Varias semanas habían transcurrido ya desde su última actividad como shinobi de la arena, días de descanso que no sólo le habían ayudado a reponerse de la actividad diaria sino que también le habían servido para reflexionar sobre las recientes inquietudes originadas por las dudas y decepciones que el comienzo de la vida shinobi le había provocado. Falta de compañerismo en variadas ocasiones, abandono y rechazo proveniente de "colegas", un terrible fracaso en una importante ocasión y la repentina inclusión suya en el equipo 3... No le costó mucho enviar una carta al despacho del Kage y pedir unos días de reposo indicando encontrarse indispuesto para la labor ninja. Necesitaba eso.
Sin embargo por otro lado, lo único para lo que no había tomado "vacaciones" era continuar con su diario y riguroso entrenamiento personal, realizado con la única intensión de conseguir la mejoría constante y efectiva de sus habilidades ninja. Había avanzado satisfactoriamente en varios aspectos los últimos días... Sus reflejos ya eran mejores, su velocidad era mayor a la del promedio, sus técnicas eran tan poderosas que podían considerarlo fácilmente un futuro maestro del ninjutsu, algo ilógico para él puesto que no se consideraba poderoso todavía sino un ninja capaz. Consciente estaba de que su camino ninja apenas y había empezado. A pesar del tiempo transcurrido no iba ni siquiera por una octava parte de aquel viaje personal en búsqueda del autoperdón. Tampoco le disgustaba, nada era fácil en la vida y convertirse en una figura de gran poder e importancia para la villa tampoco lo era.
Esa mañana había seguido su rutina diaria como normalmente solía hacer. Tomó un baño, desayunó lo necesario para tener las fuerzas suficientes que necesitaría ese inicio del día, se equipó las herramientas que creyó convenientes sin olvidar jamás a su principal arma, compañera y gran amiga; su contenedor de arena especial.
Partió de su hogar, colocando seguro a la puerta, rumbo a donde solía transcurrir sus mañanas diariamente cuando no había actividad ninja. Los extensos campos de entrenamiento de la villa eran su destino de parada, lugar donde continuaría su mejoría shinobi, ya se había acostumbrado y no podía imaginarse un día sin siquiera practicar como mínimo su lanzamiento de proyectiles... Muy en el pasado, uno no tan lejano, habían quedado aquellos días en los que se echaba en los brazos de un pasivo, y en ocasiones fúrico, desierto a observar sus maravillas como mero espectador, dejando de lado sus deberes como descendiente de ninjas.
Al llegar notó que el lugar se hallaba completamente vacío, nada raro, siempre llegaba muy temprano cuando todos los shinobis se hallaban en misiones o descansando de las mismas. Se apresuró a adentrarse en aquellos terrenos inundados por un mar de arena, acariciados tímidamente por las suaves corrientes de viento que soplaban de vez en cuando, alterados por la presencia de rocosas estructuras incrustadas en el suelo que servían como punto de apoyo para maniobrar, barreras para ocultarse u oponentes a atacar, en verdad, más que molestos, eran útiles los pilares de rocas del lugar. Alguna que otra estructura destrozada se podía observar sin hacer mucho esfuerzo en el lugar, posiblemente sería el recordatorio de que era el desierto el que decidía quién vivía en sus terrenos y cuánto tiempo lo hacía, probablemente aquellas partes de edificaciones destruidas eran lo que quedaba de una antigua zona de la villa juzgada por el árido terreno y derrumbada por alguna razón del mismo.
Se detuvo luego de considerarse lo suficientemente "perdido" dentro de aquel lugar. Esa vez pensaba ir con todo desde el principio y necesitaba alejarse bastante para no herir a algún desafortunado compañero que se hallase en el lugar, saliendo del rango de percepción del shinobi arenero.
- Ustedes irán primero... - Susurró para sí mismo mientras su arena hacía a un lado el tapón de la calabaza, tomando como objetivo a tres enormes rocas erguidas delante suyo, hallándose listo y motivado, sin embargo tras los pilares de enfrente notó, o mejor dicho, creyó notar una figura moverse rápidamente...
No queriendo herir a algún compañero de la arena o ser herido por el mismo, posiblemente hallado allí en ese momento, avanzó lentamente en la dirección en que había visto dicha desconocida figura desplazarse entre pilares rocosos, no desechando la posibilidad de que se tratase de algún animal del desierto o peor aún, de algún criminal como anteriormente había pasado en una de sus misiones, aunque esa vez no se comparaba a esta debido a que el desconocido individuo se hallaba en movimiento. Paró en seco al notar un fuerte golpe seguido del desprendimiento de algunas partes de un pilar cercano. Unas cuantas rocas de variados tamaños no mayores a los treinta centímetros de circunferencia fueron dirigidas hacia la zona en que se hallaba el pelirrojo de grandes y marcadas ojeras. Rápidos y precisos, el conjunto de minerales desérticos hallados en el interior del contenedor arenoso del Sabaku se movilizaron ante el posible daño que el controlador de los mismos podría llegar a sufrir. La arena terminaría formando una pared entre las rocas perdidas y el shinobi de mirada turquesa, evitando así cualquier herida que el mencionado joven habría podido sufrir. Luego de parar en seco la trayectoria de las rocas, la arena cayó al suelo frente al Sabaku pelirrojo cual tronco recién talado.
- No sé quién eres pero deberías tener más cuidado con esos tipos de ataques. Podrías lastimar a alguien cercano... - Dijo aún sin poder visualizar al causante de aquellos destrozos, culpa del reciente impacto entre el arenoso terreno y las rocas caídas, acompañado a eso una brisa un poco más fuerte que había empezado a levantar un poco de la arena del sitiol. Ya sabía que no podía ser un animal debido a la escasez de peligro aparente para que el mismo se defendiera con tal habilidad. Debía de tratarse de una persona y lo que quería saber ahora el arenero era si aquella persona desconocida era aliada o enemiga. La respuesta que recibiría sería la que le confirmase alguna de sus sospechas...
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Sin embargo por otro lado, lo único para lo que no había tomado "vacaciones" era continuar con su diario y riguroso entrenamiento personal, realizado con la única intensión de conseguir la mejoría constante y efectiva de sus habilidades ninja. Había avanzado satisfactoriamente en varios aspectos los últimos días... Sus reflejos ya eran mejores, su velocidad era mayor a la del promedio, sus técnicas eran tan poderosas que podían considerarlo fácilmente un futuro maestro del ninjutsu, algo ilógico para él puesto que no se consideraba poderoso todavía sino un ninja capaz. Consciente estaba de que su camino ninja apenas y había empezado. A pesar del tiempo transcurrido no iba ni siquiera por una octava parte de aquel viaje personal en búsqueda del autoperdón. Tampoco le disgustaba, nada era fácil en la vida y convertirse en una figura de gran poder e importancia para la villa tampoco lo era.
Esa mañana había seguido su rutina diaria como normalmente solía hacer. Tomó un baño, desayunó lo necesario para tener las fuerzas suficientes que necesitaría ese inicio del día, se equipó las herramientas que creyó convenientes sin olvidar jamás a su principal arma, compañera y gran amiga; su contenedor de arena especial.
Partió de su hogar, colocando seguro a la puerta, rumbo a donde solía transcurrir sus mañanas diariamente cuando no había actividad ninja. Los extensos campos de entrenamiento de la villa eran su destino de parada, lugar donde continuaría su mejoría shinobi, ya se había acostumbrado y no podía imaginarse un día sin siquiera practicar como mínimo su lanzamiento de proyectiles... Muy en el pasado, uno no tan lejano, habían quedado aquellos días en los que se echaba en los brazos de un pasivo, y en ocasiones fúrico, desierto a observar sus maravillas como mero espectador, dejando de lado sus deberes como descendiente de ninjas.
Al llegar notó que el lugar se hallaba completamente vacío, nada raro, siempre llegaba muy temprano cuando todos los shinobis se hallaban en misiones o descansando de las mismas. Se apresuró a adentrarse en aquellos terrenos inundados por un mar de arena, acariciados tímidamente por las suaves corrientes de viento que soplaban de vez en cuando, alterados por la presencia de rocosas estructuras incrustadas en el suelo que servían como punto de apoyo para maniobrar, barreras para ocultarse u oponentes a atacar, en verdad, más que molestos, eran útiles los pilares de rocas del lugar. Alguna que otra estructura destrozada se podía observar sin hacer mucho esfuerzo en el lugar, posiblemente sería el recordatorio de que era el desierto el que decidía quién vivía en sus terrenos y cuánto tiempo lo hacía, probablemente aquellas partes de edificaciones destruidas eran lo que quedaba de una antigua zona de la villa juzgada por el árido terreno y derrumbada por alguna razón del mismo.
Se detuvo luego de considerarse lo suficientemente "perdido" dentro de aquel lugar. Esa vez pensaba ir con todo desde el principio y necesitaba alejarse bastante para no herir a algún desafortunado compañero que se hallase en el lugar, saliendo del rango de percepción del shinobi arenero.
- Ustedes irán primero... - Susurró para sí mismo mientras su arena hacía a un lado el tapón de la calabaza, tomando como objetivo a tres enormes rocas erguidas delante suyo, hallándose listo y motivado, sin embargo tras los pilares de enfrente notó, o mejor dicho, creyó notar una figura moverse rápidamente...
No queriendo herir a algún compañero de la arena o ser herido por el mismo, posiblemente hallado allí en ese momento, avanzó lentamente en la dirección en que había visto dicha desconocida figura desplazarse entre pilares rocosos, no desechando la posibilidad de que se tratase de algún animal del desierto o peor aún, de algún criminal como anteriormente había pasado en una de sus misiones, aunque esa vez no se comparaba a esta debido a que el desconocido individuo se hallaba en movimiento. Paró en seco al notar un fuerte golpe seguido del desprendimiento de algunas partes de un pilar cercano. Unas cuantas rocas de variados tamaños no mayores a los treinta centímetros de circunferencia fueron dirigidas hacia la zona en que se hallaba el pelirrojo de grandes y marcadas ojeras. Rápidos y precisos, el conjunto de minerales desérticos hallados en el interior del contenedor arenoso del Sabaku se movilizaron ante el posible daño que el controlador de los mismos podría llegar a sufrir. La arena terminaría formando una pared entre las rocas perdidas y el shinobi de mirada turquesa, evitando así cualquier herida que el mencionado joven habría podido sufrir. Luego de parar en seco la trayectoria de las rocas, la arena cayó al suelo frente al Sabaku pelirrojo cual tronco recién talado.
- No sé quién eres pero deberías tener más cuidado con esos tipos de ataques. Podrías lastimar a alguien cercano... - Dijo aún sin poder visualizar al causante de aquellos destrozos, culpa del reciente impacto entre el arenoso terreno y las rocas caídas, acompañado a eso una brisa un poco más fuerte que había empezado a levantar un poco de la arena del sitiol. Ya sabía que no podía ser un animal debido a la escasez de peligro aparente para que el mismo se defendiera con tal habilidad. Debía de tratarse de una persona y lo que quería saber ahora el arenero era si aquella persona desconocida era aliada o enemiga. La respuesta que recibiría sería la que le confirmase alguna de sus sospechas...
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- Off Rol:
- Estadísticas:
• Ninjutsu: 40
• Genjutsu: 1
• Taijutsu: 1
• Kenjutsu: 11
• Fuinjutsu: 1
• Fuerza: 12
• Velocidad: 30
• Resistencia: 30
• Percepción: 30
- Técnicas y acciones:
Técnicas usadas: 1
Escudo de Arena (砂の盾, Suna no Tate)
Es un sistema automático de defensa que utiliza arena, la cual rodea y protege al usuario, este escudo aparece cuando el Sabaku se encuentra en peligro de ser lastimado haciendo que sea casi intocable. Esta se considera una defensa casi absoluta ya que sin importar en donde sea atacado este escudo lo protegerá, además puede endurecerse de tal forma que puede resistir ataques de una gran magnitud como el caso del acero. Defiende de técnicas del mismo rango que el usuario.
Nota: Si las reservas de chakra del Sabaku caen por debajo del 50% esta técnica ya no puede usarse.
Chakra: (Chakra gastado por el ponente x 1,5) 0
Acciones ofensivas físicas:
Chakra: 120
Stamina: 120
- Equipaje:
Kunais x2 (200gr)
Makibishis x40 (2000gr)
Cuerdas de Alambre x2 packs de 30mts c/u (500gr)
Bolsitas Explosivas x1 (100gr)
Píldora de Soldado x1 (50gr)
Bombas de Humo x2 (700gr)
Calabaza de Arena x1
Carga total inicial del post: 3550gr = 3,55kg.
Carga total actual: 3550gr = 3,55kg.- Reparto de armas:
A la derecha y también a la izquierda de su cintura, sujetas a una correa, lleva una bolsa en la cual porta 1 kunai y un rollo de 30 metros de cuerda de alambre cuya punta está atada al círculo de la base de la empuñadura del kunai.
En el muslo derecho lleva atada una bolsita de herramientas en la cual porta 20 Makibishis, mientras que en el muslo izquierdo también lleva una bolsita de herramientas atada, portando el mismo contenido en igualdad de cantidad.
En el abdomen, atado a la misma correa que rodea su cintura y que mantiene sujetas al par de bolsas con cuerdas de alambre, porta un pequeño estuche en el cual lleva dos bombas de humo, una bolsita explosiva y una píldora de soldado.
Carga en su espalda su fiel calabaza de arena comprimida, llevando normalmente la misma llena de su principal y más poderosa arma del desierto.
Última edición por Sabaku Tsunayoshi el Lun Oct 28, 2019 4:15 pm, editado 1 vez (Razón : Se agrega especificación del tema en tiempo presente)