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MADARA CHRONICLES

¡Bienvenido a Madara Chronicles! Foro de Naruto interpretativo donde buscamos que el usuario se encuentre con la mayor de las comodidades y disponga de opciones para crear y desarrollar su personaje dentro de una ambientación, permitiendo que cobre importancia con el paso del tiempo y de su propio desarrollo.

Actualmente estamos en fase Beta, pero trabajamos duramente para dar una experiencia nueva y única para el usuario, con multitud de ideas y proyectos que esperamos que pronto vean la luz.

¿Por qué no te animas a formar parte de este gran proyecto? ¡Te esperamos con los brazos abiertos!
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¡Todas las aldeas abiertas! Excepto Konohagakure, que se encuentra cerrada.

OTOÑO — ¡HALLOWEEN!

“Cuando no haya más espacio en el infierno, los muertos caminarán sobre la tierra.”

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¿Sabías que...
Madara Chronicles es un foro basado en la obra de Masashi Kishimoto "Naruto" y "Naruto Shippuden", utilizando tan solo su ambientación y personajes para crear una trama propia.

Todo el contenido producido en el foro es propiedad de sus creadores originales, así como el contenido administrativo es propiedad del Staff. La estética del foro proviene del usuario Akira Aoi, agradeciendo a Foroactivo, W3Schools y otras páginas webs por su tutoriales.

Las imágenes son propiedad de Deviantart, Google Imágenes, Wikis de Naruto, Pinterest y Zerochan, fueron modificadas y adaptadas al diseño del foro, por lo que igual se agradece a estos portales.
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Élite [25/102] [Misión C]  Los secretos de la noche [Pasado] 40 [Misión C]  Los secretos de la noche [Pasado] 3lf1VlO Time Of Heroes [Misión C]  Los secretos de la noche [Pasado] 40x40_zps8zack2u9
Hermanos [2/6]

[Misión C] Los secretos de la noche [Pasado]

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Akira Aoi
El frío manto de Morfeo comenzaba a cubrir la tierra, tornando los tonos ocres que decoraban la bóveda celeste por un azul umbrío que paulatinamente se iba obscureciendo, acompañada por pequeños puntos brillantes de diverso tamaño e intensidad.
Las calles de la aldea estaban completamente vacías. Nadie las transitaba, en gran parte debido a la hora que era, pues ya había entrado la noche, pero en otra pequeña parte se debía a los sucesos que habían acontecido las pasadas semanas. Un grupo de maleantes ahora caminaba por aquellas calles, asesinando a inocentes aldeanos de la villa.

De ellos no se sabía nada, salvo que dejaban una pequeña marca en el cuerpo de los ciudadanos que asesinaban, como si se tratase de una marca para reivindicar el crimen, o, tal vez, un ritual religioso. La segunda idea resultaba más preocupante, pues el fanatismo religioso era difícil de frenar mediante cualquier medio que no fuese el de la violencia.

Me encontraba en un punto de reunión, una calle poco iluminada por donde incluso de día transitaban muy pocas personas. Esta misión no me la habían asignado solo a mi persona. Unos pocos genins fuimos solicitados para terminar con estos criminales y traer de nuevo la paz y la estabilidad a la aldea. No sabía quienes eran, pues no me habían informado.
En general prefería trabajar sola, pero no estaba de más un poco de ayuda.

Misión:
El frío manto de Morfeo comenzaba a cubrir la tierra, tornando los tonos ocres que decoraban la bóveda celeste por un azul umbrío que paulatinamente se iba obscureciendo, acompañada por pequeños puntos brillantes de diverso tamaño e intensidad.
Las calles de la aldea estaban completamente vacías. Nadie las transitaba, en gran parte debido a la hora que era, pues ya había entrado la noche, pero en otra pequeña parte se debía a los sucesos que habían acontecido las pasadas semanas. Un grupo de maleantes ahora caminaba por aquellas calles, asesinando a inocentes aldeanos de la villa.

De ellos no se sabía nada, salvo que dejaban una pequeña marca en el cuerpo de los ciudadanos que asesinaban, como si se tratase de una marca para reivindicar el crimen, o, tal vez, un ritual religioso. La segunda idea resultaba más preocupante, pues el fanatismo religioso era difícil de frenar mediante cualquier medio que no fuese el de la violencia.

Me encontraba en un punto de reunión, una calle poco iluminada por donde incluso de día transitaban muy pocas personas. Esta misión no me la habían asignado solo a mi persona. Unos pocos genins fuimos solicitados para terminar con estos criminales y traer de nuevo la paz y la estabilidad a la aldea. No sabía quienes eran, pues no me habían informado.
En general prefería trabajar sola, pero no estaba de más un poco de ayuda.

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Katori
Llevar una vida ninja en secreto dentro de una pequeña familia es difícil, sobretodo para alguien como Katori, que siempre ha tenido la lengua suelta, de verdad, le fascina hablar incluso de asuntos que no le pertenecen, podríamos clasificarla como chismosa, pero va más allá de eso, en realidad su lengua actúa más rápido que su mente, entonces, confiesa cosas que no debería, o escupe veneno sobre ciertos asuntos que una persona con educación no haría. Cada vez que tiene que realizar algún trabajo para el escuadrón de fuerza shinobi; su mamá cree que está robando por ahí, por lo que no hace muchas preguntas al respecto, sin embargo, a pesar de también ser una mentirosa compulsiva, le parte el corazón tener que hacerlo también con aquella persona que le dio la vida.

Incluso así, aquella misión le tenía más que emocionada. Su primera misión, propiamente dicho. Se pasó toda la tarde viendo qué usar, cómo peinarse, qué herramientas llevar en su bolsa, cuales no... Para luego, acabar utilizando el mismo conjunto de color negro que usa para delinquir, aquel que está compuesto de pies a cabeza por holgadas telas que cubrian hasta la mitad de su rostro, junto con una media cola de caballo que ayudaba a sostenen su espesa melena café, en su pierna izquierda, se podía notar facilmente el símbolo de la aldea de Sunagakure, para que no la confundieran el resto de sus compañeros, o compañeras, con una delincuente.

Llegó al punto de encuentro en compañía de su fiel compañero Momo, un primate entrenado por la fémina para sus tareas poco éticas, el mismo llevaba puesto un adorable chaleco rojo, como si fuese sacado de un circo. — ¿No pudieron elegir un lugar más iluminado? —. Dijo en alta voz, mientras colgaba del tejado de uno de los edificios, con la intención de que la muchacha de cabellos negros la oyese. — De verdad, que este lugar me da escalofríos, parece la escena de un crimen —. Agregó casi al instante, para luego, descender a tierra firme con un salto. — Un placer, soy Katori —. Sentenció, ofreciendo la mano de manera amigable. Fue entonces que el mono se trepó hasta su brazo, y ofreció la mano también al igual que su dueña, porque podrá ser un primate, pero es educado.
Llevar una vida ninja en secreto dentro de una pequeña familia es difícil, sobretodo para alguien como Katori, que siempre ha tenido la lengua suelta, de verdad, le fascina hablar incluso de asuntos que no le pertenecen, podríamos clasificarla como chismosa, pero va más allá de eso, en realidad su lengua actúa más rápido que su mente, entonces, confiesa cosas que no debería, o escupe veneno sobre ciertos asuntos que una persona con educación no haría. Cada vez que tiene que realizar algún trabajo para el escuadrón de fuerza shinobi; su mamá cree que está robando por ahí, por lo que no hace muchas preguntas al respecto, sin embargo, a pesar de también ser una mentirosa compulsiva, le parte el corazón tener que hacerlo también con aquella persona que le dio la vida.

Incluso así, aquella misión le tenía más que emocionada. Su primera misión, propiamente dicho. Se pasó toda la tarde viendo qué usar, cómo peinarse, qué herramientas llevar en su bolsa, cuales no... Para luego, acabar utilizando el mismo conjunto de color negro que usa para delinquir, aquel que está compuesto de pies a cabeza por holgadas telas que cubrian hasta la mitad de su rostro, junto con una media cola de caballo que ayudaba a sostenen su espesa melena café, en su pierna izquierda, se podía notar facilmente el símbolo de la aldea de Sunagakure, para que no la confundieran el resto de sus compañeros, o compañeras, con una delincuente.

Llegó al punto de encuentro en compañía de su fiel compañero Momo, un primate entrenado por la fémina para sus tareas poco éticas, el mismo llevaba puesto un adorable chaleco rojo, como si fuese sacado de un circo. — ¿No pudieron elegir un lugar más iluminado? —. Dijo en alta voz, mientras colgaba del tejado de uno de los edificios, con la intención de que la muchacha de cabellos negros la oyese. — De verdad, que este lugar me da escalofríos, parece la escena de un crimen —. Agregó casi al instante, para luego, descender a tierra firme con un salto. — Un placer, soy Katori —. Sentenció, ofreciendo la mano de manera amigable. Fue entonces que el mono se trepó hasta su brazo, y ofreció la mano también al igual que su dueña, porque podrá ser un primate, pero es educado.

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Hidan
Era un día bastante ajetreado, no había parado de cumplir con encargos en el menor tiempo posible para ocuparse de sus tareas domésticas en el atardecer. Se podía decir que había acumulado el dinero suficiente para llenar el depósito de comida de su apartamento. También tenía la responsabilidad de limpiar su hogar de los polvos que se le acumulaban en las salas menos frecuentadas. Tenía tantos deberes entre sus obligaciones y los encargos de los aldeanos que, probablemente, terminaría por la noche sin tomarse tan siquiera un descanso.

Desde muy temprano cumpliendo con encargos, al interactuar con los aldeanos a lo largo del día, les oyó hablar de un extraño rumor acerca de unos bandidos que atacaban de forma indiscriminada a inocentes. Aquello le había recordado al trágico momento de su infancia donde mataban a sus padres después de allanar la antigua casa de los Hyakurai, ¿acaso podían ser ellos los culpables de aquel asesinato?. Desde entonces, Hidan, solo esperaba que empezase a anochecer para investigar, una vez más, si estos nuevos delincuentes guardaban relación con su pasado.

Más tarde, cuando ya había cumplido con todas sus obligaciones, Hidan emprendió una caminata hasta el departamento de misiones donde acudiría con la esperanza de que le arrojasen un poco más de luz en el asunto. Al parecer los aldeanos no mentían, aquellos delincuentes realmente existían y campaban a sus anchas por la oscuridad de la aldea. Así que volvió a su apartamento con un pergamino en la mano, cogió sus armas y se dirigió al lugar donde supuestamente se reunirían sus compañeros asignados.

El joven de tez morena habría llegado al lugar saltando de un tejado a otro, de una pared a otra, hasta desembocar en un espacio circular, con una fuente en medio, que conectaba con tres calles separadas por los característicos edificios de la aldea. Hidan descendió la mirada hacia abajo, pero solo halló dos figuras femeninas, y al no haber nadie más pensó que ellas serían sus compañeras de misión.—Buenas noches. ¿Estáis aquí por lo mismo?—Exclamó para que se le oyera desde el tejado, donde recibía la luz de luna llena en su espalda.
Era un día bastante ajetreado, no había parado de cumplir con encargos en el menor tiempo posible para ocuparse de sus tareas domésticas en el atardecer. Se podía decir que había acumulado el dinero suficiente para llenar el depósito de comida de su apartamento. También tenía la responsabilidad de limpiar su hogar de los polvos que se le acumulaban en las salas menos frecuentadas. Tenía tantos deberes entre sus obligaciones y los encargos de los aldeanos que, probablemente, terminaría por la noche sin tomarse tan siquiera un descanso.

Desde muy temprano cumpliendo con encargos, al interactuar con los aldeanos a lo largo del día, les oyó hablar de un extraño rumor acerca de unos bandidos que atacaban de forma indiscriminada a inocentes. Aquello le había recordado al trágico momento de su infancia donde mataban a sus padres después de allanar la antigua casa de los Hyakurai, ¿acaso podían ser ellos los culpables de aquel asesinato?. Desde entonces, Hidan, solo esperaba que empezase a anochecer para investigar, una vez más, si estos nuevos delincuentes guardaban relación con su pasado.

Más tarde, cuando ya había cumplido con todas sus obligaciones, Hidan emprendió una caminata hasta el departamento de misiones donde acudiría con la esperanza de que le arrojasen un poco más de luz en el asunto. Al parecer los aldeanos no mentían, aquellos delincuentes realmente existían y campaban a sus anchas por la oscuridad de la aldea. Así que volvió a su apartamento con un pergamino en la mano, cogió sus armas y se dirigió al lugar donde supuestamente se reunirían sus compañeros asignados.

El joven de tez morena habría llegado al lugar saltando de un tejado a otro, de una pared a otra, hasta desembocar en un espacio circular, con una fuente en medio, que conectaba con tres calles separadas por los característicos edificios de la aldea. Hidan descendió la mirada hacia abajo, pero solo halló dos figuras femeninas, y al no haber nadie más pensó que ellas serían sus compañeras de misión.—Buenas noches. ¿Estáis aquí por lo mismo?—Exclamó para que se le oyera desde el tejado, donde recibía la luz de luna llena en su espalda.

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Akira Aoi
Lo único que me acompañó durante la espera fue el silencio. Un puro y acogedor silencio, acompañado del frío que traía la noche en el desierto, de pie mientras miraba la calle que tenía en frente, cuan estatua de piedra. Era tan relajante que no podía evitar abstraerme y no pensar en lo que ocurría a mi alrededor. Era la primera vez que un pensamiento me hacía dejar de disfrutar el silencio, pues una voz en mi cabeza me decía que debía reflexionar lo que iba a hacer, pues no sabía si era correcto o no arrebatar la vida de aquellos que habían errado.
No era el primer ninja que reflexionaba sobre la vida y la muerte, o sobre si era justo o no arrebatar la vida como castigo. Sabía lo que debía hacer según los designios de la aldea que me había dado todo, pero, aunque eso era lo que un shinobi debía hacer sentía que debía saber la historia completa antes de actuar. Quizá fuesen obligados por alguien más que estaba por encima de ellos, forzados a convertirse en asesinos.

Una voz me sacó de mis pensamientos. Miré hacia atrás. Me sorprendí, pero no estaba asustada, ni tampoco me di la vuelta bruscamente. Si fuese un shinobi enemigo, ya me hubiese matado sin posibilidad de hacer nada.
Cayó de un salto en frente de mi, ofreciéndome su mano, instantes antes de que un mono trepase por su mano y me la ofreciese también.

Era lo que otros debían llamar “situación cómica”. No sonreí. Ofrecí mi mano derecha a la chica, y el meñique de mi mano izquierda al mono, dado que la mano completa sería mucho para él.
Akira, encantada.

De haber llevado la máscara sobre mi rostro, podría haber disimulado un tono más alegre, pero no se me daba bien fingir.
Al menos no lo suficientemente bien como para mantener un engaño durante demasiado tiempo.

No tardó mucho en llegar el tercer miembro de la misión, quien nos habló desde lo alto de un tejado. Comenzaba a sentirme discriminada, había sido la única que no había llegado saltando de tejado en tejado. Me preguntaba qué pensarían los pobres aldeanos que intentaban dormir pero no podían porque habían ninjas saltando de tejado en tejado. Debían de ser gajes de haber elegido vivir en una aldea ninja.
Su pregunta era tan abierta que no sabía bien que responder. Tomé el pergamino de mi misión y se lo lancé para que lo tomase y pudiera comprobarlo él mismo.
Lo único que me acompañó durante la espera fue el silencio. Un puro y acogedor silencio, acompañado del frío que traía la noche en el desierto, de pie mientras miraba la calle que tenía en frente, cuan estatua de piedra. Era tan relajante que no podía evitar abstraerme y no pensar en lo que ocurría a mi alrededor. Era la primera vez que un pensamiento me hacía dejar de disfrutar el silencio, pues una voz en mi cabeza me decía que debía reflexionar lo que iba a hacer, pues no sabía si era correcto o no arrebatar la vida de aquellos que habían errado.
No era el primer ninja que reflexionaba sobre la vida y la muerte, o sobre si era justo o no arrebatar la vida como castigo. Sabía lo que debía hacer según los designios de la aldea que me había dado todo, pero, aunque eso era lo que un shinobi debía hacer sentía que debía saber la historia completa antes de actuar. Quizá fuesen obligados por alguien más que estaba por encima de ellos, forzados a convertirse en asesinos.

Una voz me sacó de mis pensamientos. Miré hacia atrás. Me sorprendí, pero no estaba asustada, ni tampoco me di la vuelta bruscamente. Si fuese un shinobi enemigo, ya me hubiese matado sin posibilidad de hacer nada.
Cayó de un salto en frente de mi, ofreciéndome su mano, instantes antes de que un mono trepase por su mano y me la ofreciese también.

Era lo que otros debían llamar “situación cómica”. No sonreí. Ofrecí mi mano derecha a la chica, y el meñique de mi mano izquierda al mono, dado que la mano completa sería mucho para él.
Akira, encantada.

De haber llevado la máscara sobre mi rostro, podría haber disimulado un tono más alegre, pero no se me daba bien fingir.
Al menos no lo suficientemente bien como para mantener un engaño durante demasiado tiempo.

No tardó mucho en llegar el tercer miembro de la misión, quien nos habló desde lo alto de un tejado. Comenzaba a sentirme discriminada, había sido la única que no había llegado saltando de tejado en tejado. Me preguntaba qué pensarían los pobres aldeanos que intentaban dormir pero no podían porque habían ninjas saltando de tejado en tejado. Debían de ser gajes de haber elegido vivir en una aldea ninja.
Su pregunta era tan abierta que no sabía bien que responder. Tomé el pergamino de mi misión y se lo lancé para que lo tomase y pudiera comprobarlo él mismo.

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