La tenue luz del sol sumergía de entre las sombras de la luna aquella mañana de Lunes. Mi cuerpo se había acostumbrado a los Rinkaichus y a su manejo, puesto que todavía era algo reciente para mí. Ambos pies se encontraban sin cubrir por mi conjunto de mantas, pareciendo como si un mal sueño me hubiese acechado en la noche, ya que más o menos el 50% de mi piel acompañaba esa situación. Esa vez no recordaba que había sucedido, sabiendo que eso era señal que mi cabeza no quería hacerme repetirlo. La mañana se veía como siempre en la aldea, nublada y con pequeños hazes de luz que intentaban iluminar al País. Escuché el llamado de mi madre, quién imaginaba estaba en la cocina preparando el desayuno. Me levanté de un salto y me puse algo rápido de calzado para bajar.
La primer comida del día era deliciosa para mí; Mi madre era una gran cocinera, pero era su único comensal, cosa que veía con total normalidad por su situación psico-afectiva. Siempre la traté con respeto y cariño, tratando que se sienta bien en casa. La ayudaba en lo que podía, pero mi trabajo como ninja nunca terminaba. Siempre debía realizar misiones o entrenar mis habilidades, lo cuál me llevaba bastante tiempo. Y era eso lo que decidí hacer ese día, mas las gotas de lluvia comenzaron a caer mientras regresaba a mi habitación para prepararme. Aunque el día no invitase, yo quería salir, así que me pegué una ducha rápida, me cepillé los dientes y me cambié, todo para cubrirme del agua. Antes de salir, tomé un paragüas que estaba al lado de la puerta de entrada.
Finalmente salí de mi humilde morada. La aldea estaba tranquila como de costumbre, pero se podía notar que menos gente estaba en la calle; El clima ayudaba a ello. Me dirigí hacia el campo de entrenamiento, el cuál no estaba muy lejos, pero debía caminar algunas cuadras para llegar. Sabía que debía entrenar, pero a veces me distraía con los objetos que vendían en las tiendas, siempre curioseando. En una de ellas encontré diversas armas ninjas que no había visto, pero su forma me recordaba a las comunes y corrientes; Habían varios kunai con doble punta, con mangos modificados y shurikens de diversas formas, todo para satisfacer la moda de cada ninja. Habían otros objetos que no sabían que era, así que entré para averiguar...
La primer comida del día era deliciosa para mí; Mi madre era una gran cocinera, pero era su único comensal, cosa que veía con total normalidad por su situación psico-afectiva. Siempre la traté con respeto y cariño, tratando que se sienta bien en casa. La ayudaba en lo que podía, pero mi trabajo como ninja nunca terminaba. Siempre debía realizar misiones o entrenar mis habilidades, lo cuál me llevaba bastante tiempo. Y era eso lo que decidí hacer ese día, mas las gotas de lluvia comenzaron a caer mientras regresaba a mi habitación para prepararme. Aunque el día no invitase, yo quería salir, así que me pegué una ducha rápida, me cepillé los dientes y me cambié, todo para cubrirme del agua. Antes de salir, tomé un paragüas que estaba al lado de la puerta de entrada.
Finalmente salí de mi humilde morada. La aldea estaba tranquila como de costumbre, pero se podía notar que menos gente estaba en la calle; El clima ayudaba a ello. Me dirigí hacia el campo de entrenamiento, el cuál no estaba muy lejos, pero debía caminar algunas cuadras para llegar. Sabía que debía entrenar, pero a veces me distraía con los objetos que vendían en las tiendas, siempre curioseando. En una de ellas encontré diversas armas ninjas que no había visto, pero su forma me recordaba a las comunes y corrientes; Habían varios kunai con doble punta, con mangos modificados y shurikens de diversas formas, todo para satisfacer la moda de cada ninja. Habían otros objetos que no sabían que era, así que entré para averiguar...