Hacía frió, demasiado frío. Sin duda alguna era uno de los días más fríos que había podido experimentar. Mi cuerpo temblaba de manera casi palpable, me sentía prácticamente un ente extraño vagando por los alrededores de aquellas calles que a mis ojos se observaban tan brillantes y desentonantes. Era como si estuviera aturdido con varias partes del cuerpo entumecido. ¿Qué estaba ocurriendo realmente? Era prácticamente todo un misterio, no solía sentirme así de manera tan frecuente, poseía mucha tos y mi voz estaba completamente ronca.

Mi mente estaba un tanto tocada. ¿Dónde estaba y cómo había llegado hasta aquél lugar? La verdad es que no lo sabía con completa certeza, sé que había dado a la caza de una especie de oso y que ante su escape habría procedido a buscarlo... llegando a este lugar en específico. Las carreteras estaban completamente vacías, parecía todo un mundo espiritual el cual habría accedido de alguna manera gracias a los pactos con los dioses en algún.. viaje, supongo. Realmente no podía definirlo, no podía definir muchas cosas, lo que podía saber era que me encontraba completamente tiritando y que pese al incesante frío que había en aquel preciso momento, mis mejillas y frente se encontraban completamente calientes manteniendo temperatura.

¿Pero qué podía decir si acaso aquel propósito de emprender aquella trayectoria no fuese más que una mera ilusión? ¿Qué podía decir si acaso el oso que había vislumbrado no era más que una mera ilusión jugada por los dioses para llevarme a algún rumbo en específico con el afán de mostrarme nuevos caminos o nuevas aventuras? Mi futuro estaba completamente encomendado a ellos,

Comencemos a ser un poco más concretos, era un mar de arena. ¿Cómo podía haber emprendido aquella trayectoria el oso hacia allí? En un momento de lucidez recobré algo de cordura, la noche había llegado y aquello explicaba un tanto el frío. El terreno era arenoso, la mismísima nada. ¿Dónde estaba? No lo sabía, estaba completamente perdido. Portaba una túnica, desabrigada producto de su telas ligeras, coloración completamente azabache desde inicio hacia fin que prácticamente cubría toda mi vestimenta. Mi cuerpo se sentía flojo, débil. Poco a poco mis piernas comenzarían a fallar y me vería obligado a arrodillarme en la arena. Allí se encontraba sin más preambulos mi persona, un emperador afiebrado. El sueño comenzaba a expirarse.