La organización vence al tiempo <Entrenamiento Privado>

Las inmensas aves chillantes sobre el raz del cielo, aquellas que nacen con el surgimiento de la estrella más grande sobre nuestro infinito horizonte, se posan sobre el techo de la habitación del jóven gennin nombrado como Eros, del milenario clan Hyuuga. Una suerte de rutina cooperativa entre la naturaleza, y la propia voluntad ninja, pues ambas entidades se entienden. Los ojos de luna del joven se abren suaves, se mentaliza el día de hoy, hace sonar sus dedos, cada uno de ellos, los diez de sus dos manos, se siente preparado y por ende su cuerpo se levanta de inmediato, pero no sin antes estirarse, respirarse, escucharse. En fin, su día empieza desde su mediana habitación, donde se toma el total de tres mil seiscientos segundos para, desde las paredes que lo rodean, comenzar el tan temprano dia agitando sus miembros. Primero relaja sus músculos, los estructura y aprieta, los toca, los siente y trata de recordarlos, como todos los días, asi va viendo su progreso. Una vez la muy importante primera parte, se recuesta sobre el frío suelo, utiliza la flexión de sus dos brazos fibrosos y comienza su ejercicio. Se aleja y se acerca con el suelo, su rostro se mantiene concentrado en seguir su ejercicio, no se desvía en nada. De a poco su centro rojo, siempre a la izquierda de su pecho, va latiendo más, y más, y más, en sintonía con su continuidad de ejercicios físicos. Ahora, cuando estira sus brazos, aplaude con ambas manos, y retoma la flexión. Si algo aprendió de la militarización y la vida militar, son la muy diversa cantidad de actividades para mejorar su condición fisiológica.

Poco a poco, se toma su tiempo, nadie lo apura, tan solo el Destino. Se detiene un instante, se da vuelta, levanta las rodillas e intenta llegar a ellas con su cabeza, para luego volver a bajarlo, pero no toca el suelo nunca, sino que retoma el intento, una y otra vez, no le importan las cantidades, Eros sigue hasta que se nota cansado. Pero si bien no las cuenta, si presta atención a su ritmo, a la facilidad o dificultad que le proporciona dicho acto. Un procedimiento que repetirá hasta el cansancio, y se detiene. No se sobre-exige, sabe que es algo tonto, inutil, innecesario. Su cuerpo, sus músculos, sus fibras, sus órganos, son necesarios para su transformación, y no puede dañarlos, no puede quitarles la energía necesaria para avanzar hacia el futuro. Se pone de pie, piensa, espera, inhala y exhala lenta, muy lentamente. Hasta no sentir su corazón bajar las velocidades no continúa. Pues Eros se vuelve obsesivo hasta el más mínimo detalle con esto, pero lo cree necesario: controlar, o al menos poder rebajar su ritmo cardíaco, para poder mejorar su resistencia y persistencia en relación a su desgaste físico.

Una vez de pie, procede a la practica de su elasticidad. Se destaca la ventaja que le brinda lo amplia de su habitación, ya que es un factor clave para poder realizar (todos los días, hasta casi religiosamente se podría acotar) estas prácticas físicas. Con elasticidad me refiero aquí, al intentar hacer "un puente" con su cuerpo. Es decir, con ambos pies firmes sobre el suelo, tirar su cuerpo hacia atrás y sostenerse con ambas manos sobre la misma superficie. Como si caminara en cuatro patas, pero en lugar de su cuerpo mirar hacia abajo, mira hacia arriba. Su respiración intenta coordinarla, intenta relajarla, intenta sentirla, sentirse todo, para entender sus límites y avances. Luego se pone a prueba con sus piernas, ver cuánto las puede separar, siempre le cuesta, por supuesto, pero nota su avance, y eso le dota las energías para continuar, asi como su energía y voluntad que buscan hacerlo siempre mejorar, siempre mirar hacia el amanecer. Vuelve a unirlas, las toca, las siente y las masajea un poco tan solo, para luego continuar con su apertura. Una vez que las vuelve a unir, se propone dar pequeños saltos sobre su lugar. Primero levanta cada pie pero a poca distancia del suelo, como si estuviera trotando, pero sin moverse de donde se encontraba. De esta forma va aumentando, no solo la velocidad, sino además la altura a la que va levantando sus ambas rodillas, su objetivo es intentar hacerlo hasta su pecho, poco a poco lo intenta, poco a poco siente y puede ver el progreso. Golpea con la palma de sus manos cada rodilla que levanta, para forzarlas, para percibir la mejora en su resistencia, aquel sonido lo ayuda a concentrarse a repetir e insistir ese ejercicio.

Una vez más para, y deja de hacer aquello que estaba haciendo. Cierra sus ojos, respira lentamente, o al menos busca lograr eso. Al igual que anteriormente, intenta calmar su ritmo cardíaco, relajar sus músculos y organos, estar en calma, relajar su agitación. En este momento agarra la botella de agua que siempre deja cerca de su cama antes de irse a dormir todas las noches, a sabiendas de la sed que le darían los ejercicios que realiza todas las mañanas. Se refresca, refresca todo su interior, y se calma un poco más esta vez. Ahora se propone estirar sus músculos, como en el principio de esta jornada que duró aproximadamente sesenta minutos de corrido. Gira su cuerpo desde su cintura hasta la cabeza, hacia la derecha y hacia la izquierda, haciendo sonar parte de los huesos de su columna. Mueve sus brazos de manera que logre relajar la musculación anteriormente tensada, obra del cansancio producido por los ejercicios recientes.

Terminado esto, se retira de su habitación a su baño. En donde se da una ducha de agua fría, bien fría. Es el agua, para el joven Eros, una herramienta para proseguir con sus ejercicios, pues le brinda de calma y más ritmo. Se lava sus dientes, se peina su larga cabellera negra, se coloca una remera, pantalón y sandalias livianas, y sale de su hogar para recorrer, trotando a paso leve, el bosque que lo rodea. No hace otra cosa más que trotar en un principio, aproximadamente una hora, luego detenerse diez minutos caminando a una velocidad mediana-alta, y luego retoma, pero ya no trotando, sino corriendo. Procede a hacer secciones de corridas intensas por un tiempo corto, luego trota diez minutos, nuevamente retoma las corridas intensas, y así hasta que sus piernas no pueden continuar. Tras permitirse un descanso, retoma el mismo proceso de trote largo, luego caminata y finaliza con una secuencia de correr y trotar, hasta estar cerca de su hogar nuevamente. Allí se queda, para descansar unas horas.

Pues ni siquiera ha llegado al medio día, y los pajaros siguen chillando sobre su techo.