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MADARA CHRONICLES

¡Bienvenido a Madara Chronicles! Foro de Naruto interpretativo donde buscamos que el usuario se encuentre con la mayor de las comodidades y disponga de opciones para crear y desarrollar su personaje dentro de una ambientación, permitiendo que cobre importancia con el paso del tiempo y de su propio desarrollo.

Actualmente estamos en fase Beta, pero trabajamos duramente para dar una experiencia nueva y única para el usuario, con multitud de ideas y proyectos que esperamos que pronto vean la luz.

¿Por qué no te animas a formar parte de este gran proyecto? ¡Te esperamos con los brazos abiertos!
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Sabaku Tsunayoshi
Varias semanas habían transcurrido ya desde su última actividad como shinobi de la arena, días de descanso que no sólo le habían ayudado a reponerse de la actividad diaria sino que también le habían servido para reflexionar sobre las recientes inquietudes originadas por las dudas y decepciones que el comienzo de la vida shinobi le había provocado. Falta de compañerismo en variadas ocasiones, abandono y rechazo proveniente de "colegas", un terrible fracaso en una importante ocasión y la repentina inclusión suya en el equipo 3... No le costó mucho enviar una carta al despacho del Kage y pedir unos días de reposo indicando encontrarse indispuesto para la labor ninja. Necesitaba eso.

Sin embargo por otro lado, lo único para lo que no había tomado "vacaciones" era continuar con su diario y riguroso entrenamiento personal, realizado con la única intensión de conseguir la mejoría constante y efectiva de sus habilidades ninja. Había avanzado satisfactoriamente en varios aspectos los últimos días... Sus reflejos ya eran mejores, su velocidad era mayor a la del promedio, sus técnicas eran tan poderosas que podían considerarlo fácilmente un futuro maestro del ninjutsu, algo ilógico para él puesto que no se consideraba poderoso todavía sino un ninja capaz. Consciente estaba de que su camino ninja apenas y había empezado. A pesar del tiempo transcurrido no iba ni siquiera por una octava parte de aquel viaje personal en búsqueda del autoperdón. Tampoco le disgustaba, nada era fácil en la vida y convertirse en una figura de gran poder e importancia para la villa tampoco lo era.

Esa mañana había seguido su rutina diaria como normalmente solía hacer. Tomó un baño, desayunó lo necesario para tener las fuerzas suficientes que necesitaría ese inicio del día, se equipó las herramientas que creyó convenientes sin olvidar jamás a su principal arma, compañera y gran amiga; su contenedor de arena especial.

Partió de su hogar, colocando seguro a la puerta, rumbo a donde solía transcurrir sus mañanas diariamente cuando no había actividad ninja. Los extensos campos de entrenamiento de la villa eran su destino de parada, lugar donde continuaría su mejoría shinobi, ya se había acostumbrado y no podía imaginarse un día sin siquiera practicar como mínimo su lanzamiento de proyectiles... Muy en el pasado, uno no tan lejano, habían quedado aquellos días en los que se echaba en los brazos de un pasivo, y en ocasiones fúrico, desierto a observar sus maravillas como mero espectador, dejando de lado sus deberes como descendiente de ninjas.

Al llegar notó que el lugar se hallaba completamente vacío, nada raro, siempre llegaba muy temprano cuando todos los shinobis se hallaban en misiones o descansando de las mismas. Se apresuró a adentrarse en aquellos terrenos inundados por un mar de arena, acariciados tímidamente por las suaves corrientes de viento que soplaban de vez en cuando, alterados por la presencia de rocosas estructuras incrustadas en el suelo que servían como punto de apoyo para maniobrar, barreras para ocultarse u oponentes a atacar, en verdad, más que molestos, eran útiles los pilares de rocas del lugar. Alguna que otra estructura destrozada se podía observar sin hacer mucho esfuerzo en el lugar, posiblemente sería el recordatorio de que era el desierto el que decidía quién vivía en sus terrenos y cuánto tiempo lo hacía, probablemente aquellas partes de edificaciones destruidas eran lo que quedaba de una antigua zona de la villa juzgada por el árido terreno y derrumbada por alguna razón del mismo.

Se detuvo luego de considerarse lo suficientemente "perdido" dentro de aquel lugar. Esa vez pensaba ir con todo desde el principio y necesitaba alejarse bastante para no herir a algún desafortunado compañero que se hallase en el lugar, saliendo del rango de percepción del shinobi arenero.

- Ustedes irán primero... - Susurró para sí mismo mientras su arena hacía a un lado el tapón de la calabaza, tomando como objetivo a tres enormes rocas erguidas delante suyo, hallándose listo y motivado, sin embargo tras los pilares de enfrente notó, o mejor dicho, creyó notar una figura moverse rápidamente...

No queriendo herir a algún compañero de la arena o ser herido por el mismo, posiblemente hallado allí en ese momento, avanzó lentamente en la dirección en que había visto dicha desconocida figura desplazarse entre pilares rocosos, no desechando la posibilidad de que se tratase de algún animal del desierto o peor aún, de algún criminal como anteriormente había pasado en una de sus misiones, aunque esa vez no se comparaba a esta debido a que el desconocido individuo se hallaba en movimiento. Paró en seco al notar un fuerte golpe seguido del desprendimiento de algunas partes de un pilar cercano. Unas cuantas rocas de variados tamaños no mayores a los treinta centímetros de circunferencia fueron dirigidas hacia la zona en que se hallaba el pelirrojo de grandes y marcadas ojeras. Rápidos y precisos, el conjunto de minerales desérticos hallados en el interior del contenedor arenoso del Sabaku se movilizaron ante el posible daño que el controlador de los mismos podría llegar a sufrir. La arena terminaría formando una pared entre las rocas perdidas y el shinobi de mirada turquesa, evitando así cualquier herida que el mencionado joven habría podido sufrir. Luego de parar en seco la trayectoria de las rocas, la arena cayó al suelo frente al Sabaku pelirrojo cual tronco recién talado.

- No sé quién eres pero deberías tener más cuidado con esos tipos de ataques. Podrías lastimar a alguien cercano... - Dijo aún sin poder visualizar al causante de aquellos destrozos, culpa del reciente impacto entre el arenoso terreno y las rocas caídas, acompañado a eso una brisa un poco más fuerte que había empezado a levantar un poco de la arena del sitiol. Ya sabía que no podía ser un animal debido a la escasez de peligro aparente para que el mismo se defendiera con tal habilidad. Debía de tratarse de una persona y lo que quería saber ahora el arenero era si aquella persona desconocida era aliada o enemiga. La respuesta que recibiría sería la que le confirmase alguna de sus sospechas...

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Varias semanas habían transcurrido ya desde su última actividad como shinobi de la arena, días de descanso que no sólo le habían ayudado a reponerse de la actividad diaria sino que también le habían servido para reflexionar sobre las recientes inquietudes originadas por las dudas y decepciones que el comienzo de la vida shinobi le había provocado. Falta de compañerismo en variadas ocasiones, abandono y rechazo proveniente de "colegas", un terrible fracaso en una importante ocasión y la repentina inclusión suya en el equipo 3... No le costó mucho enviar una carta al despacho del Kage y pedir unos días de reposo indicando encontrarse indispuesto para la labor ninja. Necesitaba eso.

Sin embargo por otro lado, lo único para lo que no había tomado "vacaciones" era continuar con su diario y riguroso entrenamiento personal, realizado con la única intensión de conseguir la mejoría constante y efectiva de sus habilidades ninja. Había avanzado satisfactoriamente en varios aspectos los últimos días... Sus reflejos ya eran mejores, su velocidad era mayor a la del promedio, sus técnicas eran tan poderosas que podían considerarlo fácilmente un futuro maestro del ninjutsu, algo ilógico para él puesto que no se consideraba poderoso todavía sino un ninja capaz. Consciente estaba de que su camino ninja apenas y había empezado. A pesar del tiempo transcurrido no iba ni siquiera por una octava parte de aquel viaje personal en búsqueda del autoperdón. Tampoco le disgustaba, nada era fácil en la vida y convertirse en una figura de gran poder e importancia para la villa tampoco lo era.

Esa mañana había seguido su rutina diaria como normalmente solía hacer. Tomó un baño, desayunó lo necesario para tener las fuerzas suficientes que necesitaría ese inicio del día, se equipó las herramientas que creyó convenientes sin olvidar jamás a su principal arma, compañera y gran amiga; su contenedor de arena especial.

Partió de su hogar, colocando seguro a la puerta, rumbo a donde solía transcurrir sus mañanas diariamente cuando no había actividad ninja. Los extensos campos de entrenamiento de la villa eran su destino de parada, lugar donde continuaría su mejoría shinobi, ya se había acostumbrado y no podía imaginarse un día sin siquiera practicar como mínimo su lanzamiento de proyectiles... Muy en el pasado, uno no tan lejano, habían quedado aquellos días en los que se echaba en los brazos de un pasivo, y en ocasiones fúrico, desierto a observar sus maravillas como mero espectador, dejando de lado sus deberes como descendiente de ninjas.

Al llegar notó que el lugar se hallaba completamente vacío, nada raro, siempre llegaba muy temprano cuando todos los shinobis se hallaban en misiones o descansando de las mismas. Se apresuró a adentrarse en aquellos terrenos inundados por un mar de arena, acariciados tímidamente por las suaves corrientes de viento que soplaban de vez en cuando, alterados por la presencia de rocosas estructuras incrustadas en el suelo que servían como punto de apoyo para maniobrar, barreras para ocultarse u oponentes a atacar, en verdad, más que molestos, eran útiles los pilares de rocas del lugar. Alguna que otra estructura destrozada se podía observar sin hacer mucho esfuerzo en el lugar, posiblemente sería el recordatorio de que era el desierto el que decidía quién vivía en sus terrenos y cuánto tiempo lo hacía, probablemente aquellas partes de edificaciones destruidas eran lo que quedaba de una antigua zona de la villa juzgada por el árido terreno y derrumbada por alguna razón del mismo.

Se detuvo luego de considerarse lo suficientemente "perdido" dentro de aquel lugar. Esa vez pensaba ir con todo desde el principio y necesitaba alejarse bastante para no herir a algún desafortunado compañero que se hallase en el lugar, saliendo del rango de percepción del shinobi arenero.

- Ustedes irán primero... - Susurró para sí mismo mientras su arena hacía a un lado el tapón de la calabaza, tomando como objetivo a tres enormes rocas erguidas delante suyo, hallándose listo y motivado, sin embargo tras los pilares de enfrente notó, o mejor dicho, creyó notar una figura moverse rápidamente...

No queriendo herir a algún compañero de la arena o ser herido por el mismo, posiblemente hallado allí en ese momento, avanzó lentamente en la dirección en que había visto dicha desconocida figura desplazarse entre pilares rocosos, no desechando la posibilidad de que se tratase de algún animal del desierto o peor aún, de algún criminal como anteriormente había pasado en una de sus misiones, aunque esa vez no se comparaba a esta debido a que el desconocido individuo se hallaba en movimiento. Paró en seco al notar un fuerte golpe seguido del desprendimiento de algunas partes de un pilar cercano. Unas cuantas rocas de variados tamaños no mayores a los treinta centímetros de circunferencia fueron dirigidas hacia la zona en que se hallaba el pelirrojo de grandes y marcadas ojeras. Rápidos y precisos, el conjunto de minerales desérticos hallados en el interior del contenedor arenoso del Sabaku se movilizaron ante el posible daño que el controlador de los mismos podría llegar a sufrir. La arena terminaría formando una pared entre las rocas perdidas y el shinobi de mirada turquesa, evitando así cualquier herida que el mencionado joven habría podido sufrir. Luego de parar en seco la trayectoria de las rocas, la arena cayó al suelo frente al Sabaku pelirrojo cual tronco recién talado.

- No sé quién eres pero deberías tener más cuidado con esos tipos de ataques. Podrías lastimar a alguien cercano... - Dijo aún sin poder visualizar al causante de aquellos destrozos, culpa del reciente impacto entre el arenoso terreno y las rocas caídas, acompañado a eso una brisa un poco más fuerte que había empezado a levantar un poco de la arena del sitiol. Ya sabía que no podía ser un animal debido a la escasez de peligro aparente para que el mismo se defendiera con tal habilidad. Debía de tratarse de una persona y lo que quería saber ahora el arenero era si aquella persona desconocida era aliada o enemiga. La respuesta que recibiría sería la que le confirmase alguna de sus sospechas...

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Última edición por Sabaku Tsunayoshi el Lun Oct 28, 2019 4:15 pm, editado 1 vez (Razón : Se agrega especificación del tema en tiempo presente)

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Hidan
Hoy se hallaba en los grandes campos de entrenamiento, sin duda, uno de los grandes monumentos del pasado de Sunagakure al ser un claro vestigio de ella misma. Dicho lugar representaba una gran variedad de establecimientos actualmente en ruinas abandonadas, contando con impresionantes rocas que llamaban la atención por su tamaño; algunas de ellas incrustadas en las ruinas y otras repartidas en el campo abierto, habiendo una distancia entre una y otra, no más de diez metros, a excepción de algunas que casi se rozaban. Hidan, por ejemplo, se ubicaba en frente de unas dos rocas cercanas una a la otra que tenían forma de dos pilares al ser más altas que anchas, eran las únicas que tenían formas casi simétricamente similares, de ahí que le habían llamado la atención para usarlas en su entrenamiento.

El entrenamiento de Hidan consistía en algo tan simple como trepar las rocas, solo que su condición era hacerlo sin usar las manos, ni siquiera el chakra. Su planteamiento para conseguir llegar a la cima de aquellos dos pilares era mediante el salto en zigzag entre la paredes de ambas rocas, lo consiguiese o no, lo volvía a intentar, cada vez más rápido. El chico se facilitaba alguna que otra vez el proceso de escalar más rápido, asestando grandes golpes con una de sus técnicas de elemento rayo para abrir pequeños huecos en las paredes con el objetivo de que sirvieran como puntos de apoyo, sin embargo, al parecer, esta idea había sido un poco peligrosa para el sujeto que había aparecido con posterioridad. Hidan creyó que estaba solo, que no había nadie más como para preocuparse de la magnitud de sus ataques en las rocas, pero una voz, que seguramente se dirigía hacia él, fue la que lo interrumpió para que dejara de atacar a las rocas, por lo que se dispusó a buscar la procedencia de la voz.

Continuó trepando una vez más en zigzag hasta alcanzar la cima por última vez y, cruzándose de brazos y dejando que una brisa agitase sus vestimentas al llegar, bajó un poco la mirada para localizar aquella cercana voz. Era un pelirrojo, ninja pelirrojo para ser exactos, pues Hidan había observado perfectamente que aquel chaval, probablemente de su misma edad, lo cubría una masa de arena que solo dejaba ver la mitad de su rostro y algunas características de sus vestimentas.—¿A quién?, ¿a tí?—Contestó a su última frase.—Por lo que veo controlas bien la arena, ¿a caso vienes a pelear?—Añadió mientras observaba los pequeños trozos de roca esparcidos en el suelo frente a aquel chaval.

En esta ocasión Hidan vestía unos pantalones de color azul marino y una camiseta blanca de tirantes, con sus sandalias ninja de color negro. Más de la mitad de su cabello estaba recogido por una coleta. Sus manos estaban vendadas, al igual que sus tobillos. Su Tantō estaba colgada de forma horizontal en su espalda inferior, mientras que su Fūma shuriken se hallaba plegado y colgado en una de las trabillas de su pantalón por el lado derecho de su cintura. Las cuerdas de alambre recortadas en medidas distintas, se hallaban, en una pequeña bolsita colgada en su trasero, ligadas a algunas de sus armas, con ellas tres shurikens. En cambio el único kunai que poseía se hallaba en un estuche negro rectangular, posicionado de forma vertical y ligado a una serie vendas alrededor de su muslo izquierdo.


Información bélica:
Hoy se hallaba en los grandes campos de entrenamiento, sin duda, uno de los grandes monumentos del pasado de Sunagakure al ser un claro vestigio de ella misma. Dicho lugar representaba una gran variedad de establecimientos actualmente en ruinas abandonadas, contando con impresionantes rocas que llamaban la atención por su tamaño; algunas de ellas incrustadas en las ruinas y otras repartidas en el campo abierto, habiendo una distancia entre una y otra, no más de diez metros, a excepción de algunas que casi se rozaban. Hidan, por ejemplo, se ubicaba en frente de unas dos rocas cercanas una a la otra que tenían forma de dos pilares al ser más altas que anchas, eran las únicas que tenían formas casi simétricamente similares, de ahí que le habían llamado la atención para usarlas en su entrenamiento.

El entrenamiento de Hidan consistía en algo tan simple como trepar las rocas, solo que su condición era hacerlo sin usar las manos, ni siquiera el chakra. Su planteamiento para conseguir llegar a la cima de aquellos dos pilares era mediante el salto en zigzag entre la paredes de ambas rocas, lo consiguiese o no, lo volvía a intentar, cada vez más rápido. El chico se facilitaba alguna que otra vez el proceso de escalar más rápido, asestando grandes golpes con una de sus técnicas de elemento rayo para abrir pequeños huecos en las paredes con el objetivo de que sirvieran como puntos de apoyo, sin embargo, al parecer, esta idea había sido un poco peligrosa para el sujeto que había aparecido con posterioridad. Hidan creyó que estaba solo, que no había nadie más como para preocuparse de la magnitud de sus ataques en las rocas, pero una voz, que seguramente se dirigía hacia él, fue la que lo interrumpió para que dejara de atacar a las rocas, por lo que se dispusó a buscar la procedencia de la voz.

Continuó trepando una vez más en zigzag hasta alcanzar la cima por última vez y, cruzándose de brazos y dejando que una brisa agitase sus vestimentas al llegar, bajó un poco la mirada para localizar aquella cercana voz. Era un pelirrojo, ninja pelirrojo para ser exactos, pues Hidan había observado perfectamente que aquel chaval, probablemente de su misma edad, lo cubría una masa de arena que solo dejaba ver la mitad de su rostro y algunas características de sus vestimentas.—¿A quién?, ¿a tí?—Contestó a su última frase.—Por lo que veo controlas bien la arena, ¿a caso vienes a pelear?—Añadió mientras observaba los pequeños trozos de roca esparcidos en el suelo frente a aquel chaval.

En esta ocasión Hidan vestía unos pantalones de color azul marino y una camiseta blanca de tirantes, con sus sandalias ninja de color negro. Más de la mitad de su cabello estaba recogido por una coleta. Sus manos estaban vendadas, al igual que sus tobillos. Su Tantō estaba colgada de forma horizontal en su espalda inferior, mientras que su Fūma shuriken se hallaba plegado y colgado en una de las trabillas de su pantalón por el lado derecho de su cintura. Las cuerdas de alambre recortadas en medidas distintas, se hallaban, en una pequeña bolsita colgada en su trasero, ligadas a algunas de sus armas, con ellas tres shurikens. En cambio el único kunai que poseía se hallaba en un estuche negro rectangular, posicionado de forma vertical y ligado a una serie vendas alrededor de su muslo izquierdo.


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Sabaku Tsunayoshi
Las suaves y tímidas corrientes de viento que solían pasearse a través del campo de entrenamiento en breves ocasiones, de a momentos incrementaban su fuerza, perdiendo la timidez y haciéndose presente sin restricciones ni consideraciones. Entre los granos de arena y el polvo levantado por el desprendimiento de los pedazos de roca destruida por aquel desconocido impacto, Tsunayoshi lograría observar la figura de una persona sobre uno de los dos grandes pilares rocosos hallados a no más de seis metros frente a él. Su arena caería al suelo luego de cumplir su cometido, por ahora, esparciéndose frente a su controlador y manteniéndose atenta ya fuese para continuar su defensiva labor como para acatar las órdenes que el Sabaku pudiera darle en cualquier momento en caso de ser necesario el uso de la misma para atacar al posible enemigo desconocido.

Otra corriente de viento haría bailar la rojiza cabellera del de mirada color turquesa así como también los ropajes del mismo, haciendo lo propio probablemente con el desconocido joven quien procedía a responder a lo dicho por el pelirrojo apenas segundos atrás. Su voz le hizo deducir al Sabaku que debía de tratarse de un muchacho. Aquel joven parecía ser un poco temperamental, a su mente llegó la imagen de su compañero de equipo cuya manera de ser resaltaba mucho más que sus características técnicas de explosivas capacidades. Él no estaba allí para buscar problemas, sin embargo recordó un fragmento de un pasado no muy lejano, cuando presenció aquella tarde, semanas atrás, estando por pura casualidad justo en el lugar y a la hora en donde se llevaba a cabo el enfrentamiento de sus dos compañeros del equipo 3.

Entendiendo que no le vendría mal un compañero de entrenamiento pasaría a intentar cambiar el ambiente de tensión que podría formarse allí por uno competitivo pero sano y sin intenciones hostiles.

- Me disculpo, no quise parecer ofensivo, tampoco es mi intención serlo. Sin embargo, no me vendría mal un compañero para entrenar, es aburrido atacar rocas solamente ¿no crees?... -

La brisa habría dejado de levantar el polvo para después de pronunciar aquellas palabras, permitiéndole al arenero observar y detallar mejor al chico sobre la roca alta. No lograba ver la banda ninja representativa de Sunagakure, aquello daba mucho para pensar. Era obvio que no se trataba de un aldeano común, debía tener algún tipo de adiestramiento en algún arte ninja o samurái. No poseer la banda ninja en ese caso no favorecía mucho el punto de vista del arenero acostumbrado a realizar misiones en las cuales se debían de tratar con criminales. De ser un criminal aquel joven, lo mejor sería tomarlo con la guardia baja, pero de tratarse de un colega de Sunagakure mejor era no intentar nada raro. No estaba seguro de nada, sin embargo necesitaba más información antes de realizar su siguiente movimiento, antes que nada necesitaba oír la respuesta que recibiría del desconocido joven...

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Las suaves y tímidas corrientes de viento que solían pasearse a través del campo de entrenamiento en breves ocasiones, de a momentos incrementaban su fuerza, perdiendo la timidez y haciéndose presente sin restricciones ni consideraciones. Entre los granos de arena y el polvo levantado por el desprendimiento de los pedazos de roca destruida por aquel desconocido impacto, Tsunayoshi lograría observar la figura de una persona sobre uno de los dos grandes pilares rocosos hallados a no más de seis metros frente a él. Su arena caería al suelo luego de cumplir su cometido, por ahora, esparciéndose frente a su controlador y manteniéndose atenta ya fuese para continuar su defensiva labor como para acatar las órdenes que el Sabaku pudiera darle en cualquier momento en caso de ser necesario el uso de la misma para atacar al posible enemigo desconocido.

Otra corriente de viento haría bailar la rojiza cabellera del de mirada color turquesa así como también los ropajes del mismo, haciendo lo propio probablemente con el desconocido joven quien procedía a responder a lo dicho por el pelirrojo apenas segundos atrás. Su voz le hizo deducir al Sabaku que debía de tratarse de un muchacho. Aquel joven parecía ser un poco temperamental, a su mente llegó la imagen de su compañero de equipo cuya manera de ser resaltaba mucho más que sus características técnicas de explosivas capacidades. Él no estaba allí para buscar problemas, sin embargo recordó un fragmento de un pasado no muy lejano, cuando presenció aquella tarde, semanas atrás, estando por pura casualidad justo en el lugar y a la hora en donde se llevaba a cabo el enfrentamiento de sus dos compañeros del equipo 3.

Entendiendo que no le vendría mal un compañero de entrenamiento pasaría a intentar cambiar el ambiente de tensión que podría formarse allí por uno competitivo pero sano y sin intenciones hostiles.

- Me disculpo, no quise parecer ofensivo, tampoco es mi intención serlo. Sin embargo, no me vendría mal un compañero para entrenar, es aburrido atacar rocas solamente ¿no crees?... -

La brisa habría dejado de levantar el polvo para después de pronunciar aquellas palabras, permitiéndole al arenero observar y detallar mejor al chico sobre la roca alta. No lograba ver la banda ninja representativa de Sunagakure, aquello daba mucho para pensar. Era obvio que no se trataba de un aldeano común, debía tener algún tipo de adiestramiento en algún arte ninja o samurái. No poseer la banda ninja en ese caso no favorecía mucho el punto de vista del arenero acostumbrado a realizar misiones en las cuales se debían de tratar con criminales. De ser un criminal aquel joven, lo mejor sería tomarlo con la guardia baja, pero de tratarse de un colega de Sunagakure mejor era no intentar nada raro. No estaba seguro de nada, sin embargo necesitaba más información antes de realizar su siguiente movimiento, antes que nada necesitaba oír la respuesta que recibiría del desconocido joven...

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Hidan
La respuesta del pelirrojo había dado a entender que solo trataba de ser educado, que no quería ofender a nadie con su comentario y que solo buscaba un compañero para entrenar y probar el alcance de sus habilidades. Aún así, desde la perspectiva de Hidan, a él no le era posible convencerse con unas palabras tan comunes, por muy propias de una persona educada fuesen. En el mundo de los shinobis, por cuestiones de supervivencia, sentir desconfianza hacia otros ninjas es la reacción más lógica y natural, por lo que ante un posible enemigo, el hecho de responder con educación estaba de más, y aquello podía traducirse de dos formas; que el pelirrojo fuera emocinalmente débil o simplemente trataba de persuadirlo.

Hidan era un chico muy desconfiado, no era recomendable tratar con él a la ligera. Su forma de pensar, aparte de ser muy compleja ya de por sí, era bastante profunda. Incluso a los detalles más pequeños o mundanos le daba importancia. En total, no se consideraba estar dispuesto a que lo engañasen o que alterasen su realidad y sus ideas, él era suyo; no del mundo.—Haberlo dicho antes.—Dijo para luego abrir su estuche, y extraer un kunai cuyo mango se lo puso la boca para agarrarlo, de forma horizontal, con los dientes. Acto seguido arqueó lentamente sus piernas, alejando la diestra hacia atrás y apoyando su peso en la zurda, preparado para saltar en cualquier momento.

Muéstrame lo que vales—Anunció tajante, levantando la mano izquierda, con la que mantenía su dedo índice y corazón juntos y erguidos, a la altura de su pecho, mientras que el resto de sus dedos los mantenía flexionados. Era un sello común de los ninjas, pero no indicaba el comienzo de una técnica sino el de una entretenida batalla por respeto a su adversario. Una cosa ya estaba clara, el combate de entrenamiento había comenzado, solo esperaba una ofensiva por parte del pelirrojo para empezar a moverse.

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La respuesta del pelirrojo había dado a entender que solo trataba de ser educado, que no quería ofender a nadie con su comentario y que solo buscaba un compañero para entrenar y probar el alcance de sus habilidades. Aún así, desde la perspectiva de Hidan, a él no le era posible convencerse con unas palabras tan comunes, por muy propias de una persona educada fuesen. En el mundo de los shinobis, por cuestiones de supervivencia, sentir desconfianza hacia otros ninjas es la reacción más lógica y natural, por lo que ante un posible enemigo, el hecho de responder con educación estaba de más, y aquello podía traducirse de dos formas; que el pelirrojo fuera emocinalmente débil o simplemente trataba de persuadirlo.

Hidan era un chico muy desconfiado, no era recomendable tratar con él a la ligera. Su forma de pensar, aparte de ser muy compleja ya de por sí, era bastante profunda. Incluso a los detalles más pequeños o mundanos le daba importancia. En total, no se consideraba estar dispuesto a que lo engañasen o que alterasen su realidad y sus ideas, él era suyo; no del mundo.—Haberlo dicho antes.—Dijo para luego abrir su estuche, y extraer un kunai cuyo mango se lo puso la boca para agarrarlo, de forma horizontal, con los dientes. Acto seguido arqueó lentamente sus piernas, alejando la diestra hacia atrás y apoyando su peso en la zurda, preparado para saltar en cualquier momento.

Muéstrame lo que vales—Anunció tajante, levantando la mano izquierda, con la que mantenía su dedo índice y corazón juntos y erguidos, a la altura de su pecho, mientras que el resto de sus dedos los mantenía flexionados. Era un sello común de los ninjas, pero no indicaba el comienzo de una técnica sino el de una entretenida batalla por respeto a su adversario. Una cosa ya estaba clara, el combate de entrenamiento había comenzado, solo esperaba una ofensiva por parte del pelirrojo para empezar a moverse.

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Sabaku Tsunayoshi
"Haberlo dicho antes" le oyó decir. No necesitó escuchar nada más para empezar a movilizar la arena esparcida ante él, sin necesidad de usar sellos manuales, rumbo a la zona trasera de aquel pilar rocoso que servía como base de apoyo de su, ahora, "oponente de práctica".

El terreno arenoso del desierto ayudaría a camuflar la arena en movimiento, apoyada por la brisa que nuevamente empezaría a levantar varios de los mencionados minerales áridos provocando que la visión de los mismos fuese bastante limitada. El destino de aquellos minerales infundidos del chakra del pelirrojo era aguardar en aquella zona, su controlador poseedor de grandes ojeras aún no tenía claro si el joven sobre el alto pilar era un shinobi de la aldea o un criminal más, por lo que debía de asegurarse de capturarlo lo más rápido posible para interrogarlo como era debido. La dirección del viento iría hacia atrás de Hidan, es decir, hacia el norte del pelirrojo arenero.

Tsunayoshi no comprendió realmente qué pretendía aquel muchacho mientras sacaba un kunai y lo colocaba en su boca, sosteniéndole de la empuñadura con los dientes, pero sí supo qué significaba aquel sello realizado con una sola mano por el desconocido joven, todo mientras la arena seguiría movilizándose bajo el mismo.

Realizaría entonces la misma última acción que había hecho el chico, elevando la mano derecha hasta la altura de su pecho, justo enfrente de su chaleco de cuero color grisáceo, manteniendo flexionados los dedos menique, anular y pulgar, dejando extendidos hacia arriba al índice y corazón.

- Esta bien, vamos - Nada más decir eso y sin siquiera necesitar mover un dedo, la arena que seguiría movilizándose hacia la zona sur del desconocido oponente se alzaría y empezaría a elevarse en el aire rumbo a la dirección del chico, sin tomar una forma definida aún, buscando cubrir su retaguardia para capturarlo, o en caso de que intentase saltar, cerrarle la salida. Por otro lado, la arena de la calabaza simplemente esperaría pacientemente ya que, segura estaba, su turno de entrar en acción no tardaría en llegar.

("Apenas empiezo, muéstrame qué harás...") - Pensaría cruzándose de brazos, flexionando levemente sus piernas en caso de necesitar avanzar o alejarse puesto que el "entrenamiento" ya habría comenzado...

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"Haberlo dicho antes" le oyó decir. No necesitó escuchar nada más para empezar a movilizar la arena esparcida ante él, sin necesidad de usar sellos manuales, rumbo a la zona trasera de aquel pilar rocoso que servía como base de apoyo de su, ahora, "oponente de práctica".

El terreno arenoso del desierto ayudaría a camuflar la arena en movimiento, apoyada por la brisa que nuevamente empezaría a levantar varios de los mencionados minerales áridos provocando que la visión de los mismos fuese bastante limitada. El destino de aquellos minerales infundidos del chakra del pelirrojo era aguardar en aquella zona, su controlador poseedor de grandes ojeras aún no tenía claro si el joven sobre el alto pilar era un shinobi de la aldea o un criminal más, por lo que debía de asegurarse de capturarlo lo más rápido posible para interrogarlo como era debido. La dirección del viento iría hacia atrás de Hidan, es decir, hacia el norte del pelirrojo arenero.

Tsunayoshi no comprendió realmente qué pretendía aquel muchacho mientras sacaba un kunai y lo colocaba en su boca, sosteniéndole de la empuñadura con los dientes, pero sí supo qué significaba aquel sello realizado con una sola mano por el desconocido joven, todo mientras la arena seguiría movilizándose bajo el mismo.

Realizaría entonces la misma última acción que había hecho el chico, elevando la mano derecha hasta la altura de su pecho, justo enfrente de su chaleco de cuero color grisáceo, manteniendo flexionados los dedos menique, anular y pulgar, dejando extendidos hacia arriba al índice y corazón.

- Esta bien, vamos - Nada más decir eso y sin siquiera necesitar mover un dedo, la arena que seguiría movilizándose hacia la zona sur del desconocido oponente se alzaría y empezaría a elevarse en el aire rumbo a la dirección del chico, sin tomar una forma definida aún, buscando cubrir su retaguardia para capturarlo, o en caso de que intentase saltar, cerrarle la salida. Por otro lado, la arena de la calabaza simplemente esperaría pacientemente ya que, segura estaba, su turno de entrar en acción no tardaría en llegar.

("Apenas empiezo, muéstrame qué harás...") - Pensaría cruzándose de brazos, flexionando levemente sus piernas en caso de necesitar avanzar o alejarse puesto que el "entrenamiento" ya habría comenzado...

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Hidan
Justo cuando el pelirrojo le había contestado, el moreno, impaciente, ceñió las cejas ante el que ahora se convertiría en su rival de entrenamiento. Un combate de cara a cara era lo que esperaba por parte de su contrario, sin embargo, algo lo alertó a sus espaldas desde un principio, algo que hizo desprender varias piedras de las paredes del pilar que había golpeado con sus técnicas antes de que apareciera el pelirrojo. Sabía que no podía ser a causa de la brisa porque el viento aún no había soplado, y además, este soplaba desde la otra dirección que venía desde su norte.

Ante tal alerta, creyendo que aquello era parte de una maniobra sutil de su oponente, el joven retrocedió rápidamente unos pasos para perderse de vista del pelirrojo y aprovechar el ángulo ciego de su visión. Desde aquella perspectiva diagonal en la que mantuvieron el contacto visual era fácil perderse, sobretodo cuando se habia agachado. Acto seguido, se giró y realizó una rápida sucesión sellos que daría lugar su esencia en el campo de batalla con el objetivo de escapar de la masa de arena que se dejaría ver ante él. Fue tras ese instante en que se había transformado en una Koji como la otra vez, solo que en este caso la transformación había sido más rápida tras una pequeña explosión de estela de humo.—Otra vez no, joder.—Pensó.

Sin pararse ni un momento a descansar, ante los ojos de su rival, su silueta de demonio saltaría hacia el otro pilar de las mismas dimensiones, y luego intentaría otro salto hacia el tercer pilar para esconderse con la esperanza de que el oponente no la encontrase. Si lograba conseguir desaparecer, otra vez más, de su vista, en el momento de que pusiese sus pies sobre la cima del segundo pilar, el del medio, Hidan desplegaría y lanzaría rápidamente, de manera dinámica, su Fūma Shuriken como modo de advertencía, con el objetivo de pasar a dos metros del costado izquierdo del pelirrojo. Ante el lanzamiento del arma como otro modo de distracción, aprovecharía su imagen demoníaca para deslizarse por las paredes del tercer pilar, a la vista del pelirrojo, empezando a correr hacia él para probar cómo luchaba cara a cara.

Transformación Koji:
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Justo cuando el pelirrojo le había contestado, el moreno, impaciente, ceñió las cejas ante el que ahora se convertiría en su rival de entrenamiento. Un combate de cara a cara era lo que esperaba por parte de su contrario, sin embargo, algo lo alertó a sus espaldas desde un principio, algo que hizo desprender varias piedras de las paredes del pilar que había golpeado con sus técnicas antes de que apareciera el pelirrojo. Sabía que no podía ser a causa de la brisa porque el viento aún no había soplado, y además, este soplaba desde la otra dirección que venía desde su norte.

Ante tal alerta, creyendo que aquello era parte de una maniobra sutil de su oponente, el joven retrocedió rápidamente unos pasos para perderse de vista del pelirrojo y aprovechar el ángulo ciego de su visión. Desde aquella perspectiva diagonal en la que mantuvieron el contacto visual era fácil perderse, sobretodo cuando se habia agachado. Acto seguido, se giró y realizó una rápida sucesión sellos que daría lugar su esencia en el campo de batalla con el objetivo de escapar de la masa de arena que se dejaría ver ante él. Fue tras ese instante en que se había transformado en una Koji como la otra vez, solo que en este caso la transformación había sido más rápida tras una pequeña explosión de estela de humo.—Otra vez no, joder.—Pensó.

Sin pararse ni un momento a descansar, ante los ojos de su rival, su silueta de demonio saltaría hacia el otro pilar de las mismas dimensiones, y luego intentaría otro salto hacia el tercer pilar para esconderse con la esperanza de que el oponente no la encontrase. Si lograba conseguir desaparecer, otra vez más, de su vista, en el momento de que pusiese sus pies sobre la cima del segundo pilar, el del medio, Hidan desplegaría y lanzaría rápidamente, de manera dinámica, su Fūma Shuriken como modo de advertencía, con el objetivo de pasar a dos metros del costado izquierdo del pelirrojo. Ante el lanzamiento del arma como otro modo de distracción, aprovecharía su imagen demoníaca para deslizarse por las paredes del tercer pilar, a la vista del pelirrojo, empezando a correr hacia él para probar cómo luchaba cara a cara.

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Sabaku Tsunayoshi
Al iniciar su ofensiva rápidamente logró notar cómo su adversario retrocedía, aprovechando claro el ángulo y posición que tenía respecto al pelirrojo para intentar desaparecer momentáneamente de su vista. El escenario pintaba perfectamente para alguien con habilidades sensoriales. No había tenido oportunidad de observar a ningún especialista en tal rama del ninjutsu en acción, apenas y conocía de uno capaz de ello y era su propio sensei, aquel Senju despreocupado y tranquilo que al parecer sufría un cambio de personalidad al hallarse en una misión, tornándose más serio y centrado. No quería ser tomado por sorpresa y no se iba a arriesgar a brindar comodidad a su oponente, ni siquiera porque se tratase aquello de un simple combate de práctica, aunque lo de práctica también siguiera en duda pues aún no tenía claro si aquel castaño de cabellera atada en una cola, era aliado o enemigo...

Ante el retroceso de Hidan, Tsunayoshi terminó de ejecutar la flexión en sus piernas iniciada apenas medio segundo atrás para así propulsarse haciendo uso de la fuerza que poseía, nada fuera de lo común para un shinobi, y saltar directo a la punta de aquel pilar. Sin darse cuenta, dos colmillos bien afilados empezarían a sobresalir a los lados de sus labios mientras sus pupilas se afinaban. Su nariz y boca se alargarían ligeramente y tímidos bigotes felinos le empezarían a brotar a los lados del "hocico".

Su arena, moviéndose frente a él pero detrás del pilar, sólo necesitaría de un simple segundo para encontrarse con el castaño quien al parecer se hallaría realizando una cadena de sellos manuales. El Sabaku debía de mantener control sobre aquella ola de arena y también asegurarse su propio terreno por lo que su concentración se hallaría dividida, quizás eso habría ayudado a que Hidan lograse saltar a su izquierda, la misma izquierda del pelirrojo debido a quel el joven perteneciente a un clan sin mucho renombre se encontraría de espaldas al arenero, evitando por muy poco la captura por parte de aquella porción desértica de minerales controlada por el joven de mirada turquesa y aterrizando en el pilar rocoso cercano, hallado a menos de tres metros del primero.

("Es rápido...") - Pensaría al verle. Su arena se quedaría depositada allí, en la punta del pilar muy cerca de sus pies. Sin parpadear siquiera ejecutaría una rápida cadena de sellos manuales, siendo testigo de cómo aquel muchacho, luciendo un tanto distinto, sacaba a la luz un mecanismo de una cuchilla curva unida a un círculo de madera lo suficientemente grande como para introducir la mano en su interior sin problemas. Aquella cuchilla de setenta centímetros de largo se dividiría en cuatro iguales, ocupando el círculo en cuatro zonas: Arriba, abajo, derecha e izquierda. La Shuriken de Viento Endemoniado, el bien conocido por los especialistas como "Molino de Sombras" y un arma que sólo había visto en las práctica de kenjutsu en la academia, claro que, debido al polvo y arena levantados por el viento, el Sabaku no sería capaz de notar todo aquello con gran detalle. Eso sí, algo no le parecería normal de la silueta del desconocido...

Tsunayoshi frunciría su entrecejo al atestiguar cómo la Fuma Shuriken era enviada a su encuentro. Mientras aquello ocurría su piel empezaría a desarrollar escamas de tonos verdosos y una cola de pez brotaría de su espalda baja, rasgando su camiseta interna pero dejando intacto su abrigo rojo. A tiempo acabaría de ejecutar su técnica, enviando una muy pequeña porción con forma esférica de arena a flotar sobre él, tranformándose esta en un ojo flotante el cual uniría a su nervio óptico desde lejos al cerrar el ojo izquierdo. Dicho globo ocular formado por minerales del desierto y chakra del arenero, mantendría la distancia con su creador, buscando vigilar los movimientos del adversario, informar a su controlador y garantizar el dominio del terreno al mismo. Aunque la enorme Shuriken tomaría un destino bastante lejado del suyo hacia la izquierda, el Sabaku no bajaría la guardia, manteniéndose cerca de su arena al saberse defendido por esta.

Otra cadena de sellos empezaría a ser ejecutada por el Sabaku mientras emprendía una carrera y saltaba al pilar cercano al encuentro de Hidan quien llegaría al tercer pilar para entonces, uno hallado a unos cinco metros de distancia respecto al último que habría pisado. Para ese momento ya la técnica del Sabaku estaría lista. Tsunayoshi detendría sus pasos en el segundo pilar, dejando una distancia de cinco metros respecto al oponente y seis metros respecto al suelo. Su ojo de arena flotante se hallaría a cuatro metros más arriba de ellos y a cinco a la izquierda del arenero (derecha de Hidan) manteniendo una distancia prudente respecto a ambos contendientes. La transformación del pelirrojo en un Suiko corrompido estaría completa. Grande sería su sorpresa al notar que su adversario no era más que una especie de demonio femenino poseedor de un par de cuernos y grandes colmillos. La siguiente acción de Hidan decidiría la continuidad de aquella batalla, mas Tsunayoshi no sabría adelantar sus movimientos debido a que no estaría claro si seguiría avanzando o se detendría. El viento habría detenido su recorrido por el campo de batalla, permitiendo que la visión del mismo fuese bastante más clara ahora.

- ¿Quién demonios eres en realidad? - Alzaría la voz. Ya no parecería un combate de práctica debido a que lo que se hallaría frente a él, ante sus ojos al menos, no sería humano para el reptil felino de marcadas ojeras y forma humanoide, quien aún no se habría dado cuenta de su actual apariencia...

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Al iniciar su ofensiva rápidamente logró notar cómo su adversario retrocedía, aprovechando claro el ángulo y posición que tenía respecto al pelirrojo para intentar desaparecer momentáneamente de su vista. El escenario pintaba perfectamente para alguien con habilidades sensoriales. No había tenido oportunidad de observar a ningún especialista en tal rama del ninjutsu en acción, apenas y conocía de uno capaz de ello y era su propio sensei, aquel Senju despreocupado y tranquilo que al parecer sufría un cambio de personalidad al hallarse en una misión, tornándose más serio y centrado. No quería ser tomado por sorpresa y no se iba a arriesgar a brindar comodidad a su oponente, ni siquiera porque se tratase aquello de un simple combate de práctica, aunque lo de práctica también siguiera en duda pues aún no tenía claro si aquel castaño de cabellera atada en una cola, era aliado o enemigo...

Ante el retroceso de Hidan, Tsunayoshi terminó de ejecutar la flexión en sus piernas iniciada apenas medio segundo atrás para así propulsarse haciendo uso de la fuerza que poseía, nada fuera de lo común para un shinobi, y saltar directo a la punta de aquel pilar. Sin darse cuenta, dos colmillos bien afilados empezarían a sobresalir a los lados de sus labios mientras sus pupilas se afinaban. Su nariz y boca se alargarían ligeramente y tímidos bigotes felinos le empezarían a brotar a los lados del "hocico".

Su arena, moviéndose frente a él pero detrás del pilar, sólo necesitaría de un simple segundo para encontrarse con el castaño quien al parecer se hallaría realizando una cadena de sellos manuales. El Sabaku debía de mantener control sobre aquella ola de arena y también asegurarse su propio terreno por lo que su concentración se hallaría dividida, quizás eso habría ayudado a que Hidan lograse saltar a su izquierda, la misma izquierda del pelirrojo debido a quel el joven perteneciente a un clan sin mucho renombre se encontraría de espaldas al arenero, evitando por muy poco la captura por parte de aquella porción desértica de minerales controlada por el joven de mirada turquesa y aterrizando en el pilar rocoso cercano, hallado a menos de tres metros del primero.

("Es rápido...") - Pensaría al verle. Su arena se quedaría depositada allí, en la punta del pilar muy cerca de sus pies. Sin parpadear siquiera ejecutaría una rápida cadena de sellos manuales, siendo testigo de cómo aquel muchacho, luciendo un tanto distinto, sacaba a la luz un mecanismo de una cuchilla curva unida a un círculo de madera lo suficientemente grande como para introducir la mano en su interior sin problemas. Aquella cuchilla de setenta centímetros de largo se dividiría en cuatro iguales, ocupando el círculo en cuatro zonas: Arriba, abajo, derecha e izquierda. La Shuriken de Viento Endemoniado, el bien conocido por los especialistas como "Molino de Sombras" y un arma que sólo había visto en las práctica de kenjutsu en la academia, claro que, debido al polvo y arena levantados por el viento, el Sabaku no sería capaz de notar todo aquello con gran detalle. Eso sí, algo no le parecería normal de la silueta del desconocido...

Tsunayoshi frunciría su entrecejo al atestiguar cómo la Fuma Shuriken era enviada a su encuentro. Mientras aquello ocurría su piel empezaría a desarrollar escamas de tonos verdosos y una cola de pez brotaría de su espalda baja, rasgando su camiseta interna pero dejando intacto su abrigo rojo. A tiempo acabaría de ejecutar su técnica, enviando una muy pequeña porción con forma esférica de arena a flotar sobre él, tranformándose esta en un ojo flotante el cual uniría a su nervio óptico desde lejos al cerrar el ojo izquierdo. Dicho globo ocular formado por minerales del desierto y chakra del arenero, mantendría la distancia con su creador, buscando vigilar los movimientos del adversario, informar a su controlador y garantizar el dominio del terreno al mismo. Aunque la enorme Shuriken tomaría un destino bastante lejado del suyo hacia la izquierda, el Sabaku no bajaría la guardia, manteniéndose cerca de su arena al saberse defendido por esta.

Otra cadena de sellos empezaría a ser ejecutada por el Sabaku mientras emprendía una carrera y saltaba al pilar cercano al encuentro de Hidan quien llegaría al tercer pilar para entonces, uno hallado a unos cinco metros de distancia respecto al último que habría pisado. Para ese momento ya la técnica del Sabaku estaría lista. Tsunayoshi detendría sus pasos en el segundo pilar, dejando una distancia de cinco metros respecto al oponente y seis metros respecto al suelo. Su ojo de arena flotante se hallaría a cuatro metros más arriba de ellos y a cinco a la izquierda del arenero (derecha de Hidan) manteniendo una distancia prudente respecto a ambos contendientes. La transformación del pelirrojo en un Suiko corrompido estaría completa. Grande sería su sorpresa al notar que su adversario no era más que una especie de demonio femenino poseedor de un par de cuernos y grandes colmillos. La siguiente acción de Hidan decidiría la continuidad de aquella batalla, mas Tsunayoshi no sabría adelantar sus movimientos debido a que no estaría claro si seguiría avanzando o se detendría. El viento habría detenido su recorrido por el campo de batalla, permitiendo que la visión del mismo fuese bastante más clara ahora.

- ¿Quién demonios eres en realidad? - Alzaría la voz. Ya no parecería un combate de práctica debido a que lo que se hallaría frente a él, ante sus ojos al menos, no sería humano para el reptil felino de marcadas ojeras y forma humanoide, quien aún no se habría dado cuenta de su actual apariencia...

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Última edición por Sabaku Tsunayoshi el Miér Oct 30, 2019 12:58 am, editado 1 vez (Razón : Agregada la imagen de apariencia)

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Hidan
Por poco el pelirrojo habría descubierto su táctica oculta de no ser porque Hidan hubiese terminado a tiempo de prepararse para abandonar su posición, fue en ese instante en el que el reloj de arena se había dado la vuelta mientras el encuentro daba inicio a un combate de verdad entre dos desconocidos con intenciones aún por descubrir.

La sombra de las paredes de los pilares lo ocultaban bien, pero los rayos de sol que provenían por la parte derecha del espectro demoníaco femenino, que lucía de pie en guardia ante el pelirrojo, aún seguían sumando un calor infernal. Era el peor momento de transformación, y visto lo visto el pelirrojo se había transformado también en menos de que se pudiera dar cuenta. Esto habría provocado en ambos un susto no menos llevadero, aumentando así la desconfianza que pudiese haber entre los dos, pues ambos ninjas especularían si era obra del contrario; al menos así lo pensó Hidan.

Su imagen demoníaca solo podía tener una oportunidad con aquel Fūma Shuriken transferido que había sido lanzado a propósito bajo la orden de un plan disuasorio. Su rápido recorrido tendría previsto un radical cambio de dirección para herir levemente a su oponente, sin embargo este, que había creado una especie de globo ocular hecho con arena, cambió las expectativas de Hidan al detectarlo en proceso de su formación, aconteciéndosele otro objetivo más interesante con la técnica que tenía planeada. Solo bastó estallar el chakra de su Fūma Shuriken para que se desviara -a partir de los diez metros totales recorridos- noventa grados de su dirección hacia el lado derecho, fue en ese momento que, con mucha delicadeza y cuidado, el aparente demonio femenino estiró de un hilo de alambre dibujando una especie de curva inferior, logrando así que el arma volviese hacia atrás y en diagonal ascendente, adoptando finalmente la perspectiva perfecta para que los filos de las aspas alcanzaran a romper por la mitad la bola de arena que tenía forma de ojo.

Acto seguido, volvería a la posición del lanzador estirando del hilo una vez más, hacia abajo, dibujando una diagonal descendente con una minuciosa curva de perspectiva frontral desde su derecha hacia su izquierda. El arma acabaría impactando a medio metro frente a "ella" sobre la superficie en la que se encontraba de pie y en guardia. —¿De verdad que no te bastan los dos ojos que te han dado Dios al nacer?—Preguntaría con tono de burla.

Transformación Koji:
Información bélica:
Por poco el pelirrojo habría descubierto su táctica oculta de no ser porque Hidan hubiese terminado a tiempo de prepararse para abandonar su posición, fue en ese instante en el que el reloj de arena se había dado la vuelta mientras el encuentro daba inicio a un combate de verdad entre dos desconocidos con intenciones aún por descubrir.

La sombra de las paredes de los pilares lo ocultaban bien, pero los rayos de sol que provenían por la parte derecha del espectro demoníaco femenino, que lucía de pie en guardia ante el pelirrojo, aún seguían sumando un calor infernal. Era el peor momento de transformación, y visto lo visto el pelirrojo se había transformado también en menos de que se pudiera dar cuenta. Esto habría provocado en ambos un susto no menos llevadero, aumentando así la desconfianza que pudiese haber entre los dos, pues ambos ninjas especularían si era obra del contrario; al menos así lo pensó Hidan.

Su imagen demoníaca solo podía tener una oportunidad con aquel Fūma Shuriken transferido que había sido lanzado a propósito bajo la orden de un plan disuasorio. Su rápido recorrido tendría previsto un radical cambio de dirección para herir levemente a su oponente, sin embargo este, que había creado una especie de globo ocular hecho con arena, cambió las expectativas de Hidan al detectarlo en proceso de su formación, aconteciéndosele otro objetivo más interesante con la técnica que tenía planeada. Solo bastó estallar el chakra de su Fūma Shuriken para que se desviara -a partir de los diez metros totales recorridos- noventa grados de su dirección hacia el lado derecho, fue en ese momento que, con mucha delicadeza y cuidado, el aparente demonio femenino estiró de un hilo de alambre dibujando una especie de curva inferior, logrando así que el arma volviese hacia atrás y en diagonal ascendente, adoptando finalmente la perspectiva perfecta para que los filos de las aspas alcanzaran a romper por la mitad la bola de arena que tenía forma de ojo.

Acto seguido, volvería a la posición del lanzador estirando del hilo una vez más, hacia abajo, dibujando una diagonal descendente con una minuciosa curva de perspectiva frontral desde su derecha hacia su izquierda. El arma acabaría impactando a medio metro frente a "ella" sobre la superficie en la que se encontraba de pie y en guardia. —¿De verdad que no te bastan los dos ojos que te han dado Dios al nacer?—Preguntaría con tono de burla.

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Sabaku Tsunayoshi
Entre el impacto de lo que significase descubrir la demoníaca apariencia femenina del contrario y la tensión de sobrellevar un combate que, al parecer, pasaba de ser uno contra un posible aliado a ser uno contra un, muy probablemente, enemigo, Tsunayoshi mantuvo un breve momento el moldeo de chakra realizado instantes atrás sólo para cerciorarse que lo que su "tercer ojo" le avisaba fuese cierto... Fácil fue hacer que aquella esfera ocular de arena voltease a ver hacia la dirección en la que el oído del controlador de aquellos minerales flotantes había escuchado el característico sonido de las hélices girar del "Molino de Sombras" regresando, viéndola gracias al vínculo óptico de su ojo izquierdo cerrado con el ojo de arena dirigirse hacia la posición del mismo. Aquella arma regresaba siendo controlada y redirigida su trayectoria por una admirable habilidad y combinación de parte del oponente con un poco de hilo de alambre, provocando que aquel pequeño globo ocular dijera adiós a su creador muy pronto, siendo partido a la mitad por aquellas cuchillas giratorias quienes seguirían avanzando hasta terminar clavadas en la base de aquel pilar cercano, a los pies del ahora identificado como "especialista en armas", todavía por confirmar del todo aquella deducción, claro está. El arenero sonrió después de oír las palabras de "la castaña" para responder alzando su mano derecha hacia él/ella.

- Elegiste mal tu objetivo, monstruo... - Ante ello, del cuerpo del controlador de arena saldrían disparadas cinco Shurikens formadas por los mismos minerales desérticos que solía manipular el pelirrojo a su total libertad directo hacia el paradero del demonio de apariencia femenina hallado a cinco metros aproximadamente más adelante sobre el pilar de enfrente. Dos Shurikens "disparadas" desde su estómago buscarían herir el mismo punto del contrario mientras que dos más salidas de su pecho buscarían el mismo destino pero, igualmente, del contrario para impactar. Una última Shuriken, disparada desde la palma de la mano derecha del arenero saldría con una dirección un poco más arriba de la cabeza del desconocido demonio sólo para interceptar cualquier intento de salto por parte del mismo y así "asegurar" un acierto, cosa que en verdad no era segura realmente. La velocidad de aquella técnica y la poca lejanía entre ambos quizás le permitirían el éxito al de mirada turquesa, sin embargo el Sabaku no dejaría pasar desapercibido un hecho de mucha importancia para él; la posible arma principal del enemigo descubierta gracias al sacrificio de su técnica anterior a la reciente. Rápidamente y sin necesidad de usar sellos manuales, enviaría una porción de arena en forma de brazo alargado (dos o incluso tres veces más grueso que un brazo de un hombre adulto promedio) desde el montón de arena hallado cerca de sus pies quien anteriormente había intentado capturar al contrario, alargando dicho miembro arenoso lo suficiente como para recorrer aquellos cinco metros de distancia en pocos fragmentos de segundo, en dirección del enemigo posiblemente alertándolo, pero cuya verdadera intención no era más que la de dar captura al arma del mismo, eliminando ese problema del campo para concentrarse en erradicar lo que pudiera venir a continuación y no lo que ya conocía. Seguramente tendría éxito en aquello último debido a que recuperar el arma clavada en la roca no sería cosa de simples segundos por parte del especialista en Kenjutsu, aunque al igual con lo del acierto de las Shurikens de arena, el éxito de la captura del arma seguía sin estar asegurado.

De igual manera, el Suiko quien seguía sin percatarse de su cambio de apariencia, estaría atento a un posible salto a la derecha o izquierda por parte de "la demonio", ya que, tomase la dirección que tomase, no dudaría en enviar una porción mayor a la ya usada de minerales áridos infundidos en su chakra para darle captura de una vez por todas.

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Apariencia:
Entre el impacto de lo que significase descubrir la demoníaca apariencia femenina del contrario y la tensión de sobrellevar un combate que, al parecer, pasaba de ser uno contra un posible aliado a ser uno contra un, muy probablemente, enemigo, Tsunayoshi mantuvo un breve momento el moldeo de chakra realizado instantes atrás sólo para cerciorarse que lo que su "tercer ojo" le avisaba fuese cierto... Fácil fue hacer que aquella esfera ocular de arena voltease a ver hacia la dirección en la que el oído del controlador de aquellos minerales flotantes había escuchado el característico sonido de las hélices girar del "Molino de Sombras" regresando, viéndola gracias al vínculo óptico de su ojo izquierdo cerrado con el ojo de arena dirigirse hacia la posición del mismo. Aquella arma regresaba siendo controlada y redirigida su trayectoria por una admirable habilidad y combinación de parte del oponente con un poco de hilo de alambre, provocando que aquel pequeño globo ocular dijera adiós a su creador muy pronto, siendo partido a la mitad por aquellas cuchillas giratorias quienes seguirían avanzando hasta terminar clavadas en la base de aquel pilar cercano, a los pies del ahora identificado como "especialista en armas", todavía por confirmar del todo aquella deducción, claro está. El arenero sonrió después de oír las palabras de "la castaña" para responder alzando su mano derecha hacia él/ella.

- Elegiste mal tu objetivo, monstruo... - Ante ello, del cuerpo del controlador de arena saldrían disparadas cinco Shurikens formadas por los mismos minerales desérticos que solía manipular el pelirrojo a su total libertad directo hacia el paradero del demonio de apariencia femenina hallado a cinco metros aproximadamente más adelante sobre el pilar de enfrente. Dos Shurikens "disparadas" desde su estómago buscarían herir el mismo punto del contrario mientras que dos más salidas de su pecho buscarían el mismo destino pero, igualmente, del contrario para impactar. Una última Shuriken, disparada desde la palma de la mano derecha del arenero saldría con una dirección un poco más arriba de la cabeza del desconocido demonio sólo para interceptar cualquier intento de salto por parte del mismo y así "asegurar" un acierto, cosa que en verdad no era segura realmente. La velocidad de aquella técnica y la poca lejanía entre ambos quizás le permitirían el éxito al de mirada turquesa, sin embargo el Sabaku no dejaría pasar desapercibido un hecho de mucha importancia para él; la posible arma principal del enemigo descubierta gracias al sacrificio de su técnica anterior a la reciente. Rápidamente y sin necesidad de usar sellos manuales, enviaría una porción de arena en forma de brazo alargado (dos o incluso tres veces más grueso que un brazo de un hombre adulto promedio) desde el montón de arena hallado cerca de sus pies quien anteriormente había intentado capturar al contrario, alargando dicho miembro arenoso lo suficiente como para recorrer aquellos cinco metros de distancia en pocos fragmentos de segundo, en dirección del enemigo posiblemente alertándolo, pero cuya verdadera intención no era más que la de dar captura al arma del mismo, eliminando ese problema del campo para concentrarse en erradicar lo que pudiera venir a continuación y no lo que ya conocía. Seguramente tendría éxito en aquello último debido a que recuperar el arma clavada en la roca no sería cosa de simples segundos por parte del especialista en Kenjutsu, aunque al igual con lo del acierto de las Shurikens de arena, el éxito de la captura del arma seguía sin estar asegurado.

De igual manera, el Suiko quien seguía sin percatarse de su cambio de apariencia, estaría atento a un posible salto a la derecha o izquierda por parte de "la demonio", ya que, tomase la dirección que tomase, no dudaría en enviar una porción mayor a la ya usada de minerales áridos infundidos en su chakra para darle captura de una vez por todas.

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Hidan
Cuanto más se desarrollaban los acontecimientos más ganas tenía de espacir sangre por aquel terreno de combate, sobretodo si el oponente se trataba de un monstruo que intentaba atraparlo de alguna manera con claras intenciones de herirlo. Aunque Hidan no le preocupaba morir en manos de algún desconocido, como lo era el pelirrojo, que al parecer él también se había transformado. Sin embargo su apariencia era menos similar a la de un ser humano, y aún así, lo que más le preocupaba, en realidad, era su incapacidad de contenerse ante el fuerte deseo de descargar la rabia de su pasado.

La mitad de su mente era un escenario sangriento; una habitación completamente encharcada de rojo donde él yacía encerrado en su interior sin posibilidad de escapar. Y la otra mitad; una rabia que contenía en silencio sin poder evitar que se reflejara en su expresión facial de no estar cubierta de una horrosa piel de porcelana de rasgos monstruosos. Hidan solo tenía un objetivo, matar con la esperanza de que su pesadilla y rabia acabasen de una vez por todas. Se sentía completamente desesperado.

Hidan, que aún permanecía oculto a la vista del que posiblemente antes era el pelirrojo, yacía, desde un principio, posado detrás de uno de los pilares desde la izquierda de su oponente, con los pies en los hoyos que había provocado anteriormente en su entrenamiento en solitario. Era una posición bastante cómoda al no necesitar sus manos para agarrarse -pues los pilares rocosos no eran perfectos ni fueron construidos por el hombre, solo tenían forma parecida que permitían una ligera similitud en sus apariencias. Por tanto podían tener desviaciones en sus altitudes provocadas por la erosión, tal como en este caso-, sobretodo cuando su clon era quien cargaba con el arma más pesada. Su kunai aún seguía entre sus dientes, asi que, mientras su chakra aún seguía unida a su clon, aprovechó a realizar una secuencia de sellos seguidos por una otra muy distinta.

Su cuerpo, sin provocar ruido alguno, empezó a arder mientras desenvainaba su Tantō y avanzaba a una velocidad imperceptible por la superficie que encontraba a su paso. Aquel recorrido realizado, casi de forma instantánea y, acompañado de un ligero salto de tres metros, desembocando en la cima del pilar donde se encontraba su probable enemigo, lo posicionaría, en un abrir y cerrar de ojos, a su espalda; en el mismo instante en el que su clon recibía el impacto de cuatro armas arrojadizas en la zona del tórax. Su aparición en la retaguardia del enemigo vendría acompañada con una rápida asestada en la nuca desde el extremo afilado de su Tantō. En el caso de un impacto, el filo atravesaría por completo su cuello.

Transformación Kijo:
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Cuanto más se desarrollaban los acontecimientos más ganas tenía de espacir sangre por aquel terreno de combate, sobretodo si el oponente se trataba de un monstruo que intentaba atraparlo de alguna manera con claras intenciones de herirlo. Aunque Hidan no le preocupaba morir en manos de algún desconocido, como lo era el pelirrojo, que al parecer él también se había transformado. Sin embargo su apariencia era menos similar a la de un ser humano, y aún así, lo que más le preocupaba, en realidad, era su incapacidad de contenerse ante el fuerte deseo de descargar la rabia de su pasado.

La mitad de su mente era un escenario sangriento; una habitación completamente encharcada de rojo donde él yacía encerrado en su interior sin posibilidad de escapar. Y la otra mitad; una rabia que contenía en silencio sin poder evitar que se reflejara en su expresión facial de no estar cubierta de una horrosa piel de porcelana de rasgos monstruosos. Hidan solo tenía un objetivo, matar con la esperanza de que su pesadilla y rabia acabasen de una vez por todas. Se sentía completamente desesperado.

Hidan, que aún permanecía oculto a la vista del que posiblemente antes era el pelirrojo, yacía, desde un principio, posado detrás de uno de los pilares desde la izquierda de su oponente, con los pies en los hoyos que había provocado anteriormente en su entrenamiento en solitario. Era una posición bastante cómoda al no necesitar sus manos para agarrarse -pues los pilares rocosos no eran perfectos ni fueron construidos por el hombre, solo tenían forma parecida que permitían una ligera similitud en sus apariencias. Por tanto podían tener desviaciones en sus altitudes provocadas por la erosión, tal como en este caso-, sobretodo cuando su clon era quien cargaba con el arma más pesada. Su kunai aún seguía entre sus dientes, asi que, mientras su chakra aún seguía unida a su clon, aprovechó a realizar una secuencia de sellos seguidos por una otra muy distinta.

Su cuerpo, sin provocar ruido alguno, empezó a arder mientras desenvainaba su Tantō y avanzaba a una velocidad imperceptible por la superficie que encontraba a su paso. Aquel recorrido realizado, casi de forma instantánea y, acompañado de un ligero salto de tres metros, desembocando en la cima del pilar donde se encontraba su probable enemigo, lo posicionaría, en un abrir y cerrar de ojos, a su espalda; en el mismo instante en el que su clon recibía el impacto de cuatro armas arrojadizas en la zona del tórax. Su aparición en la retaguardia del enemigo vendría acompañada con una rápida asestada en la nuca desde el extremo afilado de su Tantō. En el caso de un impacto, el filo atravesaría por completo su cuello.

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Sabaku Tsunayoshi
Jamás se había considerado un ninja poderoso, de hecho se sentía bastante común, claro que sabía que poco a poco su condición física y sobretodo espiritual y mental mejoraban satisfactoriamente. Durante aquellos meses en los que había decidido dar todo de sí para finalmente graduarse de la academia, se había encargado de entrenar su mente más allá del cuerpo lo mejor posible. Lejos estaba de ser un shinobi con super sentidos mas sin embargo su evolución había ido a parar en un nivel bastante bueno y sobresaliente para un Gennin.

El impacto de los proyectiles en el cuerpo del enemigo probablemente le harían caer de aquel pilar rocoso debido a la potencia de los mismos y a la corta distancia en la que se hallaba del disparador de tal armamento del desierto. Tsunayoshi frunciría su entrecejo, sin siquiera necesitar realizar algún gesto, ya su más poderosa arma respondería ante el peligro que se avecinaría tras de sí...

Frente a él, a cinco metros el pilar donde la oponente demoníaca abatida habría estado instantes atrás. A su izquierda, el más cercano de los pilares aledaños cuya punta se hallaría a unos cuatro metros y veinte centímetros de su posición en relación a distancia y diferencia en altura puesto que el que servía de base estable para el arenero era más alto. Destino, casualidad o un gran plan de entrenamiento había sido la idea de meditar durante cada cierre de sesión de práctica en aquellos extensos campos a diario. Quizás no era un experto en el control del entorno pero su capacidad de percepción era ya bastante buena.

La falta de brisa actual en el lugar le favorecía completamente puesto que el silencio valía oro en un enfrentamiento como ese. En verdad el desierto era parte de él, se movía con él y levantaba sus armas junto con él...

Ante todo lo ocurrido y justo después de que sus Shurikens de arena salieran disparadas de su cuerpo, lograría oír el sonido del desprendimiento de pequeñas rocas muy lejos de encontrarse en su rango de visión causado por el impulso del enemigo hasta ahora oculto de su vista. Aquel pilar desde donde habría saltado el desconocido parecería débil, sin embargo los impactos recibidos en el entrenamiento previo del oponente del Sabaku al encuentro con el mismo, le habrían dejado muy debilitado, lo suficiente como para que pequeños trozos de la elevación rocosa se rompieran con tan simple acción. Sinceramente Tsunayoshi no estaría seguro de nada. Tampoco desearía arriesgarse... Poco tiempo para pensar y actuar tendría en verdad.

Más rápida en movimiento y acción de lo que lo era él, en menos de un simple parpadeo, el resto de la arena hallada en la base del pilar que se hallaba pisando, se elevaría tras de sí, saliendo con igualdad de rapidez la otra mitad de la misma hallada en el interior de la calabaza en la espalda del Sabaku para sumarse a la acción y ayudar a rodear al reptil felino en un improvisado telón de arena, de dos metros y medio de altura y dos de ancho, deteniendo con ello el atentado del atacante invisible delatado por la anterior acción "ruidosa" de sus pies y no por su apariencia. Al hacer contacto con quien claramente no tendría aspecto que el ojo humano común pudiera ver, con la misma rapidez demostrada en tan sólo milésimas de segundos atrás, toda la arena le cubriría, como el manto de un telón de teatro al artista despistado que recién chocaba con el mismo, encerrándolo dentro de una esfera arenosa que empezaría a comprimirse hasta que los movimientos del objetivo no pudieran llevarse a cabo con soltura. Ese no sería el verdadero ataud de atadura de arena, sino un simple sustituto del mismo no tan potente como el verdadero pero sí lo suficientemente poderoso como para detener por algunos segundos a la víctima.

El pelirrojo no lo pensaría mucho para comenzar a ejecutar una cadena de sellos manuales tan veloz como sus manos se lo permitiesen, lo que ocasionaría que, ahora sí, aquellos minerales se comprimieran alrededor del enemigo, impidiendo su movimiento y capturándolo dentro de una prisión desértica de donde ni los dioses serían capaces de convencer al Sabaku de liberar.

- ... - No diría nada después de aquello, sólo esperaría a que el pasar de los minutos le permitiesen asumir que su oponente se encuentre desmayado.

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Off Rol:

Apariencia:
Jamás se había considerado un ninja poderoso, de hecho se sentía bastante común, claro que sabía que poco a poco su condición física y sobretodo espiritual y mental mejoraban satisfactoriamente. Durante aquellos meses en los que había decidido dar todo de sí para finalmente graduarse de la academia, se había encargado de entrenar su mente más allá del cuerpo lo mejor posible. Lejos estaba de ser un shinobi con super sentidos mas sin embargo su evolución había ido a parar en un nivel bastante bueno y sobresaliente para un Gennin.

El impacto de los proyectiles en el cuerpo del enemigo probablemente le harían caer de aquel pilar rocoso debido a la potencia de los mismos y a la corta distancia en la que se hallaba del disparador de tal armamento del desierto. Tsunayoshi frunciría su entrecejo, sin siquiera necesitar realizar algún gesto, ya su más poderosa arma respondería ante el peligro que se avecinaría tras de sí...

Frente a él, a cinco metros el pilar donde la oponente demoníaca abatida habría estado instantes atrás. A su izquierda, el más cercano de los pilares aledaños cuya punta se hallaría a unos cuatro metros y veinte centímetros de su posición en relación a distancia y diferencia en altura puesto que el que servía de base estable para el arenero era más alto. Destino, casualidad o un gran plan de entrenamiento había sido la idea de meditar durante cada cierre de sesión de práctica en aquellos extensos campos a diario. Quizás no era un experto en el control del entorno pero su capacidad de percepción era ya bastante buena.

La falta de brisa actual en el lugar le favorecía completamente puesto que el silencio valía oro en un enfrentamiento como ese. En verdad el desierto era parte de él, se movía con él y levantaba sus armas junto con él...

Ante todo lo ocurrido y justo después de que sus Shurikens de arena salieran disparadas de su cuerpo, lograría oír el sonido del desprendimiento de pequeñas rocas muy lejos de encontrarse en su rango de visión causado por el impulso del enemigo hasta ahora oculto de su vista. Aquel pilar desde donde habría saltado el desconocido parecería débil, sin embargo los impactos recibidos en el entrenamiento previo del oponente del Sabaku al encuentro con el mismo, le habrían dejado muy debilitado, lo suficiente como para que pequeños trozos de la elevación rocosa se rompieran con tan simple acción. Sinceramente Tsunayoshi no estaría seguro de nada. Tampoco desearía arriesgarse... Poco tiempo para pensar y actuar tendría en verdad.

Más rápida en movimiento y acción de lo que lo era él, en menos de un simple parpadeo, el resto de la arena hallada en la base del pilar que se hallaba pisando, se elevaría tras de sí, saliendo con igualdad de rapidez la otra mitad de la misma hallada en el interior de la calabaza en la espalda del Sabaku para sumarse a la acción y ayudar a rodear al reptil felino en un improvisado telón de arena, de dos metros y medio de altura y dos de ancho, deteniendo con ello el atentado del atacante invisible delatado por la anterior acción "ruidosa" de sus pies y no por su apariencia. Al hacer contacto con quien claramente no tendría aspecto que el ojo humano común pudiera ver, con la misma rapidez demostrada en tan sólo milésimas de segundos atrás, toda la arena le cubriría, como el manto de un telón de teatro al artista despistado que recién chocaba con el mismo, encerrándolo dentro de una esfera arenosa que empezaría a comprimirse hasta que los movimientos del objetivo no pudieran llevarse a cabo con soltura. Ese no sería el verdadero ataud de atadura de arena, sino un simple sustituto del mismo no tan potente como el verdadero pero sí lo suficientemente poderoso como para detener por algunos segundos a la víctima.

El pelirrojo no lo pensaría mucho para comenzar a ejecutar una cadena de sellos manuales tan veloz como sus manos se lo permitiesen, lo que ocasionaría que, ahora sí, aquellos minerales se comprimieran alrededor del enemigo, impidiendo su movimiento y capturándolo dentro de una prisión desértica de donde ni los dioses serían capaces de convencer al Sabaku de liberar.

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