buenos movimientos de su mano, me despedía felizmente. Luego de condescender su saludo meneando mi mano al igual, desaparecí de un salto encaminando mi regreso al despacho de las misiones, debía entregar un informe y el sobre con aquel dinero.
- Tu informe. Gennin
.
- ¡Sí!... La señora Satoichi Menma, viuda del señor Satoichi, dueña de un gran rosedal y agradable persona. Regué sus plantas y fui de ayuda con sus compras…
- Bien
.
- Aseguró que recomendaría estás tareas a sus amigas.
.
Entregue el sobre y el oficial Chunnin revisó el contenido, luego de llevar la cuenta y tachar algo en su cuaderno. Coloco una parte en el mismo sobre y me lo entregó.
- Retírese Gennin
.
- ¡Sí!
.
Desaparecí del lugar y me fui directo a mí hogar, lleno de emoción listo para contarle a mis padres mi primera gran misión como ninja.
- Misión:
- ¡Ayuda a la señora Menma!
Rango: D
Descripción: La señora Menma era una afamada y reconocida kunoichi de la aldea y gran parte de su reconocimiento se debía al renombre de su difunto esposo y gran conocido ninja. A pesar de haber sido una kunoichi ilustre el tiempo pasa y los años no llegaban solos. Su cuerpo se veía desgastado y aunque no la invalida a si la limitaba, por eso solía hacer encargues a la aldea un poco raros pero creíbles en cuanto a su poderío económico.
Localización: Kumogakure
Objetivo: Ayudar a la Señora Menma afamada kunoichi de Kumogakure a realizar las tareas de un día.
Recompensa: 650 Ryous