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MADARA CHRONICLES

¡Bienvenido a Madara Chronicles! Foro de Naruto interpretativo donde buscamos que el usuario se encuentre con la mayor de las comodidades y disponga de opciones para crear y desarrollar su personaje dentro de una ambientación, permitiendo que cobre importancia con el paso del tiempo y de su propio desarrollo.

Actualmente estamos en fase Beta, pero trabajamos duramente para dar una experiencia nueva y única para el usuario, con multitud de ideas y proyectos que esperamos que pronto vean la luz.

¿Por qué no te animas a formar parte de este gran proyecto? ¡Te esperamos con los brazos abiertos!
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¿Sabías que...
Madara Chronicles es un foro basado en la obra de Masashi Kishimoto "Naruto" y "Naruto Shippuden", utilizando tan solo su ambientación y personajes para crear una trama propia.

Todo el contenido producido en el foro es propiedad de sus creadores originales, así como el contenido administrativo es propiedad del Staff. La estética del foro proviene del usuario Akira Aoi, agradeciendo a Foroactivo, W3Schools y otras páginas webs por su tutoriales.

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Élite [25/102] Los mercaderes desaparecidos [Misión Rango D]  40 Los mercaderes desaparecidos [Misión Rango D]  3lf1VlO Time Of Heroes Los mercaderes desaparecidos [Misión Rango D]  40x40_zps8zack2u9
Hermanos [2/6]

Los mercaderes desaparecidos [Misión Rango D]

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Sabaku Tsunayoshi

La frialdad de las incontables gotas del agua de la regadera, una vez que las mismas hicieron contacto con su cuerpo, le provocó un escalofrío que recorrió desde su cabeza hasta la punta de sus pies antes de poder darse cuenta siquiera. Necesitaba despertar después de todo y no había mejor manera para ello. Un método poco agradable que solía usar todas las mañanas para estar activo y dispuesto mucho antes de que el imponente astro rey hiciera aparición en el horizonte, desde aquel punto en que el inmenso mar de arena del desierto se unía con el azulado cielo normalmente despejado de nubes. Mantuvo cerrados sus párpados, impidiendo su visión y a la vez la irritación que el agua, a la larga, podría causarle en los ojos. Tras tomar la barra de jabón comenzaría su labor de limpieza mañanera para con su humanidad.

[...]

No entrenaría, no aquella mañana y no necesariamente porque no quisiera o porque no tuviera una predisposición para ello sino porque deseaba ponerse al servicio de la aldea desde muy temprano, con ello, por lógica se supone, acabaría sus labores más temprano y podría aprovechar el resto del día para continuar entrenando sus capacidades físicas, garantizándose así una efectiva y satisfactoria evolución constante en cuanto a su habilidad en las artes ninja se refería.

Luego de vestirse como habitualmente solía hacer, se dirigió a su cocina para preparar algo con lo qué saciar su hambre y dejar de estar en ayunas. Un hervido de verduras bastante sencillo que a la vez se encargaría de proveerle las energías suficientes que le permitirían desplegar las habilidades que llegase a necesitar para conseguir el éxito en cualquiera que fuera aquel futuro encargo shinobi del día. Al sentarse en su silla y fijarse en los otros asientos vacíos en aquella solitaria mesa del comedor, no pudo evitar bajar la mirada y fruncir la inexpresividad que solía mantener en su sereno rostro. Los extrañaba, claro que lo hacía. Principalmente deseaba al menos darles la noticia de que finalmente laboraba como shinobi de la aldea y que en algún momento tanto ellos como su clan entero podrían estar orgullosos de él, cosa que claramente no era posible, y no porque el avance en su camino ninja no estuviera siendo efectivo, sino porque ellos, aquella pareja del clan Sabaku de la arena que se había encargado de entregarle al pelirrojo el hermoso regalo de la vida, no estaban allí...

[...]

Sólo necesitaba su calabaza llena de su arena especial en la espalda para sentirse listo para todo, sin embargo no dejaría atrás su equipamiento shinobi puesto que aquellas herramientas, aunque no fuese un experto en el arte de usarlas perfectamente en una batalla, igual podían significar una buena diferencia en la delgada línea del fracaso y el éxito en cualquier situación que se le presentase en una misión.

Kunais, shurikens, cables de alambre, bolsas con explosivos, senbons, entre otras herramientas, eran lo que le acompañaba al campo laboral como shinobi de la arena, eso junto a su más poderosa arma tanto ofensiva como defensiva, y a la vez suplementaria, cargada dentro de su contenedor arenoso formado por el mismo material y llevado en su espalda, le hacían sentirse más que seguro de que el éxito en cualquier encargo tenía un gran porcentaje de lograrse. Pero no todo quedaba en armas y equipaje, no. Otro buen porcentaje de aquel éxito casi garantizado lo brindaba su propio crecimiento como protector, espía y guerrero novato. Poco a poco y entre encargos pequeños y levemente grandes iba adquiriendo valiosas experiencias que iban acumulándose en sus recuerdos y brindándole de una buena sabiduría, vital para futuros encuentros con el peligro y situaciones complicadas que requerirían de ingenio mas que de fuerza bruta para ser sorteados. Era necesario mantener un balance entre lo físico y lo mental. Un buen ninja tenía la capacidad de mantener en armonía su energía espiritual, mental y física, y él deseaba ser un buen ninja, así que...

[...]

Caminó tranquilamente hasta llegar al edificio donde laboraba el líder de Sunagakure. No tenía prisas puesto que para ese momento el amanecer apenas y se estaba produciendo. Para ir de su casa al despacho del kage debía de recorrer varias cuadras para llegar, no le costaría nada si corría ya que en meros segundos llegaría pero con la calma con la que caminó podía darse el lujo de detallar algunas cosas que normalmente ignoraba. No recordó ver antes a aquel puesto de baratijas cercano a la entrada del apartado de viviendas de su clan, se veía interesante pero se hallaba cerrado por lo temprano que era. Tampoco recordó haber visto aquel puesto de herrería hallado a pocas cuadras del despacho del Kazekage. Tiendas de sastrería, comida, hierbas, entre otras. Ahora que se lo pensaba bien, poco o nada de dedicación a lo que era vivir como un residente más en la aldea solía darle. Pareciera como si su vida estuviera entregada a las misiones ninja y los entrenamientos, y eso no era sano en absoluto. Apenas y se daba cuenta de ello pero no iba a regresarse cuando ya había cruzado las puertas del recibidor del edificio donde reportaba su disposición al servicio de la aldea...

[...]

Antes de retirarse del despacho, leyó el contenido de aquel pergamino marcado con la insignia que solía identificar documentos de misiones con el grado más bajo en cuanto a dificultad y relevancia en la aldea se refería; Misión de rango D... Un encargo de dificultad baja pero que jamás y nunca se tomaría a la ligera.

Dirigió sus pasos tanto fuera de aquel edificio como fuera de los muros de la aldea en dirección hacia el oeste del país, como si quisiera ir hacia la capital de aquellos terrenos desérticos pero sin llegar a dicho sitio, más bien su destino marcado era la mitad de tal camino, ligeramente inclinado hacia el norte, cerca de donde se rumoreaba que se hallaba un gran oasis que sólo los más afortunados podrían llegar a encontrar. Alrededor de aquellos lugares se había reportado que habían desaparecido unos mercaderes cuya intención no era más que ir a transportar una mercancía hacia la Aldea oculta entre la Arena. Su deber asignado era encontrar a los comerciantes y llevarlos a la aldea. Nada del otro mundo que el arenero de ojos color turquesa no pudiera completar pero que como bien se mencionó con anterioridad, no lo tomaría a la ligera.

Nada más partir de la aldea procuró ejecutar una rápida cadena de sellos manuales necesaria para efectuar una de sus técnicas aprendidas de los secretos de aquella extraña arte shinobi de su clan. Haciendo uso de su manipulación de minerales áridos, especialmente los que llevaba en su calabaza curiosamente formada por los mismos materiales, sacó un poco de esa arena sin necesidad de tocarla (flotando ésta y haciendo a un lado el tapón del contenedor) para así juntarla y comprimirla en una pequeña esfera que tomó la apariencia de un globo ocular. Unió su nervio óptico del ojo izquierdo con aquel ojo flotante al cerrar el primero y mantenerlo así, logrando ver a través de aquella técnica y a la vez con su ojo derecho, consiguiendo así un mayor campo de visión y mayor terreno cubierto.

Avanzó rumbo al sitio indicado en un mapa que se le había entregado junto con el pergamino oficial de la misión para así entrar de lleno en lo que era el encargo como tal. Mientras avanzada continuó realizando un segundo jutsu, creando una base de arena gracias al mencionado material proveído por su calabaza al formar, previo a ello, la cadena de sellos manuales correspondiente y con ello moldear su chakra para tal fin. Dicha base arenosa se empezaría a elevar siendo abordada por el Sabaku para así alzar el vuelo hasta los quince metros de altura, continuando con ello su rumbo, seguido por su globo ocular flotante de arena.

[...]

Pasada casi una hora, el "tercer ojo" del pelirrojo se había alejado del mismo aproximadamente unos cincuenta metros a su izquierda, observando todo lo que podía mientras avanzaba siguiendo a la distancia, pero a la vez, a la par de su creador quien usando su ojo natural también se encargaba de analizar todo su entorno bajo en constante cambio al desplazarse por los cielos, intentando hallar alguna persona, alguna prenda o siquiera un simple rastro de paso humano por aquel lugar, siendo que para esos momentos no faltaban muchos metros para llegar al lugar donde, se le había indicado, habían sido vistos por última vez los extraviados comerciantes.

No tardó mucho más hasta finalmente llegar al sitio indicado, lugar donde dirigiría su presencia hacia el norte del país, enviando así a su tercer ojo en dirección opuesta a continuar realizando la labor de observar y avisar pero sin intención de alejarse más allá de los doscientos metros respecto a su creación observadora flotante.

Claro que aquello no resultaba tan sencillo como sonaba. Mantener ambos jutsus y a la vez observar el entorno desde dos puntos de vista distintos ponía en un nivel de estrés mental bastante considerable al Gennin de la arena. Su ojo de arena alcanzaba los cien metros para cuando creía que aquello sería más difícil de lo que pensaba, sin embargo y antes de siquiera alcanzar los doscientos metros el uno del otro, su creación arenosa le permitía observar a tres hombres caminar sin rumbo fijo pero llevando un notablemente pesado equipaje en sus espaldas. No perdió tiempo y puso marcha a su transporte flotante arenoso directo hacia el lugar que miraba gracias a la conexión de su técnica con su ojo izquierdo. Menos de veinte segundos le llevó recorrer la distancia necesaria para llegar al lugar. Apenas le vieron, aquellos viajeros no tardaron en entrar en pánico, creyendo que se trataba de algún enemigo que venía a robarles y asesinarles.

Sólo un par de minutos entre intercambios de palabras y mostrar su banda ninja de Sunagakure le llevaría al Sabaku a ganar la confianza de aquellas personas y hacerles entender que era él, aquel enviado a buscarles para guiarlos hacia la aldea.

Algo sí le llamaría ligeramente la atención, y era el hecho de que aquellos hombres mencionaron el avistamiento de un gran lago rodeado de enormes montañas y una vegetación totalmente ajena al panorama desértico actual. Dicha formación natural paradisíaca habría aparecido en las lejanías, llamando la atención de los viajeros y desviándoles del camino provocando que quisieran dirigirse hacia dicho lugar pero que antes de cruzar la distancia de los cien metros respecto al sitio, el mismo simplemente se había desvanecido como si de una mera ilusión se hubiera tratado, dejándoles allí, completamente perdidos en la mitad del desierto.

Entendiendo que seguramente aquello no fue mas que un espejismo, el pelirrojo decidió dejar aquel asunto de lado por los momentos y emprender junto con aquellos hombres el camino de vuelta, deshaciendo su técnica del tercer ojo y expandiendo, gracias a una cadena de sellos manuales extra y su manejo de la arena de su calabaza, su base de arena para que los tres viajeros pudieran subir a ella y con ello llevarlos a Sunagakure con mayor facilidad. Sin mayores problemas que los causados por alguna que otra fuerte corriente de viento en el camino, llegaría a la aldea antes de la hora de viaje.

Se dirigiría directamente al despacho del kage para reportar el éxito de su encargo y a la vez que se determinase qué pasaría con aquellos comerciantes. Regresaría a descansar un tiempo a su hogar, no sin antes recibir el agradecimiento de aquellos viajeros hombres de negocios para así, luego de sentirse listo, dirigirse no al campo de entrenamiento, sino a la biblioteca de la aldea...

Lo que aquellos hombres le habían contado le habría despertado la curiosidad suficiente como para querer investigar un poco más sobre dicho asunto del supuesto oasis.



La frialdad de las incontables gotas del agua de la regadera, una vez que las mismas hicieron contacto con su cuerpo, le provocó un escalofrío que recorrió desde su cabeza hasta la punta de sus pies antes de poder darse cuenta siquiera. Necesitaba despertar después de todo y no había mejor manera para ello. Un método poco agradable que solía usar todas las mañanas para estar activo y dispuesto mucho antes de que el imponente astro rey hiciera aparición en el horizonte, desde aquel punto en que el inmenso mar de arena del desierto se unía con el azulado cielo normalmente despejado de nubes. Mantuvo cerrados sus párpados, impidiendo su visión y a la vez la irritación que el agua, a la larga, podría causarle en los ojos. Tras tomar la barra de jabón comenzaría su labor de limpieza mañanera para con su humanidad.

[...]

No entrenaría, no aquella mañana y no necesariamente porque no quisiera o porque no tuviera una predisposición para ello sino porque deseaba ponerse al servicio de la aldea desde muy temprano, con ello, por lógica se supone, acabaría sus labores más temprano y podría aprovechar el resto del día para continuar entrenando sus capacidades físicas, garantizándose así una efectiva y satisfactoria evolución constante en cuanto a su habilidad en las artes ninja se refería.

Luego de vestirse como habitualmente solía hacer, se dirigió a su cocina para preparar algo con lo qué saciar su hambre y dejar de estar en ayunas. Un hervido de verduras bastante sencillo que a la vez se encargaría de proveerle las energías suficientes que le permitirían desplegar las habilidades que llegase a necesitar para conseguir el éxito en cualquiera que fuera aquel futuro encargo shinobi del día. Al sentarse en su silla y fijarse en los otros asientos vacíos en aquella solitaria mesa del comedor, no pudo evitar bajar la mirada y fruncir la inexpresividad que solía mantener en su sereno rostro. Los extrañaba, claro que lo hacía. Principalmente deseaba al menos darles la noticia de que finalmente laboraba como shinobi de la aldea y que en algún momento tanto ellos como su clan entero podrían estar orgullosos de él, cosa que claramente no era posible, y no porque el avance en su camino ninja no estuviera siendo efectivo, sino porque ellos, aquella pareja del clan Sabaku de la arena que se había encargado de entregarle al pelirrojo el hermoso regalo de la vida, no estaban allí...

[...]

Sólo necesitaba su calabaza llena de su arena especial en la espalda para sentirse listo para todo, sin embargo no dejaría atrás su equipamiento shinobi puesto que aquellas herramientas, aunque no fuese un experto en el arte de usarlas perfectamente en una batalla, igual podían significar una buena diferencia en la delgada línea del fracaso y el éxito en cualquier situación que se le presentase en una misión.

Kunais, shurikens, cables de alambre, bolsas con explosivos, senbons, entre otras herramientas, eran lo que le acompañaba al campo laboral como shinobi de la arena, eso junto a su más poderosa arma tanto ofensiva como defensiva, y a la vez suplementaria, cargada dentro de su contenedor arenoso formado por el mismo material y llevado en su espalda, le hacían sentirse más que seguro de que el éxito en cualquier encargo tenía un gran porcentaje de lograrse. Pero no todo quedaba en armas y equipaje, no. Otro buen porcentaje de aquel éxito casi garantizado lo brindaba su propio crecimiento como protector, espía y guerrero novato. Poco a poco y entre encargos pequeños y levemente grandes iba adquiriendo valiosas experiencias que iban acumulándose en sus recuerdos y brindándole de una buena sabiduría, vital para futuros encuentros con el peligro y situaciones complicadas que requerirían de ingenio mas que de fuerza bruta para ser sorteados. Era necesario mantener un balance entre lo físico y lo mental. Un buen ninja tenía la capacidad de mantener en armonía su energía espiritual, mental y física, y él deseaba ser un buen ninja, así que...

[...]

Caminó tranquilamente hasta llegar al edificio donde laboraba el líder de Sunagakure. No tenía prisas puesto que para ese momento el amanecer apenas y se estaba produciendo. Para ir de su casa al despacho del kage debía de recorrer varias cuadras para llegar, no le costaría nada si corría ya que en meros segundos llegaría pero con la calma con la que caminó podía darse el lujo de detallar algunas cosas que normalmente ignoraba. No recordó ver antes a aquel puesto de baratijas cercano a la entrada del apartado de viviendas de su clan, se veía interesante pero se hallaba cerrado por lo temprano que era. Tampoco recordó haber visto aquel puesto de herrería hallado a pocas cuadras del despacho del Kazekage. Tiendas de sastrería, comida, hierbas, entre otras. Ahora que se lo pensaba bien, poco o nada de dedicación a lo que era vivir como un residente más en la aldea solía darle. Pareciera como si su vida estuviera entregada a las misiones ninja y los entrenamientos, y eso no era sano en absoluto. Apenas y se daba cuenta de ello pero no iba a regresarse cuando ya había cruzado las puertas del recibidor del edificio donde reportaba su disposición al servicio de la aldea...

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Antes de retirarse del despacho, leyó el contenido de aquel pergamino marcado con la insignia que solía identificar documentos de misiones con el grado más bajo en cuanto a dificultad y relevancia en la aldea se refería; Misión de rango D... Un encargo de dificultad baja pero que jamás y nunca se tomaría a la ligera.

Dirigió sus pasos tanto fuera de aquel edificio como fuera de los muros de la aldea en dirección hacia el oeste del país, como si quisiera ir hacia la capital de aquellos terrenos desérticos pero sin llegar a dicho sitio, más bien su destino marcado era la mitad de tal camino, ligeramente inclinado hacia el norte, cerca de donde se rumoreaba que se hallaba un gran oasis que sólo los más afortunados podrían llegar a encontrar. Alrededor de aquellos lugares se había reportado que habían desaparecido unos mercaderes cuya intención no era más que ir a transportar una mercancía hacia la Aldea oculta entre la Arena. Su deber asignado era encontrar a los comerciantes y llevarlos a la aldea. Nada del otro mundo que el arenero de ojos color turquesa no pudiera completar pero que como bien se mencionó con anterioridad, no lo tomaría a la ligera.

Nada más partir de la aldea procuró ejecutar una rápida cadena de sellos manuales necesaria para efectuar una de sus técnicas aprendidas de los secretos de aquella extraña arte shinobi de su clan. Haciendo uso de su manipulación de minerales áridos, especialmente los que llevaba en su calabaza curiosamente formada por los mismos materiales, sacó un poco de esa arena sin necesidad de tocarla (flotando ésta y haciendo a un lado el tapón del contenedor) para así juntarla y comprimirla en una pequeña esfera que tomó la apariencia de un globo ocular. Unió su nervio óptico del ojo izquierdo con aquel ojo flotante al cerrar el primero y mantenerlo así, logrando ver a través de aquella técnica y a la vez con su ojo derecho, consiguiendo así un mayor campo de visión y mayor terreno cubierto.

Avanzó rumbo al sitio indicado en un mapa que se le había entregado junto con el pergamino oficial de la misión para así entrar de lleno en lo que era el encargo como tal. Mientras avanzada continuó realizando un segundo jutsu, creando una base de arena gracias al mencionado material proveído por su calabaza al formar, previo a ello, la cadena de sellos manuales correspondiente y con ello moldear su chakra para tal fin. Dicha base arenosa se empezaría a elevar siendo abordada por el Sabaku para así alzar el vuelo hasta los quince metros de altura, continuando con ello su rumbo, seguido por su globo ocular flotante de arena.

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Pasada casi una hora, el "tercer ojo" del pelirrojo se había alejado del mismo aproximadamente unos cincuenta metros a su izquierda, observando todo lo que podía mientras avanzaba siguiendo a la distancia, pero a la vez, a la par de su creador quien usando su ojo natural también se encargaba de analizar todo su entorno bajo en constante cambio al desplazarse por los cielos, intentando hallar alguna persona, alguna prenda o siquiera un simple rastro de paso humano por aquel lugar, siendo que para esos momentos no faltaban muchos metros para llegar al lugar donde, se le había indicado, habían sido vistos por última vez los extraviados comerciantes.

No tardó mucho más hasta finalmente llegar al sitio indicado, lugar donde dirigiría su presencia hacia el norte del país, enviando así a su tercer ojo en dirección opuesta a continuar realizando la labor de observar y avisar pero sin intención de alejarse más allá de los doscientos metros respecto a su creación observadora flotante.

Claro que aquello no resultaba tan sencillo como sonaba. Mantener ambos jutsus y a la vez observar el entorno desde dos puntos de vista distintos ponía en un nivel de estrés mental bastante considerable al Gennin de la arena. Su ojo de arena alcanzaba los cien metros para cuando creía que aquello sería más difícil de lo que pensaba, sin embargo y antes de siquiera alcanzar los doscientos metros el uno del otro, su creación arenosa le permitía observar a tres hombres caminar sin rumbo fijo pero llevando un notablemente pesado equipaje en sus espaldas. No perdió tiempo y puso marcha a su transporte flotante arenoso directo hacia el lugar que miraba gracias a la conexión de su técnica con su ojo izquierdo. Menos de veinte segundos le llevó recorrer la distancia necesaria para llegar al lugar. Apenas le vieron, aquellos viajeros no tardaron en entrar en pánico, creyendo que se trataba de algún enemigo que venía a robarles y asesinarles.

Sólo un par de minutos entre intercambios de palabras y mostrar su banda ninja de Sunagakure le llevaría al Sabaku a ganar la confianza de aquellas personas y hacerles entender que era él, aquel enviado a buscarles para guiarlos hacia la aldea.

Algo sí le llamaría ligeramente la atención, y era el hecho de que aquellos hombres mencionaron el avistamiento de un gran lago rodeado de enormes montañas y una vegetación totalmente ajena al panorama desértico actual. Dicha formación natural paradisíaca habría aparecido en las lejanías, llamando la atención de los viajeros y desviándoles del camino provocando que quisieran dirigirse hacia dicho lugar pero que antes de cruzar la distancia de los cien metros respecto al sitio, el mismo simplemente se había desvanecido como si de una mera ilusión se hubiera tratado, dejándoles allí, completamente perdidos en la mitad del desierto.

Entendiendo que seguramente aquello no fue mas que un espejismo, el pelirrojo decidió dejar aquel asunto de lado por los momentos y emprender junto con aquellos hombres el camino de vuelta, deshaciendo su técnica del tercer ojo y expandiendo, gracias a una cadena de sellos manuales extra y su manejo de la arena de su calabaza, su base de arena para que los tres viajeros pudieran subir a ella y con ello llevarlos a Sunagakure con mayor facilidad. Sin mayores problemas que los causados por alguna que otra fuerte corriente de viento en el camino, llegaría a la aldea antes de la hora de viaje.

Se dirigiría directamente al despacho del kage para reportar el éxito de su encargo y a la vez que se determinase qué pasaría con aquellos comerciantes. Regresaría a descansar un tiempo a su hogar, no sin antes recibir el agradecimiento de aquellos viajeros hombres de negocios para así, luego de sentirse listo, dirigirse no al campo de entrenamiento, sino a la biblioteca de la aldea...

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Buenas Sabaku Tsunayoshi , por la mision de rango D que has resuelto recibes 5 PD + 3 PD por el post muy bien realizado. En total obtendras 8 PD mas 650 ryous
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Buenas Sabaku Tsunayoshi , por la mision de rango D que has resuelto recibes 5 PD + 3 PD por el post muy bien realizado. En total obtendras 8 PD mas 650 ryous
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