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MADARA CHRONICLES

¡Bienvenido a Madara Chronicles! Foro de Naruto interpretativo donde buscamos que el usuario se encuentre con la mayor de las comodidades y disponga de opciones para crear y desarrollar su personaje dentro de una ambientación, permitiendo que cobre importancia con el paso del tiempo y de su propio desarrollo.

Actualmente estamos en fase Beta, pero trabajamos duramente para dar una experiencia nueva y única para el usuario, con multitud de ideas y proyectos que esperamos que pronto vean la luz.

¿Por qué no te animas a formar parte de este gran proyecto? ¡Te esperamos con los brazos abiertos!
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¡Todas las aldeas abiertas! Excepto Konohagakure, que se encuentra cerrada.

OTOÑO — ¡HALLOWEEN!

“Cuando no haya más espacio en el infierno, los muertos caminarán sobre la tierra.”

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¿Sabías que...
Madara Chronicles es un foro basado en la obra de Masashi Kishimoto "Naruto" y "Naruto Shippuden", utilizando tan solo su ambientación y personajes para crear una trama propia.

Todo el contenido producido en el foro es propiedad de sus creadores originales, así como el contenido administrativo es propiedad del Staff. La estética del foro proviene del usuario Akira Aoi, agradeciendo a Foroactivo, W3Schools y otras páginas webs por su tutoriales.

Las imágenes son propiedad de Deviantart, Google Imágenes, Wikis de Naruto, Pinterest y Zerochan, fueron modificadas y adaptadas al diseño del foro, por lo que igual se agradece a estos portales.
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Élite [25/102] Buscando arena fina [Misión Rango D]  40 Buscando arena fina [Misión Rango D]  3lf1VlO Time Of Heroes Buscando arena fina [Misión Rango D]  40x40_zps8zack2u9
Hermanos [2/6]

Buscando arena fina [Misión Rango D]

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Sabaku Tsunayoshi
La aldea oculta entre la arena se ubicaba tal y como su nombre lo indicaba, en medio de los áridos desiertos aparentemente interminables que el país del Viento orgullosamente mostraba en todo su esplendor y que tan característico como muy común en ellos, eran abastecidos por una sofocante cantidad de calor que el astro rey generosamente les brindaba sin esperar nada a cambio.

Obviamente era de esperarse que en esta aldea oculta, el calor reinante fuese considerablemente alto durante la mayor parte del día, que las lluvias escasearan tanto como la vegetación y que la producción en el país fuera casi nula, siendo tierra árida e infértil en más del ochenta por ciento. Sin embargo y aún con tan desventajosa posición, los habitantes de esa nación seguían allí, llevando su día a día orgullosos de sus tierras y sin intención alguna de abandonarla o cederla ante nada ni nadie.

Difícil era mantener próspera aquella aldea, pero no imposible para el buen líder que tenía. Una aldea ninja cuyo futuro podría parecer incierto, era el hogar de un joven pelirrojo, recién ascendido a ninja de bajo nivel pero cuya desgracia le había entregado un regalo, uno que jamás y nunca habría aceptado de habérsele propuesto con anterioridad...

[...]

Aún los recordaba, casi como si los hubiera visto recientemente. Esos ojos que le miraban tristes, esos ojos que le miraban con decepción, con desilusión, como si esperaran más de él y que el mismo no alcanzara ni de cerca la espectativa de ellos. Las personas que más creyeron en él, las únicas que le apoyaron cuando empezó a ser objetivo de burlas por parte de todos a su alrededor a causa de su continua estadía en la academia, aquellos que sin importar nada seguían alentándolo a crecer, a ser mejor, aquellos, ya no estaban con él. Su día de celebración por al fin graduarse como ninja había pasado a ser uno de luto, tristeza, rabia y desolación. Sus padres ya no estarían más allí con él y eso lo atormentaba día a día ya que pasara lo que pasara, nunca podría compensarles ese apoyo incondicional. Nunca podría mostrarse ante ellos como un gran shinobi de la arena. Nunca más podría verles reclamarle por sus errores. Nunca más podría estar con ellos...

("Ahora sólo quedamos tú y yo...") - Pensó el joven de ojos color turquesa al mirar cómo la arena se escurría entre su mano derecha con una increíble facilidad. Fina como el polvo y pesada (en grandes cantidades) como el hierro, era la única que le acompañaba desde entonces. La única cosa que le había provocado interés por las artes ninjas y la que ahora le brindaba la compañía que tanto necesitaba el dolido muchacho.

Miró hacia la nada. El horizonte mostraba la unión de las lejanías desérticas junto con el azulado cielo despejado que dejaba libre albedrío a la poderosa esfera solar de cubrir con sus rayos ultravioleta todo quello alcanzado por su calor y brillo. Sonrió. Debía reír para no llorar. Su alma destrozada así se sentía y necesitaba tranquilizarse o sucumbiría ante el insoportable dolor de la pérdida que aún sufría.

("Seré el más poderoso ninja que pueda. Se sentirán orgullosos de mí...") - Sus pensamientos no cesaban mientras su mirada seguía centrada en un punto sin importancia en las lejanías del árido desierto a las afueras de la aldea. Su antiguo pasatiempo se había vuelto su única salida. Era la única cosa que le distraía de su realidad y la verdad era que prefería hacer eso, hacer nada, sentado en la arena, que estar dentro de su casa.

Miró su reloj de bolsillo, las 2:45 pm, el atardecer no tardaría mucho en llegar si seguía así. Había parado a descansar un momento de su búsqueda. Desde la mañana, a eso se laa 8:00 am, llevaba en labor de shinobi de la arena, irónicamente y contrastando con su habilidad de manipular aquellos granos de tierra árida, se le había encargado buscar un tipo muy raro y específico de arena. Una arena fina que sólo un ninja de Sunagakure poría encontrar y más aún siendo uno con tan peculiar habilidad genética para controlar dicho material terrenal. Suspiró entendiendo que detenerse a pensar no resultaba en nada positivo para su salud mental actual. Debía ponerse en marcha entonces para conseguir lo que necesitaba ese día y cumplir su encargo.

Avanzó a paso tranquilo. Era difícil pero no imposible y él lo sabía mejor que nadie. Había recorrido esos desiertos hasta más allá de la vista humana común desde los 6 años hasta la actualidad. Prácticamente se encontraba en su hogar. Aquella arena fina que tanto se necesitaba era proveída por agujeros que succionaban a los que pisaban zonas específicas en el suelo que, siendo víctima de alimañas subterráneas, se rompía internamente y creaba de a momentos pequeños remolinos. La arena interna de esia remolinos, al ser removida en incobrables ocasiones por esas alimañas, se deshacía y convertía en un fino polvillo más liviano y brillante de lo que anteriormente había sido, perfecto e ideal para lo que deseaba hacer aquel que había pedido por los servicios del Sabaku.

Caminó a paso lento pero seguro, atento a cualquier desmoronamiento que notara en su base de apoyo en el suelo, no deseaba ser succionado por la arena y terminar enterrado vivo. Aún no era su tiempo de partir a mejor vida, todavía debía vivir la actual y mejorar como ninja, y también como ser humano. Quizás con eso la memoria de sus padres sería honrada y podrían perdonarle todas sus faltas. Caminó hasta que su estómago empezó a reclamar la falta de alimentos por digerir en su interior. Caminó hasta que su experiencia explorando el desierto le indicó que estaba cerca. Caminó, para que cuando se hacían las 3:20 pm, finalmente fuera testigo de la aparición de ese remolino en miniatura que sorpresivo, intentó absorberle tomando su pie izquierdo con disimulada delicadeza, pero cuyo intento fue frustrado por la rápida reacción del pelirrojo muchacho, saltando hacia atrás unos dos metros para ponerse a salvo de la succión terrestre.

("Así que aquí estabas...") - Se dijo en su mente al mirar el agujero que se formó luego de que la succión, tan rápido como había aparecido, desapareciera sin más. Se acercó entonces al cráter dejado por el desborde arenoso para empezar a remover el árido contenido con la pala que se le había entregado como préstamo y recoger así el material que necesitaba su contratante, aquel artesano que necesitaba dicho material para esculpir la escultura que nada más ni nada menos que el Kazekage le había solicitado para ser entregado lo más pronto posible. Debía elegir con cuidado y seguro estaba de lo que había elegido...

Bajo toda aquella superficie, se hallaba la más fina y pura arena desértica en el más perfecto estado que se le podría pedir. Lo había descubierto apenas a los diez años de edad cuando por error y descuido propio quedó atrapado en uno de los remolinos de arena succionantes, arrastrado bajo tierra hasta el cuello. Gracias a su padre logró salir, otra hubiera sido la historia si su progenitor no hubiera sido un poderoso shinobi hábil de ninjutsu sensorial. Poco a poco logró llenar el pequeño saco que le había facilitado el necesitado agricultor para así atar y asegurar bien el contenido evitando así su desperdicio de camino a la aldea. Saco al hombro y pala en mano para luego emprender su regreso a su lugar de origen, dando así por acabada aquella primera misión oficial que debía de haber realizado con felicidad y entusiasmo, apoyado por los únicos seres que incondicionalmente le habían amado desde el principio, pero que desafortunadamente ya no estaban con él, por lo que esa misión, su primera misión, no significaba más que un simple trabajo y ya.

[...]

La cara de felicidad de aquel hombre había sido lo único que le había hecho sentir bien ese día. Saber que alguien estaba satisfecho y agradecido por su colaboración en verdad le aliviaba un poco su alma herida, mas aun tenia mucho por hacer, tenía mucho por compensarse a sí mismo y a la memoria de sus más importantes y amados seres que la vida injustamente le había arrebatado, quedaba mucho camino por recorrer en su viaje como ninja y aquello, esa misión tan simple pero que con mucho sentido de la responsabilidad y el deber había realizado, tan sólo era un pequeño primer paso para ello.
La aldea oculta entre la arena se ubicaba tal y como su nombre lo indicaba, en medio de los áridos desiertos aparentemente interminables que el país del Viento orgullosamente mostraba en todo su esplendor y que tan característico como muy común en ellos, eran abastecidos por una sofocante cantidad de calor que el astro rey generosamente les brindaba sin esperar nada a cambio.

Obviamente era de esperarse que en esta aldea oculta, el calor reinante fuese considerablemente alto durante la mayor parte del día, que las lluvias escasearan tanto como la vegetación y que la producción en el país fuera casi nula, siendo tierra árida e infértil en más del ochenta por ciento. Sin embargo y aún con tan desventajosa posición, los habitantes de esa nación seguían allí, llevando su día a día orgullosos de sus tierras y sin intención alguna de abandonarla o cederla ante nada ni nadie.

Difícil era mantener próspera aquella aldea, pero no imposible para el buen líder que tenía. Una aldea ninja cuyo futuro podría parecer incierto, era el hogar de un joven pelirrojo, recién ascendido a ninja de bajo nivel pero cuya desgracia le había entregado un regalo, uno que jamás y nunca habría aceptado de habérsele propuesto con anterioridad...

[...]

Aún los recordaba, casi como si los hubiera visto recientemente. Esos ojos que le miraban tristes, esos ojos que le miraban con decepción, con desilusión, como si esperaran más de él y que el mismo no alcanzara ni de cerca la espectativa de ellos. Las personas que más creyeron en él, las únicas que le apoyaron cuando empezó a ser objetivo de burlas por parte de todos a su alrededor a causa de su continua estadía en la academia, aquellos que sin importar nada seguían alentándolo a crecer, a ser mejor, aquellos, ya no estaban con él. Su día de celebración por al fin graduarse como ninja había pasado a ser uno de luto, tristeza, rabia y desolación. Sus padres ya no estarían más allí con él y eso lo atormentaba día a día ya que pasara lo que pasara, nunca podría compensarles ese apoyo incondicional. Nunca podría mostrarse ante ellos como un gran shinobi de la arena. Nunca más podría verles reclamarle por sus errores. Nunca más podría estar con ellos...

("Ahora sólo quedamos tú y yo...") - Pensó el joven de ojos color turquesa al mirar cómo la arena se escurría entre su mano derecha con una increíble facilidad. Fina como el polvo y pesada (en grandes cantidades) como el hierro, era la única que le acompañaba desde entonces. La única cosa que le había provocado interés por las artes ninjas y la que ahora le brindaba la compañía que tanto necesitaba el dolido muchacho.

Miró hacia la nada. El horizonte mostraba la unión de las lejanías desérticas junto con el azulado cielo despejado que dejaba libre albedrío a la poderosa esfera solar de cubrir con sus rayos ultravioleta todo quello alcanzado por su calor y brillo. Sonrió. Debía reír para no llorar. Su alma destrozada así se sentía y necesitaba tranquilizarse o sucumbiría ante el insoportable dolor de la pérdida que aún sufría.

("Seré el más poderoso ninja que pueda. Se sentirán orgullosos de mí...") - Sus pensamientos no cesaban mientras su mirada seguía centrada en un punto sin importancia en las lejanías del árido desierto a las afueras de la aldea. Su antiguo pasatiempo se había vuelto su única salida. Era la única cosa que le distraía de su realidad y la verdad era que prefería hacer eso, hacer nada, sentado en la arena, que estar dentro de su casa.

Miró su reloj de bolsillo, las 2:45 pm, el atardecer no tardaría mucho en llegar si seguía así. Había parado a descansar un momento de su búsqueda. Desde la mañana, a eso se laa 8:00 am, llevaba en labor de shinobi de la arena, irónicamente y contrastando con su habilidad de manipular aquellos granos de tierra árida, se le había encargado buscar un tipo muy raro y específico de arena. Una arena fina que sólo un ninja de Sunagakure poría encontrar y más aún siendo uno con tan peculiar habilidad genética para controlar dicho material terrenal. Suspiró entendiendo que detenerse a pensar no resultaba en nada positivo para su salud mental actual. Debía ponerse en marcha entonces para conseguir lo que necesitaba ese día y cumplir su encargo.

Avanzó a paso tranquilo. Era difícil pero no imposible y él lo sabía mejor que nadie. Había recorrido esos desiertos hasta más allá de la vista humana común desde los 6 años hasta la actualidad. Prácticamente se encontraba en su hogar. Aquella arena fina que tanto se necesitaba era proveída por agujeros que succionaban a los que pisaban zonas específicas en el suelo que, siendo víctima de alimañas subterráneas, se rompía internamente y creaba de a momentos pequeños remolinos. La arena interna de esia remolinos, al ser removida en incobrables ocasiones por esas alimañas, se deshacía y convertía en un fino polvillo más liviano y brillante de lo que anteriormente había sido, perfecto e ideal para lo que deseaba hacer aquel que había pedido por los servicios del Sabaku.

Caminó a paso lento pero seguro, atento a cualquier desmoronamiento que notara en su base de apoyo en el suelo, no deseaba ser succionado por la arena y terminar enterrado vivo. Aún no era su tiempo de partir a mejor vida, todavía debía vivir la actual y mejorar como ninja, y también como ser humano. Quizás con eso la memoria de sus padres sería honrada y podrían perdonarle todas sus faltas. Caminó hasta que su estómago empezó a reclamar la falta de alimentos por digerir en su interior. Caminó hasta que su experiencia explorando el desierto le indicó que estaba cerca. Caminó, para que cuando se hacían las 3:20 pm, finalmente fuera testigo de la aparición de ese remolino en miniatura que sorpresivo, intentó absorberle tomando su pie izquierdo con disimulada delicadeza, pero cuyo intento fue frustrado por la rápida reacción del pelirrojo muchacho, saltando hacia atrás unos dos metros para ponerse a salvo de la succión terrestre.

("Así que aquí estabas...") - Se dijo en su mente al mirar el agujero que se formó luego de que la succión, tan rápido como había aparecido, desapareciera sin más. Se acercó entonces al cráter dejado por el desborde arenoso para empezar a remover el árido contenido con la pala que se le había entregado como préstamo y recoger así el material que necesitaba su contratante, aquel artesano que necesitaba dicho material para esculpir la escultura que nada más ni nada menos que el Kazekage le había solicitado para ser entregado lo más pronto posible. Debía elegir con cuidado y seguro estaba de lo que había elegido...

Bajo toda aquella superficie, se hallaba la más fina y pura arena desértica en el más perfecto estado que se le podría pedir. Lo había descubierto apenas a los diez años de edad cuando por error y descuido propio quedó atrapado en uno de los remolinos de arena succionantes, arrastrado bajo tierra hasta el cuello. Gracias a su padre logró salir, otra hubiera sido la historia si su progenitor no hubiera sido un poderoso shinobi hábil de ninjutsu sensorial. Poco a poco logró llenar el pequeño saco que le había facilitado el necesitado agricultor para así atar y asegurar bien el contenido evitando así su desperdicio de camino a la aldea. Saco al hombro y pala en mano para luego emprender su regreso a su lugar de origen, dando así por acabada aquella primera misión oficial que debía de haber realizado con felicidad y entusiasmo, apoyado por los únicos seres que incondicionalmente le habían amado desde el principio, pero que desafortunadamente ya no estaban con él, por lo que esa misión, su primera misión, no significaba más que un simple trabajo y ya.

[...]

La cara de felicidad de aquel hombre había sido lo único que le había hecho sentir bien ese día. Saber que alguien estaba satisfecho y agradecido por su colaboración en verdad le aliviaba un poco su alma herida, mas aun tenia mucho por hacer, tenía mucho por compensarse a sí mismo y a la memoria de sus más importantes y amados seres que la vida injustamente le había arrebatado, quedaba mucho camino por recorrer en su viaje como ninja y aquello, esa misión tan simple pero que con mucho sentido de la responsabilidad y el deber había realizado, tan sólo era un pequeño primer paso para ello.

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Kanon
¡Mision D Aceptada!
Sabaku Tsunayoshi, recibes por este tema:

Calidad: 2PD
Bono de Misión D en Solitario: +1PD
Total: 3PD
Ryous: 650ryus
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