Su primera misión no recaía en lo convencional de tener que emplear, por ejemplo, el papel de una niñera ni transportar ningún tipo de mercancía de un punto a otro. Sino de una labor que requería del uso de la fuerza si fuese así necesario, lo que tampoco sería de extrañar de no ser por un pequeño detalle. ¡Parecía una Oni! Mas eso no sería razón alguna para que siguiese a esos malhechores hasta dar con ellos para llevar los ante la justicia y, por lo tanto, cumplir con éxito la misión. Fue por eso mismo que tras la asignación de la misión poco o nada tardó en movilizarse pese a no saber por dónde comenzar con exactitud. Incluso si parecía fácil a simple vista, era necesario tomar las debidas precauciones para acercarse sin llamar demasiado la atención, cosa que podría costar trabajo debido a que portaba la bandana de Kirigakure no Sato en el bicep derecho. ¿Debía ocultarla?, ¿hacerse pasar por un habitante más que pareciese necesitar protección? Nada de eso, porque llevaría tiempo y no era algo de lo que disponiera justamente dado los hechos.
Sin perder más tiempo pensando en trivialidades, decidió que no era mala idea acercarse a algunos aldeanos para preguntarles sobre esto, se trataran de víctimas en la extorsión o no, todo testimonio sería bien recibido. Comenzó acercarse a unas cuantas personas sin obtener resultados favorables sin importar que estuviesen cooperado un poco. Esa corta conversación se daba por el aspecto de Shinto, lo que no era de extrañar pero entendía que eso mismo obstaculizaba su misión y, por ende, retrasaba todo. Mas no le quedaba de otra más que dar las gracias para después continuar con la búsqueda.
Al inicio no tuvo mucha suerte por no decir que carecía de esta, con las siguientes personas sucedió exactamente lo mismo y, no sólo eso, sino también hubo un par que de retiraron a prisa sin decir absolutamente nada. Gruñó en ambas ocasiones, mordiéndose la lengua para no maldecir por lo alto y verse alterada por sus propios sentimientos cuando debía mantener la compostura. No fue hasta que alguien se acercó, una mujer de poco más de treinta años pero lo suficientemente bien conservada para hacer pensar a cualquiera que poseía una edad mejor. —Disculpe...— su tono de voz apenas si era alto, y sonaba cauteloso. Shinto de inmediato preguntó si necesitaba algo en un tono del cual podría decirse que era amable. —Puedo ayudar. Esos bribones que busca hace dos días acecharon a mi esposo para exigir dinero a cambio de protección. Él de negó y esos sujetos lo han estado molestando, no doll a él, a nuestras hijas y a mí también—. Notó como su tono iba volviéndose desaprobatorio, incluso el ver como su frente se arrugaba evidenció más su sentir.
—¿Sabe dónde podrían estar ahora?—. No tenía tiempo que perder, entre más pronto supiera del paradero de ellos más rápido los capturaría para evitar que siguiesen realizando sus estafas a cambio de estúpidas exigencias. La mujer le dio algunas indicaciones del sitio donde los vio merodeando la última vez. No estaba muy lejos y no le tomaría mucho llegar. Tras agradecer marchó, apresurado su paso y mientras lo hacía sentía algunas miradas sobre su persona que no podían evitarse. Pero las ignoró continuando con su trayecto, dándose prisa antes de que su oportunidad se fuese de las manos y tuviese que seguir buscando. No tardó en ver no muy a lo lejos a un pequeño grupo que parecía molestar a un par de personas de avanzada edad. Sin tardar se fue acercando, para comenzar a escuchar como les pedían dinero para poder protegerlos. Ante ojos de Shinto no parecían nada intimidantes ni siquiera cuando era un grupo que buscaba asustar. La Kaguya gritó un: "¡Es suficiente!", mismo que captó la atención de todos y que hizo que las dichosas víctimas se alejaran. Los otros no parecían muy contentos pero una sonrisa burlona y palabras del mismo estilo no tardaron en escucharse. Todo con relación a como lucía en ese momento Shinto, mas eso no fue impedimento para que de sus brazos dejase salir parte de sus huesos en caso de que fuese necesario usar la fuerza. Les pidió rendirse una única vez por las buenas pero no parecían dispuestos a ello. En especial cuando uno aseguró que con esa apariencia no asustaba a nadie y que aquel truco, el usar sus huesos, podía hacerlo cualquiera. Desde luego que eso le molestó, detestaba cuando era objeto a ser subestimada sin importar como luciera. Pero al final no le tomaría mucho abalanzarse contra ellos usando sus huesos para acorralarlos y, por ende, terminó por llevarlos ante la justicia en una sola pieza y quizás con algunos pequeños y superficiales rasguños.
Sin perder más tiempo pensando en trivialidades, decidió que no era mala idea acercarse a algunos aldeanos para preguntarles sobre esto, se trataran de víctimas en la extorsión o no, todo testimonio sería bien recibido. Comenzó acercarse a unas cuantas personas sin obtener resultados favorables sin importar que estuviesen cooperado un poco. Esa corta conversación se daba por el aspecto de Shinto, lo que no era de extrañar pero entendía que eso mismo obstaculizaba su misión y, por ende, retrasaba todo. Mas no le quedaba de otra más que dar las gracias para después continuar con la búsqueda.
Al inicio no tuvo mucha suerte por no decir que carecía de esta, con las siguientes personas sucedió exactamente lo mismo y, no sólo eso, sino también hubo un par que de retiraron a prisa sin decir absolutamente nada. Gruñó en ambas ocasiones, mordiéndose la lengua para no maldecir por lo alto y verse alterada por sus propios sentimientos cuando debía mantener la compostura. No fue hasta que alguien se acercó, una mujer de poco más de treinta años pero lo suficientemente bien conservada para hacer pensar a cualquiera que poseía una edad mejor. —Disculpe...— su tono de voz apenas si era alto, y sonaba cauteloso. Shinto de inmediato preguntó si necesitaba algo en un tono del cual podría decirse que era amable. —Puedo ayudar. Esos bribones que busca hace dos días acecharon a mi esposo para exigir dinero a cambio de protección. Él de negó y esos sujetos lo han estado molestando, no doll a él, a nuestras hijas y a mí también—. Notó como su tono iba volviéndose desaprobatorio, incluso el ver como su frente se arrugaba evidenció más su sentir.
—¿Sabe dónde podrían estar ahora?—. No tenía tiempo que perder, entre más pronto supiera del paradero de ellos más rápido los capturaría para evitar que siguiesen realizando sus estafas a cambio de estúpidas exigencias. La mujer le dio algunas indicaciones del sitio donde los vio merodeando la última vez. No estaba muy lejos y no le tomaría mucho llegar. Tras agradecer marchó, apresurado su paso y mientras lo hacía sentía algunas miradas sobre su persona que no podían evitarse. Pero las ignoró continuando con su trayecto, dándose prisa antes de que su oportunidad se fuese de las manos y tuviese que seguir buscando. No tardó en ver no muy a lo lejos a un pequeño grupo que parecía molestar a un par de personas de avanzada edad. Sin tardar se fue acercando, para comenzar a escuchar como les pedían dinero para poder protegerlos. Ante ojos de Shinto no parecían nada intimidantes ni siquiera cuando era un grupo que buscaba asustar. La Kaguya gritó un: "¡Es suficiente!", mismo que captó la atención de todos y que hizo que las dichosas víctimas se alejaran. Los otros no parecían muy contentos pero una sonrisa burlona y palabras del mismo estilo no tardaron en escucharse. Todo con relación a como lucía en ese momento Shinto, mas eso no fue impedimento para que de sus brazos dejase salir parte de sus huesos en caso de que fuese necesario usar la fuerza. Les pidió rendirse una única vez por las buenas pero no parecían dispuestos a ello. En especial cuando uno aseguró que con esa apariencia no asustaba a nadie y que aquel truco, el usar sus huesos, podía hacerlo cualquiera. Desde luego que eso le molestó, detestaba cuando era objeto a ser subestimada sin importar como luciera. Pero al final no le tomaría mucho abalanzarse contra ellos usando sus huesos para acorralarlos y, por ende, terminó por llevarlos ante la justicia en una sola pieza y quizás con algunos pequeños y superficiales rasguños.